Roger Federer encantó al mundo dos domingos atrás. Sublimó al tenis, al deporte en general. Y millones no tuvieron empacho alguno en proclamarlo el mejor tenista de la historia, aunque para otros es Rafael Nadal, ambos de esta época. A propósito: ¿en el tenis sí se pueden comparar épocas…?
Rod Laver le entregó el trofeo en Melbourne. Hasta la aparición de estos fenómenos, también de Jimmy Connors, Bjorn Borg, John McEnroe, Iván Lendl, Pete Sampras, Novak Djokovic, el propio Laver era considerado el rey en la historia del tenis. Pero medio siglo después aparecieron otros que lo destronaron.
Nadie negará jamás el legado de Laver, hasta el punto de que el estadio donde se disputa el Abierto de Australia se denomina Rod Laver Arena. Pero ni el mismo que instituyó su nombre dudaría de que Federer o Nadal o Djokovic mejoraron su técnica y su palmarés. Así como el pequeño gigante australiano había superado a sus colegas anteriores, luego alguien subió un escalón más que él.
Nadie duda tampoco de que Usain Bolt es el hombre más rápido que vio la raza humana, comprobado mediante un fiscal indiscutible: el reloj. Michael Jordan es considerado el mejor basquetbolista de todos los tiempos; jugó hasta no hace mucho, 2003.
Michael Phelps es el número uno entre los nadadores, más que Mark Spitz y otros. Así en muchas disciplinas. En general, los número uno son exponentes del deporte actual. Los únicos que consideran que todo era mejor antes son los hinchas de fútbol.
Los campos, el entrenamiento, las tácticas, la alimentación, el cuidado personal, la medicina, las herramientas (balones, calzado), el video para corregir errores, el reglamento, la preparación de los entrenadores, la información de los rivales, los viajes, la infraestructura, todo ha mejorado un 10.000 por ciento. Y muchos aspectos ni siquiera mejoraron: se crearon nuevos, como el ojo de halcón para dirimir jugadas dudosas y cambiar fallos injustos, la crioterapia para la recuperación muscular, la psicología del deportista e infinidad de aspectos más. ¿Cómo no va a ser mejor el deporte ahora que antes…? Sería como si un estudiante preparara muy a conciencia una materia y luego rindiera un examen con peor resultado que si no hubiese estudiado. No existe tal posibilidad. Y en el caso del fútbol, deberíamos adicionar la entrega de los jugadores actuales, que es fantástica; se deja el alma del minuto 1 al 95. Nadie se guarda nada.
Por estos días en que se desarrolló el Suramericano Sub-20 en Ecuador hemos leído y escuchado críticas lapidarias al juego.
En Ibarra, los partidos no fueron gran cosa, sobre todo por el pésimo estado del terreno; es imposible jugar bien cuando la pelota rueda a los saltos. Ya en Quito el nivel mejoró porque en el Atahualpa la grama luce perfecta. “Juveniles eran los de antes”, se quejan algunos. Siempre recordamos una charla con José Sulantay, reputado técnico de selecciones chilenas sub-20 y sub-17 que dirigió en varios de estos certámenes y además jugó el Juventud de América de 1958: “En ese entonces, al menos en Chile, no existían las divisiones menores, como ahora. Se formaban selecciones juveniles regionales. Era salir de la tierra para pasar al pasto. No me olvido nunca del olor a pasto, me quedó grabado. No existían los que hoy día son el Sub-20, el Sub-17... Ni siquiera mundiales había. Yo pasé del equipo de la escuela a integrar la selección, y teníamos que enfrentar a Brasil, Argentina... Imagínese...”.
¿Cómo son los torneos juveniles ahora...?, preguntamos.
“Muy serios, organizados, los campeonatos y las selecciones. Los jugadores son casi todos de primera división, los equipos llegan con varios meses de preparación, algunos con más de 30 partidos de práctica. Tienen el máximo apoyo logístico de las federaciones; no como antes, que era todo muy improvisado, aficionado”, contestó.
Efectivamente, hoy son como una Copa América, pero con límite de edad. Con la creación del Suramericano Sub-15 en el 2006, las selecciones juveniles componen ahora una escalera perfecta: sub-23, sub-20, sub-17 y sub-15, esta última la que inicia todos los procesos.
En todos los países suramericanos se hace un barrido de talentos desde los 14 años y los que son escogidos reciben tratamiento de jugador de selección ya desde esa edad. Se hace para evitar que se pierdan para el fútbol, pues en esa franja etaria los chicos son muy susceptibles de abandonar por diversas causas: falta de motivación, de guía, porque deben trabajar para ayudar en su casa, atraídos por otros deportes o actividades o bien por vicios.
De modo que es disparatado decir: “Juveniles eran los de antes”. Incluso los juveniles parecen tener la obligación de jugar como el Barcelona, el Bayern Munich, el Chelsea, porque es lo que el público ve, por lo cual piensa que todos deben jugar así, que ese es el nivel ‘normal’. Pero estos son chicos de 20 años con poca experiencia que todavía se están formando. Puede haber una camada pobre, como las de Argentina o Colombia en este Sub-20, pero dos casos no marcan el nivel general.
El cariño por el ayer no puede obnubilar el presente. Hoy se juega mejor, con mayor velocidad, con mucho conocimiento táctico y alta preparación física. Y, sobre todo, con alto grado de oposición. Una gran porción del público (lo vemos en los comentarios por internet) siempre está en desacuerdo con lo contemporáneo. Pero es poco serio decir que lo de hoy es peor que lo de ayer. Lo actual no es malo. Malo es en Suramérica el éxodo permanente de figuras que desamparan nuestros torneos.
“Comencé a ver fútbol más o menos en 1977 y crecí con la leyenda del partido Brasil 4, Perú 2 del Mundial del 70”, dice Ricardo Montoya, profesor de literatura y colega peruano. “Me hablaron tanto de eso que lo idealicé y ahora lo veo y no puedo aguantar más de 10 minutos, nada que ver con lo actual”.
El fútbol fue apasionante siempre. En algunas décadas más atractivo que en otras, pero siempre hubo quienes tuvieron el talento para sobresalir y ser estrellas e ídolos. Hay que respetar a Giuseppe Meazza, a Stanley Matthews, a Pedernera, Di Stéfano, Kubala, Puskas, Zizinho, a Pelé, Garrincha… A todos los grandes, pero el respeto e incluso la admiración hacia ellos no puede nublar la visión del presente, que es muy bueno. Y si no lo fuera, no será porque el pasado era mejor.
Mucha gente adora esas fotos de futbolistas antiguos con pancita y piernas sin músculos. Cree que aquel fútbol era mejor que este. Imposible.
El último tango…
JORGE BARRAZA