Los adjetivos se han agotado. Son pocos los elogios que quedan. Ya no hay palabras para describir lo grande que ha sido la carrera deportiva de Mariana Pajón Londoño, lo que la deportista de 29 años significa para el deporte colombiano, luego de la medalla de plata que logró en los Juegos Olímpicos de Tokio en el BMX.
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Pajón ya cuenta con tres preseas olímpicas: dos oros, uno en Londres 2012 y otro en Río de Janeiro 2016, y a ese botín llegó la plata en Tokio, quizás la más sufrida, luchada, esa que casi que se veía perdida, pero la que consiguió a punta de ganas, duros pedalazos y una velocidad impresionante.
Las tres medallas son muy significativas, no solo para el deporte colombiano, sino para ella, para su entorno, que hoy celebra que haya llegado a convertirse en una leyenda del deporte latinoamericano.
Los es porque son pocas las mujeres de esta parte del mundo que han conseguido este buen número de preseas. En la estadística figuran dos judocas cubanas: Idalys Ortiz, vigente, y la ya retirada Driulis González.

Seguramente uno de sus logros más memorables será su primera medalla de oro olímpica en Londres 2012.
EFE
Ortiz, en Tokio, ajustó su segunda medalla de plata, luego de la que obtuvo en los Olímpicos de Río de Janeiro en el 2016, pero ya había ganado el oro en Londres 2012 y un bronce en Pekín 2008, cuatro medallas que dicen lo grande que ha sido.
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Igualó a su compatriota González, quien hizo parte de los Juegos Olímpicos entre 1992 y el 2008, tiempo suficiente para ser llamada la reina, tras el bronce que se colgó en Barcelona, el oro en Atlanta 1996, la plata en Sídney (Australia) 2000 y el tercer puesto en Atenas 2004.
Sí, las dos cubanas superan a Pajón en el número de metales, pero la colombiana es la única que ha obtenido dos oros, y eso es un dato clave. Eso la hace importante, y el estar al lado de connotadas figuras del deporte latinoamericano y mundial confirman su grandeza.
También hay cubanas que lograron tres oros, como Regla Bell, Marlenis Costa, Adelmis Gato y Lilia Izquierdo, pero los consiguieron en el voleibol, un deporte de conjunto.
La plata que logró en Tokio tiene un sabor importante. Si bien no logró el oro, pues, como ella misma lo dijo, ese segundo lugar es como si hubiera estado encima del primer cajón. Venía de tres años bien complicados, tiempo durante el cual se dio cuenta de que no era invencible, de que era humana y la podían derrotar. La caída en la Copa Mundo de Holanda en el 2018 que le ocasionó la ruptura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda y el rompimiento parcial del colateral medial eran una dura prueba, otra final olímpica.
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Le dijo a EL TIEMPO que no pensó en el retiro, pero confesó que perdió la motivación de ir a recuperarse, pues la lesión la dejó por el piso. Contó que se subió 10 kilos de peso, dejó de lado las terapias y que los dolores eran muy fuertes, en fin, algo para pensar que su carrera no había llegado a su fin, pero sí sus mejores momentos. Fueron nueve meses muy complicados.
Es una plata que vale oro y más. No estaba en las mejores condiciones, no soy la misma que hace nueve años, ni que hace cinco en Río
El apoyo de su familia, la insistencia de su esposo, el también bicicrosista Vincent Pelleaud, la hicieron retomar el rumbo, regresar a la pista, prepararse y mirar fíjamente a Tokio.
Pero no ha sido la única lesión grave, a través del tiempo ha superado una fractura de la clavícula, del omoplato, el tobillo derecho, el cúbito y el radio en varias ocasiones.
En una de sus manos tiene nueve tornillos y dos platinas y tiene fisuras en las dos rótulas. En los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, cuando logró el oro, compitió con un hematoma en uno de sus riñones. Por todo lo anterior es que lo que consiguió la llena de orgullo, por eso las lágrimas al final de la carrera.
“Es una plata que vale oro y más. No estaba en las mejores condiciones, no soy la misma que hace nueve años, ni que hace cinco en Río. Esa lesión (de rodilla) me marcó, no tengo la misma potencia en mi segundo pedalazo, tampoco la confianza, pero no son solo las piernas, también está la cabeza, la experiencia y la mente tranquila, fría”, dijo.
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No contenta con lo hecha en Londres, la bicicrosista paisa revalidó su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
EFE
Y agregó: “Así somos los colombianos, de sangre caliente, puedes caer en lo más profundo y escuchar miles de imposibles, pero si tú crees que lo puedes hacer, simplemente supera tus propias limitaciones”.
El aplazamiento un año de los Juegos fue ideal, porque le dio tiempo de afinar la preparación, recuperar el camino que había perdido con sus rivales, pero la pandemia también la obligó a parar. Viajó a Europa y ganó tiempo, pudo entrenar con libertad sin restricciones.
Lo que ha hecho ha sido sensacional. Ser una de las leyendas del deporte latinoamericano no ha sido fácil, más, cuando ese 6 de mayo del 2018, en Holanda, su vida cambió y su carrera estuvo a punto de terminar.
Lisandro Rengifo
Redacción de EL TIEMPO deportes
En Twitter: @lisandroabel
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