Oh, gloria inmarcesible! ¡Oh, júbilo inmortal! En surcos de dolores, el bien germina ya. Así se entonó, así se cantó en Valloire, una comunidad francesa que vio cómo el ciclista colombiano Nairo Quintana se sacudió de todas las críticas y recuperó su mejor golpe de pedal para levantar los brazos, tocar el cielo y ganar la etapa 18 del Tour de Francia, mientras detrás de él su compatriota Egan Bernal se enfundó las vestiduras de capo de su equipo para saltar del pelotón de favoritos y subir al segundo puesto de la clasificación general y tener el título a tiro en las dos etapas de montaña que quedan, en una opción que es real, que está ahí en su terreno para dar un golpe de autoridad.
Mientras ellos brillaban, en el país se ondeaban las banderas a la espera del final de una carrera que se puede teñir de amarillo, azul y rojo en París.
(Vea el minuto a minuto de la etapa de este viernes)
Fue una etapa con un colorido especial para el país. Nairo volvió a dar un hachazo definitivo en su terreno, como lo hizo hace un año en Saint-Lary-Soulan, cuando tampoco peleaba por el título, pero sí por su orgullo, por su nombre, por demostrar que aún es una estrella de clase mundial.
“Hemos trabajado a conciencia y bien, hemos seguido adelante y no hemos dejado de insistir, sabía que podía ser un buen día para mí”, dijo Nairo, quien antes del inicio de la etapa ya sabía de sus intenciones.
Nairo resucitó firmando a lo grande su tercera victoria en el Tour, recuperando galones, tras una enorme exhibición en el Galibier, donde voló para llegar solo, eufórico, con rabia, rubricando una fuga numerosa que tuvo íntimo desenlace en la recta de meta.
“Esta victoria también es para ellos, para mi equipo y para la gente que me ha apoyado en todas las buenas y las no tan buenas”, dijo el boyacense.
Este ataque fulminante, que vio cómo Nairo fue quebrando las piernas de los 33 corredores que lo acompañaron en la fuga, lo metió en el séptimo puesto de la general, a 3 minutos, 54 segundos del líder, el francés Julian Alaphilippe.
Y mientras la etapa quedó con sello colombiano, atrás la clasificación general se movía gracias al joven maravilla, a Egan Bernal. Ya no es curioso ver al ciclista de 22 años brillar en el pelotón internacional. Este jueves, con la venia y el beneplácito del equipo Ineos y de su líder Geraint Thomas, movió más fuerte que nadie sus relaciones para, a tres kilómetros de coronar el Galibier, con las inclemencias de estar en los 2.600 metros, atacar e irse en solitario y soñar con el título del Tour de Francia.
Completó el golpe con una exhibición de agilidad en los 19 kilómetros restantes, un descenso peligroso, con las fuerzas al límite, hasta la meta en la coqueta localidad de Valloire. Además, las primeras gotas de una gran tormenta caían en la carretera, por lo que Egan tuvo que exprimir las habilidades desarrolladas en la bicicleta de montaña, en los senderos boscosos que rodean la ciudad en la que se crió, Zipaquirá, a 2.700 metros de altitud. “Estoy segundo en la general. Me siento muy bien, es bueno para la moral ganar un poco de tiempo, recortar 30 segundos sobre Alaphilippe. Cada segundo contra él es bueno”, comentó Egan, quien vive este momento como un sueño hecho realidad.
El colombiano no quiso desvelar su estrategia para los dos próximos días, dos etapas que completan el decisivo tríptico en los Alpes antes del paseo de campeón en París. “No sé mi plan, tengo que ver las sensaciones en la etapa, días en los que uno se siente mejor que otros”, dijo el corredor del Ineos.
Este viernes, con una etapa de 126,5 km, cargada de montaña, y un puerto de primera categoría al final de la jornada, Egan irá por el asalto y vestirse de amarillo como líder del Tour.
FELIPE VILLAMIZAR M.
Redactor de EL TIEMPO
En Twitter: @FelipeVilla4