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Ciclismo

La veloz carrera de Martha Bayona, la nueva reina de la pista

En el podio, mordiendo la merecida plata, luego de sostener un 
final cerrado en el keirin con la alemana Kristina Vogel.

En el podio, mordiendo la merecida plata, luego de sostener un final cerrado en el keirin con la alemana Kristina Vogel.

Foto:Jaime Moreno / EL TIEMPO

Ya tiene asegurada su presencia en el Mundial de Pista de Hong Kong, en abril.

Una niña de 8 años pisaba la pista del velódromo Alfonso Flórez de Bucaramanga.
Con la idea de darle gusto a Pedro, su papá, ella se montó en la bicicleta de pista y como si estuviera en la máquina que utilizaba para darle la vuelta a la manzana de su casa, comenzó a pedalear; cuando vio que tenía que parar, preciso, se cayó, porque no sabía que las bicicletas de pista tienen un piñón fijo que obliga al ciclista a pedalear para evitar irse al suelo, nadie le advirtió, ninguna de las personas que estaban a su alrededor le dijo.
El golpe fue duro, no se fracturó, pero lloró mucho y juró que no volvería al velódromo.
Los raspones en los brazos y piernas fueron la disculpa para dejar atrás la bicicleta y seguir en el fútbol, su deporte favorito, en el que se destacaba en la escuela Divino Salvador, en el que era su principal figura, pues en la cancha hablaba con goles.
La historia de la niña ha cambiado. Hoy, 14 años después del totazo en el cemento del Alfonso Flórez, Martha Bayona Pineda se ríe de ese día, porque en esa ocasión no sabía que se convertiría en una de las ciclistas más veloces de Colombia.
Su sacrificio, talento, muchas horas de entrenamiento y la persistencia de Pedro en que cogiera la bicicleta y dejara de darle patadas al balón dieron frutos, porque la santandereana es una de las figuras del ciclismo de pista del país, gracias a que en la Copa Mundo de Pista de Cali y de Los Ángeles, en febrero pasado, se colgó dos medallas de plata en la prueba del keirin, en la que fue derrotada por la alemana Kristina Vogel, la mejor del mundo, quien le impidió ser el oro.
Pero para que Martha volviera a la pista, después del accidente, pasaron dos años en los que no tocó la bicicleta. Gilberto Santa, el entrenador de pista de Santander, la convenció de calzarse las zapatillas, claro, después de pensarlo mucho, de recibir la ayuda de los muchachos que entrenaban a diario en el velódromo.
Santa le dijo a Pedro que la llevara a la pista, que tenía futuro y ella aceptó. Con miedo, volvió a montar, ya sabía que no podía dejar de dar pedal, que si quería parar debía pedir ayuda para que la detuvieran, cogió confianza y nadie la paró.
Pedro es clave en su historia. Mientras manejaba el camión en el que repartía los ingredientes para hacer pizza y les dedicaba su tiempo libre a sus tres hijas, porque quería que alguna de ellas fuera ciclista, el deporte que lo apasionaba.
Pedro recuerda: “No me gustaba que jugara fútbol, porque no la podía acompañar muchas veces; en cambio, en el ciclismo sí podía salir a montar con ella”.
El primer turno fue para Nora, pero desertó, dijo: “No más”, y se fue del ciclismo. Luego le tocó a Diana, quien cogió la máquina de su hermana para montar, pero tampoco se amañó. Las dos ganaron pruebas locales, algunos trofeos todavía los guarda con cariño su mamá, Martha Pineda, quien era ama de casa.
Martha, la menor, que nació el 12 de agosto de 1995 en la clínica Los Comuneros, acompañaba a sus hermanas a las carreras, y cuando Nora y Diana se bajaron del ‘caballito de acero’, ella se montó en la misma bicicleta.
Pedro la llevaba a los festivales de ciclismo y ganaba, lo que le dio alas y la seguridad de seguir en el tema de las bicicletas y olvidarse del fútbol.
Era una estudiante normal, no se destacó. Tampoco era de las peores. La pérdida del primero de bachillerato hizo que Pedro se enojara.
A Martha le gustaba reírse con sus compañeras, porque, como ella misma lo reconoce: “Siempre he tenido buen sentido del humor”. Hasta que se graduó de bachillerato del colegio Custodio García Rovira.

Llegaron los triunfos

El año 2010 fue importante para Martha, tal vez ha partido su vida, porque corrió en el Campeonato Nacional de Pista de Bogotá y le dio a Santander una medalla de bronce en la prueba reina: la velocidad.
Esa medalla la impulsó a tomar más en serio al ciclismo, al velódromo, al deporte, era la primera vez que competía contra otras delegaciones y siempre ganaba en las competencias cortas, pues le iba mal en las de medio fondo y fondo, porque se cansaba muy rápido, pero no llegó el metal dorado.
Al año siguiente, en el Campeonato Nacional de Cali, Martha ganó tres oros, derrotó a sus rivales en la velocidad, los 500 metros y el keirin. Comenzó a hablar con figuras de la pista colombiana.
Juliana Gaviria, Fabián Puerta y Diana García fueron sus amigos, a quienes solo conocía cuando veía las competencias en televisión.
Lastimosamente, el sistema de entrenamiento en Santander no era el mejor, sí contaba con apoyo, pero el problema era que no avanzaba en el aprendizaje.
Martha y su familia evaluaron la posibilidad de que ella se fuera a vivir a Medellín, allí estaban los Gaviria y el técnico Jhon Jaime González. Era normal que la decisión afectara los sentimientos de toda una familia que siempre vivió unida.
La despedida de Martha fue dura, hubo lágrimas por doquier, pero todos sabían que ese era el paso que debía dar, si es que quería progresar y llegar a ser una campeona.
“Fue muy duro, lloré mucho, cuando me fui y cuando llegué a Medellín. Es que no estaba acostumbrada a salir de la casa, a vivir lejos, y aun después de dos años aún los extraño”, le dice Bayona a EL TIEMPO.
En su casa pasa lo mismo, luego de todo ese tiempo, de verla campeona, arriba en los podios, el vacío de Martha se siente y no se ha podido llenar.
“Se le extraña –comenta Pedro–, porque no es fácil levantarse uno y querer llevarle el desayuno calientico y no verla. Si se queda en Bucaramanga, no sería lo que es hoy”.
Su primera salida del país fue en el 2011, en el Panamericano Juvenil, y fue oro en los 500 metros: Con Laura Valencia fue plata en la velocidad equipos, bajo el mando de Absalón Rincón, resultados que la dejaron perpleja.
Pasó a mayores y fue la locura, porque al lado de Juliana Gaviria logró el oro en la velocidad equipos, en México.
No ha sido nada fácil para ella, porque se considera una mujer de pocas palabras, pero confiesa que cuando ya se hace amigas nadie se la aguanta.
“Se la monto a todo el mundo”, confiesa.
Su medalla de plata de Cali la consagró, fue como ese toque con la varita mágica que le dio fuerzas para empujar su bicicleta y meterse a guerrear en medio de la velocidad.
Una vez se quitó la moto, comenzó el embalaje más importante de su carrera, las cinco vueltas que más esperaba para mostrarse, para decir que estaba presente.
Ya calmada, pensó en que podía mejorar ese resultado de la Sultana del Valle, viajó a Los Ángeles (Estados Unidos).
Soñaba con el oro, pero al mismo tiempo sentía temor de no hacer una buena actuación, pero, otra vez, fue plata, y nuevamente escoltó en la meta a Vogel.
“Me sorprendí con las dos medallas, no me lo esperaba –, señaló Bayona–. En Cali fue bien, pero en Los Ángeles iba nerviosa, sentí esa responsabilidad y no estábamos en nuestro país”.
No es amiga de Vogel, poco hablan, solo se ven en el podio, se saludan, se felicitan, pero no más. A señas se comunican, porque Martha no habla alemán y tampoco inglés.
“Es una asignatura pendiente y me he dado cuenta que hay que aprender, por eso ya me he inscrito para comenzar inglés, porque a veces uno quiere hablar con alguien y no lo hace porque no hay entendimiento”, precisó.
En el podio de los Los Ángeles, Kristina, a señas, se refirió a la estatura de la colombiana: 1,65 metros. Ella no es tan alta, pero sí más que Bayona.
Con lo que logró en Cali y en Los Ángeles, Martha ya tiene asegurada su presencia en el Mundial de Pista de Hong Kong, del 12 al 16 de abril, la verdadera prueba de fuego para la ciclista santandereana.
Mientras tanto, sigue en Medellín, entrena todos los días, y cuando está en la Villa Deportiva se la monta a sus amigos, a los atletas de impulsión bala y los luchadores, con quienes comparte la mayor parte de su tiempo libre.
Martha Bayona Pineda está dedicada ciento por ciento a la bicicleta de piñón fijo, aquellla que esa vez en la pista del Alfonso Flórez la mandó al piso, la hizo llorar del dolor, pero a la que hoy ama y le agradece por lo que le ha servido, así aún se le escapen algunas lágrimas cuando piensa en su familia, la misma por la cual en Bucaramanga también llora, pero gracias a sus victorias.
LISANDRO RENGIFO
Redactor de EL TIEMPO
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