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Ciclismo

A los 44 años, Flor Marina sigue dando pedal en la élite

Flor Marina Delgadillo siempre ha defendido los colores de su departamento, Boyacá, siempre, encima de una bicicleta.

Flor Marina Delgadillo siempre ha defendido los colores de su departamento, Boyacá, siempre, encima de una bicicleta.

Foto:Archivo / EL TIEMPO

La boyacense es la ciclista más veterana del lote local. Ha ganado varios premios.

Flor Marina Delgadillo, integrante de la delegación de ciclismo de Colombia en los Juegos Suramericanos de 1998 en Ecuador, iba de puerta en puerta buscando ayuda.
Acompañada por Oliverio Cárdenas, el DT del seleccionado de ruta, la boyacense buscaba, insistentemente, el préstamo de una bicicleta para competir en la prueba de fondo en busca de una medalla que ayudara a la delegación en la tabla de preseas.
Delgadillo y Cárdenas hablaron con los dueños de los locales de bicicletas de Cuenca, ciudad sede de las justas, les explicaron la situación, pero nadie les quiso hacer el favor.
Casi que llorando, Flor Marina les imploraba que la dejaran usar una bicicleta por pocas horas, que se la cuidaba y que ella respondía por lo que le pasara; sin embargo, le cerraron las puertas, nadie se conmovió.
Preocupados y afanados porque la carrera estaba próxima, Delgadillo y Cárdenas no pudieron dormir. La competencia era al día siguiente, pero se habían agotado las opciones de acompañar a María Luisa Calle, la otra colombiana en la lista de inscritas.
Ambos se levantaron y se fueron para la salida del circuito. A ella, impaciente y triste, se le ocurrió una idea loca: “¿Y qué tal si alguno de los integrantes del seleccionado colombiano de ruta varones me presta la bicicleta?”. Y comenzó a preguntarles, uno a uno, su talla del marco, a ver cuál se les acomodaba a su estatura y medidas de las piernas.
Un chico, ella no se acuerda de quién, le dio el sí: “Listo, yo se la presto”. Flor Marina, que nunca había corrido en la ruta, había llevado los pedales de la bicicleta de montaña en la que había obtenido la medalla de oro días atrás.
Sin perder tiempo, los mecánicos hicieron su trabajo, acondicionaron lo que más pudieron la bicicleta y mientras el anunciador oficial llamaba corredora por corredora para que firmara la plantilla, el combinado nacional estaba en su carpa alistándole todo a Flor Marina.
Cuando la llamaron fue a firmar rápidamente, pero volvió a terminar la tarea de ‘cambiarle la cara’ a la máquina. Cuando se dio la partida, la colombiana estaba muy atrás, el lote salió con toda y a ella le tocó perseguir como un kilómetro. Cuando alcanzó al grupo se puso al frente y le dio con todo.
“No sabía cómo correr, pensé que se utilizaba la misma táctica del ciclomontañismo, pedalear y pedalear con fuerza para sacar a las rivales, pero no era así. Cárdenas me regañó, se me acercó y me dijo que así no era porque pronto me estallaría, que lo más posible era que me cansara, y le bajé el ritmo”, recordó Delgadillo, quien hoy, a los 44 años, el próximo 21 de febrero cumplirá los 45, es la ciclista colombiana con más experiencia en el lote.
Tenía tanta potencia en sus piernas que muchas veces durante la competencia se encargó de apretar el acelerador y de sacar de rueda a rivales de talla, en busca de llegar a pelear el oro.
De un momento a otro, y en los kilómetros finales, su compatriota, Calle, lanzó un ataque y Delgadillo se le pegó a la rueda, pero ahí pagó caro el esfuerzo que hizo en los kilómetros anteriores, sin embargo, ese pundonor que siempre pone cuando se sube en la bicicleta le alcanzó para subir al podio por la medalla de playa, la que conserva en un sitio especial en su casa de Chiquinquirá (Boyacá), donde vive.
El deporte para Flor Marina, uno de los 10 hijos de Pedro Delgadillo y María del Tránsito Ruiz (q. e. p. d.), era lo máximo, siempre le gustó, porque su ideal era convertirse en deportista de alto rendimiento, por eso, a trancas y a mochas, terminó el bachillerato en el colegio de La Presentación, no fue una maravilla de alumna, tampoco la peor, perdió unos años, pero se graduó.
La clase que más le gustaba era educación física y casi todas las tardes salía del colegio y se iba para el estadio a trotar.
“Iba al colegio, estudiaba, pero lo que más me gustaba era hacer deporte”, dijo Flor Marina, quien ya lleva 21 años dedicada al alto rendimiento.

La finca y la bici

Pero su infancia la pasó entre la escuela, montar en bicicleta, trotar, jugar voleibol y baloncesto, y los quehaceres de la casa.
Flor Marina les ayudaba a sus padres en la finca La Extensa, donde se crio al lado de sus hermanos, de los cuales sobreviven siete.
Pedro y María sacaron adelante a sus hijos con el producido de la tierra. Flor Marina trabajó en el campo, les daba de comer a los animales, cultivaba papa, recogía la cosecha y ordeñaba las vacas, algo que le encantaba, porque se llevaba en los bolsillos del saco trozos de bocadillo, los cuales se comía con la leche cruda.
De vez en cuando le tocaba bajar las frutas de los árboles, pero la canasta nunca llegaba llena a la casa, porque se las comía.
Su carrera en el ciclismo comenzó tarde, cuando rondaba los 24 años. Se cansó de entrenar sola, de andar en su bicicleta por los senderos boyacenses sin que nadie le pusiera cuidado.
Frenó en seco al frente del almacén de bicicletas Quiroga de Chiquinquirá, puso el pedal derecho en el andén y se bajó. Preguntó por Miguel, el presidente del club de ciclismo del mismo nombre de la tienda, le dijo que ella quería entrenar con el resto de integrantes y él la citó para las 6 a. m. del día siguiente.
Flor Marina llegó 15 minutos antes y les ganó el chequeo, por ende, la llevaron a la Copa Cundinamarca y se quedó con el primer lugar, el triunfo inicial de una carrera con incontables victorias, algo que comenzó a rodar en ese 1995.
Tres meses después, Delgadillo representó a Boyacá en el Nacional de Ciclomontañismo, en el que rivalizó con María Luisa Calle y María Consuelo Restrepo, en ese tiempo, las dos insignias de ese deporte en el país, y quedó de tercera, lo que le sirvió para que la llamaran para el seleccionado nacional que debía disputar el Latinoamericano en Medellín y allí obtuvo plata.
“En solo seis meses conseguí mucho y un día me llegó a la casa una carta del Comité Olímpico Colombiano (COC), en la que me decían que me harían un aporte mensual de 700.000 pesos, algo que me cayó del cielo, porque me dejé de preocupar de matarme la cabeza para ayudar en la casa y pude dedicarme de lleno al ciclomontañismo”, precisó.
La primera salida del país fue en 1996, a Córdoba (Argentina), donde integró el seleccionado nacional en el Panamericano de Ciclomontañismo y terminó de segunda. Fue la primera experiencia de montar en avión muchas horas y de viajar por primera vez al exterior: “Me sentí dichosa, feliz, era mi gran deseo”, agregó.

Al velódromo

Flora Marina no se quedó en el ciclomontañismo ni en la ruta, también ha hecho pista y con grandes resultados. Su llegada a los velódromos también fue accidental.
En los Juegos Nacionales del 2000 ganó el oro en el todo terreno y en la ruta, los pisteros de la selección de Boyacá le propusieron que corriera en la pista, pero no había entrenado, nunca había montado en una bicicleta de piñón fijo.
“Estaba almorzando y Jairo Pérez, quien era del equipo, me propuso, le dije que no, pero me convencieron. Salí del restaurante directo a la pista de Duitama, Pérez me prestó la bicicleta, calenté 10 minutos, participé en la persecución individual y me gané la medalla de plata”, recordó.
Su fuerza en las piernas, la potencia al pedalear y su mentalidad ganadora la llevaron a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.
Se ganó el cupo en el Panamericano de un año antes, al ser tercera y llegó a Australia en busca de tachar un evento en el que se había propuesto competir.
Quedó de 24, pero lo más importante fue lo que aprendió. Para ella, la organización de los Olímpicos es impecable; la atención al deportista fue lo que más le impresionó, y en un álbum guarda las fotos que se tomó con atletas de la talla del jugador de baloncesto chino Yao Ming y del tenista chileno Marcelo Ríos.
El deporte le dio la oportunidad de conocer el amor de su vida, Joselín Saavedra, también ciclista, con quien está desde finales de 1995.
Nunca pensaron en tener hijos, porque Flor Marina no está de acuerdo con dejarlos al cuidado de otra persona, mientras ella entrena y viaja a competir.
Ha sufrido duros golpes en su vida, no solo el fallecimiento de sus padres y de sus hermanos, ha vivido en carne propia lo que es el ciclismo.
No ha sido esquiva a las caídas, se ha fracturado la muñeca izquierda, la clavícula derecha, pero la operación de su rodilla que le hizo el médico Gustavo Castro ha sido por lo que más ha sufrido, pues duró cuatro meses apartada del deporte.
Hoy, Flor Marina Delgadillo hace parte del equipo Boyacá es para Vivirla, que tiene como padrino a Nairo Quintana, y espera aumentarle varias páginas de su hoja de vida. No piensa en el retiro, dice estar “joven” para seguir ganando, porque hace con amor su trabajo, sale a entrenar con la misma alegría de hace 21 años, corre con gusto, con ambición.
“Soy la más veterana del lote colombiano, pero la más tranquila. No compito con presión, tampoco relajada, me exijo lo que sea y lo disfruto. Hago mi trabajo con gusto y por eso los triunfos han llegado, incluso, a mis 44 años”, dijo, mientras recogía frutas y les daba de comer a los animales en la finca La Extensa.
LISANDRO RENGIFO
Redactor de EL TIEMPO
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