Hace 4 años, cuando Mariana Pajón y Carlos Mario Oquendo estaban en la final del BMX de los Juegos Olímpicos de Londres vi sus carreras por televisión, me emocioné mucho, grité de alegría, no solo porque los conocía, sino porque soy un colombiano que quería esas medallas. (Lea también: Carlos Ramírez, bronce en el BMX)
Este sábado, cuatro años más tarde, parece increíble que el tiempo haya pasado y que sea yo el que esté contando esta historia. Todavía no lo puedo creer, es que durante la rueda de prensa me la pase mirando la medalla, un bronce soñado, por el que un deportista lo da todo, un atleta como yo.
Cuando terminó la premiación de los Olímpicos de Londres pensé que todo podía ser posible, quería venir a los juegos de Río de Janeiro, me propuse hacer lo mejor y acá me tienen.
Ya cuando uno pasa por los mundiales, por los certámenes del ciclo olímpico, pues como que uno se va acomodando. Logré el cupo a los Juegos y desde ahí en mi mente estaba ganar una medalla.
La preparación fue buena, la medalla de bronce en la Copa Mundo de Holanda me dio mucha energía, mucha tranquilidad, pero tomé las cosas bien y llegamos a los Olímpicos bien de fuerzas.
La carrera fue buena, difícil, muy complicada. Cuando me caí en la última serie de las tres de ayer, los nervios se apoderaron de mí, porque creía que había quedado por fuera de la final.
Lo que hice en las dos primeras mangas me sirvió, porque alcancé a entrar, es que ese ahorro lo fue todo. Oquendo no estuvo, sentí tristeza por él, porque en la final hubiéramos podido hacer algo más grande, pero así es el deporte, así es el BMX.
Ya en la final, pues es difícil de explicar lo que uno siente. Me paré en el partidor y pensé que era posible, porque soy un corredor hábil, rápido en la pista y eso hice.
Los primeros metros me desacomodé tanto que entré a la recta como de quinto o de cuarto, pero me bajé en esa curva y logré superar a mis rivales.
Con el alma, con al corazón pedaleé y logré el objetivo de ser medalla. Es que es difícil decir lo que uno siente, porque no sabía que fuí bronce cuando crucé, miré el tablero y me vi empatado, pero cuando supe que era tercero ahí sí que no me la creía.
Lo único que acaté fue mirar a la tribuna, buscando a mi familia, a mi papá que es una de las personas por las que estoy acá, porque me apoyó hasta el final, mi familia nunca me dejó solo. (Además: 'Qué locura darle una medalla a mi país': Carlos Ramírez)
La verdad, es que era inexplicable cuando crucé la meta y me dijeron que había ganado la medalla por tres milímetros, las lágrimas se me salieron, no pude contener el llanto y, en el podio, pues imagínense, increíble mi historia.
Esta película es difícil que se borre, quiero que no se acabe nunca, quiero vivir esta realidad, gozar con la victoria, mostrar mi medalla y ahora me siento muy tranquilo, porque hemos sacrificado mucho con mi familia, la verdad es que cuando uno es deportista y quiere las cosas, pues la puede conseguir.
Lo que viví este viernes en estas dos finales, con el bronce mío y con el oro de Mariana (Pajón), me transportó a Londres, cuando me emocioné demasiado, pero ese día nunca pensé que uno de los protagonistas de esta alegría, cuatro años después, sería yo.
Espero que Colombia esté feliz como lo estoy yo, la delegación del BMX. Todo esto se dio gracias al técnico Germán Medina, que ha confiado en nosotros.
Me imagino que el país está contento, porque saben de los sacrificios y del valor que tiene una medalla olímpica, la que veo y consiento, porque no puedo creer esta historia.
CARLOS ALBERTO RAMÍREZ
Especial para EL TIEMPO