A sus 58 años, Roy Leonardo Barreras Montealegre es, probablemente, el político colombiano más hábil de nuestros tiempos. Ha militado en diferentes partidos: Nuevo Liberalismo, Cambio Radical, Partido de la U y ahora es pieza fundamental del Pacto Histórico. Fue representante a la Cámara y senador. Fue miembro de la delegación del Gobierno en la mesa de negociación con las Farc en Cuba. Es, también, escritor (poeta) y médico cirujano. Y, desde el pasado 20 de julio, es el nuevo presidente del Senado. Habla ‘el gran camaleón’ que dice, muy seriamente, que aspira a ganar el Nobel de Literatura.
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La edición #119 de la Revista BOCAS estará en circulación a partir del domingo 31 de julio de 2022
Revista BOCAS
Quiero escribir y, como Saramago, hacer algo más importante que ser presidente: ganar un Nobel de Literatura.
Astuto. Un felino que se las arregla para caer siempre de pie. Y que araña a sus enemigos con letal sutileza. Roy Barreras sabe cómo llegar al poder y, más importante aún, cómo no dejarlo escapar. Seguro de sí mismo. Suficiente. De pecho henchido y enemigo de las falsas modestias.
Ha trabajado duro en la tarea de ponerse al frente del Congreso. A detractores de sus propias filas, como Gustavo Bolívar, les recuerda la manera en que funciona el mundo: “Bolívar tiene una legitimidad y un valor enorme, y ha querido ser una especie de guardián del cambio, lo que me parece muy importante. Qué bueno que lo sea, pero algunos tenemos que construir las mayorías para que se dé ese cambio”.
Soñó con ser presidente, y seguramente lo sigue contemplando, aunque ahora sostenga que preferiría dedicarse a escribir. Admiradores y malquerientes solo están de acuerdo en algo sobre él: que escribirá parte del futuro de todos los colombianos. Barreras parecería sugerir que lo suyo es ser tinta, pero quienes lo conocen de verdad saben que no descarta ser la pluma.
A sus 58 años, Roy Leonardo Barreras Montealegre es, probablemente, el político colombiano más hábil de nuestros tiempos. Ha militado en diferentes partidos: Nuevo Liberalismo (galanista), Cambio Radical (vargasllerista), Partido de la U (uribista-santista) y ahora es pieza fundamental del Pacto Histórico (petrista), partido con el que, desde el pasado 20 de julio, se convirtió en el nuevo presidente del Senado.
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Roy Barreras estudió Medicina y Cirugía en la Universidad Nacional de Colombia (1987).
Natalia Hoyos
¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser político?
A los 17 años. Pero déjeme ir atrás en la historia. Mi abuelo, Tito Montealegre, fue un campesino liberal, reclamante de tierras; lo mataron un año después de la muerte de Gaitán, en la vereda El Palo, en Caloto, Cauca. Mi madre terminó siendo desplazada por la violencia, a los 9 añitos. Toda su vida me habló de su padre con gran ilusión, con devoción. El héroe de mi infancia no era Batman, ni Superman, sino mi abuelo, a quien no conocí, pero ella me lo pintaba como un hombre a caballo, con sombrero y pistola, rodeado de otros campesinos liberales que enfrentaban a los conservadores.
Ahora sí saltemos en el tiempo hasta sus 17…
A esa edad tuve la responsabilidad del discurso de grado en mi colegio, el Instituto de La Salle. Los Hermanos de las Escuelas Cristianas invitaron a Carlos Lleras Restrepo, porque era exalumno, y en mis palabras me referí a mi abuelo, campesino liberal reclamante. A Lleras le llamó la atención esa mención, porque además hablé de mi madre, que estaba en primera fila, y de cómo había terminado yo, desplazado, graduándome en un colegio de clase media alta. Se me acercó, me dio una tarjetica y dijo: “Vaya, busque a este señor”. Era Luis Carlos Galán.
¿Pudo hacerlo?
Sí, e incluso lo convencí de visitar el colegio antes de que terminaran las clases, donde se echó un discurso aburridísimo sobre el Cerrejón, que nosotros, muchachos muy jóvenes, no entendimos. Pero Galán era ídolo de mi generación. Me quedé acompañándolo como militante juvenil, hasta que lo mató la mafia. Ese fue mi inicio en la vida política, con una larga pausa, porque cuando entré a la Facultad de Medicina no pude volver a las reuniones liberales y seguí el camino de ejercer junto a mi padre, también médico.
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Antes de ir con su papá, ¿cuándo murió su mamá?
Se me fue hace un par de años, a los 87, de una fibrosis pulmonar. Además de ser una niña campesina huérfana, su propia madre había muerto de tifo, en Natagaima, y un año después le mataron al papá. Criada por un pariente, hizo hasta tercero de primaria y, pegada a una máquina de coser, me sacó adelante.
Cuando ella muere, ¿usted de qué partido era?
Del mismo en que he estado hace doce años, la U, del expresidente Santos.
¿A ella no le dolió que usted dejara de ser liberal?
Nunca dejé de ser liberal y nunca fui militante del oficialismo. No me parece mal que los presidentes de Colombia, y los dirigentes políticos reconocidos, se hayan cambiado de partido muchas más veces que yo, porque a pesar del estigma, no me he cambiado de partido sino dos veces y las dos, expulsado.
¿Cuándo lo echaron por primera vez?
La primera, de Cambio Radical. Cuando llega Germán Vargas Lleras a presidirlo tuvimos la misma química que hay entre Putin y Zelenski. Por beligerante, me expulsó a través de una resolución que reveló al aire en CM&, sin proceso alguno. No protesté. Su decisión me dejaba en libertad.
¿Cómo fue la segunda expulsión de un partido?
Siete de septiembre del año 2018. El partido de la U, sorpresivamente, se declara socio del Centro Democrático, que había ordenado hacer trizas la paz. Hay reunión de bancada, hago una declaración, me aparto, me declaro en oposición, en contra del partido. Logro hundir las objeciones de la JEP. Y la gota que colmó el vaso fue cuando llegó la hora de elegir a la procuradora Margarita Cabello. Me opuse radicalmente, porque me parecía una ficha del Gobierno. Los senadores gobiernistas se reunieron y decidieron que yo era un problema. Con esa segunda expulsión volví a quedar en libertad. Me metí a la consulta presidencial con un millón de firmas que no usé, porque no llegué al final, y luego entré a la lista del Pacto Histórico como liberal independiente. Recapitulo en lo de mi madre: siempre entendió que acompañar a Juan Manuel Santos era ser liberal. Para el pueblo liberal campesino, todos los jefes liberales eran siempre liberales, aunque usaran otras chapas, como López, Galán o Vargas.
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Petro es un gladiador y Francia, otra. Son los esclavos que estaban en el Coliseo Romano, libertos. Petro es Espartaco.
Como Petro, ¿usted se considera un revolucionario?
Me considero un escritor frustrado. La revolución nunca estuvo en mis planes. Estudié la revolución bolchevique; antes de la Revolución Francesa, los idus de marzo, la caída del Imperio Romano. Nunca consideré que las revoluciones violentas fueran una solución. Todas las revoluciones violentas terminan en dictaduras, en autocracias. De manera que nunca fui revolucionario. Lo que sí he sido es un reformista. Me parece simpático que algunos de los pocos críticos a mi elección como presidente del Senado digan que yo, que pasé de manejar taxi en Bogotá a presidir el Senado, no represento el cambio.
¿Le iba bien de taxista?
Muy bien. Las mejores carreras eran a los moteles, porque los maridos infieles dan propina. Muy buenas también las carreras de madrugada a los aeropuertos. Me pagué mi carrera de medicina en la Nacional manejando taxi. Fui taxista cuatro años, hasta que empecé a hacer turnos en los hospitales San Juan de Dios, de La Samaritana y el Materno Infantil. Mis últimos años de formación médica ya no me daban tiempo para trabajar de noche en el taxi.
¿Cuánto tiempo ejerció como médico?
Fueron 23 años. Trabajé con mi padre, quien me había reconocido en la adolescencia. Era anestesiólogo, jefe de cirugía, en Cali, y tenía una clínica para el manejo del dolor con pacientes con cáncer. Cuando terminé medicina, me dio trabajo y mi especialidad era el manejo del dolor. Dos colegas suyos, cuyos nombres me reservo por su historia clínica, periodistas importantes, fueron mis pacientes.
¿Recuerda la primera vez en que se le murió un paciente?
Fue una cosa supremamente dura, porque estaba en séptimo semestre, haciendo turno de noche en el Hospital San Juan de Dios, y nuestra tarea era acompañar al médico residente y ayudarle a tomar notas. Mientras bajó a ver a otro paciente, una señora con un cáncer, que estaba muy crítica, hizo un paro cardíaco. La enfermera en jefe me llevó el carro de paro para reanimarla. Sabía hacerlo, porque era socorrista de la Cruz Roja, pero no conocía la historia clínica de la señora. No respondió a las maniobras de reanimación y murió. Mi madre me había hecho desde niño un regalo: nunca me habló mal de mi padre. Solo me decía que era médico y que salvaba vidas. Me hice médico para hacerle honor a ese padre que luego conocería. Y ahora, la primera vez que tenía una persona en mis manos, moría. Pasé muchas noches y muchos días traumatizado, pero luego entendí que hice lo correcto, y que su cuadro clínico terminó costándole la vida.
¿Hubo otro episodio similar?
La segunda cosa que se murió en mis manos fue el uribismo.
¿Eso no le recordó más bien la caída del Imperio Romano, del que hablaba hace un momento?
No, la caída del Imperio Romano fue una cosa muy importante. No tiene punto de comparación, aunque algunos sean “brutos”, como el romano.
¿Con Petro empieza un imperio?
No, de ninguna manera. Petro es un gladiador y Francia, otra. Son los esclavos que estaban en el Coliseo Romano, libertos. Petro es Espartaco.
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Roy Barreras fue socorrista en la Cruz Roja. Hizo parte de uno de los primeros equipos rescatistas en la tragedia de Armero
Natalia Hoyos
Vuelvo a sus padres. ¿Logró tener una buena relación con su papá?
Llegamos a ser grandes amigos y logré ser su discípulo. Fue un médico maravilloso, que me enseñó a aliviar. Lo admiré mucho. Murió en mis brazos y sus últimas palabras fueron: “Le recomiendo a los pacientes”.
¿Cómo conoció él a su mamá?
Mi madre era una vendedora de botones en un almacén que se llamaba Botonia. Él, estudiante de último año de medicina, fue a comprar unos botones que se le habían caído de la bata de médico. Se enamoraron. Cuando ella quedó embarazada, a él se le olvidó volver a pagar los botones.
¿Cómo murió su papá?
Se murió de pena moral, por el secuestro de su hijo menor, que era hermano medio mío. Es una historia dolorosa de la que preferiría no hablar mucho.
Aceptado. Solo una pregunta: ¿lo secuestró la guerrilla?
Sí, las Farc. En La Habana tuve la oportunidad de indagar por él, hablando con Pablo Catatumbo. Según ellos, al parecer la delincuencia común se hacía pasar por las Farc y secuestraban gente. Después se la vendían a la guerrilla. Mi padre pagó el rescate y él regresó. Entregó lo único que había heredado, La Galicia, la finca de mis abuelos españoles, gallegos. Venían desplazados de la Guerra Civil Española y llegaron a trabajar a una mina que se llamaba la Chocó Pacífico. Mi abuelo era electricista y mi abuela cocinera, y desde entonces como pulpo a la gallega donde sea.
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Mi hijo es vegano, animalista, ambientalista y poliamoroso. Ellos no tienen pareja, sino nido. Nunca son infieles ni mienten a nadie; todo es por encima de la mesa o, mejor, por encima de la cama.
Dejemos el pulpo en la mesa y vamos a otro escenario animal. Hay quienes dicen que usted es un lagarto. ¿Lo es o no lo es?
En la sociedad bogotana, sobre todo, se le dice lagarto o trepador o arribista a todo aquel que viene de abajo hacia arriba. Soy orgullosamente hijo y nieto de campesinos, desplazado, de origen humilde, trabajador que se pagó su carrera, como le contaba, en un taxi. De manera que sí, soy un trepador en el sentido de que logré ascender en una sociedad difícil. Quisiera que todos los colombianos también puedan salir adelante a punta de la única receta posible: la educación, la capacidad de la formación intelectual que debe garantizar el Estado.
Señor extaxista, ¿cuándo fue su primera “carrera” con Petro?
Lo conocí como compañero en la Comisión Primera. Los primeros dos años me pareció un tipo muy raro. ¡Porque es raro! Callado. Entraba a la comisión, no saludaba. Después vine a saber que es un hombre tímido. En octubre del 2020, Iván Cepeda, uno de los dirigentes que más quiero y respeto en Colombia, me dijo que Petro quería hablar conmigo. Fueron a mi apartamento y Petro me invitó a ser parte de su campaña política. Le dije que no, porque llevaba para entonces un año tratando de armar la Coalición de la Esperanza. Le expliqué que creía en el centro, que no era de izquierda.
¿En qué punto del camino volvieron a cruzarse sus vidas políticas?
El Partido Verde decidió que iba a tener seis candidatos y que el candidato ya no era Fajardo. Supe que eso no iba para ninguna parte. Llamé a Cepeda y le dije que la Coalición iba a fracasar, que quería hablar con Petro, que era el único que garantizaba que el legado de paz se salvara, porque es un hijo de la paz. Petro estaba en Italia. Me fui a Florencia, una ciudad que tenía el covid en rojo. Fue una maravilla, porque todas las calles estaban desocupadas, solo para nosotros.
¿Ahí se “enamoraron”?
Caminamos durante ocho días, conversando, mirando los detalles del proyecto político, hablando de economía. Quedé fascinado por la profundidad de un hombre con el que se podía hablar de Stiglitz, de Negri, de Castoriadis y de Hegel. Descubrí un ser profundo, un estadista, un intelectual que, frente a El David de Miguel Ángel, me recordó cómo el Renacimiento hubiera sido imposible sin el capitalismo. Cuando los señores feudales querían tener el castillo más bello, dijo, debían contratar al carpintero más hábil, al pintor más efectivo y pagar sumas importantes. Los demás señores feudales ofrecían más. Entonces apareció el salario, pero no el salario romano, sino el salario en la competencia, del libre mercado. El ebanista se convirtió en escultor, y los pintores en miguelángeles y davincis. Remató diciéndome: “No me tiene que convencer de que el capitalismo es indispensable en la sociedad”. Me vine enamorado del proyecto político de Petro y de su convicción absoluta en la paz.

Barreras inició en la política en 1992 cuando se postuló al Concejo de Cali como candidato liberal independiente. Antes había militado en las juventudes galanistas.
Natalia Hoyos
¿Entonces Petro es capitalista? ¿O es socialista o es comunista o es qué, según usted?
Es progresista. Prefiere inscribirse del lado de una política de la vida y no de la muerte. Desde mi óptica liberal, es un hombre de izquierda democrática. No es algo nuevo: el liberalismo del siglo XIX era el progresismo. No olvide que fue ese partido el que liberó a los esclavos y defendía a los obreros y artesanos. Lo que ha hecho Petro es recoger las ideas liberales y, desde una óptica de izquierda democrática, ofrecerle a Colombia un gobierno progresista. Para sorpresa de los radicales de izquierda y derecha, va a desarrollar el capitalismo progresista.
¿Usted quiere ser el segundo presidente de ese proyecto?
Tengo un deseo mucho mayor que ese, y no es por falta de ambición. Quiero escribir y, como Saramago, hacer algo más importante que ser presidente: ganar un Nobel de Literatura. Voy 25 años tarde, pero Saramago me ilusiona, porque empezó a escribir seriamente siendo mayor. No estoy seguro de que termine los cuatro años de Congreso, pero me jugaré la vida por las reformas.
Otro político, Churchill, se ganó un Nobel de Literatura escribiendo sobre la Segunda Guerra Mundial. ¿Usted con qué trabajos se lo quiere ganar?
Escribo novela. Publiqué antes de estar en la política, año 2005, con Planeta y antes con Oveja Negra, una novela que se llama Polvo eres y en polvo te convertirás. Tengo varias novelas en la cabeza por desarrollar. Le doy el título de dos de ellas, que no están escritas, pero las verá si logro zafarme de la política. Una se llama ‘El hombre de papel’ y, la otra, ‘Las fieras que somos’. Hice una maestría en literatura hispanoamericana; soy un sociólogo y tengo una maestría en sociología y otra en literatura. Así que cuenten conmigo, probablemente este año, y nada más.
¿Es poeta o un lector de poesía?
Es muy pretencioso decir que se es poeta. Pero la poiesis es la creación y también escribo poesía. Publiqué un par de libros de poemas, uno al alimón con el poeta vivo más grande, en mi opinión, que hay en Colombia, que es Fernando Denis, de la escuela de Gómez Jattin y de los poetas malditos. Con él escribí La fogata sin tiempo y publiqué otro libro, en honor a las víctimas, que se llama Que la paz sea contigo, con el trabajo maravilloso de ese apóstol de la paz que es Jesús ‘Chucho’ Abad. Él puso las fotos y yo un poema para cada una de ellas.
Ya que lo menciona, a Gómez Jattin le decían “el poeta loco”. ¿Usted cómo está de la cabeza?
Mal. Hay que estar mal de la cabeza para hacer política, en lugar de estar dedicado a los hijos, a la literatura, a la poesía, a ver el mar, al amor.
Como médico, se dedicó a combatir el dolor. ¿Por qué pasar de luchar contra el dolor a ser político, oficio que tanto dolor nos causa?
Hago lo mismo que cuando era médico: aliviar el dolor y salvar vidas. Estoy orgulloso de lo que he hecho. Firmé la ponencia de la Ley de Víctimas, reconocí el conflicto armado en una premisa de mi puño y letra, soy el autor del Marco para la Paz, negocié y firmé el acuerdo de paz que le puso fin a una guerra de cincuenta años, creé las 16 curules para las víctimas y las defendí, como defendí la JEP contra las objeciones del gobierno Duque. Fui el autor del Estatuto de la Oposición, que cambió para bien la democracia.

Roy Barreras (izq.) en el momento de jurar como nuevo presidente del Congreso.
Diego Caucayo
¿Es cierto que le mortifica la imitación suya de La Luciérnaga que escribe Jairo Chaparro y hace Don Jediondo?
No me molesta que me imiten, mucho menos en La Luciérnaga, que es un programa amable que les trae alegría a los colombianos. Me molesta que la derecha, siguiendo el libreto de Goebbels, desde abril del 2011 hasta el 2022, sistemáticamente se haya dedicado a destruir al opositor, a intentar reducirme moralmente. Han dicho de todo: que les quité la pensión a los jubilados para dársela a los guerrilleros, que soy cómplice de la Marquetalia, que soy el instigador del Clan del Golfo para hacer el paro nacional, que soy el zar de la salud y que me robé las clínicas de Saludcoop y fui cómplice de Caprecom, y todo lo que se les ocurre. Nombro las calumnias, pero no a los calumniadores, porque estoy comprometido con la reconciliación.
¿Ha robado?
Me robé el corazón de una mujer, pero se liberó a los diez años.
¿Qué tan rico es?
No tengo empresas, no tengo haciendas, no tengo inversiones. Soy un hombre feliz. Tengo mi casa, la misma donde vivo, y que construí en 1999, cuando era médico. Además, un apartamento en Bogotá. Y no tengo más, porque no necesito más. Pero soy el hombre más rico del mundo, porque he sido bendecido, y para que vea que no tengo falsas modestias, tengo unos hijos que verdaderamente considero geniales, y no exagero en el calificativo.
¿Qué hacen los jóvenes Barreras?
Mi hija es la mejor neuroinmunóloga en Johns Hopkins. Tengo un hijo que es economista, con máster, doctorado en matemáticas, campeón latinoamericano y medalla mundial de bronce en matemáticas. Mi hijo mayor hizo maestría en planes de acción urbana, pero además es músico y tiene una maestría en composición de música clásica. Lorenzo, que tiene 19 años, recibió hace poco un premio por su primer álbum, al lado de su banda musical, y hace dos años le dieron un premio del Concurso Nacional de Novela Juvenil de Planeta y publicó su primera obra. A mi hijo chiquito, de 14, María Paz Gaviria le dio un premio especial por ser el mejor expositor de fotografía. Soy un hombre riquísimo, porque tengo unos hijos bendecidos.
Aparte de sus hijos, ¿a quién ama?
A mi nieto, Mateo. Amo a Chiquita, que es mi cachorra gran danés. Amo a Covid, mi perro adoptado, que recogimos en la calle el primer día de la pandemia, herido, y es más feo que un murciélago. Amo a mi hermanita menor, que es médica. Amo a mi madre, cuyas cenizas reposan en un arbolito en el patio de mi casa y frecuentemente “hablo” con ella.
Uno de sus hijos practica el poliamor. ¿Algo de eso aplica usted en la política?
Sí, el economista. Es vegano, animalista, ambientalista y poliamoroso. Ellos no tienen pareja, sino nido. Nunca son infieles ni mienten a nadie; todo es por encima de la mesa o, mejor, por encima de la cama. Les contaba eso a los liberales con que estuve reunido hace poco y una senadora liberal, cuyo nombre me reservo para no sonrojarla, dijo: “¡Entonces no vamos a hacer aquí una coalición, sino un poliamor político, porque como es la política del amor, estamos haciendo nido! ¿Cuántos vamos en ese nido?”. Hubo carcajadas y en ese nido terminaron entrando los verdes, los conservadores, los liberales. Estamos en la política del amor. ¡Somos poliamorosos!
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Estados Unidos es una democracia vigorosa, que tuvo un momento oscuro con la llegada de un individuo totalitario, radical, de extrema derecha, xenófobo y machista: Donald Trump.
¿Tanto nido no acaba con la oposición?
Después de una campaña tan polarizante y con un país dividido, casi por la mitad, con una gran pugnacidad y unos extremos radicales, es una gran noticia, es un bálsamo para Colombia, la propuesta del presidente Petro de un acuerdo nacional. Pero necesitamos una oposición crítica y ahora nuestra tarea es darle garantías.
¿Qué piensa de Uribe?
Es un expresidente histórico. Y hoy es aún el líder de dos millones de colombianos.
¿Cómo fue el episodio del uribismo y la caja de dientes zombi?
Estábamos en un encuentro programático en Medellín y, mientras iba de un salón a otro para participar en un panel, pasé frente a unos vidrios y afuera estaban unas personas, no más de diez, pegados a esos vidrios, vociferando. Me acerqué para tranquilizarlos y saludarlos. En medio de su gritería, a uno de ellos se le salió la caja de dientes. Algún tuitero tomó esas imágenes y dijo que el uribismo radical convierte a la gente en zombi. Creo que exageran al decir eso, porque normalmente los zombis no son tan fanáticos en política.
¿Hay algo que no le guste de Petro?
Habla poco y a veces me siento como conversando con la esfinge de Tebas. Tiene dos palabras favoritas: vale y dale. Puede usted preguntarle un asunto muy complejo, él lo asimila y, si está de acuerdo, dice “dale”. Puede usted darle una opinión sobre un asunto. Si la opinión le parece razonable, dice “vale”. Tampoco me gusta que no tenga teléfono, ni WhatsApp; solamente nos comunicamos a través de una plataforma especial. Cuando tenga el Falcon sobre el escritorio del despacho, eso va a resolverse.
¿Apoyaría la idea de una Asamblea Nacional Constituyente?
Absolutamente descartada. No la necesitamos. Se la negué a las Farc en La Habana, de manera que esa caja de Pandora no se abrirá.
¿En algún momento ha pensado que Colombia debe tener un presidente por muchos años más que cuatro?
No. Ese debate lo dimos en la reforma política. Cuatro años es lo justo para iniciar cambios y transiciones.
¿Apoya a la Primera Línea?
No. Ninguna forma de provocación, o de respuesta a la provocación, conduce a resultados. Solidaridad, sí, con todos esos jóvenes que perdieron sus ojos por una represión brutal. Pero quienes azuzaron a esos muchachos para usarlos de carne de cañón, solo los pusieron en la mira de las balas oficiales.

Barreras fue de los primeros y principales ponentes de la elección y reelección de Santos en el poder.
Natalia Hoyos
¿El gobierno de Duque fue parte clave de la campaña triunfal de Petro?
Creo que influyó muchísimo la decisión de hacer trizas la paz, que se concretó en las objeciones a la JEP, que logramos evitar, y echaron a perder el arranque de un gobierno que renunció a las reformas de fondo y, por tanto, en la pandemia se dedicó a administrar esa crisis de salud pública. Pasó la pandemia y se acabó el gobierno.
¿Petro va a irse, con toda, contra Duque?
Una de las mejores declaraciones del presidente electo, y convicción absoluta mía, es que un gobierno de acuerdo nacional, que construya paz integral, no puede perseguir a nadie, no puede prestarse a retaliación.
¿Hay alguien por el que usted nunca votaría?
No votaría por Carlos Felipe Mejía, no votaría por el ingeniero Rodolfo, no votaría por ‘Manguito’, no votaría por Fico. No votaría por personas que, creo, no tienen la preparación suficiente, ni la talla de estadistas.
¿Quién ha sido el peor presidente que ha tenido Colombia?
Esa calificación resulta injusta. Probablemente el más fracasado fue Andrés Pastrana, pero se ha superado, porque es peor expresidente que presidente. Le reconozco el Plan Colombia, que modernizó las Fuerzas Militares, y su deseo genuino de hacer la paz; fracasó en el Caguán, de buena fe. Su transformación en un opositor virulento es increíble. Se está quedando por fuera del acuerdo nacional y ojalá recapacite.
Los presidentes Ortega, de Nicaragua, y Maduro, de Venezuela, ¿son demócratas?
Ortega es un dictador deleznable, que ha concentrado poder y que ha violado todos los derechos civiles y ciudadanos para mantenerse en el poder, traicionando la revolución. El presidente Maduro es el resultado de una revolución chavista. Todo proceso político que perdure en el poder, ahogando la posibilidad de la transición democrática, culmina generando reacciones populares y profundas injusticias sociales. La decisión del presidente Petro de restablecer la relación diplomática con Venezuela, que no es distinta a la que el gobierno Biden ha empezado a ejercer, es la decisión correcta para recuperar la frontera para los dos países y quitársela a las organizaciones criminales.
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¿Estados Unidos es un enemigo imperialista o es un aliado?
Esa pregunta parece haber sido hecha en 1962. A nadie en el siglo XXI se le ocurriría calificar así a los Estados Unidos, que es la cuna de la democracia. Puedo estar sesgado, pues quiero recordarle que soy ciudadano norteamericano.
¿Cómo resultó siendo ciudadano de los Estados Unidos?
Porque mi padre era norteamericano de nacimiento y le heredé la nacionalidad. Probablemente la declaración más bella, que inicia la Ilustración, como dice Steven Pinker, es la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, aún antes que la Revolución Francesa. Contiene una frase bellísima: nosotros, el pueblo, nacemos iguales y tenemos derecho a la felicidad. La Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre no hablaban del derecho a la felicidad. Los padres fundadores norteamericanos así lo contemplaban. Estados Unidos es una democracia vigorosa, que tuvo un momento oscuro con la llegada de un individuo totalitario, radical, de extrema derecha, xenófobo y machista: Donald Trump, que aprovechó la crisis económica y social para pasar de multimillonario a presidente, estimulando un discurso de odio. Soy ciudadano de los Estados Unidos por herencia y un colombiano orgulloso. Habito en el corazón de miles de personas, a pesar de que las redes sociales crean lo contrario.
¿Cree que las bodegas van a asfixiar al periodismo en el gobierno de Petro?
Las bodegas uribistas, de extrema derecha, asfixiaron a la oposición en una persecución brutal durante estos cuatro años. En este gobierno habrá absoluto respeto y garantías para todos. Invito a quienes manejen enjambres de bodegas, desde la izquierda radical, a que dejen de picar, que la época del tábano, de doña Bertha Hernández de Ospina, ya pasó. Hay un texto del filósofo coreano Byung-Chul Han, La infocracia, que demuestra cómo las redes sociales, convertidas en aparato de destrucción moral, son capaces de acabar con la democracia. Así que hay que pedirles a los odiadores que más bien se pasen a TikTok, o que gasten su tiempo en OnlyFans. Se van a divertir más.
¿Cuál ha sido su momento más feliz?
Atender personalmente el nacimiento de mi primer hijo, en el Materno Infantil, un hospital público en la carrera Décima con calle Primera, en Bogotá, estando de turno.
¿Cómo quisiera que fuera su último día de vida?
En una casita de madera con vista al mar. Ese mar inmenso que va y viene, como el amor, como la vida, y mirando el horizonte en paz. Ojalá, sin dolor.

El actor Tom Cruise es la portada de la edición #118 de la Revista BOCAS.
Revista BOCAS
Gracias por leer.
Esta entrevista fue realizada por Gustavo Gómez Córdoba.
Fotos de Natalia Hoyos
Edición #119 Julio - Agosto
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