En la historia de la literatura universal, el regreso ha sido un modelo varias veces reproducido. Desde la ‘Odisea’ de Homero, poetas y escritores han recreado la figura de Ulises, el héroe que vuelve a casa, en distintos personajes y han situado Ítaca, el lugar al que quería regresar, en incontables coordenadas.
Es justamente el regreso, el viaje de vuelta, el motivo que atraviesa ‘Volver al oscuro valle’, la nueva novela de Santiago Gamboa. Manuela Beltrán, una joven poeta que estudia filología en Madrid, busca volver a su Cali natal para vengarse. Solo a través de la venganza, piensa, puede recuperar su poesía y seguir adelante. Junto con ella vuelven el Cónsul y Juana, personajes ya conocidos de libros anteriores de Gamboa, y Tertuliano, un misterioso argentino que busca purgar la humanidad de todos sus males y asegura ser hijo del papa Francisco.
Vuelven para ayudar a Manuela a vengarse, pero también vuelven buscando su propio Ítaca, un lugar al que se pueda regresar. Sin embargo, desde la vuelta de Ulises a Ítaca se sabe que el regreso tiene un componente trágico. Gamboa lo tiene claro: “Volver es imposible –sentencia–. Es imposible porque no somos los mismos y los lugares a los que queremos volver tampoco son los mismos”.
Parte del estilo de Gamboa está en observar el mundo atentamente. Observa y toma notas. Esas notas, por ejemplo, han sido reflejo de procesos geopolíticos del mundo. Cuando escribió ‘El síndrome de Ulises’ (2005), habló sobre los que se iban, en un momento en que los latinoamericanos buscaban una vida mejor en el hemisferio norte. ‘Volver al oscuro valle’ funciona como la otra cara de la moneda: otro proceso de migración, pero de la gente que está volviendo.
“Empecé a ver que había mucha gente que se estaba devolviendo a sus países en América Latina porque estaban en una situación apocalíptica. Hay una crisis económica brutal en los países del sur de Europa, en Italia, España, Grecia y Portugal. El terrorismo está atacando constantemente en París, Alemania y Bruselas. Mucha gente que se fue de Colombia por la violencia de los años 80 y 90 se encontró con esa misma violencia allá otra vez: con gente ametrallada por las calles como en la Colombia de antes”.
Este panorama, sumado a las crisis migratorias, con refugiados de guerra desde Oriente Medio y de hambre desde África, junto con la presencia de jóvenes europeos en grupos como el Estado Islámico, sugiere que Europa, como proyecto político, se está debilitando. “Ahora nosotros somos el futuro de ellos: están viviendo cosas que nosotros ya vivimos. Entonces la gente se está viniendo a América Latina a probar suerte. La migración cambió de dirección”, explica Gamboa.
Por eso, además del regreso y la motivación de venganza, el fracaso de la civilización racionalista encarnada en Europa es otro tema transversal de la novela. Y aquí cobra relevancia el quinto protagonista de la obra: el poeta francés decimonónico Arthur Rimbaud. “Fue el primer europeo que manda todo al carajo. Rimbaud usó la poesía para atacar ese proyecto civilizador, ese racionalismo absurdo. Es el primer gran prófugo”.
“Para mí, Rimbaud es el gran transformador de la literatura en Occidente. Decía que los poetas tenían que mirar hacia adelante y señalar una vía diferente, con unos valores distintos. Señaló las ciudades, que son el camino que toma la literatura occidental del siglo XX. Y luchó contra el racionalismo, ese que luego destruyó Europa con dos guerras mundiales. Antes de los 60, del existencialismo, las drogas y el sexo, Rimbaud ya había hablado de eso, cien años antes”.
En la novela, Rimbaud funciona también como un espejo. “Me sirve para reflejar en él los personajes de la historia, como el proceso de Manuela, la joven poeta. Reúne elementos que son importantes para los personajes: Rimbaud sufre una violación brutal, igual que Manuela y que Tertuliano. Los tres tienen un padre ausente. Hay una suerte de ‘contínuum’, se ven a sí mismos a través de Rimbaud, quien a su vez les va dando la clave de lo que ellos son”.
Rimbaud murió intentando volver. No volver a Francia, sino a Etiopía. Su historia deja una lección clara sobre los regresos: no volvemos al lugar del que partimos, más bien buscamos crear un lugar al que podamos volver. “El lugar adonde uno puede volver está en la literatura. Es ahí donde está. Y uno va a los lugares buscando también poesía y literatura”, plantea el autor.
“Uno siempre tiene esa sensación de que perdió un paraíso en algún lugar. Y está en la infancia y un poco en la adolescencia –explica Gamboa–. El mito del regreso es eso, sentir nostalgia de sí mismo. Siempre creemos que fuimos despojados de algo. A través de la literatura uno puede llegar otra vez ahí”.
En la búsqueda de esa idea de juventud surge otra gran influencia de Gamboa: Roberto Bolaño. “Es el escritor de lengua española más importante de los últimos 25 años. Su libro ‘Los detectives salvajes’ tiene algo que me gusta mucho, y que está en mi novela con Rimbaud y Manuela: la búsqueda de coherencia de la juventud. Por eso nos han prometido la eterna juventud, que no es más que volver a ese lugar en el que éramos coherentes y no teníamos esa adultez terrible que hace concesiones con su entorno. El joven nunca lo hace: es coherente hasta su muerte. Luego la adultez implica transar, ceder”.
En ‘Amuleto’, Bolaño habla de jóvenes latinoamericanos que iban a luchar por un mundo mejor e iban cantando porque iban felices. El eco de ese canto es lo único que queda. “A mí me parece extraordinariamente poética la idea de un valle donde ya no queda nadie, solo el eco. El eco de un grupo que llegó a la muerte, al fracaso, pero que sabía que tenía que dar la batalla. Como todas las grandes batallas de la adolescencia”, dice Gamboa.
La influencia de Bolaño también se nota en la estructura narrativa de ‘Volver al oscuro valle’. Es una historia polifónica de varias primeras personas: cada capítulo muestra el punto de vista de un personaje distinto. “A mí la primera persona me encanta como forma narrativa, porque habla al oído al lector, es más íntimo, hay más profundidad”, dice el escritor. Los relatos de estos personajes son recopilados por el Cónsul, el principal narrador de la novela y que funciona como un ‘alter ego’ de Gamboa.
La novela es versátil en cuanto a las temáticas que aborda. De la historia de venganza de los personajes salta a un ensayo sobre Rimbaud que el Cónsul está escribiendo. Dentro de la historia de los personajes, además, hay espacio para reflexiones o imágenes sobre la sociedad contemporánea, un mundo en llamas y sin sentido.
“La novela muestra que la racionalidad y la civilización se está yendo a pique –asegura Gamboa–. Surgen los populismos y los gurús. Trump en Estados Unidos. Ganó el ‘brexit’. Ganó el ‘No’ acá en Colombia. Son fenómenos de locura colectiva. Nos quedamos sin dioses, ni siquiera hay dioses malvados. Y los dioses son metáforas a las que la gente se aferra para seguir con su vida”.
‘Volver al oscuro valle’ también sugiere una relación implícita y problemática de la religión y los totalitarismos. En Tertuliano, el argentino neofascista que dice ser hijo del Papa, convergen estas dos nociones.
Igualmente, la reflexión de Gamboa se extiende al panorama colombiano: “Lo vimos hace semanas con las iglesias cristianas que manipularon al país para que se votará ‘No’. Uribe es un mesías populista hiperviolento. Mueven a la población para chantajear al Estado: son proyectos antidemocráticos”.
El análisis político del libro también toca las negociaciones con las Farc. Gamboa se apresuró y planteó un país en paz, que glorifica las experiencias de sufrimiento y perdón, y que a través del turismo y la seguridad de inversión es el niño mimado de la comunidad internacional. Sin embargo, en su regreso, el Cónsul –y, por lo tanto, Gamboa– empieza a tener sospechas sobre esa aparente realidad.
“El Cónsul se siente incómodo en este país pacificado donde todo el mundo quiere perdonar, donde haber sufrido y haber sido víctima se convirtió en el nuevo paradigma de la respetabilidad. Él se da cuenta de que, en realidad, no está regresando. Que necesita ir a otro lugar, buscar otro lugar”.
Gamboa cuenta que, en su caso personal, su regreso ha sido feliz. Volvió el año pasado, después de más de 30 años de vivir en el exterior y de haberse radicado en ciudades como Madrid, París, Roma y Delhi. “Más que un volver, fue un seguir. Volví a Colombia pero no al sitio del que partí, Bogotá, sino a Cali. A mí Bogotá me produce una sensación rara, como si hubiera desatendido algo. Me hace sentir orfandad en uno de esos atardeceres con nubes negras. Igual puedo estar y sentirme cerca a mi ciudad”.
El momento histórico en el que está inmerso Colombia fue un factor importante que motivó el regreso de Gamboa, esa ‘Ítaca’ que en su obra se ha erigido como una de sus principales metáforas para la búsqueda del retorno y de la juventud.
“Ítaca te brindó tan hermoso viaje / Sin ella no habrías emprendido el camino / Pero ya no tiene nada que darte”, escribió en Ítaca el poeta griego Konstantino Kavafis. Para el poeta, este lugar metafórico no es importante como punto de llegada, sino como el motor que impulsa búsquedas, por eso Kavafis explica que no hay que apurar el viaje. Y Gamboa está de acuerdo.
SANTIAGO CEMBRANO
Escuela de Periodismo Multimedia de EL TIEMPO
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