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Sam Shepard y la muerte del sueño americano
Sam Shepard y la muerte del sueño americano

Samuel Shepard Rogers III ganó el premio Pulitzer a mejor drama en 1979 por ‘Buried Child’, una historia de incesto y asesinato que es considerada por la crítica como su obra maestra.

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Alberto Pizzoli / AFP

Sam Shepard y la muerte del sueño americano

El escritor estadounidense profundizó en sus obras sobre las crisis familiares en Estados Unidos.

Cuando Sam Shepard leyó un artículo periodístico sobre la exhumación accidental del cuerpo de un pequeño niño en un jardín, empezó a maquinar la idea de la que sería su obra teatral más aplaudida: Buried Child, que se estrenó en San Francisco, en 1978.

La historia, que se centraba en una familia estadounidense que perdió su potencial económico debido a la aridez de su granja, encarnaba todas las decepciones del Estados Unidos de los años 70.

El padre había fracasado no solo en sus empresas económicas sino como pareja, lo que lo llevó al alcoholismo; la madre acudió a los rincones más oscuros para saciar sus deseos, profundizando en infidelidades sin límites, y los hijos no lograron cumplir las expectativas de sus padres.

Esta mezcla de drama, incesto y misterio hizo que Shepard se ganará el premio Pulitzer a mejor drama y lanzó una carrera que lo definiría como uno de los autores más significativos de la dramaturgia estadounidense del siglo XX. Esa fue la faceta más importante del artista, quien también incursionó en la literatura, actuó en cine y que falleció a sus 73 años.

Aunque la noticia se dio a conocer este lunes, Shepard murió el pasado jueves por complicaciones derivadas de la esclerosis lateral amiotrófica, conocida como ELA, la enfermedad neuronal que sufría. Según indicó en un comunicado el portavoz del autor, Chris Boneau, el artista falleció en su residencia de Kentucky (EE. UU.), rodeado por su familia.

Nacido como Steve Shepard Rogers en Illinois, su infancia estuvo marcada por el alcoholismo de su padre, uno de los problemas que Shepard también sufriría a lo largo de su vida.

Su despertar artístico tuvo lugar en Nueva York en la década de 1960, un hervidero cultural en el que Shepard comenzó a hacerse un nombre escribiendo obras dentro del circuito alternativo y rupturista del Off-Broadway.

Con más de cuarenta títulos en su aclamada bibliografía, la obra del escritor se destaca por su profundidad a la hora de revelar las sombras y miserias del sueño estadounidense, con historias que apenas dejan lugar para la esperanza.

De hecho, según contó en una entrevista con The New York Times, su intención con Buried Child era destruir la idea del drama familiar americano, una especie de subgénero teatral que creció en ese país gracias a autores de la talla de Eugene O’Neill.

Tanto esta pieza como el resto de su producción teatral tienen gran influencia de las tragedias griegas, según le comentó a la revista Rolling Stone en una entrevista que se publicó en 1986.

“Estaba asombrado por la simpleza de las antiguas obras griegas... Nada era complejo o difícil, lo que me sorprendía muchísimo porque yo asumía que estaban más allá de mí. Pero empecé a comprender de lo que hablaban y resultaron ser muy accesibles. Hablan mucho sobre el romance familiar, ¿no? Son todo sobre el destino y eso es lo más poderoso. Todo está previsto y nosotros simplemente lo interpretamos”, aseguró en esa charla.

Sam Shepard hace parte de un cuarteto de dramaturgia norteamericana fundamental, al lado de Tennessee Williams, Eugene O’Neil y Arthur Miller. Se caracterizó por sus acotaciones milimétricas y cinematográficas. Por algo era actor también”, recuerda el crítico teatral de EL TIEMPO, Alberto Sanabria.

Aunque nunca dejó de lado su trayectoria como dramaturgo, poco a poco empezó a encaminar sus pasos hacia el cine, donde como autor firmó los guiones de las cintas de culto Zabriskie Point (1970), de Michelangelo Antonioni; y París, Texas (1984), de Wim Wenders, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y se centraba en un hombre que sufre de amnesia e intenta reencontrarse con su familia en los áridos parajes del sur de Estados Unidos.

Esta producción logró transmitir a la gran pantalla todas las preocupaciones existenciales y el minucioso estudio de la América profunda de Shepard a través de la mirada introspectiva que había caracterizado a Wenders en películas como Las alas del deseo.

El equipo creativo de París, Texas se complementó con Harry Dean Stanton, un actor cuyo estilo también seguía esa línea de interpretación contenida y llena de subtextos en cada acción, y con la actriz alemana Nastassja Kinski, quien le daba a su personaje de Jane todo lo que buscaba el protagonista.

Pero fue como actor de la pantalla grande como Shepard se ganó el respeto y aprecio del gran público gracias a sus papeles en largometrajes como Días del cielo, en el que trabajó bajo las órdenes del enigmático cineasta estadounidense Terrence Malick.
En 1983 actuó en Los elegidos para la gloria (The Right Stuff), que le valió una nominación al Óscar en la categoría de mejor actor secundario.

Su carrera continuó con producciones como Magnolias de acero (1989), El informe Pelícano (1993), La caída del halcón negro (2001) y El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007). En 2011 protagonizó el wéstern Blackthorn, dirigido por el español Mateo Gil y en el que compartió escenas con el también español Eduardo Noriega.

Uno de sus últimos trabajos como actor fue en la serie Bloodline de la plataforma digital Netflix. También tuvo un par de incursiones como director de películas: Far North (1988), que protagonizó el gran amor de su vida, Jessica Lange; y Silent Tongue (1993), que lideraron Alan Bates, Richard Harris y River Phoenix.

Pese a esa larga trayectoria actoral, Shepard tenía claro que no era un buen intérprete teatral. “No soy tan bueno en el teatro como en el cine. No tienes que hacer nada en el cine, solo te sientas ahí. Bueno, eso no es completamente cierto, haces menos. Me parece terrorífica toda la experiencia de confrontar a una audiencia”, aseguró en una entrevista.

Una vida de vaquero

Además de su creación teatral, Shepard también publicó libros de cuentos cortos, ensayos y memorias, entre los que se destacó Crónicas de motel (1982), una colección de relatos autobiográficos y poesía.

El artista también tuvo una estrecha relación con el mundo musical, comenzando con su etapa como baterista en la década de 1960 de la banda de folk The Holy Modal Rounders. Vivió con la cantante Patti Smith, quien colaboró con Shepard en la obra Cowboy Mouth, y trabajó muy de cerca con Bob Dylan.

Junto al flamante nobel de literatura escribió la canción Brownsville Girl (1986), de once minutos de duración; creó la película Renaldo and Clara, que de hecho fue su debut cinematográfico en 1978, y publicó el libro Rolling Thunder Logbook.

Este texto nació de una especie de experimento artístico inspirado en un viaje de Dylan por carreteras y pueblos del noroccidente estadounidense en el que cantantes, poetas y escritores ofrecían recitales y conciertos a un público, con frecuencia sorprendido, por la presencia imprevistas de estas estrellas de la música.

En sus últimos años, Shepard fue alejándose progresivamente de las ciudades y de la atención de los medios de comunicación para vivir en el campo y rodeado de la naturaleza sin mayores agobios.

Durante casi tres décadas estuvo relacionado sentimentalmente con la actriz Jessica Lange, con quien finalmente rompió en 2009 tras tener dos hijos.

Curiosamente, la revista Aarp publicó una entrevista ayer en la que Lange reflexionaba sobre su carrera y sobre su relación con Shepard. “Yo no diría que Sammy es relajado y gracioso, pero todo el mundo tiene su lado oscuro, y él siempre lo hace con sentido del humor”, aseguró en la publicación.

Previamente, Shepard había estado casado con la también intérprete O-Lan Jones, la madre de su primer hijo. Tras conocerse la muerte de Shepard, numerosas voces del mundo de las artes en Estados Unidos expresaron su tristeza en las redes sociales.
“Sam Shepard es uno de los grandes. Estos ojos vieron tanto y él escribió de lo que vio con una honestidad valiente y eterna. Descansa en paz, maestro”, señaló en Twitter el guionista y dramaturgo Beau Willimon, creador de la exitosa serie de televisión House of Cards.

CULTURA Y ENTRETENIMIENTO*
Con Efe, AFP y Reuters

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