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Música y Libros

El regreso de Piero a la Argentina después del exilio

Piero nació en Italia, vivió su infancia y juventud en Argentina.

Piero nació en Italia, vivió su infancia y juventud en Argentina.

Foto:Héctor Fabio Zamora. EL TIEMPO

El siguiente fragmento hace parte de la biografía 'Piero, mi querido Piero', ya en librerías.

Mauréen maya
Piero, Mi querido Piero es una biografía del cantautor que muchos recuerdan por interpretaciones como 'Mi viejo' o el álbum de canciones para niños 'Sinfonía inconclusa en la mar'.
Piero, nacido en Italia, creció en Argentina donde desarrollo su carrera artística. Y durante los años de la dictadura en ese país tuvo que salir al exilio, como muchos otros artistas e intelectuales.
A continuación un fragmento del libro que cuenta su vida, escrito por la periodista Mauréen Maya. 

'El retorno'

En un chárter, cargado de expectativas, varios artistas dieron por terminado su exilio en España y regresaron a la Argentina, entre ellos Piero y Marilina Ross.
Durante su estancia en el Molino de Utande, Piero había recuperado la fe en sí mismo y en su destino.
Ahora volvía con dos ideas claras: seguir adelante con su carrera musical, pero con una propuesta menos beligerante y más profunda, y dedicar buena parte de su tiempo y energía a cultivar la tierra. “Llevaba la huerta metida en el corazón”.

Eran muy duros, sí. Después de la muerte de Perón empieza una situación muy dura en Argentina

Cuando le preguntaron a José Tcherkaski si realmente habían sido años duros los del exilio, respondió: “Eran muy duros, sí. Después de la muerte de Perón empieza una situación muy dura en Argentina. Aparece la famosa Triple A a fines del 74, y nosotros pasamos a la categoría de prohibidos y clandestinos. En el 76 fue el golpe militar, este genocidio que se llamó El Proceso (de Reorganización Nacional), y ahí ya era una situación insostenible. No solo para mí, también para Piero y para mucha gente que tuvo que irse; algunos volvieron, muchos murieron. (La locura entregó a la muerte injusta a muchos) artistas e intelectuales: perder a Walsh en la plenitud de su capacidad creadora o a un Paco Urondo, muchos escritores, poetas, actores. Yo vi cómo Politti moría de tristeza en España, yo estaba presente, o cómo la Negra Sosa, a pesar de que trabajaba, estaba muy mal. En realidad, no entendíamos bien esta desaparición nuestra de la vida cotidiana. No solamente se huye, sino que se abandona hijos, familia, afectos. Fueron años duros. Pero por lo menos podemos contarlo”.
Mucha gente había logrado ingresar a la Argentina portando documentos falsos, como el escritor Juan Gelman desesperado por ver a su familia; la separación era muy fuerte y para algunos resultaba imposible vencer la necesidad de estar cerca de los afectos, abrazarlos y compartir instantes de vida.
Piero resistió. Su viaje –de ida y retorno– no se alimentaba de ausencias, sino de las múltiples presencias que de manera antes alocada lo habitaban, pero que ahora lo copaban con razones que definían a un nuevo ser; un ser que emergía de los silencios y regresaba dispuesto a avanzar con paso firme y desprevenido hacia ese marasmo de acontecimientos que se anunciaban en su futuro musical.

Primera escala: Uruguay

Sin proponérselo del todo, quizás más empujado por las propias pulsiones de la vida, reanudó su vida artística.
Su presencia no pasó desapercibida, y entre esporádicas tocadas, amigos y desconocidos que acudían a verlo y a recordarle sus viejas canciones, le llegó la propuesta de presentar una serie de recitales en un sitio emblemático del balneario uruguayo.
Piero quería, más que recordar las letras del ayer, resucitar aquellas canciones italianas que meses atrás había grabado en España.
El sitio escogido fue el Hotel San Rafael en Punta del Este, una construcción majestuosa, estilo Tudor de 15.000 metros cuadrados, inaugurado en 1948 y convertido en un símbolo del esplendor de aquellos años dorados. Durante varias décadas fue el lugar predilecto para acoger a ilustres visitantes, personalidades de la política, la cultura y el deporte, incluso, de la realeza europea.
Durante un par de semanas Piero se dedicó a ensayar su nuevo repertorio con una banda de músicos que acaba de conocer en un sitio nocturno de Punta del Este. Todos los días, con inmaculado juicio y creciente entusiasmo, se reunían en el teatro para familiarizarse con el lugar y avanzar con mayor seguridad en el que sería su relanzamiento musical.
Piero, junto al piano y la biografía escrita sobre él. El libro tiene un valor de 62.000 pesos.

Piero, junto al piano y la biografía escrita sobre él. El libro tiene un valor de 62.000 pesos.

Foto:Héctor Fabio Zamora. EL TIEMPO

Desaparecí del radar un tiempo, no sonaba más ni en la radio y salvo las cuatro cartas que enviaba a mis cuatro amigos y a mis padres

Un día cuando estaban ensayando, Piero salió al hall del hotel para fumarse un cigarrillo.
Estaba de espaldas, solo y tranquilo, cuando escuchó a dos señoras que conversaban junto al afiche que anunciaba “Gran regreso de Piero”.
–¿Pero este no estaba muerto? –preguntó una de las señoras con asombro.
–No, señora –interrumpió Piero –esperemos un par de discos más por lo menos, todavía ando por aquí –dijo con humor. Las señoras, al reconocerlo echaron a reír entre apenadas y contentas.
“Esa era la creencia generalizada; como me fui al Molino, desaparecí del radar un tiempo, no sonaba más ni en la radio y salvo las cuatro cartas que enviaba a mis cuatro amigos y a mis padres, la gente no tenía ninguna noticia mía. Hasta Alejandro Mayol creía que yo estaba muerto, y yo pensaba que él estaba muerto, pues en aquel entonces todo era cotilleo, sospechas, supuestos que se daban por verídicos y entre uno y otro se sentenciaban verdades que pocos podían debatir. Y fue así como muchos daban por cierto que yo había muerto o desaparecido bajo la dictadura”.

Regreso a los escenarios gauchos

Pocos meses antes del ocaso de 1981, cuando Piero pisó de nuevo suelo argentino sintió que la realidad lo desbordaba.
Se encontró con una sociedad herida y fracturada. Estaban las víctimas directas de la brutal dictadura, de graves violaciones de los Derechos Humanos, sobrevivientes de los secuestros y de las torturas y los familiares de los desaparecidos exigiendo justicia.
La gente lloraba, maldecía y pedía a gritos: ¡Paredón, paredón! Y al mismo tiempo había un desamparo enorme; desempleo, miseria y una crisis social generalizada.
Cuando se corrió la voz de que Piero había regresado, empezaron a aparecer colas de personas frente a su nueva casa. No eran simples admiradores. Eran ciudadanos desesperados que llegaban arrastrando tragedias con la esperanza de que pudiera ayudarlos.
“Venían con la nenita en brazos, la receta médica en la mano, mira, se muere, necesito comprar esto o aquello, el doctor dice…; y yo le daba a uno y a otro. No había de otra, los militares no dejaron ninguna acción social, no había nada, no daban pelota a los problemas de la gente, no había un lugar para ir a golpear"
Al tiempo, "se corría la voz de que Piero daba y cada día llegaban más y más personas con diferentes, pero con las mismas tragedias. Había que hacer algo, pero no sabía cómo ni qué. Llegó el punto en que no quería salir de mi casa, porque era atravesar una ciénaga de rostros desesperados, de dolores, y yo no tenía una solución para ellos".
"Muchas veces tampoco lograba entrar a casa, me acercaba en el auto y veía tal marea humana en la puerta, que me tocaba seguir de largo e ir a dormir donde un amigo; pero no era solo conmigo, a otros también les sucedía lo mismo. León Gieco tuvo que mudarse de casa por esa misma razón".
"Era día y noche la gente esperándolo en la puerta para pedir ayuda y soluciones que él tampoco les podía dar. ¿Qué podías hacer? Repartir billetes, hablar con la prensa, llamar la atención sobre la desprotección social, pero nada más, por ahora. Desde ahí supe que debía hacer algo para canalizar la solidaridad ociosa. Y poco a poco fui encontrando el modo de ayudar a mejorar la vida de la gente”.
Argentina estaba arruinada, económica y moralmente. Sin una verdad histórica amplia e incluyente sería muy difícil proponer un nuevo país y conciliar las voces que se alzaban proponiendo alternativas de solución.
Por un lado, estaban quienes exigían verdad y justicia, por el otro los que pedían perdón y olvido sin saber exactamente qué y a quiénes perdonar.
Y en el medio estaban quienes proponían desafiar la amnesia y desde el dolor que no se oculta y el crimen que no se justifica, replantear un nuevo modelo de nación; uno en el que no tuvieran cabida la impunidad, pero tampoco el rencor, y donde nunca se olvidaran los rostros y los nombres de las víctimas como tampoco los de los victimarios.
Piero estaba entre estos últimos. Sentía que podía y debía hacer algo; y hacerlo desde el amor, la solidaridad y desde las buenas ondas. “A la barbarie no se le responde con barbarie”, declaró por aquellos días a un diario porteño.

Yo me quise tomar ese tiempo para encontrarme conmigo y conocerme porque eso es algo que nunca nos enseñan en la escuela

En un extenso reportaje para un medio argentino, Piero declaró: “Yo me quise tomar ese tiempo para encontrarme conmigo y conocerme porque eso es algo que nunca nos enseñan en la escuela. Nos enseñan geografía e historia... pero nadie nos dice quiénes somos, cómo somos, qué estamos haciendo con nuestro planeta, por qué y para qué estamos, a dónde vamos; y eso siempre me intrigó; quería saber cómo abordar nuestra parte espiritual y filosófica. Somos seres con enormes capacidades y hoy nuestro máximo deber es conquistar ese cambio personal, emprender ese viaje hacia la vida y descubrir nuestro más íntimo sentido para empezar a proponer, desde adentro, la paz y el desarrollo humano que tanto requerimos para salir de esta contradicción; sin retóricas ni tanto bla, bla, bla, solo con acciones concretas y coherentes”.
Cuando Piero presentó su nuevo tema compuesto con Daniel Manzini, 'Manso y tranquilo', buena parte de su público quedó estupefacto. ¿Cómo que manso y tranquilo?, le reclamaban, si acá la cosa está muy mal.
os más jóvenes fueron mucho más receptivos y entendieron el mensaje; los más adultos lo hicieron con el tiempo.
“Es una cuestión de fe interna –sostuvo Piero– solo estando mansos y tranquilos podemos ir cambiando las cosas. Si estamos nerviosos, exaltados, enloquecidos de ira, miedo o dolor, entramos en la espiral de la violencia con la que, a la larga, así sobrevivamos, terminamos por matarnos a nosotros mismos y por aniquilar todo el sentido de nuestra existencia”. Eso decía Piero, pero otra cosa pensaban los militares.
Sin embargo, uno era el Piero que había partido al exilio y otro el que regresaba entonando nuevos temas y recomponiendo viejas canciones para ajustarlas a las nuevas circunstancias, que una naciente democracia proponía para el país.
Y aunque su regreso fue público como sus presentaciones, cierta prensa afirmó que Piero tocaba de manera clandestina. Y pronto se hizo frecuente que a los teatros llegaran amenazas de bomba y el público tuviera que huir despavorido. De nuevo su vida se hizo insoportable, pero esta vez Piero contaba con un muro de contención espiritual.

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MAURÉEN MAYA
Mauréen maya
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