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Música y Libros

La novela póstuma de Stan Lee

Stan Lee (Nueva York, 1922-Los Ángeles, 2018) fue el creador del maravilloso universo de superhéroes de Marvel.

Stan Lee (Nueva York, 1922-Los Ángeles, 2018) fue el creador del maravilloso universo de superhéroes de Marvel.

Foto:Michelle McCallum

Llega a las librerías 'Un juego de luz' (A Trick of Light), la última novela del creador de Marvel.

Nia es una hacker con mucho talento, pero se siente muy sola. Cameron tiene un sueño: triunfar en YouTube. Mientras navega por el lago Erie para grabar el video que le hará famoso, le sorprende un temporal que lo deja inconsciente. Al despertar, Cameron no es el mismo, tiene un nuevo y sorprendente talento cibernético: la capacidad de controlar ordenadores y dispositivos electrónicos con la mente.
Nia y Cameron, dotados de capacidades maravillosas, se encuentran online y se dan cuenta de que no están solos. Unidos usarán sus poderes para luchar contra una oscura y misteriosa organización.
Fragmento de 'Un juego de luz'*
Y es entonces cuando el caos en el interior de su cabeza se abre y emergen tres sencillas palabras.
Voy a morir.
Por supuesto, eso es malo. Muy muy malo.
Pero no es lo peor. Lo peor es que ser atravesado por un rayo en mitad del lago Erie durante un livestream en internet va a resultar en un vídeo tan viral que no habrá un solo ser humano que no lo vea. Conseguirá mil millones de views, sí. Se hará famoso. Cameron Ackerson, el autoproclamado pirata aventurero de Cleveland con dieciséis suscriptores en su canal de YouTube, se verá catapultado desde la oscuridad hasta la celebridad en cuanto esto empiece a circular por internet… pero él estará demasiado muerto como para celebrarlo; en realidad, será peor que morir: será morir estúpidamente. Le concederán un premio Darwin póstumo y un mote humillante como Almirante Cagado o Capitán Albóndiga en Remojo o Pirata Barbaidiota el No Muy Genial Explorador de los Lagos. Los titulares de clickbait se escribirán solos: Un niñato estúpido queda carbonizado por un rayo. ¡No te creerás lo que sucede a continuación! Alguien creará un remix con autotune de sus últimos momentos en la Tierra al compás de un horroroso ritmo tecno, y ese será su legado. Y los comentarios… ¡por Dios, qué comentarios!
* * *
Tiene que sobrevivir, aunque solo sea para evitar que su cadáver digital sea pateado por esos pitecántropos trogloditas que escriben los comentarios. Y cuando consiga ese montón de suscriptores y patrocinadores por fin podrá contestar “Ya os lo dije” a todos los trolls que solo aparecen para ponerle -1 a sus vídeos e insultarlo. Todo eso será un bonito extra.
Un ligero brillo a babor de la barca y el gruñido de un trueno en ciernes le indica que ha caído otro rayo, aunque esta vez no tan cerca. Por un momento se atreve a imaginarse que la tormenta está pasando o que él está consiguiendo alejarse de ella. Enciende el visor de navegación, confiando en que le dé alguna información útil o al menos tranquilizadora. El visor es de su propio diseño, un sistema de realidad aumentada que analiza su posición en el lago, las condiciones atmosféricas, la dirección del viento y las corrientes del agua. Siempre ha tenido sus fallos –Cameron no tiene ni el genio ni los recursos para programar el sistema de forma que funcione de verdad–, pero le dice lo suficiente como para resultar útil, y lo que ve le revuelve el estómago. La mayor parte de los datos aparecen entremezclados de forma incomprensible bajo una barra que dice actividad eléctrica anormal, que es la forma educada que tiene el sistema de comunicarle que no tiene ni idea de qué está pasando, pero lo que sea resulta muy jodidamente extraño. La única sucesión de datos que aún se lee bien es la presión barométrica, que está literalmente por las nubes y sigue subiendo, como si Cameron se encontrase a treinta metros bajo el lago en vez de flotando en su superficie. Traga saliva y los oídos le hacen “pop” de inmediato. Nada de ser alcanzado por un rayo: va a morir aplastado por la presión, sentado en esa barca, con la corriente sanguínea llena de burbujas de nitrógeno.
Lo bueno es que al menos eso haría que lo suyo entrara más en lo friki que en lo estúpido. Menos premios Darwin y más Expediente X.
Kat Rosenfield, coautora del libro, es periodista experta en cultura pop.

Kat Rosenfield, coautora del libro, es periodista experta en cultura pop.

Foto:Bradley F. Anderson

* * *
Una ola lo golpea por sorpresa en el hombro derecho y ataca furiosa a la barca, casi tumbándola. Cameron da unos pasos, intentando recuperar el equilibrio, hasta caer en el interior de la cabina con un gruñido. El agua está helada. ¡Hipotermia!, piensa, e intenta contener un ataque de risa histérica. ¿Es que hay algo en esta situación que no vaya a acabar matándolo? Tiene las manos rojas y doloridas. Intenta cerrar los puños y se lamenta: le duelen, pero no tanto como deberían. Está empezando a perder la sensibilidad en los dedos.
* * *
Se levanta el visor y mira la cámara de acción montada en la popa, que tiene la lente llena de agua. ¿Seguirá filmando? ¿Estará aún transmitiendo en directo? Una luz verde parpadea débilmente desde la empapada carcasa. ¡Sí! Por un segundo Cameron se permite a sí mismo sentirse complacido. No es solo que el sistema que ha diseñado para hacer el livestream haya funcionado perfectamente, manteniendo la conexión durante lo que deben de ser masivas interferencias de la tormenta eléctrica; también es que saber que alguien puede estar viéndolo le hace sentir un poco menos solo. Y, aún más, se siente valiente, decidido. Debería estar haciendo la narración para su público, pero en una situación como esta, ¿qué le dices al puñado de desconocidos aleatorios y la madre no tan aleatoria que forman tu base de suscriptores?
Se coloca frente a la cámara, señala al paisaje con una mano y se sujeta a la driza con la otra.
-¡He encontrado la tormenta! –grita, y en su cabeza una voz le reprende: ¡Joder, bobo, eso ya lo ven! Se avergüenza–. ¡No estoy seguro de cuánto tiempo llevo así, pero es como estar atrapado dentro de una lavadora! Y he perdido el horizonte y no puedo… Hum… Quiero decir…
Sus dudas quedan ahogadas por un enorme trueno y dos rayos, uno de ellos frente a él y que deja un rastro con su forma en las retinas de Cameron, como un abismo serrado azul oscuro que le hace perder casi la mitad de la visión. Aprieta los dientes. Da igual: todos los que le están viendo ven lo mismo que él y saben que no hay palabras para describirlo. Debería hablar de lo que no se ve: lo que piensa, lo que siente. Es así como se conecta con el público, ¿no? La barca se tambalea con fuerza en el pesado aire. Suelta la cuerda y deja que la vela se despliegue. De esta no va a salir navegando, lo sabe con seguridad. Llegar a esa conclusión le hace sentir una extraña calma; su destino está en manos de fuerzas mucho mayores que él mismo. Lo único que puede hacer es mantener la esperanza de salir de esta situación y, mientras tanto, hacer que el momento valga la pena para quienes lo presencian (o no).
El libro es del sello Duomo Ediciones/ Océano.

El libro es del sello Duomo Ediciones/ Océano.

Foto:Archivo particular

* * *
Respira hondo. Debería decir algo heroico, épico, algo lo bastante valiente como para acabar de dejar claro que es un tío alucinante, pero que a la vez resulte suficientemente poético como para ser esculpido en su tumba. Algo que suene muy bien de la boca del actor que interprete su papel cuando rueden la película de su mayor aventura.
Ayúdame, Obi Wan Kenobi.
Los Goonies nunca se rinden.
Soy solo un chico que viaja en una barca en busca del amor… ¡VENGA YA, TÍO!, exclama para sus adentros, ¡Deja de hacer el idiota y di algo! ¡Di lo que sea!
* * *
Cameron mira directamente a la cámara y grita las que pueden ser sus últimas palabras:
-¡Lo siento, mamá!
No jodas. ¿ESAS van a ser tus últimas palabras?
La cámara funciona con un pequeño delay; si hubiera más tiempo podría extender la mano y volver a intentarlo; pensar en algo, cualquier cosa, que sea ligeramente menos cutre que “lo siento, mamá”. Pero no hay tiempo. No va a haber una segunda toma. No va a haber una segunda oportunidad. Tiene los pelillos del brazo de punta y el aire huele raro. Y entonces la tierra se abre con un estallido de fuego al rojo vivo. El mundo a su alrededor deja de existir. Está dentro del rayo y el rayo está dentro de él. Tiene la electricidad en el estómago, circula por sus venas, corre por sus poros y desciende por su columna, baña su cerebro con un mar infinito de luz. Por un momento es tan ingrávido como la niebla y ya no puede sentir ni su propia piel.
Entonces la luz de su interior muere y lo oye todo de repente: un trueno como un boom sónico, el chisporroteo eléctrico mientras se le abre la piel, el ruido lejano de alguien que grita, acompañado por la certeza de que se trata de él mismo. El repugnante olor de su propia piel ardiendo abruma su olfato y le paraliza la lengua. El dolor no se parece a nada que haya sentido jamás. El único alivio es que no estará presente para sentir el resto. Se queda con los ojos en blanco mientras se deja caer en la cabina y todo se vuelve oscuro.

¡Fieles creyentes, soy Stan Lee! (Carta del autor)

Vamos a embarcarnos en la exploración de un fantástico nuevo universo!
Quizá me conozcas como narrador de historias, pero para este viaje considérame como tu guía. Yo me encargaré de los fantásticos e ingeniosos textos y tú crearás las imágenes, los sonidos y la aventura. Lo único que necesitas para participar es tu cerebro. ¡Piensa en grande!
Cuando cocreé personajes como los Cuatro Fantásticos y los X-Men, estábamos fascinados por la ciencia y maravillados por los misterios del más allá. Hoy estudiamos otro enigma más cercano y más profundo, uno que se encuentra en nuestro propio interior.
Mis colaboradores creativos en esta aventura, Luke y Ryan, despertaron mi curiosidad por una tecnología que nos permite jugar con la propia realidad. Nos preguntamos: ¿qué es más real?, ¿el mundo en el que nacemos o el que nos creamos?
Al comenzar esta historia nos encontramos con una humanidad perdida dentro de su propia burbuja tecnológica, en la que cada ciudadano es el protagonista de su propia fantasía digital. Nuestro relato está lleno de tentadoras tecnologías que te harán desear que llegue el mañana, mientras que nuestros protagonistas luchan por encontrar respuestas hoy. Se harán las mismas preguntas que tenemos todos sobre el amor, la amistad, la aceptación y la búsqueda de algo que vaya más allá del día a día.
Pero la verdadera cuestión es: ¿solo porque tenemos la capacidad de recrearnos a nosotros mismos, debemos hacerlo? Este es uno de los muchos enigmas que nos proponemos investigar.
En esta aventura, las identidades virtuales de nuestros personajes están a punto de chocar con la realidad. Bastante difícil es saber quién es uno, pero, al tener la oportunidad de volver a empezar de cero y como cualquier cosa que podamos imaginarnos, ¿ignoraremos la realidad de nuestros propios defectos?
Es hora de comenzar nuestro viaje. Únete a nosotros, ¡no lo lamentarás!
¡Excelsior!
Stan Lee (Stan)
*Cortesía Duomo Ediciones
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