El cantante colombiano se convirtió en un verdadero camaleón para su nuevo álbum. Cuando mostró su versión en video de El amor después del amor, uno de los primeros periodistas musicales en verlo preguntó si se había inspirado en la escenografía de El show de Jimmy, un legendario programa que, desde los años 70 hasta los 90, invitaba a todas las estrellas importantes que pasaban por Colombia.
La inspiración fue en los shows de esa época; no específicamente en el piano de Jimmy Salcedo, pero sí en su momento. En Origen, Juanes hizo un viaje por sus recuerdos. No solo buscó las canciones que marcaron su oído musical; también, la estética que las acompañaba.
(En contexto: El amor después del amor, primer sencillo de un álbum de covers de Juanes).
Por eso tampoco es casual su pinta de roquero de los 70 en su versión de Dancing in The Dark, ni la caracterización que hizo para la portada de la revista Rolling Stone, en una fotografía que se volvió viral porque lo comparaban con el Buki, Marco Antonio Solis. Todo es parte del concepto.
Pronto lo verán convertido en un 'Beatle' más, como si hubiera viajado en el tiempo hasta esa famosa presentación que dio la banda británica al pisar por primera vez, en Estados Unidos, el show de Ed Sullivan, con todo y las fans llorando. Lo curioso es que con esa apariencia, en vez de interpretar clásicos de la banda inglesa, canta Volver –una canción que el mundo y Juanes recuerdan sobre todo en la versión de Carlos Gardel– y Nuestro juramento, un éxito de Julio Jaramillo.

Con esta imagen Beatle, Juanes interpreta varias de las canciones de su álbum, entre ellas el vallenato Sin medir distancias y Volver, de Gardel.
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En charla con EL TIEMPO, después de ver sus diferentes caracterizaciones, en el video documental sobre este trabajo que mañana estrenará en la plataforma Amazon Prime, lo primero era hablarle de la sorpresa que da ver a este Juanes-Beatle cantando lo que alguna vez fue un tango de Carlos Gardel y que ahora es una bachata-bolero.
“A mí también me impresionó verme”, dice Juanes, que en su viaje al pasado tendió puentes entre estéticas y músicas que en la mente de muchos prácticamente son contrarias.
“La verdad es que cuando sobre el papel hablamos de este proyecto, era arriesgado a primera vista –dice–. Decíamos: puede salir muy bien o muy mal. Salir como los Beatles cantando una canción de Julio Jaramillo no es que sea muy normal. Pero todo viene de la música, que fue el punto de partida”.
(Además: Juanes habla de Dancing in the dark y habla sobre el momento que vive Colombia).
¿Cómo fue armándose este concepto?
Al álbum le metimos el alma: canciones muy viscerales que tienen que ver con el origen de mi amor por la música, desde la infancia, la adolescencia y la época más adulta. Ya después vino la parte visual.
Quisimos hacerles un homenaje a esos momentos icónicos de la música, de la televisión. Por eso buscamos a los Beatles, la primera vez que cantaron en la televisión americana, o cuando los Rolling Stones cantaron en Top Of The Pops.
Y buscamos imágenes que resumen los 60, los 70 y los 80... cuando salió El amor después del amor, la gente estaba pensando que yo andaba por la calle así. Y respondía: ‘Esperen a que lleguen los otros videos para que vean’.
Justamente, esos videos, tal como están saliendo y se adivina en el documental, son imprescindibles en este trabajo. ¿Por qué no aparece el de Sin medir distancias?
Sí lo van a ver. Pero después. Porque en el álbum está. También lo grabamos vestidos como Los Beatles.
Hizo cambios de ritmos en todas las canciones: pasó La bilirrubina de merengue a ska; Rebelión, de Joe Arroyo, a rock; Y nos dieron las diez, de Joaquín Sabina, a ritmos de ranchera. ¿Cómo se definían esos giros?
El trabajo de producción lo hice con un amigo, Sebastián Krys, ingeniero y productor argentino. Había dos formas de trabajar esto: con el miedo y la angustia de pensar que eran canciones muy icónicas o con libertad absoluta. Ese fue el camino. Esto es un homenaje honesto a estos personajes y esas canciones que me marcaron desde muy pelao.
Hay un hilo conductor en todo el álbum: está el Pacífico, el Atlántico y el Caribe colombianos. También hay sonidos de Jamaica, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, por el tema de la percusión, que es un elemento fundamental.
Metemos cumbia, merengue y bachata y lo mezclamos con vallenatos y otros. Este tipo de percusión incluyó la caja vallenata, el alegre, la tambora dominicana, la colombiana. Richard Bravo es el percusionista venezolano que se encargó de esa parte.
Cuando salió El amor después del amor, la gente estaba pensando que yo andaba por la calle así.
¿Qué fue lo primero en definirse?
Llegamos primero a la claridad de que no íbamos a hacer versiones tan cercanas a las originales. Por el contrario, era como si me pusiera el vestido de otro artista y lo ajustara a mi medida. Quería que de alguna forma se volvieran canciones propias, que tuvieran el sonido de la guitarra, del rock, de alguna manera. Y llegamos. Pero fue un proceso que tardó entre tres y cuatro meses.
¿Hubo alguna canción que costó más transformar?
La que tardó más tiempo fue la de Gardel. De alguna manera, tenía tan grabada la forma de la original en mi mente, en mis recuerdos, que me era muy extraño imaginármela sonando de otra manera. Y más si le íbamos a dar tono de bolero, porque la que grabamos ya no es un tango, es un bolero-bachata.
Entre esos dos ritmos no hay mucha diferencia. Están muy cerca el uno del otro. Y cuando nos dimos cuenta de que pasaba perfectamente con la manera de cantar tango, dijimos: ‘Nos vamos por acá’.
Las otras canciones no es que fueran más fáciles, sino que las trabajamos muy libremente. Era como en el colegio, cuando decían que había clase de dibujo libre. Era algo así. Con la de Joe Arroyo, los mismos arreglos del Joe los pasamos a la guitarra. Era poner un poco de algo en cada una, como si estuviéramos cocinando.
Fueron muchas las canciones que quedaron por fuera. ¿Quedó la inquietud de una segunda parte?
No lo tengo ni siquiera pensado. Pero tampoco diría que no. Ahora, sí tengo claro que después de grabar este álbum, que se hizo en marzo del año pasado, justo cuando estalló el covid, me dediqué a componer como loco en todo este año. Tengo ya, no sé, como unas 40 canciones nuevas, para otros álbumes. Entonces, en este momento me quiero centrar un poco más en esa parte. Seguir desarrollando esta música nueva, y de pronto después. Pero no tengo esto planeado, la verdad.
¿Qué ha sido lo más satisfactorio del álbum ahora que sale a la luz?
Fue darme el gusto de hacer un proyecto como este. Es algo artístico ciento por ciento. La ecuación era realmente disfrutar. No estaba pensando en views ni en likes, ni en lo que está de moda o es tendencia. Sino, simplemente, en hacer lo que quiero hacer y con mi sonido propio. Sobre todo en estas canciones que han representado tanto para mí toda la vida.
Fue de alguna forma ir a la infancia y madurar esto, recordar momentos que para mí han sido hermosos y otros también difíciles. Pero siempre, conectando las canciones con este momento de la vida. Fue, digamos, un proceso de sanación muy bonito.
LILIANA MARTÍNEZ POLO
REDACCIÓN DE CULTURA@lilangmartin
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