El historietista peruano Rodrigo de la Hoz tiene una marcada obsesión por los desastres, que está presente en sus dos novelas gráficas: Islas y Estética unisex. Esta última la acaba de presentar en Entreviñetas, el festival internacional del cómic que termina mañana en Bogotá y continúa en Medellín.
Al hacer memoria, De la Hoz (1982) recuerda de manera vívida dos momentos que lo marcaron en su niñez: un temblor que vivió en su natal Lima, cuando tenía 3 años, y la explosión de la planta nuclear de Chernóbil, al siguiente año.
“Mis hermanos comenzaron a torturarme diciéndome que la nube nuclear iba a llegar a Lima y que todos nos íbamos a quedar sin piel, como esqueletos. Y no es muy bueno para un niño de cuatro años pensar que el fin está cerca. Probablemente, la obsesión por los desastres viene desde ahí”, anota el autor, con humor.
Precisamente, el humor en la narrativa gráfica de De la Hoz es el eje fundamental de su propuesta, y Estética unisex continúa demostrándolo. “El objetivo de hacer esto son los chistes. Si no me dieran risa las cosas que pasan, la encontraría como una novela aburrida”, anota.
Con esa carga de ironía, el artista y escritor peruano juega con la imagen del desastre como una metáfora, a la vez, de los pequeños ‘desastres’ que todos los seres humanos cargan en silencio, como les ocurre a los protagonistas del libro.
La historia tiene como telón de fondo el universo de las peluquerías, que en Perú se llaman ‘estética unisex’, como reza el título de la novela.
En ese entorno se desarrollan las historias de vida de Gema y Jeanette, dos amigas que trabajan en una peluquería, y la de Alberto, un evangélico sesentón que descubre tardíamente su verdadera identidad sexual.
De entrada, esta extraña unión de relatos tan disímiles promete desenlaces fuera de lo común y hasta desenfrenados.
De hecho, Gema descubre que su abuela, que se supone que ha desaparecido en un terremoto en Japón, mientras estaba en un retiro cristiano con sus amigas, en realidad andaba deambulando por el mundo con una secta nudista.
Entre tanto, el desastre de Alberto le llega en la madurez, cuando descubre en internet la fuente para conseguir parejas sexuales de su mismo sexo, haciéndole vivir una adolescencia tardía a los 65 años.
Mientras, Jeanette, que tiene un ojo tuerto, se da cuenta de que haciéndose peinados increíbles desvía la atención de su carencia, “que es su propio mínimo desastre”.
“La idea de que por un lado esté este desastre real, como puede ser un terremoto, un tsunami o una tragedia nuclear, lo contrapongo a estas personas que en lo único que piensan es en su pelo y su ropa. Y cómo este tipo de cosas que parecen tan tontas son estrategias de supervivencia para las personas”, anota el autor.
Y pone como ejemplo, el mundo queer o gay, en donde los travestis o drags “han formado su identidad casi como una pieza de arte”, argumenta.
De allí que la reflexión del escritor esté tan enfocada a darle valor a ese tipo de elementos, aparentemente superficiales, que no lo son para quien los vive.
CARLOS RESTREPO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
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