La oscuridad tiene sus propios herederos, que extienden su poder sobre generaciones, hacen presente el pasado y debilitan a quienes intentan superar todo eso a lo que no se le encuentra un nombre. Alrededor de las culpas de sangre, los silencios convenientes y la imposibilidad de desligarnos de los pecados de quienes nos precedieron, gira la nueva novela del escritor peruano Santiago Roncagliolo.
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En Y líbranos del mal acompañamos a Jimmy, un joven que se ve obligado a regresar al Perú de sus abuelos y sus padres para encontrarse con una historia que, aunque desconoce, es la suya propia y lo define. Entre secretos, desafectos y vacíos busca nombrar los hechos y las cosas para superar los silencios que alimentan los olvidos intencionales. A pesar de su papá, que “nunca quiso enseñarle las palabras” y Mama Tita, la abuela ultraconservadora que prefiere mirar al otro lado antes que enfrentar las verdades que se abren paso a gritos, el protagonista se propone quitarle al pasado el poder de “comerse todo como un monstruo”.

Santiago Roncagliolo hizo parte de la primera edición de Bogotá 39.
Archivo particular.
Una Lima húmeda y triste de humo y tráfico infernal es el escenario en el que, haciendo las preguntas correctas, se develan los abusos de una secta religiosa, y se comprende el porqué de los destierros físicos y afectivos a patrias de soledad donde nunca se quiso habitar. Es la ciudad donde se derrumban las certezas y se desidealizan las instituciones; donde el pasado familiar puede ser redimido por un mejor presente; y donde las palabras, al fin, tienen lugar y poder.
Antes de su participación en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el próximo 11 de agosto, a las 6 p. m., Roncagliolo habló con EL TIEMPO sobre su nuevo libro.
Esta novela parte de un caso que ocurrió muy cerca de mí; conocí gente que estaba en una congregación como la de la novela, y periodistas que la habían investigado, gente que de un modo u otro había estado involucrada con ella. Cuando se hicieron públicas las denuncias sobre los horrores que ahí ocurrían, me impactó lo cerca que estaba, cómo durante muchos años le habían sucedido cosas terribles a mucha gente, y nadie había dicho nada; nadie le había puesto nombre a lo que estaba ocurriendo.
Él mismo nunca ve todo el monstruo; va viendo pedacitos porque algunos personajes le abren ventanas o resquicios
Luego descubrí que muchas víctimas de esta secta habían sufrido abusos sin saberlo, porque no había un nombre para eso. Muchos años después de abandonar la secta les dijeron a sus parejas que iban a hacer unos ejercicios espirituales, y ellas les decían: esos no son ejercicios espirituales, eso es sexo. Y recién entonces encontraron un nombre para las cosas que les habían dicho que se llamaban de otra manera. Entonces, más que el abuso en sí, me interesaba escribir una novela sobre el silencio, sobre cómo, si a las cosas no les pones nombre, simplemente no existen pero pueden hacerte mucho daño.
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¿Cómo logró sostener por tanto tiempo la trama oculta, el ir arrojando pistas para que el lector arme las piezas?En las películas de terror, cuando aparece el monstruo se acaba la película, se vuelve un bodrio porque lo que te sostiene es la expectativa del monstruo, entonces deja de ser interesante cuando lo ves. Yo mismo no era capaz de ver por completo a este monstruo, y Jimmy, como suelen hacerlo mis protagonistas, reproduce mi propia experiencia de investigación. Él mismo nunca ve todo el monstruo; va viendo pedacitos porque algunos personajes le abren ventanas o resquicios. Cuando eres honesto con tu propia mirada de un tema, la historia funciona porque estás dando una mirada humana y personal que te involucra.
¿Y usted vio al monstruo?Pensé en que yo mismo tenía muchos misterios respecto de esta historia, y muchas cosas que no terminaba de saber. Yo decido qué pasa detrás de una puerta o cuál es la relación entre dos personajes, pero no lo sé, y pensé que la única manera honesta de hacer esta historia era trasladar esas incertidumbres a los lectores. Es un juego donde los lectores tienen distintos juicios y decisiones sobre algunos momentos de la historia, y a veces me sorprenden. Alguna vez alguien me dijo algo que me impactó y es que al final lo que encuentra Jimmy es una historia de amor que en cualquier otro sitio habría sido normal e, incluso, irrelevante para sus personajes, pero que aquí ocurre en el infierno.
Otras veces también le ha dejado pistas al lector...Esta vez he ido más lejos de lo habitual; siempre me gusta dejar cabos sueltos para que el lector juegue, pero en este caso el lector es el que termina de escribir la historia, y cada uno lo hace de una manera diferente. Cuando yo escucho lo que ellos dicen descubro mi propia historia como si la viese por primera vez, y me fascina ese juego, ese intercambio entre lo que está de un lado y otro del libro.
Con Jimmy hay la esperanza de una ruptura de esa herencia casi trágica de maltrato y terribles errores. ¿Se propuso eso con el personaje?Yo soy un escritor de trasfondo católico, sobre todo para este gremio que está lleno de ateos. No soy una monja, pero mis temas son de una cultura católica, del bien y el mal, la culpa, la redención, que me interesan mucho. En algunos sitios he ido a misas, voy a ritos ortodoxos si los encuentro en algún viaje, he ido a rezos de los viernes musulmanes. Me interesa la relación entre las personas y lo que hay más allá. La religión es una forma de lidiar con lo que no sabemos, con la muerte, lo trascendente, lo desconocido y, como son asuntos que me interesan, vuelvo a la religión constantemente. Además, en este caso particular había un tema generacional que me interesaba.
¿De qué se trata este tema generacional?Durante unos años yo he tenido en mi vida simultáneamente a mis hijos y a mis padres, y uno ve la continuidad de cosas físicas y de actitudes, cómo todos vamos formando una historia que a veces, como le ocurre a Jimmy, solo se completa a posteriori.
Los cambios de las sociedades se manifiestan en los conflictos de los hijos y de los padres. Los padres tratando de mantener un mundo como lo conocían y los hijos tratando de empujar para cambiarlo
Ni siquiera sabemos cómo formamos parte de esa historia, pero vamos descubriendo con el tiempo que hay cosas que vienen de ahí. Además, como soy un inmigrante cuyos hijos han nacido y viven a diez mil kilómetros de donde yo nací y crecí, esta continuidad me parece fascinante: todo lo que dejamos de nosotros en los que vienen después, y todo lo que tomamos de los que vienen antes, me parece un gran tema para la novela. Además, es donde se encarna la historia: los cambios de los países, de las sociedades y del mundo se manifiestan en los conflictos de los hijos y de los padres. Los padres tratando de mantener un mundo como lo conocían y los hijos tratando de empujar para cambiarlo.
¿Cómo logró el equilibrio entre los temas centrales de la novela para que los abusos religiosos no lo arrastraran todo?El abuso es el tema más mediático. Para mí, no es una historia especialmente de abuso, sino sobre el silencio, sobre lo que no decimos y sobre cómo los silencios se heredan, y cada generación los enfrenta de un modo diferente, pero no desaparecen. Además, era imposible que me dejase tragar por la historia real. La historia de las víctimas está bien documentada por excelentes periodistas peruanos, pero la de los victimarios, no. No había ninguna historia que copiar, solo una posibilidad de ficcionar cómo podrían haber transcurrido estas vidas, y al darte cuenta de que no es un reportaje, sino que tienes que inventar, lo que logras es que cuando la leen otros, encuentran sus propias historias.
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¿Sin importar el país en el que lo lean?Muchos de mis libros transcurren en Perú, pero los lectores de los distintos países van descubriendo que cuando hablo de violencia y abuso hablo de su violencia y sus abusos. Eso es lo fascinante de la literatura, que no es una denuncia periodística, sino que apunta al factor humano. Lo que hacen estos personajes quizás yo también lo habría hecho si hubiese crecido como ellos crecieron, y los lectores lo habrían hecho también si ellos hubiesen vivido lo que los personajes vivieron; no están tan lejos de nuestra vida. Si tratas a todos tus personajes como seres humanos, como gente que trata de sobrevivir, que es lo que somos, no íconos, no un objetivo o una misión, sino gente tratando de llegar al final del día cada día, te identificarás con ellos y lograrás que lo entiendan personas de otras culturas y otros lugares, y que han vivido otras historias.
Usted le envió una carta a Carlos Slim a raíz de la prohibición de vender su novela en las librerías de Sanborns. ¿Obtuvo alguna respuesta, además de la distribución del libro?Eso no lo obtuve yo. Cuando publiqué esa carta, lo hice como un desahogo justamente sobre esto de que no podemos prolongar el silencio. Por lo menos había que decirlo y no esperaba que fuese más lejos, pero los lectores, en particular los mexicanos, ¡montaron tal cosa en las redes! Empecé a ver a miles de personas haciendo presión en los medios de comunicación mexicanos, que luego pasó a otros países. Entonces nadie dijo nada, pero un día la librería hizo un pedido, que fue su manera de decir: ya tienes tu libro, cállate la boca. Para mí fue un final feliz y muy impresionante, y les agradezco a esos que exigieron un libro y consiguieron romper esa barrera.
¿Qué cree que haya detrás de esa actitud de los lectores?El tema de fondo es que los lectores no estaban solamente pidiendo mi libro, sino saber con qué criterios se seleccionaba lo que ellos podían leer. Y no solamente era esta librería; he hablado con periodistas digitales de otros países, y me dicen: vamos a empezar hablando de otro tema, porque si el algoritmo detecta que estamos hablando de esto, van a reducir la visibilidad.
He ido descubriendo que hay muchos vetos, en particular sobre temas que tienen que ver con abusos, diversidad sexual y cualquier tipo de sexo que no sea oleado y sacramentado matrimonialmente
He ido descubriendo que hay muchos vetos, en particular sobre temas que tienen que ver con abusos, diversidad sexual y cualquier tipo de sexo que no sea oleado y sacramentado matrimonialmente. Tú no puedes obligar a la gente a hablar de lo que no quiere, pero sí podemos saber de qué no nos están hablando. Los clientes, los usuarios tienen derecho a saber qué no les están diciendo, a qué información no van a acceder. Ese debate sigue siendo crucial; debemos preguntarnos qué es lo que no nos están diciendo, qué filtros están pasando las cosas que leemos y, por lo tanto, las cosas que pensamos.
JUAN CAMILO RINCÓN (*)
PARA EL TIEMPO
@JuanCamiloRinc2
(*): Periodista, escritor e investigador cultural.
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