No hay nadie como Robbie Williams en la industria del entretenimiento. Y él lo sabe. Pero eso no significa que sea mejor que las demás estrellas de la escena pop. De hecho, reconoce que en esta década “perdió la carrera” frente al fenómeno que representaba su nombre en el 2000.
Pero nadie más le agrega al sonido pop tal pizca de humor negro, incluso de mal gusto a propósito, como lo hace el británico, recordado por videos como el de ‘Rock DJ’, en el que literalmente se arrancaba la carne de los huesos para satisfacer al público.
Ahora Williams vuelve con un álbum que es un poco de toda la locura que ha sido el artista, exintegrante de Take That, a lo largo de 21 años de carrera en solitario. Se titula ‘The Heavy Entertainment Show’ y es eso: un espectáculo de grandilocuencia y excesos muy suyo.
Desde la introducción misma del álbum, los primeros segundos del primer corte, que le da el título al disco, Williams prepara al público para lo que será su ‘show’ de vodevil de 40 minutos: “Buenas noches, hijos del abandono cultural; ¿buscaban a un salvador’, bueno, aquí estoy”, recita arrogante.
‘The Heavy Entertainment Show’ llega cuatro años después del fallido ‘Take the Crown’ –en cuya portada aparece una estatua de su cabeza, bañada en oro– y tres del curioso experimento ‘Swings Both Ways’, en el que encarnó a un ‘crooner’ al estilo Dean Martin.
Y con cortes como ‘Party Like a Russian’ (rumbeando como un ruso), muestra que aún tiene muchas excentricidades por compartir: se retrata como un cosaco, citando apartes de Prokofiev y retratándose rodeado de mujeres en un escenario soviético (lo que le revela su edad a los públicos de hoy). Otras tres canciones cargan consigo la etiqueta prohibitiva de ‘lenguaje explícito’.
Pero también es el Robbie Williams que se exige a cantar en un tono mucho más alto en el sencillo ‘Mixed Signals’, del que reconoce que no podrá cantarlo en sus conciertos.
Sobre esto, así como de perder el rumbo y el trono en la escena del pop actual, se confiesa Williams en diálogo con EL TIEMPO.
Este álbum parece tener en sí mismo un poco de todos sus álbumes, el Robbie que conocemos desde ‘Life Thru the Lens’ (1997)...
Mis primeros cinco álbumes los hice con Guy Chambers, es mi compositor y un hermano espiritual, y durante un tiempo me separé de él para demostrar que era capaz de hacerlo sin él, que es el tipo de cosas que pasan en las familias. A mi manera intenté crear un camino diferente, sabiendo que en algún momento volvería a trabajar con Guy de nuevo, pero no estaba seguro de cuándo iba a pasar eso. Para este álbum me detuve a pensar por qué a la gente le gustaban tanto mis primeros trabajos, qué era lo que hacía, y pensar de alguna manera cómo repetir ese ingrediente. Este soy yo tratando honestamente de repetir la química de los años 90 y de los primeros del siglo.
‘Party Like a Russian’ suena como un retrato de la Guerra Fría...
No realmente, no tiene nada de histórico; toda la canción se trata de mí tratando de ser un oligarca, sintiéndome celoso de no tener un yate. Con un poco de humor, trataba de describirme cómo sería yo si fuera un oligarca. Pero no es sobre historia o política, no apunto a nadie.
Pero en estos tiempos de sensibilidad extrema, en que cualquier cosa ofende a alguien, ¿funciona ser incorrecto como usted?
Creo que por mi propia esencia soy travieso, soy raro, soy un fresco, soy un malo de los buenos; soy malo con todos, con amor. Pero también me gusta, supongo, ofender a los fácilmente ‘ofendibles’. Y en estos días eso es muy fácil, tan solo por existir puedes ofender a una gran cantidad de gente; y si eres famoso, no hay chance de no terminar ofendiendo a alguien. Así que lo hago tan bien como lo hago con buen humor, al final todo es humor.
También hay grandilocuencia, como buscando algo épico. Dicen que quería parecerse a Muse. ¿Es su declaración sobre lo que debe ser el pop?
Soy único, como todo el mundo en el planeta, y esta es mi responsabilidad, pretender mostrar cómo veo el mundo. Mi composición es biográfica, es también teatral; no es caprichosa, es hecha con humor y realmente no es a propósito, sino que es quien soy. Mucho de la música pop hoy es como la vainilla, y pienso que lo que hago es una reacción a ello. Estoy orgulloso de tener mi propio carril por dónde moverme; el mundo es tonto e irreal, y el mío también es tonto e irreal, solo reproduzco lo que veo.
El disco tiene colaboraciones de Ed Sheeran, Benny Blanco, Rufus Wainwright, Jewel, The Killers... ¿Cómo fue eso?
En este álbum, más que cualquier otro, decidí que si no los podía vencer, debía reclutarlos, y ellos me prestaron su talento, sus espíritus únicos. Y son todos gente que admiro, e incluso quisiera ser como ellos. Tengo fe en que el resultado es entretenimiento que entrará por los oídos de todos.
¿Algún chance de verlo en vivo en Colombia?
Espero que pase, quiero ir a todas partes; y si no puedo, las razones son financieras: a veces simplemente no podemos pagar el ir hasta un sitio, pero estoy tratando y mi gente, también.
Un disco entre la balada suave y el rock fuerteRobbie Williams quiso hacer un disco de 11 sencillos. Con canciones como ‘Mixed Signals’, ‘Love of My Life’, ‘Sentimental’ y ‘David’s Song’, les apuntó a las baladas suaves. Pero con ‘Motherfucker’, ‘Bruce Lee’, ‘Hotel Crazy’ y ‘Party Like a Russian’, entre otras, revive su impertinencia, con trazos de rock muy potentes para oír con los parlantes a todo volumen. Y no le teme a que lo señalen de evocar estereotipos en sus letras.
CARLOS SOLANO
Cultura y Entretenimiento