El maestro Rafael Cassiani era Cassiani por parte de padre y madre. Un apellido italiano que para muchos no tiene sentido en un lugar del mundo como San Basilio de Palenque, cuyas tradiciones son patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, cuya alma es el sentir africano y el lugar donde nació y vivió el músico.
Pero, aun así, el legendario maestro, voz y líder del Sexteto Tabalá, llevaba su singular apellido por partida doble.
Su Cassiani Cassiani no era producto de la endogamia o de amor entre primos, sino de una historia heroica que empezó cuando Benkos Biohó, el primer negro que se rebeló y se escapó de sus “amos”, estableciéndose en Palenque, el orgulloso primer pueblo libre de América, a 50 kilómetros de Cartagena.
Con el tiempo y para preservar la libertad, se hicieron acuerdos con los españoles que tenían algo de burocracia y del yugo de la siempre todopoderosa iglesia católica: Palenque debía aceptar la visita de curas para bautizar y registrar a los recién nacidos.
Los niños crecían solo con sus nombres y todos sabían de quiénes eran hijos y en qué casa vivían, como reza esa bella tradición africana que dice que los niños son de todos, pero con el registro era necesario ponerles apellido, y toda una legión terminó con el Cassiani, apellido de uno de los sacerdotes que fue enviado a Palenque: un español de origen italiano.
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Su ascendencia africana, en cambio, se le notaba en su contextura y en su forma de ver el mundo. Cassiani era un hombre de pocas palabras, tenía una gran conexión con la tierra que él mismo sembraba, y de la que también nacían las plantas medicinales, que muchas veces le salvaron la vida no solo a él sino a un gran número de personas que gozaron de sus conocimientos.
Su vida se extinguió el pasado 4 de junio. De la población fundada por Benkos Biohó, el maestro se fue directo al lugar cósmico que habitan sus ancestros, en medio de un lumbalú poderoso, digno de él y su filosofía.
El lumbalú, un ritual funerario que hace parte de la tradición palenquera de nuestro país, tiene danzas, cantos, música e intervenciones orales. Sus orígenes son muy antiguos y se remontan a África, muy posiblemente a Angola. Fue traído al país por los esclavizados y es un ritual de nueve días cuyo fin es honrar el alma del muerto y decirle que debe irse y que ahora tiene una nueva casa en un lugar especial.
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Ver a maestro Cassiani es un concierto era algo parecido a un ritual. Con el Sexteto Tabalá se tomaba un escenario con la sabiduría ancestral y un sonido que venía directamente de África, con escala en Palenque.
En África la muerte de un griot se lamenta como si ardiera una biblioteca milenaria, se va con él una parte importante de su cultura. Eso acaba de pasar en Palenque con la partida del maestro Rafael Cassiani, el griot que protagonizó los mejores momentos del afro-root colombiano. pic.twitter.com/UVer14I57F
— don_alirio (@don_alirio) June 6, 2022
Los instrumentos del sexteto, con él a la cabeza, sonaban a ese viaje largo que dieron los esclavizados en barcos insalubres. Su destino era ser vendidos en América, pero eso no les quitaba su sabiduría ni sus recuerdos y ese ritmo desembarcó y se mezcló en Palenque.
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Cassiani fue músico desde que nació, en 1934. Era hijo de un gaitero y sobrino del compositor Martín Cassiani, uno de los fundadores del sexteto Tabalá en la década del 30 del siglo pasado.
Entró al grupo como tamborero cuando tenía 8 años e hizo parte de la cuarta generación de músicos de un conjunto que ha marcado la música colombiana desde la tradición.
Martin Cassiani, su tío, conoció este formato musical en la zona bananera del Magdalena, en el Ingenio Central Colombia, inspirado en un sexteto cubano, que también tuvo sus raíces en África. Los empleados cubanos mataban el tiempo libre en tierras lejanas haciendo música.
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Los seis instrumentos de este formato siempre estaban en la casa del maestro: timba, bongó, marímbula, maraca, clave y guacharaca. El grupo tomó lo mejor de África y lo mejor de Palenque, y generó su propia cultura sonora.
Para Jaime Andrés Monsalve, jefe musical y cultural de la Radio Nacional, Cassiani fue “la persona que le imprimió la gran personalidad al Sexteto Tabalá. Hubo una gente detrás, familiares del maestro, amigos, pero por más de 50 años él fue el sexteto, su fuerza, por las composiciones que hizo y por ser la voz principal”, dice.
“Conocía muy bien las adaptaciones de la música cubana que tomaron de los formatos musicales que había en los ingenios azucareros de esa zona. Estas empresas dejaron de existir en la zona, pero no los sonidos que salieron de allí”, cuenta Monsalve.
Dueño de una sonrisa franca y abierta, lo que más sorprendía de Cassiani era su vitalidad física como espiritual. Y eso era lo que se sentía en el escenario. No se trataba de una puesta en escena: era incluso un trance, como les sucede a las cantadoras mayores del Pacífico colombiano: una conexión con sus ancestros que hace que sus voces se oigan más hermosas y fuertes.
Las canciones del maestro Cassiani son parte de nuestra identidad. 'La reina de los jardines', 'Rosa Carminia',' Esta tierra no es mía', 'La puncherita', entre otras, hacen parte del legado que nos deja.
Pero hay una que adquirió más reconocimiento: 'Esta casa no es mía', la más arraigada en la cultura popular de departamentos como Bolívar y Magdalena.
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“Esta tierra no es mía, esta tierra no es mía, esta tierra no es mía, esta tierra es de la nación. El Ingenio Santa Cruz, una cosa poderosa, llegaron al desengaño y derrotaron to’a las cosas”, dice una de las estrofas de la canción, que compuso el maestro a raíz de muchos episodios sociales en estas zonas (y en otras regiones del país), hablando de los campesinos que creyeron que tendrían sus propias parcelas para el cultivo y los títulos nunca llegaron.
Tabalá!!!
— Aida Bossa (@aidabossa) June 4, 2022
San Basilio ri Palenge…
Maestro Rafael Cassiani
👏🏾👏🏾👏🏾👏🏾👏🏾👏🏾👏🏾👏🏾
Gracias 🙏🏾 pic.twitter.com/NSvgBAka4W
Una publicación de El Universal, de Cartagena, narra que la canción nació cuando el desaparecido Incora, a su llegada a Bolívar y Magdalena, provocó una gran crisis en los ingenios azucareros de la zona.
“Su llegada provocó una crisis laboral en los ingenios de la zona baja de los Montes de María, durante los 60 y 70. La crisis hizo que los pequeños productores vendieran sus tierras y despidieran a sus trabajadores, y que la gran mayoría de ellos quedaran en la nada (…). El Ingenio Santa Cruz (donde trabajaba el músico), fue vendido por 23 millones de pesos”, dice el diario.
“Los que habían trabajado ahí desde niños, empleados de Sincerín, Palenque, Mahates, Marialabaja, Arjona, nos quedamos sin trabajo”, narró el maestro. Él, al final de un día, llegó a su casa a darle a su esposa la noticia: ya no había sustento.
“Se sentó en una butaca y no durmió componiendo la canción. En la mañana llamó al grupo y le pusieron música. Perdió en el ingenio pero retomó una causa más noble, esa con la que había crecido y que en la juventud le dio fama en Cartagena, Magangué, Fundación (Magdalena), San Antero (Córdoba), Corozal (Sucre) y cien pueblos más. Retomó el sonido del pechiche y se fue a cultivar su tierra, la que lo inspira en muchas de sus canciones”, sigue la publicación.
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Esta tierra no es mía es una de las alrededor de 200 canciones que dejó Cassiani, narrando la vida palenquera, el dolor y el amor que se vive en un lugar que está lleno de sonidos y en la que él, entre otras cosas, fue un gran líder y consejero comunitario.
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En la revista 'Vive Afro' hay una crónica de una visita a su casa en Palenque de San Basilio, que describe las pinturas de tambores en su fachada y un interior que lleva a un patio donde se juntan las brisas de los Montes de María, el Canal del Dique y del mar Caribe; la crónica también resalta su papel en la consolidación de lo que es hoy el Festival de Tambores: “Es el cofundador del proceso etnoeducativo al interior de la comunidad, que surge en el marco del fortalecimiento de la identidad palenquera como eje para fortalecer el sentido de pertenencia de todos sus habitantes”.
En este proceso, además de apoyar la designación de los saberes de San Basilio de Palenque para que fuera patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, “logró más participación para la protección del territorio en los consejos comunitarios”.
Cassiani ayudó a fomentar la identidad, la lengua y las tradiciones de su pueblo. Era –además– un “juez natural”, como lo define Carlos Adolfo González, dueño del bar y restaurante Casa de Citas, en el barrio La Candelaria de Bogotá.
“La comunidad lo quería mucho, no solo como curandero, sino por los consejos que daba. Él ayudaba a resolver conflictos de familias y amigos, a solucionar problemas por un ganado que se perdía, tantas cosas”, cuenta.
Entre los recuerdos musicales de González aparece un día mágico del 2014, cuando Chucho Valdés visitó Casa de Citas y coincidió con el maestro Cassiani y su Sexteto.
“Fue como si se hubieran puesto una cita. Yo había invitado a Chucho Valdés y su grupo a almorzar, y cuando llegó el maestro Cassiani amenizó la comida. Valdés se quedó sorprendido con su música, hablaron mucho y entre lo que dijo el músico cubano fue que ese formato del sexteto, con la marímbula, había desaparecido en Cuba y él se lo había vuelto a encontrar en Bogotá, con un músico como el palenquero. Fue un día inolvidable”.
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Cassiani, además, tenía gran amistad con muchos músicos: Los Gaiteros de San Jacinto y Las Alegres Ambulancias, entre otros, “y siempre estaba dispuesto al toque y al goce”, agrega González.
Muere en Palenque Rafael Cassiani, voz líder del sexteto Tabalá
— EL TIEMPO (@ELTIEMPO) June 5, 2022
😔💔 El músico, compositor y cantante murió este sábado en San Basilio de Palenque. Le contamos todos los detalles ► https://t.co/ZLooBczmjK pic.twitter.com/o7CutBBLDv
Para Monsalve, faltó más reconocimiento para su trabajo. “El Sexteto Tabalá es la única agrupación que conserva de raíz el concepto del son palenquero. Luego aparecieron otros grupos, como Los Hijos de Benkos, como una nueva generación, pero lo que hizo Tabalá quedará para siempre en la memoria sonora del país”.
Esa influencia lo llevó a recorrer varios lugares de Colombia y también se oyó en el exterior, “y eso fue beneficioso, que por fuera se conociera ese mundo suyo”, agrega Monsalve.
Y sostiene que esto hay que agradecérselo a Lucas Silva, que fue productor del grupo y que en Radio Francia promovió la música de Tabalá.
“Eso también hizo que nos fijáramos más en ellos. En esa época, en los 90, no hay que olvidar que el Sexteto, Totó la Momposina y Las Alegres Ambulancias tuvieron gran reconocimiento nacional gracias a que desde París nos llegaba la resonancia de su trabajo”.
De hecho, esto también generó que medios independientes y músicos con ganas de conocer los sonidos étnicos colombianos fueran a Palenque, a buscar al maestro.
“Más recientemente, la colombocanadiense Lido Pimienta incluyó en su disco Miss Colombia la canción Quiero que me salves’, en colaboración con el maestro”, agrega Monsalve.
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Y en un video en YouTube se oye la voz del músico hablando del sexteto: “Sobrino, ponga atención, que nosotros lo vamos a enseñar pa’ que este legado no se pierda”, cuenta que le decían sus tíos músicos cuando ensayaban.
Muchos músicos fueron hasta Palenque a grabar a Cassiani y al grupo, a conversar con él, especialmente de sonidos tradicionales, pero también de esa vida maravillosa que incluía formar a las nuevas generaciones para que el gran legado no se perdiera.
“Él representó uno de los legados africanos más importantes en nuestro país. La marímbula, que llega de África a Cuba y de Cuba a Tabalá, es el mejor ejemplo, así como la percusión. Pero más allá de lo musical está un legado espiritual, relacionada con la sabiduría de los ancestros, con una música que no solo se ha hecho para el disfrute, sino que por ella pasan los ritos funerarios, las fiestas tradicionales, la cotidianidad”, agrega Monsalve.
González, el dueño de Casa de Citas, no veía al maestro desde hacía unos cinco años. Y con la pandemia atravesada no hubo forma de reencontrarse, cuenta. La salud del músico estaba muy deteriorada desde el 2018, sin embargo, nunca dejaron de hablar.
Recuerda también que alguna vez un promotor llevó al Sexteto a Estados Unidos y allá dejó tirado al grupo. “Tuvieron que tocar en la calle, con miedo, para recoger lo de la comida y la dormida. Cuando por fin pudieron volver a Colombia, llegaron a Casa de Citas, a contarme su historia y a recuperarse con los amigos que tenían en Bogotá”.
Uno de los significados de tabalá en distintas lenguas africanas es ‘tambores de guerra’. Pero en San Basilio de Palenque las manos del maestro Rafael Cassiani tocaron esos tambores con tanto amor y dedicación, que no dejaron espacio para la pelea, a menos que fuera en sus canciones, exigiendo lo que le correspondía en tierras, la tierra que amó y que sembró en una parcela muy cerca a su casa.
Luego de nueve días de ceremonia, finalizó el lumbalú del maestro. Cassiani, según la tradición, volvió a su casa en ese tiempo dos veces cada día, una a las seis de la mañana y otra a las 5.30 de la tarde, hasta que finalmente pudo tomar su rumbo cósmico. Su espíritu está con sus ancestros. Él ya es el antepasado de sus hijos y nietos y de todos aquellos que vieron su mirada franca y disfrutaron de su gran sonrisa.
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OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
Cultura EL TIEMPO.