Pedro Alonso puede estar en Bogotá o en su natal Vigo, pero donde vaya lo persigue Berlín. Su personaje en la serie 'La casa de papel' le deparó una fama global que no esperaba. No solo por su carrera de cumbres y abismos, sino por el destino caprichoso de la serie:
“Yo había acabado la segunda temporada de 'La casa de papel', se había emitido ya en una televisión generalista española. Empezó bien, pero en términos de audiencia acabó normal. Luego se emitió en Netflix y la metieron en lo que llaman ‘catálogo’. Pero de pronto, en 2018, yo estaba haciendo un viaje por Europa, fui a Italia y empezaron a entrar mensajes en el chat del grupo. Yo recuerdo un momento que literalmente me dejó loco: estaba viendo el David, de Miguel Ángel (en Florencia). Y me senté en un rinconcito, grabé un video del David, y de repente veo que la gente se empieza a dar la vuelta, a grabar... Y digo: ¿qué estarán grabando? ¡Me empezaron a grabar a mí, no al David de Miguel Ángel!
No me entraba en la cabeza, yo había sido un actor de clase media, un superviviente en la televisión española... No teníamos referencias. Y otros actores empezaron a escribir: 'Me han abordado en un aeropuerto en Medellín'. 'Me siguen en un carro como si fuera Madonna'... Nos costó dos años ponerlo en perspectiva. Porque parecía una broma. Como si fueran esos programas de cámara oculta. Y además, por todo el mundo”.
En efecto. Aunque estamos en penumbra, en un pasillo del hotel contiguo a la Feria del Libro de Bogotá, su voz y su perfil no pasan desapercibidos, y durante la entrevista, varios empleados se acercan a pedirle un autógrafo, un saludo, una foto: “Yo tomo la selfi –les dice él– para asegurarme de que salga bien”.
(Otras charlas de la Feria del Libro: Carlos Vives, Wade Davis y Ricardo Silva Romero hablan del Magdalena, historias de Colombia).
Alonso fue uno de los personajes de la feria, arrastró multitudes a la firma de 'Libro de Filipo', el título que presentó y que es una mezcla de relato histórico y parábolas de corte místico. “Un evangelio apócrifo”, en sus palabras. Pero eso no es lo más sorprendente: su génesis fue la hipnosis del autor.
“En París, encontré a la que al día de hoy es mi pareja, Tatiana Djordjevic, tal cual aparece en el prólogo del libro (...) Ella tiene un perfil académico increíble, estudió literatura comparada, geopolítica, pero aparte de eso tiene una vertiente espiritual esotérica. Y hacía regresiones.
En un momento determinado, me planteó hacer una regresión a una vida pasada, me dio mucha confianza y es verdad que yo venía trabajando en meditación y toda esa vertiente siempre estaba en mí. Esa inquietud y mi relación con lo misterioso, con lo invisible. Me hizo la regresión y el Libro de Filipo es básicamente una transcripción de lo que yo vi en cuatro regresiones que hice con Tatiana. Pero en la primera ya estaba el arco narrativo de lo que le pasaba a Filipo. Y yo era Filipo en tiempos del Imperio Romano, un soldado un poco peleado con el mundo. Con su gente viaja a Oriente a hacer el trabajo de campo, conoce al líder de un grupo rebelde y le cambia la vida”.
¿Es una novela?
Tú lo puedes leer como novela, pero básicamente es una transcripción del encuentro en el tiempo presente con Tatiana, luego de lo que yo vi en las regresiones. Y luego yo vuelvo al tiempo presente a Perú, adonde me fui a la selva a acabar de escribir el libro. Yo encontré las piezas del puzzle y luego uní esas piezas en un ejercicio de escritura que para mí funcionaba como una novela.
¿Cómo puede estar tan seguro de haber vivido otras vidas?
Yo recuerdo un momento cuando en mi Instagram ponía mucho “las otras vidas de Pedro Alonso”. Y jugaba con esto de los diferentes personajes que yo venía trabajando y demás (...) Por mi vida como actor y por lo que me está pasando como persona, que me estoy ‘tirando mucho’ a crear vida propia, a veces me da la sensación de que he tenido varias vidas, incluso en esta vida. A ver si acabo encontrando quién soy.
(Charla científica en la Feria del Libro: El astrofísico colombiano que visitó la Antártida).
El libro lo describe como amante del chamanismo...
Ese es uno de los pilares, una de las líneas de fuerza de mi vida. Es un vínculo que he mantenido con mucha discreción, pero mis amigos, la gente que me quiere, sabe que yo tengo una relación muy en marcha con el chamanismo y con rituales asociados a protocolos de limpieza, búsqueda de visión, en términos indígenas.
Es una puerta que yo abrí cuando tenía 24 años, en España. La primera ceremonia chamánica que hice fue un ayuno. Solo, en la montaña, duré cuatro días y cuatro noches, con una serie de peculiaridades. Planteado como una limpieza, pero también como una búsqueda de contacto con lo invisible. Una experiencia fuertísima, después de la cual me leí todo lo que caía en mis manos sobre chamanismo. Pero tardé muchos años en volver a tocar en esa puerta, y cuando toqué, siento que llegó en el momento adecuado.
Desde entonces, lo he atendido. He hecho varios viajes por Latinoamérica, sigo haciéndolo, también en España tengo mis mecanismos de trabajo. Pero sí: el chamanismo y la práctica ceremonial asociada con algún tipo de medicinas o plantas de poder en un contexto de respeto, no recreativo, es algo que me acompaña como una forma de búsqueda, crecimiento, de limpieza y reflexión personal que tiene un valor muy importante en mi vida.
El libro está ilustrado con pinturas atribuidas a Magü. ¿Las hizo usted?
Magü significa mago en persa, el nombre se lo puso Tatiana, y es como firmamos cuando pintamos a cuatro manos. Tatiana y yo tenemos afortunadamente muchas afinidades y a los dos nos encanta pintar. Yo tuve una crisis a los 33 años. Tuve un bajón y dije: ‘Pierdo el tren’. O que el tren se me iba. Había empezado muy fuerte profesionalmente y luego colapsé.
Las herramientas con las que me había ido muy bien de pronto no me servían. Empecé de cero otra vez, en el afán de estar más conectado con lo que yo era. Para bien y para mal. Ahí empecé a meditar mucho y crecí de una forma más metódica, no con el chamanismo entonces, pero sí con la meditación, el Tai Chi, todo lo que tiene que ver con volver a respirar de una forma más integrada. Y empecé a pintar.
Me reconfortaba. En un momento hice dibujillos en un guion, con garabatos. Y algo pasó con aquel trabajo, así que me dije: ¿Habrá sido todo esto que he hecho con la pintura? Empecé a tirar de ese hilo y reconstruí mi proceso de trabajo como actor, a partir de la pintura.
¿Cómo concilió el tono místico con el histórico en su libro?
Cuando yo hablo del libro, hay una parte muy golosa al principio de la conversación, cuando me dicen: “Hombre, una regresión”, “¿Tu novia es psicoterapeuta?”, “¿Tú viajas a otra vida?”, “¿Crees en las reencarnaciones?” Yo entiendo que esa es una parte que llama mucho la atención. Pero no es la parte esencial de este viaje. La parte esencial es la relación de Filipo con Yilak. Él es un maestro de orden espiritual. Lo que yo he escrito es un evangelio apócrifo. En otro momento de la historia me quemarían por cosas que yo digo ahí. La sorpresa también fue mía cuando yo estaba dentro de la historia, porque la historia era la que era. Luego, he decidido cambiar los nombres.
(Charla literaria en la Feria del Libro: De la literatura al teatro: Camila Sosa Villada y Gabriela Wiener).

El actor firmó su 'Libro de Filipo' en la carpa Reencuentros, de Corferias.
Néstor Gómez. EL TIEMPO
Cuando comenzó en la actuación, Pedro Alonso perteneció al célebre grupo teatral La Fura dels Baus, que hace varios años estuvo en el Festival Iberoamericano de Teatro, en tiempos de Fanny Mikey. Sin embargo, él no alcanzó a venir a Bogotá:
“Recuerdo que estuve dos años con La Fura y la compañía pegaba el salto a Latinoamérica, que era como ¡Wow ! Pero ahí me salió mi primer protagonista en cine. Yo empecé muy jovencito en cine. La curva fue muy ascendente, muy súbita, y luego la bajada fue estrepitosa. Yo he tenido una trayectoria muy irregular. Es verdad que en los últimos doce años la progresión ha sido muy equilibrada, más estable y me han pasado cosas muy hermosas, pero resistir como actor implica, por lo que yo conozco, morir varias veces. Y yo tuve varias muertes profesionales.
Es inevitable hablar del personaje que le dio fama. ¿Qué le inspira Berlín?
Berlín es un regalo de la vida, un vehículo creativo que es como un parque temático. Yo provengo de una familia humilde y de pequeño soñaba que me dejaban las llaves de un centro comercial por las noches. Y todo lo podía usar. Con Berlín pasa un poco eso: es que te dejen las llaves del parque recreativo de tu vida, sabiendo que puedes volver a casa sano y salvo.
Porque si Berlín apareciese con mi hija por la puerta de mi casa yo diría: Mal. Pero como vehículo narrativo, como alfombra mágica para meterse en esas zonas de fricción, a mí me encanta, como actor. Jugar en las zonas de la contradicción y de la paradoja. Y ahora se ha confirmado que voy a hacer un spin-off con el personaje… Vamos a vivir momentos de enjundia. Ahora tengo tres meses y medio muy fuertes con un documental y luego me voy a rodar el personaje de Berlín. Veremos qué pasa.
En ‘La casa de papel’, su pareja también era Tatiana...
Cuando yo acababa de conocer a Tatiana, me encontré con Alex Pina (productor) y le decía: ‘Pregúntame cosas sobre Tatiana’. Se lo vivía diciendo a la gente. Hasta que con la broma, dijo: “Hemos pensado que le vamos a poner el nombre de Tatiana a tu mujer en la ficción”. Me parecía ya un delirio, pero delirar a veces también es un ejercicio saludable. Fue una especie de homenaje a la Tatiana real.
¿Qué tanta improvisación le imprimió usted a Berlín?
Imagínate todo el aparato técnico que hay en una serie como La casa de papel. De repente, hay muchísimas marcas y elementos que tienes que respetar durante el momento de la acción. Pero entre punto y punto, quien respira eres tú. Y a mí me gusta mucho jugar con lo imprevisto, con los accidentes. Hasta el punto de entender lo que decía Francis Bacon, un pintor que a mí me gusta mucho, y quien se provocaba accidentes. Jugaba a provocarse accidentes. Decía que la contingencia, lo inesperado, era la llave de la magia.
Además, si hay actores de talento, con una naturaleza muy diferente a la tuya, puede ser creativamente bien hermoso.
¿Con quiénes sentía esa química para improvisar?
Yo he tenido momentazos con todos. Pero con quien más he volado, en términos actorales, ha sido con Alba Flores (Nairobi) y con Rodrigo de la Serna (Palermo). Con ellos me volvía loco, no sabíamos lo que iba a pasar.
Pero es un poco injusto decir esto porque he tenido momentazos con Úrsula (Tokio), con Jaime (Denver), con Álvaro (el Profesor), por supuesto.
Pasó algo especial: un momento en el que, de repente, después de dos meses, sentimos que teníamos algo entre manos y, además, la gente venía muy fuerte al plató. He vivido cosas muy especiales con todos ellos.
JULIO CÉSAR GUZMÁN
En Twitter: @julguz
Editor de la Mesa Visual de EL TIEMPO
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