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Los tiempos que Bob Dylan está cambiando
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A sus 75 años, Bob Dylan aparece y reaparece a su manera: el pasado fin de semana actuó en el publicitado festival Desert Trip; hace unos meses expuso sus obras en herraje, uno de sus 'hobbies'.

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¿Por qué un Nobel de Literatura para este cantautor?

“Si el tiempo es para ti algo que vale la pena conservar, entonces es mejor que empieces a nadar, o te hundirás como una piedra, porque los tiempos, ellos, están cambiando”, cantó Bob Dylan en 1963, en medio de una diatriba que no dejaba en pie a nadie: políticos, escritores, críticos, pero también “padres y madres”. La canción se titulaba 'The Times They Are a-Changin'.

Era una profecía que se cumplió. Los tiempos en efecto cambiaron, y pocos hicieron algo por evitar la guerra y el “desvanecimiento del orden”. Paradójicamente, son tantos los cambios que hasta un cantautor se puede ganar el Premio Nobel de Literatura.

Este jueves, en un hecho sin precedentes, la Academia Sueca le otorgó el máximo galardón de las letras al artista estadounidense, reconociendo en la lectura del fallo que Dylan sembró “nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción americana”. ( Lea también: Esas jugadas de la Academia )

“Este Nobel reconoce lo que hemos sentido desde hace mucho que es cierto: que el señor Dylan está entre las voces (literarias) más auténticas que Estados Unidos ha producido, un constructor de imágenes tan audaz y resonante como Walt Whitman o Emily Dickinson”, señaló ayer Dwight Garner, crítico literario de The New York Times.

Que le hayan otorgado a Dylan (quien tiene una única novela, titulada 'Tarántula') el máximo reconocimiento de la literatura sacudió al mundo –en especial a los no estadounidenses–, que esperaba tal mención para una pluma editorial hiperproductiva o un autor consumado –que no es lo mismo que un best seller–. Pero este premio había sido otorgado el año pasado a Svetlana Alexiévich, quien tampoco figuraba entre las grandes apuestas de los críticos literarios.

Lo irónico es que con Bob Dylan las sorpresas no deberían ser sorpresa. Uno de sus legados ha sido, precisamente, cachetear a la humanidad en momentos necesarios para hacerla despertar.

Basta situarse en 1962, cuando Dylan publicó su álbum debut, de título homónimo, que inició la forma en que la música folk se adaptaría al momento, de cara a una década que pronto se abriría a muchos cambios culturales.

Era el Estados Unidos del endurecimiento de la Guerra Fría (cuando Rusia lo amenazaba desde Cuba); mientras Kennedy prometía que al final de la década enviaría a un hombre a la Luna, las familias se congregaban frente al televisor a ver Los Beverly Ricos y la segregación racial seguía rampante.

La propuesta de Dylan significaba algo totalmente diferente de la música de Hank Williams, quien había sido el ídolo country en las estaciones de radio desde los años 50, es decir, el imperio de la música de los blancos. Pero también era una visión mucho más urbana del folk, frente a lo que había documentado el folclorista Alan Lomax en sus viajes por el Estados Unidos rural.

Heredó todo el ‘folk’

Un año antes de ese lanzamiento, el cantautor había hecho realidad el sueño de contactar a su máximo héroe, el artista folk Woody Guthrie, de quien tomó sus banderas y cuya militancia comunista estaba decretada de plano en su guitarra, que lucía una calcomanía con la leyenda ‘This Machine Kills Fascists’ (‘Esta máquina asesina fascistas’).
Esos diálogos que los dos músicos sostuvieron en el hospital psiquiátrico de Greystone, en donde Guthrie enfrentaba la enfermedad de Huntington, pulieron la mirada crítica de Dylan.

Fue en 1963 cuando publicó The Freewheelin’ Bob Dylan, el álbum que incluía Blowin’ in the Wind, Don’t Think Twice, It’s All Right, I Shall Be Free, Girl From the North Country, A Hard Rain’s A-Gonna Fall, entre otras canciones que son piedras angulares.

En la carátula de este álbum aparecía Dylan caminando por las calles de Nueva York junto a la artista Suze Rotolo, su novia entonces, soportando el frío de los vientos de otoño. El impacto que tuvo en la cultura popular, en los círculos universitarios y en la bohemia de la ciudad fue contundente.

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En los años 60, Bob Dylan junto a la cantante Joan Baez, con quien conformó la dupla más significativa de su carrera. AFP

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De Blowin’ in the Wind se desprendió una letra cargada de poesía absoluta: “¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que lo llames ‘hombre’? ¿Cuántos mares debe ver una paloma blanca antes de que se duerma en la arena? ¿Cuántas veces tienen que volar las balas de cañón antes de que sean prohibidas para siempre? La respuesta, amigo, está soplando en el viento”.

Entonces, otros artistas empezaron a seguirlo reinterpretando sus canciones. El trío Peter, Paul & Mary y Joan Baez saltaron con él a la empoderada escena de los cantautores folk.

Pero Dylan volvió a sorprender: en 1964 lanzó Another Side of Bob Dylan (Otro lado de...), con canciones como Chimes of Freedom y el vínculo creativo con Baez, pero sobre todo con una carga de influencia blues. Estas hibridaciones parecen algo común hoy, pero en ese momento eran un choque cultural que no mucha gente estaba dispuesta a aguantar.

Cuando su poder acústico se convirtió en una marca, entonces Dylan volvió a sacudir todo y a todos: en 1965 publicó Bringing It All Back Home, que era el giro a la electricidad, al rock sin pelambres, e hizo uno de los videos más geniales de la historia, el de Subterranean Homesick Blues, aquel de los letreros que va cambiando en sus manos.

No se trataba solo de un Dylan contestatario. Su poesía se desgranó en canciones de un profundo sentimiento, como Every Grain of Sand, de 1981: “Cuelgo de un hilo de la realidad del hombre, como cada gorrión que cae, como cada grano de arena”. O también un himno al amor, como lo es Love is Just a Four-Letter Word, de 1967.

Esa historia continuó así con Highway 61 Revisited, Blonde on Blonde, John Wesley Harding, Nashville Skyline, en los años 60; con A Tribute to Woody Guthrie, Planet Waves, Before The Blood, Blood on the Tracks, The Basement Tapes, Desire, Hard Rain, Street Legal, en los 70; con Empire Burlesque, Oh Mercy y otros más, de menor impacto, en los 80.

Estuvo activo en los 90 con su MTV Unplugged, con Good as I Been to You y con Time Out of Mind. Y en la década pasada brillaron Love and Theft, Modern Times y la banda sonora de la película I’m Not There, que recreaba su vida a partir de las vidas de diferentes ‘Bob Dylans’ en diferentes momentos que simbolizaban su vida, resumiendo tal vez una de las frases más célebres de Dylan: “Hablo por todos nosotros. Soy el vocero de la generación”.

El legado del poeta

La noticia del Nobel llegó unos días después de la máxima locura del rock and roll, el festival Desert Trip, en el que Dylan se reunió con los también septuagenarios The Who, The Rolling Stones, Neil Young, Paul McCartney y Roger Waters. Apenas estábamos recobrando el aliento.

Pero realmente el premio no debió ser sorpresa: Dylan ya cosechaba en su palmarés el Premio Pulitzer honorífico, concedido en el 2008 por el “extraordinario poder poético” y “su profundo impacto en la música popular y la cultura de Estados Unidos”; el Premio Príncipe de Asturias, en el 2007; la Medalla de la Libertad, que le otorgó el presidente Barack Obama en el 2012; la Orden de las Letras y las Artes, del Ministerio de Cultura de Francia; todos estos, además de los musicales: un Globo de Oro, múltiples Grammy y su lugar en el Salón de la Fama del Rock and Roll.

Pero en su comentario el crítico Garner destaca el impacto implícito de Dylan en la historia de la literatura, al inspirar a otros personajes de las letras, como Ta-Nehisi Coates o el crítico Christopher Ricks.

Con el Nobel, la Academia Sueca abre una puerta singular: Dylan no es el único cantautor dotado de virtudes literarias. El mismo camino podrían recorrerlo otros como el canadiense Leonard Cohen o el australiano Nick Cave, quienes además de un legado compositivo extenso, sí tienen sendos catálogos de novelas publicadas.

Pero incluso hoy es difícil intentar medir el impacto que ha tenido Dylan en la cultura, en el concepto más amplio de la palabra. La revista Science recopiló las pruebas de una curiosa competencia de décadas entre científicos que publicaron sus ensayos –al menos unos 727 identificados– en revistas especializadas, citando canciones suyas para describir de alguna forma sus resultados. En 1997, Nature publicó con total seriedad el artículo El óxido nítrico y la inflamación: la respuesta flota en el aire.
¿Por qué un Nobel de Literatura para Bob Dylan? Tal vez la respuesta flota en el aire.

¿Por qué un Nobel de Literatura para Bob Dylan, cantautor cuya faceta literaria luce menor frente a su inmenso catálogo musical? Tal vez para confirmar que los muros para contener el arte se derrumban.

Algunas reacciones de autores colombianos

Jorge Iván Parra, profesor de la U. Santo Tomás y crítico literario de Lectura de EL TIEMPO

Lo que llamamos poético es reconocible no sólo en un poema o en otro género literario, sino también en narrativas visuales, tales como la pintura, la fotografía y el cine. Con mayor razón entonces lo poético se puede dar en letras de canciones que, en muchos casos, son poemas musicalizados. Y ejemplo de esto sí abundan: García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado y hasta el mismo Neruda. Eso sin tener en cuenta que Cien años de soledad da para unos cuantos vallenatos. Existe un libro de Darío Jaramillo en el que reconoce y analiza la poesía en las formas musicales latinoamericanas como el bolero. En las canciones del rock y del pop abunda la poesía, hecha de metáforas y de imágenes poéticas muy potentes, le doy dos ejemplos: Cat Stevens y Joan Baez. En Bob Dylan (tan cercano a la poesía que se puso ese apellido como homenaje al poeta Dylan Tomas) abunda la poesía, con seductoras descripciones urbanas, pero además, él tiene libros de poesía como tal (Tarántula) y textos narrativos (Crónicas I, II y III). Para mí, es un poeta extraviado en la música.

Juan Esteban Constaín, escritor e historiador

Creo que es un Nobel merecido; es más: es un Nobel quizás con más merecimientos que el de muchos de los galardonados en el pasado y que se dedicaban solo a la literatura, digamos 'escritores' en el sentido más convencional y restringido de la palabra. Y creo que eso es lo que está premiando la Academia Sueca esta vez: la grandeza inequívoca de Bob Dylan como poeta; su influencia insoslayable en la cultura popular, de la que ha sido quizás el mejor de sus juglares, un profeta muy certero. Y eso también está presente en este premio: la aceptación, por fin, de que la literatura va más allá de los libros, porque además durante siglos su refugio fue la música.

Ricardo Silva, escritor

Creo que el premio para Bob Dylan es un premio para él, para su misterio constante, primero que todo, porque después de todas las reflexiones Dylan es sobre todo -con Paul Simon, Paul McCartney, Leonard Cohen- uno de los principales compositores de canciones de los últimos tiempos, una voz ronca que describe el mundo como iluminando rincones que uno no ve y articulando experiencias que de lo contrario parecerían delirios, pero también creo que es un premio que recuerda que desde el principio las canciones han sido el centro de la literatura, que toda literatura tiene puesta en escena y suena, y es un premio que pone en evidencia que de Estados Unidos no sólo han venido gringos salvajes como Trump, sino personas irrepetibles capaces de la ambigüedad y de la crítica.

 CARLOS SOLANO

CULTURA Y ENTRETENIMIENTO

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