Mientras el mundo busca más motivos que separan un territorio de otro, muchos niños de las fronteras de Colombia saben que ese término existe pero no lo sienten así.
En total, 1.688 niños, adolescentes y jóvenes de nueve departamentos fronterizos forman parte del Plan Fronteras de la Cancillería, que bajo la dirección del programa ‘Música en las fronteras’, junto con la Fundación Batuta, vela por su acercamiento a la música.
“Nosotros fortalecimos el proceso, lo financiamos y garantizamos que tenga presencia en 14 centros musicales de igual número de municipios”, dice Iván Jiménez, asesor de Educación y Cultura de la Dirección para el Desarrollo y la Integración Fronteriza.
Este programa incluye niños de Colombia, Perú, Venezuela, Brasil y Ecuador que se encuentran o se han encontrado en condición de vulnerabilidad y no solo busca que tengan una formación musical, sino que “sean tolerantes y aprendan a trabajar en equipo”, comenta Jiménez.
Batuta lleva más de 25 años promoviendo los procesos musicales en diferentes regiones de Colombia, donde imparte clases de canto e instrumentación, así como en las fronteras.
“Entre los hábitos de los chicos está asistir al proceso de Batuta. Para nosotros es muy importante porque, en vez de estar en la calle, van a clases y aprenden”, añade Jiménez. La Cancillería busca que estos espacios perduren, tratando de unir esfuerzos con las gobernaciones y los países vecinos.
“En la universalidad de la música hay un solo espíritu en el que todos se unen para crear algo mucho más grande que los junta como seres humanos”, dice Jiménez.
En reconocimiento a su labor con el modelo Orquesta Escuela, Batuta recibió esta semana en la ciudad de Bilbao el premio internacional Fair Saturday.
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