Por complicaciones derivadas del convid-19, murió este lunes, a los 73 años, el insigne músico caribeño Aberlardo Carbonó, considerado uno de los padres de la champeta, según le confirmaron familiares y amigos cercanos a la Radio Nacional de Colombia.
Cada vez que a la casa de Abelardo Carbonó llegaban periodistas de Estados Unidos, Europa y Japón a entrevistarlo, sus hijos se extrañan de que en tan lejanas latitudes hubiera surgido interés por lo que su padre hizo hace 30 años. “Los pelaos no pueden creer todo lo que leen, ellos no creen esa vaina, ni yo tampoco”, le dijo a EL TIEMPO, hace unos años, Carbonó riéndose.
Tenía entonces 66 años y se ganaba la vida tocando la guitarra con dos compañeros serenateros más en el Parque de los Músicos, en el norte de Barranquilla, un relativo éxito le había sonreído por fin, como si el verso Todo nos llega tarde…, del poeta Julio Flórez, cobrara validez en su ejemplo.
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Abelardo decía en ese momento que ya había “tirado la toalla” en su carrera musical, y no había habido más opción que las serenatas. “Yo tengo mis avisos en los directorios, trabajo es con puro teléfono y cobramos por horas. Y con eso he sobrevivido”, anotaba sentado al pie de la estatua del Joe Arroyo. Por esos días estaba feliz porque su nombre aparecía en el cartel de artistas que se presentaría en el Carnaval Internacional de las Artes, que lideró muchos años Heriberto Fiorillo y su Fundación La Cueva.
Todo eso ocurría mientras que en Europa su música sonaba y sonaba en los circuitos independientes y lo llamaban para que diera conciertos. Como el que terminó ofreciendo en Berlín cuando viajó como guitarrista de Aníbal Velásquez dos años antes. En aquella oportunidad le dieron un espacio para que cantara y el público lo terminó aplaudiendo a él.
Abelardo nació en Ciénaga (Magdalena), pero se consideraba barranquillero porque siempre había vivido en La Arenosa. Desde niño tocó la guitarra de manera autodidacta junto a sus hermanos Jafet y Abel. Fue el estilo de sus tonadas lo que hizo que mucha gente que, no lo conocía, pensara que era africano o por lo menos negro. “Una vez en La Troja me monté a cantar y unos gringos no me creían que yo era Abelardo Carbonó. Tuve que tocar la guitarra para que me creyeran”.
Fuera de Colombia lo consideraban el ‘Padre de la Champeta’, título que ni él mismo se interesó en reclamar. Sostenía que esa era una polémica que había entre los locutores de Barranquilla y Cartagena. “En Alemania me decían que yo era africano. Aquí a mi casa vinieron a entrevistarme hablándome de un poco de artistas africanos y me preguntaron que si yo conocía a ‘no sé quién’. Yo les dije: ‘vea compadre, yo no sé nada de esa vaina’”.
Abelardo, quien grabó unos ocho discos entre 1978 y 1994, era claro a la hora de contar cómo nació su particular estilo: “Yo siempre he tenido la tendencia de tocar los temas de manera diferente. Cojo un tema tropical y lo toco de otra manera como si yo fuera un extranjero. Desde que empecé a hacer música los compañeros tenían que tocar la percusión de otra forma para poder acomodarnos”, explica.
Nunca escuchó música africana ni nadie que pueda considerar una influencia. Su estilo era tropical, en el que predomina la guitarra y la percusión, y se asemeja al soukous.
Contaba jocosamente que había cantado hasta en wayú cuando vivió en La Guajira, y que una jerigonza que se le oye en algunos temas no es ningún idioma africano, sino un invento de él mismo.
Iñigo Pastor, jefe y responsable del sello español Vampisoul, que distribuyó junto a Palenque Records el exitoso compilado El maravilloso mundo de Abelardo Carbonó en 2013, dice que su música está dotada de “simpleza y originalidad”. Agrega que el trabajo del músico costeño “ha sido extensamente comentado y publicado en infinidad de revistas, emisoras y blogs. No solo en Europa, en los Estados Unidos también ha gustado”, escribió desde Madrid a través de correo electrónico.
Sus canciones más conocidas son Carolina, El baile del indio, La negra culengue, Muévela y Te acordarás de mí. En el 2015 grabó en Barranquilla y Bogotá un nuevo disco, al tiempo que se preparaba una serie de conciertos en Francia.
En diciembre de 2014 estuvo nominado a los premios Shock en la categoría Edición especial en CD/DVD o Vinilo, junto a Fonseca, Los gaiteros de San Jacinto, Kraken y Puerto Candelaria. Esta revista consideró su trabajo El maravilloso mundo de Abelardo Carbonó como “uno de los 10 vinilos que todo colombiano debe tener”.
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Lucas Silva, productor musical, cineasta y manager de Abelardo, lo describe como “el típico barranquillero de su época. Como artista es muy creativo”. Para él, su representado se adelantó a los músicos de su tiempo. “Fue de los primeros guitarristas de música africana en Barranquilla y fuera de eso hizo una música muy particular, que es afrocaribe y tropical, pero muy de vanguardia, por eso es tan apetecido”, contó desde Bogotá.
En los tiempos en que no había toques ni oportunidades musicales abrió un taller de ebanistería, en el que junto a sus hermanos hacía muebles artesanales y los salía a vender llevando dos en cada mano. De eso vivió algunos años. Él mismo narraba que gracias a la guitarra les caía en gracia a personajes que le ayudaban con la educación de sus cinco hijos, como lo hizo con un rector de la Universidad del Atlántico a quien en plena parranda y a punta de canciones logró convencer de que ayudara a estudiar en ese claustro a una hija suya.
El músico y realizador audiovisual francés, Etienne Sevet, viajó a Barranquilla a hacer un documental que llamó Buscando a Abelardo, que se puede ver en YouTube, lo cual también ha contribuido a su popularidad en ese país.
“Ahora que me llaman de todas partes del mundo: de Francia, Inglaterra… en fin, me estoy dando cuenta de que estoy activo”, dijo ese año.
(Con información de Archivo de EL TIEMPO)