Hoy, en algún lugar en Nueva York, Madrid, Belfast, Buenos Aires, o cruzando una esquina en el centro de Bogotá, un adolescente lleva una camiseta de los Ramones: un círculo alrededor del águila calva americana que sostiene un bate de béisbol, rodeada por los nombres “JOEY | TOMMY | JOHNNY | DEE DEE”. Los cuatro, muertos, aún inspiran una logia global que está a punto de cumplir 50 años: la banda de punk por excelencia.
Marky Ramone era el quinto de los ‘hermanos’. Llegó solo un poco después de la fundación del cuarteto (para reemplazar a Tommy, el baterista) y por ese motivo su nombre no clasificó en el logo que diseñó el mexicano Arturo Vega, por allá en 1974, en las goteras del mítico antro CBGB, donde el grupo tocó por primera vez.
“Cuando los vi por primera vez en el CBGB, yo estaba entonces con la banda Richard Hell and the Voidoids, y pensé ‘¡no he oído nada igual a esto!’ –recuerda Marky, el único miembro formal de The Ramones vivo, en diálogo con EL TIEMPO–: era el sonido (su marca en la historia del rock). Lo que empezaron fue influyente en todo el mundo”.
Este grupo dio la partida del punk en Estados Unidos y un año después germinó en la rechinante escena británica con Sex Pistols y The Clash. Una rebeldía que todos creían pasajera, pero que respondía a un estado de desazón que permaneció tras décadas. Lo que a mediados de los 70 en EE. UU. significaba la idea de la ‘América real’ coincidía con la crisis industrial en el Reino Unido.
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También Ramones es recordada como la banda de las cabelleras negro azabache, de las que se ha especulado si eran pelucas. Como una suerte de Beatles, pero en negativo, porque no cantaban 'All You Need is Love', sino 'Now I Wanna Sniff Some Glue' ("Ahora quiero oler pegamento").
Esa combinación de melenas y chaquetas de motociclista de los años 50 es un símbolo que encuentra explicación en la autobiografía 'Commando', de Johnny Ramone: “Tommy merece el crédito por eso. Me dijo que la América real no luce bien en brillantina”, una crítica directa a ese rock escénico que sembraban al mismo tiempo Elton John, David Bowie, Alice Cooper o Genesis.
Hoy, Marky continúa siendo el embajador del sonido del grupo (y mantiene su melena): sigue tocando su set de 30 canciones por todo el mundo. Este 20 de marzo actuará con su banda Blitzkrieg (nombre inspirado en la canción 'Blitzkrieg Bop', de los Ramones) en Bogotá, en The Bonfire (av. Caracas n.º 72A-10).
A sus ya 69 años, Marc Steven Bell interpreta ese set de hora y 10 minutos (con canciones como 'I Wanna Be Sedated', 'Sheena is a Punk Rocker', 'Pet Sematary', 'Rockaway Beach', 'Judy is a punk') como lo hacía Ramones: sin pausa entre ellas, como una locomotora sin frenos, sin hablar ni enviar saludos ni dedicatorias, sino escupiendo los pulmones sobre la tarima. Así eran sus presentaciones míticas tanto en los bares como en sus giras internacionales.
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Johnny, Tommy, Joey y Dee Dee Ramone, la alineación original: una combinación de personalidades opuestas y una de las bandas más célebres del rock.
ARCHIVO PARTICULAR
¿Cómo era ese sonido único de Ramones? Él lo describe así: “Un ejército marchando, pero solo para decir ‘¡Hola!’ (ríe). El sonido de un pelotón que se acerca a una ciudad invadida a la que quieren proteger”.
Ramones suena como un ejército marchando, pero solo para decir ‘¡Hola!’ (ríe). El sonido de un pelotón que se acerca a una ciudad invadida a la que quieren proteger
Si el cuarteto se vio obligado a hablar en una presentación –más allá de lanzarse algunos dardos entre ellos y marcar el “¡one-two-three-four!”–, tal vez fue cuando le cantó el Happy Birthday a Montgomery Burns en su cumpleaños y se despidió con: “¡Y que pronto te vayas al infierno, carcamal!”, en aquel episodio cuarto de la quinta temporada de Los Simpson (por invitación del director David Silverman), otro momento que enmarca la originalidad de la banda fundadora del punk.
“Sin paradas, sin hablar mierda”, explica Bell, el segundo baterista de la banda tras reemplazar a Tommy Ramone en 1978, tocó hasta 1983 y, luego de un receso, estuvo entre 1987 y 1996, el final del grupo.
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Marky tomó un puesto que no era fácil de ocupar: él era el catalizador en medio de miles de energías en ebullición, como la poesía pura de Joey, el cantante; el coraje de ‘militar’ circunspecto de Johnny, el guitarrista, y la locura explosiva de Dee Dee, el bajista y segunda voz. ¿Cómo ser el polo a tierra en ese cuadro de contrastes?
Esa receta, sumada a su manera de devorar el escenario, alimentó la leyenda de una banda cuyo sonido sigue cautivando fanáticos, aun cuando Joey falleció en 2001 y no alcanzó a ver su inclusión en el Salón de la Fama del Rock and Roll, Dee Dee se fue un año después (2002), Johnny murió en 2004 y Tommy, en 2014. Otros Ramones fueron satélites fugaces, como C. J. Ramone, Elvis Ramone y Richie Ramone.
Marky Ramone ya había venido a Bogotá con su banda Blitzkrieg en otras dos ocasiones. En una de ellas, en 2011, contó en entrevista con este diario que entre los dolores del alma que lleva consigo está que “si hubiéramos tenido dos o tres años más, habríamos podido reunirnos y tocar otra vez”.
Yo estaba en la mitad entre Joey y Johnny. Dee Dee era otra cosa (…). Les decía que dejaran de pelear, que se concentraran en la música (...) nos dábamos cuenta de lo grande que teníamos juntos
“Keith Moon era ese catalizador en The Who y Ringo (Starr) lo era en los Beatles: siempre hay alguien que intenta neutralizar las situaciones negativas –dijo entonces Marky–. Llegó un punto en el que Joey y Johnny no querían hablar y Dee Dee dejó la banda. Traté de detener eso, quería que todos nos arregláramos, pero no funcionó”.
Hoy, el baterista cuenta aquello de lo que más se arrepiente: “Estuve tomando mucho antes de estar de vuelta en la banda. Dee Dee estaba enganchado a la heroína y yo quería que parara, pero ¿sabes? La vida nos manda pelotas curvas, entonces un día te despiertas y te preguntas ‘¿qué es lo más importante? ¿Hacer lo que amas y tocar en una banda sensacional o continuar bebiendo?’. Entonces paré… hace 35 años. También me duele que todos ellos hayan muerto. Eran mis amigos y hermanos y quisiera que estuvieran aquí (…). Es triste porque ninguno merecía morir tan joven sin disfrutar el fruto de su trabajo”.
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“Yo estaba en la mitad entre Joey y Johnny. Dee Dee era otra cosa (…). Les decía que dejaran de pelear, que se concentraran en la música y que las cosas pequeñas desaparecieran, entonces nos dábamos cuenta de lo grande que teníamos todos juntos, como ocurre con tantas cosas en la vida”.

Marky Ramone.
Archivo particular
De la ira –que estaba presente en algunas de sus canciones–, dice Marky: “Es una emoción humana. No te llevará a ningún lado. Trata de parar la ira y usar esa energía en una dirección positiva, eso te ayudará a alcanzar lo que quieres (…). Nosotros éramos una familia y ¡en todas las familias hay ira y hay peleas! Pero salíamos adelante. En momentos muy específicos, seguro era difícil, pero no los recuerdo. La primera cosa que venía siempre a nuestras cabezas en esos instantes era que la música era lo más importante y que se la debíamos dar a nuestros fanáticos lo mejor que podíamos”.
Y esos fanáticos siguen naciendo. “Las letras de los Ramones les hablan siempre a todas las juventudes –sostiene Bell–. Esa es la energía que llevábamos al escenario y es aquello a lo que se enganchan todas las generaciones. Todo está relacionado con el tiempo. En ese momento no nos importaba, pero es un sonido que continúa en el presente y lo hará en el futuro. Los Ramones han tenido eso. Supongo que la razón de seguir tocando estas canciones es que están para recordarles a los jóvenes de cada momento que estamos de su lado porque entendemos sus ansiedades”.
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Es extraño hablar con un artista punk a través de Zoom, y más sobre la necesidad que una banda tiene de volver a los escenarios hoy, cuando el CBGB no pasaría ningún estándar de bioseguridad... ni de seguridad.
“Durante el covid trabajé mucho, volví al estudio, me mantuve practicando e hice lo que todo el mundo hizo: esperar, esperar, esperar... Organicé mi desorden, recibí mis vacunas y aquí estoy, queriendo hacer más giras otra vez”, afirma.
“También me dediqué al ejercicio, porque lo más importante es sudar: sacar toda esta mierda del sistema, eso fue lo que hice. Eso hace que aún sea fácil para mí tocar el set de Ramones. Cuando los vea en Colombia, tocaremos una hora y 20 minutos”.
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Sobre si Joey y Johnny estuvieran vivos en estos tiempos de entrevistas virtuales, dice que seguramente sí estarían hablando con los medios: “Les gustaba que su mensaje llegara lejos y les gustaban las formas nuevas para hacerlo. A nosotros nos gusta la tecnología”.
¿Cómo será este domingo? Blitzkrieg hará las 30 canciones de los Ramones, que cerrarán con un sonoro y eterno “Hey, Ho’, Let’s Go”.
CARLOS SOLANO
Editor de EL TIEMPO
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