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Música y Libros

Los hombres que predijeron la humanidad del siglo XXI

Foto:Archivo particular

Adelantos de últimas décadas fueron anticipados por escritores y científicos hace más de 150 años.

En la historia existieron seres excepcionales como Julio Verne, Aldous Huxley, George Orwell, Alvin Toffler y otros que previeron adelantos tecnológicos y científicos inimaginables en su época, pero los visionarios del siglo XXI son diferentes.
Trabajan atropellados por una cascada de avances y descubrimientos reales, que se producen a una velocidad de vértigo.
Cualquier utopía podría ser posible en este siglo, y el atropello que se padece, sumado a la enajenación tecnológica que nos afecta, impide que se piense, analice o pronostique con más claridad.
Los cambios que nos atropellan son parte de una cotidianidad que pasa veloz, casi sin frenos, y deja como secuelas estrés, ansiedad, insomnio, irritabilidad y trastornos digestivos, reconocidos por la Organización mundial de la Salud como las enfermedades del siglo XXI.
En este siglo de la tecnología y de los grandes descubrimientos, la humanidad retrocede, escribió Umberto Eco en A paso de cangrejo, una recopilación de escritos y conferencias suyas publicadas en Italia entre 2000 y 2006.
En su opinión, todos los avances científicos y progresos democráticos que parecían augurar un mejor futuro para todos se convirtieron, al comenzar el siglo XXI, en conflictos o insatisfacciones, y la humanidad entró en una peligrosa regresión y camina para atrás.
Se refirió en concreto a las guerras, la política internacional y el consumo en las grandes superficies, sin olvidar los medios de comunicación, que para Eco son cada vez más superficiales y buscan transmitir una imagen del mundo apoyada en el espectáculo y la manipulación.
El sociólogo Marcos Hernández le dice a EL TIEMPO que a esa lista del retroceso humano le agregaría la prisa para llegar de primero a lo que sea y a cualquier costo, lo que deja la ética en cuidados intensivos.

Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no puedan leer o escribir, sino los que no puedan aprender, reaprender y volver a aprender

Lo que se anuncia

Para la década que acabamos de estrenar se anuncian grandes avances en tecnología, como los automóviles eléctricos o sin conductor; el perfeccionamiento de drones para todo tipo de servicios, desde la producción y suministro de comida hasta la guerra, como los llamados kamikazes; el reconocimiento del iris por nuestros automóviles y hasta pastillas para olvidar, entre muchos otros adelantos.
También se esperan soluciones de la ciencia y la tecnología para almacenar dióxido de carbono y desacelerar el calentamiento global, la desalinización del agua, la limpieza de los océanos, etc., etc., etc.
En términos humanos, se pronostica que antes de llegar al 2030 podremos cambiar, como si fueran piezas de un automóvil, órganos del cuerpo humano como el hígado, páncreas y otros, afectados por enfermedades, por unos artificiales, hechos a la medida y con el respectivo ADN para prolongar nuestra existencia.
Igualmente, que podremos modificar radicalmente nuestra genética o la de otros seres que forman parte de la naturaleza, y que nos habremos transformado casi por completo como especie gracias a la tecnología en el 2040, entre muchas otras predicciones.
Desde que empezó este siglo hace 20 años, comenzamos asistir a la impresión en 3D de huesos, orejas o piel humana, pues esa ha sido una de las grandes revoluciones mundiales, gracias a la tecnología.
En ese campo, como en el de la medicina, expertos han admitido a EL TIEMPO que todo podría ser posible en la década que comenzamos y que, en consecuencia, se producirían cambios radicales en la especie humana y en las sociedades. Hay, por lo tanto, preocupación con la ética en el ejercicio de los avances alcanzados o esperados.

La genética está lista; la ética, no. Todavía no hemos mantenido el debate ético, jurídico, social, democrático para que sea una realidad aceptable

Primera alerta

El Crispr-Cas9, la técnica de edición genética –desarrollada por la bioquímica estadounidense Jennifer Anne Doudna, (catedrática de química y biología celular y molecular en la Universidad de California, Berkeley) y su colega Emmanuelle Charpentier, que recibieron el Premio Princesa de Asturias de investigación 2015–, por ejemplo–, es uno de los grandes descubrimientos de este siglo, pero preocupa porque su aplicación tiene potencialidades ilimitadas que afectarán a la humanidad.
Permite “editar los genes de un bebé, modificarlos a voluntad, implantar el óvulo fecundado en una matriz y hacer que nazca el primer humano genéticamente modificado”, admitió Doudna al diario La Vanguardia de Barcelona en una entrevista de 2017.
Entonces insistió en una reglamentación. “La genética está lista; la ética, no. Todavía no hemos mantenido el debate ético, jurídico, social, democrático para que sea una realidad aceptable”, dijo.
Los científicos admiten que con la técnica del Crispr se podrían curar las 3.000 enfermedades hereditarias, pero también, que eso modificaría a toda la humanidad.
Pese a ello, el científico chino He Jiankui no esperó y se convirtió en el creador de los primeros bebés modificados genéticamente, el año pasado.
Fue detenido y enjuiciado en China. No podrá volver a ejercer, fue condenado a 3 años de cárcel y a pagar una multa de unos 380.000 euros (casi 1.400 millones de pesos) a finales de diciembre, pero la sanción no es garantía para detener este tipo de acciones ilegales sobre la vida humana, según expertos.
Primero, porque He Jiankui nunca se arrepintió de su acción; al contrario, se sintió orgulloso y, con videos en YouTube, hizo público que las gemelas, Lulú y Nana, habían nacido como los primeros bebés modificados genéticamente con la técnica del Crispr.
Segundo, porque el Convenio de Oviedo del 4 de abril de 1997, que declaró ilegales este tipo de experimentos, solo ha sido firmado por 28 países, y las naciones que no lo han signado tampoco cuentan con una legislación específica al respecto, según informes de la prensa científica.
Además, el método Crispr de modificación genética, se ha empleado –también sin reglamentación– en otros campos. Ya se extendió un gen modificado a una población de insectos, y, aunque podría eventualmente eliminar la malaria, preocupa a los ecólogos. Asimismo, eliminó 62 virus del cerdo para hacerlo más seguro como proveedor de órganos para los humanos.
Por eso es indispensable el debate ético, jurídico, social y democrático del que habla la doctora Doudna.
La manipulación excesiva o equivocada de los avances de la ciencia y la tecnología podría afectar negativamente el rumbo del planeta y de nuestra especie si no se cuenta con los mecanismos efectivos de protección que garanticen el bien común, reiteran a EL TIEMPO expertos y científicos.
La edición genética es, por lo tanto, “el gran compromiso ético para el siglo XXI”, afirman investigadores colombianos en una nota sobre el tema en la revista digital Discover Medicine.

La Policía (en China) tiene todo el poder para rastrear, escanear, espiar la vida y seguir cada paso de cada ciudadano, ofreciendo al mundo un modelo para establecer un Estado totalitario digital

Los otros visionarios

Tal vez por todo lo anterior y por la gran cantidad de cambios y revoluciones que se pronostican en todos los aspectos para este siglo, se recuerda hoy a los visionarios de otras épocas, cuyas predicciones no atemorizaron tanto y sobreviven en nuestro cotidiano.
El francés Julio Verne, por ejemplo, predijo en obras como 20.000 leguas de viaje submarino y De la Tierra a la Luna, en el siglo XIX, cosas que solo existieron décadas después, como los submarinos y las armas eléctricas, los trajes para buceo, los viajes espaciales, el módulo lunar o las esteras eléctricas que existen hoy en los aeropuertos, entre muchas otras invenciones.
En los años 30 del siglo XX, el británico Aldous Huxley se anticipó en Un mundo feliz, de 1932, a la transformación de la sociedad que empezamos a padecer bajo la creciente dictadura de la tecnología. Anticipó el desarrollo de una tecnología destructiva, cultivos humanos, manejo de emociones por medio de drogas y muchos otros desarrollos.
La BBC dice, en un artículo respecto a Un mundo feliz, de Huxley, que en la sociedad que él creó “el descontento fue sofocado por la publicidad, la medicación, el sexo y el entretenimiento, algo que suena familiar, tanto que es difícil creer que hubiera sido escrita en 1932” y no en este siglo.
Su compatriota George Orwell, con su 1984, escrito en 1949, reforzó las predicciones de Huxley con la existencia de ese “gran hermano” que todo lo sabe y lo vigila, anticipándose a la creciente sistematización y vigilancia de nuestras vidas. Hoy, si no estamos en el sistema, no existimos o, a través de este, todos podemos ser interceptados, vigilados, monitoreados, resucitados o hasta borrados para siempre del mapa de la vida, aunque sigamos existiendo.
Además, el “gran hermano” es hoy un hecho en China. The New York Times denunció en diciembre que existe allí una poderosa red de espionaje contra sus 1.400 millones de habitantes. La policía tiene todo el poder para rastrear, escanear, espiar la vida y seguir cada paso de cada ciudadano, ofreciendo al mundo “un modelo para establecer un Estado totalitario digital”, escribieron los periodistas Paul Mozur y Aaron Krolik.
Alvin Toffler, con El shock del futuro, de 1970, y La tercera ola, de 1979, por su parte, se anticipó al internet y la televisión por cable. Predijo la clonación, la disolución de la familia nuclear y también anunció que una economía basada en el conocimiento eclipsaría la era postindustrial y cambiaría el enfoque de la manufactura y la mano de obra hacia la información y los datos.
“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no puedan leer o escribir, sino los que no puedan aprender, reaprender y volver a aprender (...) también veremos muchas más unidades ‘familiares’ que consisten de un solo adulto soltero y uno o más hijos. No todos estos adultos serán mujeres... A medida que la homosexualidad se vuelve más aceptable socialmente, incluso comenzaremos a encontrar familias basadas en el matrimonio homosexual”, escribió Toffler.
Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes de la ciencia y la física moderna, previó, antes de morir en 2018, que la tecnología podría dar el control a los robots, que, a su vez, podrían rediseñarse a sí mismos, y que la humanidad tendría "un margen de mil años antes de autodestruirse a manos de los avances científicos y tecnológicos" pero, como van las cosas, con la creciente destrucción del planeta, otros opinan que no tendremos tanto tiempo. 
GLORIA HELENA REY
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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