En el 2012, la Unesco designó a Bogotá como Ciudad de la Música, convirtiéndola en la primera capital de América Latina en recibir este reconocimiento y situándola al mismo nivel de ciudades musicales como Nashville, Austin, Londres o Ámsterdam.
Sin embargo, en los últimos dos años, algunos espacios culturales en los que se realizaban conciertos y donde nacieron varias bandas, se vieron obligados a cerrar definitivamente porque su uso del suelo iba en contravía de lo establecido por el Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
Uno de los cierres que desató mayor polémica, en septiembre del 2016, fue el de Latora 4Brazos, referente de la escena alternativa bogotana, ubicado en la carrera 8 con calle 40B (Chapinero). Posteriormente, han cerrado sus puertas Ácido Bar y el Teatro Metropol, y algunos ya han tenido señales de alerta, como Latino Power y Asilo.
Luis Felipe Ríos, copropietario de Latora 4Brazos, criticó que el POT haya clasificado a esta zona como exclusivamente residencial “sin tener en cuenta que allí mismo funcionan dos universidades, una EPS y varios restaurantes”, comentó.
“Chapinero es un barrio tradicionalmente musical, de bares nocturnos. ¿Qué esperan que pase? ¿Que todos se concentren en la calle 85, con arriendos que no bajan de 10 millones de pesos? Nos vanagloriamos de ser un país musical, pero no hay semilleros”, afirmó.
El Teatro Metropol, por su parte, fue clausurado en enero de este año como sala de conciertos. En su lugar abrió una iglesia cristiana.
Según lo establecido en el POT vigente, todas las edificaciones de la ciudad deben ceñirse a los usos del suelo correspondientes a la zona en la que se encuentran (dotacional, industrial, comercial, de servicios y vivienda). Cada uno tiene diferentes categorías, dependiendo de su magnitud e impacto.
La Alcaldía Mayor de Bogotá le explicó a EL TIEMPO que “las actividades de venta y consumo de licor se encuentran categorizadas como un servicio de alto impacto de diversión y esparcimiento dentro de los usos del suelo”. Por ello, el uso de los espacios culturales que expenden licor es clasificado como de alto impacto.
Es el caso de Ácido Bar, creado hace 24 años en la Zona Rosa, que alcanzó a presentar más de 1.500 bandas de rock. “La Secretaría Distrital de Planeación nos dijo que incumplíamos normas de uso. Ellos aducen que con el nuevo POT solo podemos ser un restaurante”, sostuvo Wimmar Roa, dueño del sitio.
Para Roa, “las grandes multinacionales y el dinero deciden el manejo de la tierra. Tengo entendido que donde nosotros estamos quieren hacer un centro comercial”.
Expertos han señalado la importancia de proteger estos espacios culturales:
“Berlín ha desarrollado un sistema para ver cuáles son esos espacios en los que se vende alcohol y se hace música, y que vale la pena proteger. A estas salas se les cuidó y se tomaron medidas para que las inmobiliarias que arrienden o vendan inmuebles en el sector le avisen primero al comprador que ahí está ese espacio cultural porque es de interés para la ciudad”, dijo el español Jordi Puy, director de la consultora internacional Sound Diplomacy, en la Cumbre Mundial de Alcaldes, que se realizó en Bogotá el año pasado.
Andreina Seijas, investigadora de estrategias para la vida nocturna en las ciudades, recalcó que “hay que parar y preguntarnos hacia dónde queremos que vaya la ciudad y qué se está haciendo en gestión nocturna para apoyar a las industrias musicales. Si no tenemos establecimientos de música en vivo, es muy difícil generar una cultura musical”.
DANIEL TORRES Y
SANTIAGO CEMBRANO
Cultura y Entretenimiento