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Música y Libros

Los 95 años con la Sonora Matancera

De izq. a der., Nelson Pinedo (segundo), Celio González Daniel Santos; Rogelio Martínez, director, y Alberto Beltrán, figuras de la Sonora.

De izq. a der., Nelson Pinedo (segundo), Celio González Daniel Santos; Rogelio Martínez, director, y Alberto Beltrán, figuras de la Sonora.

Foto:Archivo de Umberto Valverde

La agrupación cubana –según Guinness, la más antigua del planeta– fue fundada en Matanzas, Cuba.

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En plena actividad en Las Vegas, Nevada (Estados Unidos), la Sonora Matancera está celebrando este año su 95.º aniversario de existencia y sigue tan campante. Cuando se pensaba que iba a desaparecer, a raíz del fallecimiento de su director Rogelio Martínez en el año 2001, sus herederos resolvieron continuar con ella, y escogieron la ciudad que nunca duerme como su sede permanente.
Según Guinness, es la orquesta más antigua del planeta, y la que congregó el mayor número de asistentes a un concierto, que se celebró a cielo abierto, en Santa Cruz de Tenerife en 1987. La Sonora Matancera constituye un caso único de vigencia musical en el mundo, según el criterio de historiadores como Héctor Ramírez Bedoya, José Portaccio Fontalvo y el novelista Umberto Valverde. Ellos recogen en sus obras la trayectoria de este elenco de solo nueve integrantes, que se convirtió en un ícono de la cultura popular sin fecha de vencimiento a la vista.
Según ellos, se fundó el 12 de enero de 1924, en Matanzas (Cuba), por iniciativa de Valentín Cané, que tocaba el tres, en la propia sala de su casa, con el nombre de Tuna Liberal.
En 1927, la agrupación viajó a La Habana, con dos cantantes más, Carlos Díaz Caíto y Rogelio Martínez, pescador y cocinero de profesión, respectivamente. Allí, debutaron en el teatro Alhambra y grabaron sus primeros acetatos en 78 r. p. m. con la RCA Víctor. En 1929 ingresó José Rosario Chávez ‘Manteca’ por Manuel Sánchez, ‘Jimagua’ (timbalitos). En 1935, Calixto Leicea reemplazó a Ismael Goberna. En 1937, Miguel Ángel Furias, ‘Yiyo’, se hizo cargo de la tumbadora.
Bienvenido Granda se vinculó a sus filas en 1942, para convertirse en el crooner de planta de la orquesta y en el cantante que más grabó con ella, y, en 1944, se completó esta nómina fantástica con la llegada de Lino Frías, en el piano, y Pedro Knight, en la segunda trompeta.

La llegada de Daniel

Sus sucesos más memorables en esa época fueron: el providencial encuentro con Daniel Santos, que les trajo la prosperidad económica en 1948, que les significó ganar en una semana lo que antes recibían en seis meses.
“La Sonora era un conjunto musical con un estilo distinto, pero le faltaba un cantante que encajara con su música”, le confesó el ‘Inquieto Anacobero’ a Umberto Valverde, en una entrevista, que recogió en su libro La memoria de la Sonora Matancera (1997).
Y, por último, llegó la inigualable Celia Cruz en 1950, la guarachera de Cuba, la de mostrar tanto en la isla como en el exterior, responsable de sus más altos índices de ventas con títulos como Burundanga, Juancito Trucupey, El yerbero moderno y el bolero Tu voz, entre tantos otros.
Pero mientras sus integrantes poco fueron objeto de cambios, al menos durante su estadía en la isla, los vocalistas que pasaron por allí sí que constituyeron una multitud, desde los más encopetados hasta los más humildes, llevando de por vida ese gran honor. “Cantar con la Sonora Matancera o siquiera grabar un tema con ella era el pasaporte que le daba vía libre al mundo de la farándula”, acota Portaccio en su libro Ochenta años de la Sonora Matancera (2004).
Desde los inmortales Daniel Santos, Bienvenido Granda, Celia Cruz y Nelson Pinedo, entre otros, que grabaron decenas de discos, hasta los que tan solo pudieron grabar uno o dos, como fueron ‘Chito’ Galindo y nuestra compatriota Gladys Julio, estuvieron igualmente orgullosos por el resto de sus vidas. Los especialistas coinciden en una cifra cercana a 62 los cantantes que pasaron por la Sonora.
Héctor Ramírez Bedoya, uno de los más entendidos en la materia, en su Historia de la Sonora Matancera y sus estrellas (1996), disiente en ese punto, pues distingue entre los que grabaron y los que simplemente fueron acompañados en presentaciones: 47 que pasaron por el estudio de grabación, de los cuales 11 fueron mujeres, 26 cubanos, 11 puertorriqueños, 2 colombianos, 2 argentinos, 2 mexicanos, una haitiana, un venezolano, un uruguayo y un nicaragüense. Para un total de 1.063 grabaciones, 380 de ellas, boleros.
Celia, con Umberto Valverde, autor de ‘La memoria de la Sonora Matancera’ (1997) y ‘Celia Reina Rumba’.

Celia, con Umberto Valverde, autor de ‘La memoria de la Sonora Matancera’ (1997) y ‘Celia Reina Rumba’.

Foto:Archivo de Umberto Valverde

Razones de su larga vida

Son varios los argumentos que se esgrimen para explicar su prolongada vigencia en el gusto popular. Coinciden en la figura de su director, Rogelio Martínez, motor de esta organización, quien con pulso férreo la llevó al sitio de honor que ocupa. Y a un sexto sentido que poseía, de saberles escoger los temas a los cantantes, según la tesitura de sus voces.
Al ser indagado Nelson Pinedo por Umberto Valverde sobre el tema, explicó: “Porque manejar a cubanos, que de por sí son irreverentes y te tutean desde el saludo, es muy complicado”.
También contribuyeron un mago de la consola, Medardo Montero, que inventó técnicas nuevas de grabación; el arreglista Severino Ramos, cuyas fórmulas musicales jamás repetía en cada partitura y que adaptaba a la personalidad de cada vocalista y, por último, a un valor agregado que no tiene precio: la fidelidad a toda prueba de sus integrantes, que no fueron cambiados al menos durante el tiempo de su permanencia en la isla. Por esos motivos impuso un formato único: el formato de la Sonora, que rápidamente hizo escuela.
En ella abrevaron varias generaciones de músicos. Y fue así como el formato fue copiado en muchas latitudes.
Como en un acto de magia, comenzaron a brotar por doquier la Sonora Mexicana, la Sonora Malecón, en Puerto Rico. En Venezuela, la Sonora Caracas. En Colombia, la Sonora Tropical, de Juancho Esquivel; la Sonora del Caribe, de César Pompeyo; la Sonora Silver, de Lucho Bermúdez, y la Sonora Antillana, de Edmundo Arias.
Con la particularidad de que todas ellas pudieron grabar al menos un disco de larga duración. En el caso de Colombia, acompañadas por el recién llegado Bienvenido Granda.
Por último, no podemos dejar de mencionar a la Sonora de Lucho Macedo en Perú, que resultó ser la más exitosa de todas.
Con el ascenso de Fidel Castro al poder, en 1959, por desavenencias con el régimen, la Sonora viajó a México el 15 de junio de 1960, para no retornar jamás. Este hecho partió en dos la historia de la agrupación.
Dejaron atrás los apegos del terruño y su zona de confort, y se enfrentaron por primera vez a los desafíos del extranjero, donde no eran escuchados con los oídos del distante ayer, pues parecía que el sonido no era el mismo, inconfundible, que habían conseguido en los estudios de grabación de Radio Progreso.
En el país azteca ya no contaron con el percusionista Simón Domingo Esquijarroza, ‘Minino’, que regresó intempestivamente a la isla, dejando los timbalitos bajo el cuidado de Manuel Muñoz, ‘Papaíto’, hasta cuando el grupo se radicó definitivamente en Estados Unidos, en 1962.
En 1965 se fueron Celia Cruz y Celio González, y un año más tarde finalizó el contrato con la Seeco, que los llevó a crear su propio sello, MRVA, con otra nómina de cantantes que trajeron un nuevo aire al conjunto. Con la salida a regañadientes de la insustituible Celia Cruz, se vinculó por primera vez, a un ramillete inusitado de vocalistas femeninas, representado por Linda Léida, la colombiana Gladys Julio y la soprano Kary Infante. En 1967 se retiró Pedro Knight y fue reemplazado por el dominicano Emilio Aracena ‘Chiripa’, que siguió hasta 1971.
La agrupación se fue alejando definidamente de sus derroteros iniciales y ya no tuvo el sonido primigenio. En 1971 ingresó Eladio Peguero, ‘Yayo el indio’, como cantante de planta.
En 1976 se retiró su pianista insigne Lino Frías, aquejado por la artritis, y fue sustituido por Javier Vásquez, hijo del fundador Pablo Vásquez, ‘Bubú’, y tuvieron la oportunidad de pasarse a la nueva tecnología del piano y el bajo electrónicos.
En las trompetas, los cambios son numerosos, que vinieron a detenerse con la inclusión de Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros, que permaneció hasta 1980, cuando llegó a suplirlo el dominicano Héctor el ‘Bomberito’ Zarzuela, que a su vez fue relevado por Félix el ‘Junior’ Vega.
En ese año se fue uno de los grandes, Ángel Alfonso Furias, ‘Yiyo’, y la tumbadora quedó a cargo de Alberto Valdés. En 1990 falleció el icónico ‘Caíto’, y se vinculó en su lugar Fernando Lavoy, quien murió trágicamente dos años después.
Puede decirse que la Sonora pensó mucho su paso a la salsa, en ese afán de exprimir su formato hasta el agotamiento. Tan solo en 1981, de la mano de La Fania, cuando Johnny Pacheco, su admirador de toda la vida y quien había confesado su inmensa deuda con ella, al momento de fundar su conjunto, la invitó a grabar un álbum para su sello Bárbaro, con los arreglos de Javier Vásquez, acompañados de la voz de su paisano, el matancero Justo Betancur, grabación con la que rompió amarras con el pasado e ingresó en los campos de la triunfante salsa, con un éxito espectacular en las ventas.
En 1984, el elenco volvió a grabar con la voz del boricua Ismael Miranda. Hasta cuando, en 1993, decidieron grabar su última producción con el nombre De Nuevo México, para despedirse por la puerta grande, con corte de rabo y oreja, con ‘Yayo el indio’ como solista.
El resultado fue un gran trabajo, producido nada menos que por la filial latina de la Warner Brothers, en el que, por fin, un estadounidense tocó con la Sonora, el trompetista Ken Fradley.
El 13 de mayo del 2001, al fallecer Rogelio Martínez, se pensó que la agrupación desaparecería, pero Rogelio Martínez júnior decidió continuar, con Javier Vásquez como director. Fue cuando radicaron su sede en Las Vegas, Nevada, para irradiar desde allí su música hacia todo el mundo.
En 2009, la Sonora Matancera grabó su último álbum con el vocalista puertorriqueño Darío Rosado con el sugestivo título de Hay Sonora Pa’Rato, que intentó darles un parte de tranquilidad a todos sus seguidores.
HUMBERTO VÉLEZ COLORADO
Investigador cultural sucreño
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