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Música y Libros

‘La gente está pateando el tablero’: Julia Navarro

Al empezar a escribir un libro, Navarro no se limita en el número de páginas.

Al empezar a escribir un libro, Navarro no se limita en el número de páginas.

Foto:Cortesía Penguin Random House

La escritora española habla de su más reciente novela, 'De ninguna parte', sobre el desarraigo.

¿Quiénes serán los mártires? ¿Quiénes serán los héroes? La respuesta a ambas preguntas se podría encontrar en los claroscuros de quién pregunta y de quién responde. Porque, además, según la versión de la historia, la respuesta podría ser: “ninguno de los dos, ambos son criminales”. Preguntas que la escritora y periodista española Julia Navarro se hace y que para encontrarles respuesta se hunde entre las raíces de la naturaleza humana. Y le suma: ¿por qué suceden las cosas? ¿Por qué un joven que sueña con ser ingeniero se convierte en un terrorista desalmado? ¿Por qué un joven militar judío termina entrando en una casa y mata a una familia?
Esas preguntas rondan su más reciente libro 'De ninguna parte', que se une a otros como 'La hermandad de la sábana santa'; 'La biblia de barro'; 'Dime quién soy'; 'Dispara, yo ya estoy muerto'. Navarro visitó semanas atrás Bogotá y EL TIEMPO conversó con ella.
De ninguna parte es un viaje a los confines de la conciencia de dos jóvenes cuyas vidas se cruzan en un campo de refugiados en el sur del Líbano, y que se encontrarán años después bajo el humo de los atentados terroristas en Europa.

Escribo las historias que quiero escribir; historias de personajes, en las que intento indagar sobre la condición humana

Usted ha dicho en algunas ocasiones que escribe para la gente. ¿A qué se refiere?
No es que piense en los lectores cuando escribo. Si fuera así, seguramente caería en la tentación de plantearme qué les puede gustar, y si me hiciera ese planteamiento no estaría siendo honrada ni con ellos ni conmigo. Escribo las historias que quiero escribir; historias de personajes, en las que intento indagar sobre la condición humana. Historias de lugares a los que viajo, a esas partes recónditas que tenemos todos dentro, pero no pienso en si les gustará o no a los lectores ni si esta historia tendrá éxito. Me estaría traicionando.
¿Cómo fue el proceso para escribir 'De ninguna parte'?
Bueno, yo llevo muchos años siguiendo con mucha preocupación el desencuentro entre Oriente y Occidente. En Colombia no lo viven como nosotros lo vivimos, por condiciones geográficas. Me preocupa ese desencuentro. Creo que tenemos que encontrar un remedio y que la mejor manera es mirarlo de frente y no negar que el desencuentro existe.
¿Por qué existe ese desencuentro?
Es un desencuentro en el que las diferencias no son culturales, me niego a creer que hay una guerra de culturas. Creo que hay costumbres y valores distintos y que cuando las personas emigran se produce ese desencuentro, ese choque de dos maneras distintas de vivir. Dos maneras distintas de tener los códigos vitales que todos tenemos y que son fruto de la educación, de la tradición, de tantas cosas. Ese choque produce muchas veces un auténtico desarraigo para las personas que vienen a vivir entre nosotros. Personas que se sienten extrañas en la sociedad a la que han ido y los que los acogen también los sienten extraños. Es ahí cuando se produce el desencuentro que lleva a que los que llegan se sientan de ninguna parte. Ya no son del lugar que dejaron y tampoco son del lugar al que llegan.
En este momento estamos viendo la tragedia de la guerra de Ucrania...
Con miles de personas que han tenido que dejar sus casas, dejarlo todo para huir de la guerra. Pero hay un comportamiento distinto por parte de Europa respecto a los refugiados ucranianos en comparación con los sirios, los iraquíes, los sirios, los libios. Hay una actitud distinta porque los refugiados ucranianos pertenecen al mismo ámbito cultural que nosotros. Sí, hablamos idiomas distintos, pero la raíz cultural es la misma. El choque es menor. Pero con personas que vienen de otros países con costumbres distintas y otra escala de valores, el desencuentro es mayor.
¿Juega un papel la religión?
Es que la religión es una parte importante en la historia de la humanidad. Puedes ser o no creyente, pero la religión ha sido fundamental en la historia de la humanidad. Desde que el ser humano tiene conciencia se hace la pregunta de qué sentido tiene la vida, y siempre ha buscado explicaciones a su existencia. Esas creencias han modelado también la forma de ser de los países. Pero que la religión es un elemento que divide, pues sí.
En su libro habla sobre los que no se arraigan...
Hay muchos tipos de inmigrantes. El problema de tener que irte de tu país es que lo haces porque huyes de la guerra, de la miseria, de la violencia. Es verdad que entre los inmigrantes algunos tienen suerte, tienen una gran cualidad que hace que cuando lleguen a un país les sea más fácil ser bien recibidos, pero yo creo que al problema de los migrantes se une otra discriminación que es la pobreza.
En Colombia hay un fenómeno de inmigración enorme de venezolanos, y pese a que somos un pueblo hermano, acá se está viendo un rechazo y una xenofobia impresionante.
¿Qué les pasaría a los colombianos o a cualquiera de nosotros si tuviéramos que marcharnos de nuestro país? Intentaríamos llegar a algún sitio donde podamos trabajar. Por ejemplo, España tiene una deuda impagable con América Latina: durante nuestra Guerra Civil, fueron muchos los españoles que crearon sus casas en América Latina. Esos españoles que salieron no lo hacían por voluntad propia, lo hacían por un problema de supervivencia. Tuvimos la inmensa suerte de que fuimos acogidos con una gran generosidad por América Latina. Debemos siempre ponernos en la piel de los otros. Pensemos en esas personas que no se han ido de su país porque sí, se han ido huyendo de una situación de violencia, de miseria, de persecución política y que llegan a otro país, que aunque sea país hermano, aunque tenga muchas cosas en común, al final y al cabo a empezar desde cero. Ese sentimiento de que nos van a quitar, no, no. Vienen es a sobrevivir.
Ahora que habla de ponerse en los pies de otros, habla de un ejercicio de empatía. ¿Nos falta empatía?
Vivimos en sociedades muy individualistas. La gente tiene muchos problemas para encontrar trabajo, para subsistir, para poder pagar el colegio, para tener acceso a sanidad. Todos esos problemas hacen que en el mundo estén floreciendo las opciones más populistas. Hay una nueva política. La gente le está dando una patada al tablero porque los partidos tradicionales no han sido capaces de buscar respuestas para los problemas de la sociedad de hoy, se han quedado anclados en el pasado y no han sido capaces de dar respuestas a los problemas del presente y eso está haciendo que en muchísimos países los movimientos populistas de derechas y de izquierdas están teniendo un auge enorme. Porque la gente necesita que se solucionen sus problemas de supervivencia.

Yo creo que el odio se cura con cultura y educación. Son las que te dan las herramientas para mirar la realidad de otra manera

El nacionalismo está en auge...
El nacionalismo es un sentimiento muy peligroso porque deshumanizas al otro, al diferente, y crees que tienes unos derechos y el otro no. Pero lo que hay que entender es que el otro es un ser humano como tú. No hay que culpar a los pueblos. Hay una tendencia, especialmente por parte de ciertas élites intelectuales, de decir que los que votan por esos nacionalismos están en los pueblos. Pero es que es el voto del enfado, de la desesperación, de decir: usted no me resuelve nada, y por eso patean el tablero a ver qué pasa.
Hay un resentimiento...
Sí, por parte de la gente que llega. Porque no se sienten bien acogidos, sienten que no son de ese lugar. Y por parte de quienes los acogen hay ese sentimiento de: tú no eres como nosotros. Muchas veces me he preguntado, cuando veo en televisión a los jóvenes en los barrios periféricos de París que salen a quemarlo todo, a destruir todo... La tentación es pensar que es una cuestión de orden público, pero siempre he pensado que es un problema más profundo, que es el problema del desarraigo. Son jóvenes que dicen: yo nací acá, pero no soy de acá. Tú no me miras como si fuera de acá porque mi familia vino de otro lugar. Sus costumbres son otras. Esos jóvenes viven a caballo entre dos mundos. Y eso es muy complicado. Gestionar eso cuando eres joven es muy complicado.
Qué difícil curar el odio...
Yo creo que el odio se cura con cultura y educación. Son las que te dan las herramientas para mirar la realidad de otra manera.
En el libro están Abir y Jacob enfrentados, Abir termina convirtiéndose en victimario...
Mira, yo creo que las circunstancias nos marcan, sin duda. No es lo mismo nacer en Bogotá que en una aldea de Burkina Faso. Pero hay personas que en las mismas circunstancias no se convierten en terroristas; por lo tanto, la última palabra la tenemos nosotros. Creo en la libertad del ser humano. La libertad para elegir. Lo que intento es explicarme por qué suceden las cosas. Por qué Abir termina siendo un terrorista, por qué un chico que sueña con ser ingeniero termina siendo un monstruo. Intento explicar cómo se produce ese proceso, pero no justificar que él se convierta en terrorista, porque la decisión es suya. Podía haber tomado otro camino. No todos los chicos a los que les asesinan sus familias terminan convirtiéndose en desalmados. Estaríamos condenados por las circunstancias. Pesan, claro, pero creo que nosotros tenemos la última palabra.
¿Cómo fue el proceso de investigar para perfilar tan bien a los personajes?
Leyendo lo que viene contando la prensa en los últimos años. Es decir, por ejemplo, ahora estaba siguiendo con muchísima atención las crónicas de Emmanuel Carrère sobre los juicios de los autores del atentado de Bataclán. Los testimonios, las cosas que cuentan los autores, más la investigación... Todo eso se viene publicando en las últimas décadas cada vez que hay un atentado en Europa. Al final se reconstruye, se les detiene, se cuenta. Y seguir todo eso es muy interesante porque te das cuenta de que hay un patrón. Hay algo que me produce profunda irritación y es que los que manejan los hilos nunca son los que se ponen el cinturón bomba y explotan. Se aprovechan de las circunstancias de personas que se sienten desarraigadas, que se sienten de ninguna parte para manipularlas y utilizarlas. Los que idean esas cosas nunca se ponen el cinturón.
Jacob me recuerda a algo que pasó en Colombia, y es que un grupo de militares aceptaron haber asesinado personas inocentes, los mal llamados ‘falsos positivos’.
Creo que no se pueden hacer paralelismos entre el conflicto de Oriente Medio y el de aquí. Jacob es un soldado que en la acción militar en la que él participa están buscando a un terrorista, que es un jefe de la yihab que se refugia en la casa de unos libaneses. Lo que tiene Jacob es su propia historia, su propia peripecia en la que se plantea a sí mismo qué es ser judío. Que se plantea: por qué tengo enemigos que no he elegido, por qué me tengo que enfrentar a un chico que tiene más o menos mi misma edad. Por qué tenemos que ser enemigos. Que se cuestiona cuál es el límite para defender la existencia de su país. Es una persona que se hace planteamientos morales, que arrastra detrás de si toda la tragedia del pueblo judío, el pueblo que echan de todas partes. Él se pregunta: qué hemos hecho, por qué somos ese pueblo errante. No creo que corresponda hacer un paralelismo.
Lo planteo más desde el punto de vista del soldado que cumple órdenes...
Es que él no es un soldado. La diferencia entre el ejército de Israel y los ejércitos de otros países es que el de Israel es más de la gente, no es un ejército profesional. Es más de la gente. Es otra cosa.
Pero hay una orden detrás de ‘vaya y dispare a ese lugar’, y lo hace y mata a una familia...
Él está buscando un terrorista, él no está diciendo que llega a cargarse a unos y ya está. Ellos hacen una operación contra un terrorista.
El terrorismo es un eje en el libro, y el terrorismo genera miedo. ¿Cómo enfrentar el miedo?
Es un proceso entre individual y colectivo. Pero no lo sé, no tengo respuesta. Es muy difícil superar el miedo. Más cuando una sociedad ha vivido con miedo tanto tiempo. En España le hemos tenido miedo a Eta. ¿Y cómo se supera eso?
SIMÓN GRANJA MATIAS
REDACCIÓN DOMINGO
@simongrma

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