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Música y Libros

Había una vez unos libros vestidos de cuero, oro, marfil y piedras preciosas

Exposición ‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’.

Exposición ‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’.

Foto:César Melgarejo/ EL TIEMPO

La Biblioteca Nacional de Colombia presenta una exposición con verdaderos tesoros bibliográficos.

carlos restrepo
Muchas veces pensamos en los libros por su contenido y pocas veces reparamos en su ‘vestido físico’ (tamaño, tipo de hojas, tapas y guardas con las que fue elaborado). Y eso no está mal. Al pensar en un libro, lo primero que recordamos con alegría y nostalgia, por ejemplo, es la fascinante epopeya de la familia Buendía de ‘Cien años de soledad’, los portentos del Génesis en la ‘Biblia’, o las increíbles aventuras de Harry Potter y sus amigos del colegio de Hogwarts.
La modernidad ha llegado con la simplificación de muchos procesos que han democratizado la vida y la han hecho más amable. Tal vez uno de los más palpables sea el acto de leer y el acceso al libro.
Hay que recordar que hasta antes de la aparición de la imprenta, leer era un ‘lujo’ reservado para unos pocos, en particular para las altas esferas del poder político, económico y religioso. Muchos de los libros eran escritos y encuadernados a mano, casi como objetos únicos de valor artístico. Algo que le imprimía un cierto halo de veneración, y que hoy puede pasar desapercibido.
Pero hubo un momento de la historia de los libros en la que contaron con verdaderos “sastres de alta costura”, que les confeccionaron trajes de gala a su medida.
¡Y qué trajes! Valga decir que muchos libros ‘se vestían’ de marfil, de hermosos repujados en cuero remarcado con formas cubiertas de dorado e incrustaciones de plata y piedras preciosas. En especial los textos religiosos que hoy pueden estar en colecciones valiosas como las de la biblioteca del Vaticano.
Precisamente, para recuperar el valor de ese oficio centenario, la Biblioteca Nacional de Colombia (BNC) alberga en su hermoso edificio deco la exposición temporal ‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’, que también incluye un catálogo virtual de reliquias bibliográficas, que alguna vez llegaron al país.
La muestra es una oportunidad para darle un vistazo a un oficio artesanal y a los tipos de encuadernación que prácticamente dicen “adiós” en plena era digital, donde hoy con solo un dedo sobre la pantalla de un dispositivo electrónico pasamos páginas e imágenes intangibles.
Al frente de la curaduría estuvieron dos expertos en el tema: el español Antonio Carpallo Bautista, investigador en catalogación y encuadernación en la Universidad Complutense de Madrid (España), y María Helena Vargas Mejía, investigadora del Grupo de Conservaciones de la BNC.
“Para los que nos gustan los libros esta muestra es algo emocionante, porque normalmente uno ve el libro por dentro. Pero para llegar al libro adentro, primero hay que verlo de fuera”, anota el profesor madrileño.
A su turno, la investigadora Vargas explica que estas encuadernaciones antiguas pueden parecernas extrañas hoy, “por sus mensajes codificados, pero esto mismo hace que sean valiosos culturalmente, por lo que para comprender lo que transmiten debemos reflexionar primero sobre el contexto de por qué, para qué y para quiénes fueron hechos”.
Y la verdad es que el propio Carpallo se declara sorprendido de los tesoros bibliográficos que encontró en la Biblioteca Nacional. Libros que llegaron a través de las comunidades religiosas que se establecieron en América o de importantes coleccionistas cuyos fondos, luego, fueron donados o adquiridos por esta entidad.
La muestra ofrece una cuidadosa selección de encuadernaciones artísticas únicas desde el siglo XVI hasta el XX.
“Tenemos en la exposición libros con encuadernaciones mudéjares y renacentistas del siglo XVI y XVII, pasando por barrocas, rococó, románticas y neoclásicas, hasta industriales del siglo XIX, por mencionar algunos estilos. Sus formas decorativas y estructuras nos hablan del desarrollo técnico que se había logrado en cada momento, reflejando tendencias, gustos y aversiones estéticas”, anota Vargas.
“Son muy importantes. Varias de esas encuadernaciones han llegado a la Biblioteca Nacional por las desamortizaciones, pues eran libros que estaban en los conventos que llegaron a bibliotecas patrimoniales de universidades públicas”, explica Carpallo.
‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’.

‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’.

Foto:César Melgarejo/ EL TIEMPO

Viaje al siglo II

El investigador de la Complutense explica que el concepto de encuadernación se remonta a algunos vestigios que reposan en el Museo de El Cairo y a otros, como las denominadas encuadernaciones coptas del siglo IV.
“Digamos esas son las que podemos tocar. Pero sabemos que el libro con el formato códice data del siglo II d.C. Al aparecer la idea del libro se hizo necesario conservarlo. Y para ello se le proporcionaron unas tapas que luego se pudieron decorar”, anota el investigador. Explica que estas fueron las denominadas encuadernaciones artísticas, que se trataban al mismo nivel de una obra de arte, como un cuadro o una escultura. Ejemplos de ellas reposan hoy en importantes museos de Londres o en el Louvre de París.
“Llegaron a ser muy importantes desde el surgimiento del libro como lo conocemos hoy, puesto que su valor no estaba dado solo en el coste y dificultad de producirlos, sino por el valor simbólico que tenían”, anota, a su turno, Vargas.
Carpallo comenta que todo era factible de ser encuadernado. “No hay una relación entre el encuadernado y el contenido. Por ejemplo, un príncipe o a un infante, desde pequeñito, le enseñaban a leer y escribir. Y se le compraban libros de matemáticas, astronomía, lengua. Y esos libros se encuadernaban para el infante con su marca de propiedad y sus tapas. Qué la madre de la reina quiere leer literatura o rezar, pues se le preparaban sus libros de literatura o de oración. Cualquier libro podía llevar una encuadernación artística”.
Sin embargo, fue gracias a los textos religiosos donde el oficio se perfeccionó, como lo explica la conservacionista María Helena Vargas, por “su representación sagrada para la sociedad”.
La encuadernaciñon era parte de las actividades de los monjes en los monasterios, de allí que ellos fueran los primeros artífices reconocidos. Y esta muestra de la Biblioteca Nacional remite al visitante a ese maravilloso universo creado por el genial escritor italiano Umberto Eco para su novela ‘El nombre de la rosa’, que hizo popular el valor de este oficio.
Vargas explica que los monjes se esmeraban “en dejar consignado en letras e imágenes este mensaje de manera duradera, otorgando a las encuadernaciones llamativas, ricas y suntuosas, un sentido simbólico como muestra del gran valor de lo escrito y sagrado del objeto, usando materiales como el oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas y aplicando técnicas como el cincelado o la talla”.
Era, como complementa el profesor Antonio Carpallo, una refinada cadena de producción manual y artística. “Por ejemplo, en los monasterios habían unas personas que eran las que preparaban los pergaminos. Otras preparaban las pieles, otros hacían las iluminaciones, otros los textos y otros las encuadernaciones”, anota.
‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’.

‘Hierros y motivos: encuadernaciones artísticas’.

Foto:César Melgarejo/ EL TIEMPO

Tipos de encuadernación

La exposición es una muestra de la variedad de estilos, según los motivos decorativos que retoman formas arquitectónicas, vegetales, animales fantásticos, leones, liebres corriendo o figuras humanas de cuerpo entero, y son estampados de acuerdo con el desarrollo tecnológico del momento. Y por ello dan cuenta de la variedad de épocas que nos legaron libros.
María Helena Vargas resalta que las técnicas decorativas de las encuadernaciones más antiguas de la muestra, que son mudéjares y renacentistas, eran principalmente por estezado y gofrado. “Es decir, llevan una decoración donde la piel deja ver las figuras gracias al relieve y las tonalidades dejadas en el cuero por efecto de la presión o del calor del instrumento que llevaba la forma que se deseaba estampar. También se doraban para resaltar y dar vistosidad a las figuras que decorarían las tapas y lomos”, anota.
Las denominadas encuadernaciones mudéjares llevan la estética de la cultura árabe que se arraigó en España.
“Al ser ‘vehículo o contenedor’ de las ideas, los libros fueron trasladados por diversos motivos de un lugar a otro, como cuando se trajeron a América para cumplir su función de adoctrinar y difundir ideas y, por eso, reflejan en ellas la adopción de los distintos lugares por los que trasegaron con el paso del tiempo”, comenta la investigadora de la Biblioteca Nacional.
Durante los períodos barroco y rococó, las encuadernaciones se llenan de decoración con oro, y son encuadernaciones recargadas más detalladas y refinadas en sus acabados. El oficio de encuadernador ya adquiere un valor reconocido dentro de la socidead.
Las decoraciones excesivas dan paso, luego, a técnicas que buscaban también abaratar costos, con la democratización del libro.
“Se crea la encuadernación del estilo neoclásico o se opta por desarrollar otras técnicas decorativas como el jaspeado o la tinción del cuero. Estas técnicas se hacían salpicando las pieles con brochas cargadas de tintes que se dejaban escurrir y por eso se les conoce como pasta española o chorreadas”, explica Vargas.
El investigador español Antonio Carpallo aprovecha para resaltar la diversidad de encuadernaciones que alcanzaron a llegar a Colombia. “Me han sorprendido las encuadernaciones firmadas por encuadernadores españoles. También algunas con guardas de papeles filográficos, hechos con estampación de madera, de papeles alemanes que son dorados, cosas que las puedes encontrar en otras bibliotecas de Europa por la cercanía y lugares de producción y que aquí no eran tan comunes”, comenta.
El mundo avanza y a su paso va dejando atrás rastros de un momento histórico. Y claro, el libro ha sido un testigo más. Por eso, cuando observe hoy esa infinidad de coloridas carátulas comerciales en las vitrinas de las librerías, elaboradas de manera industrial, recuerde que alguna vez comenzaron siendo valiosos objetos artísticos hechos a mano.
“La función de la parte externa del libro hoy bien puede ser, como dice usted, el ‘gancho comercial’. Sin embargo, recordemos el valor de la imagen como medio comunicativo para la sociedad desde tiempo atrás. Ha sido fundamental. Las imágenes se usaron para comunicar antes que las letras. Y, sigue siendo reflejo y expresión de cómo somos, nos sentimos y nos vemos. De allí que cada lugar o sociedad refleje en sus libros cómo se percibe o cómo quiere que lo vean: vanguardista, tradicional, ecléctico, en fin…”, concluye la María Helena Vargas.

Algunas de las curiosidades de las exposición

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Foto:cortesía Biblioteca Nacional de Colombia

Fondo Cuervo 371.

Esta es una encuadernación caracterizada por una de las primeras expertas españolas en el darse a la tarea de clasificar las encuadernaciones - Matilde López Serrano- en 1972. Ella le asigna la denominación de encuadernación de Tipos Populares. Categoría que se da a aquellas encuadernaciones de transición del Renacimiento al barroco, con un elemento típico decorativo, los arcos a modo de tejas de techos de barro. En la encuadernación de la BNC los vemos en las tapas de cabeza y abajo al revés. Se desconoce el nombre de su encuadernador.
Estas encuadernaciones se ven especialmente en las Executorias de hidalguía que son documentos de mayor tamaño decorados con esmero por fuera y por dentro, pues se presentaban para demostrar la afiliación de una persona a una familia para que fuera validado. Pero en el caso de este libro de las colecciones de la BNC no es así. Este es un libro de formato muy pequeño que trata sobre la muerte y carece de un aspecto también generalizado, el uso de dorado. Esta no lo tiene, pero si presentan detalles de un león coronado.
Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Foto:cortesía Biblioteca Nacional de Colombia

Fondo Suárez 174

Esta encuadernación neoclásica del siglo XVIII, es del encuadernador español Gabriel de Sancha (1746-1820). Está hecha con una piel teñida en una técnica llamada pasta valenciana, que tiene estas marcas propias de pinzas que presionan la piel para evitar que el tinte oscuro quede homogéneo. Las guardas son de papel decorado en una técnica llamada marmolado en estilo de plegado español, que se caracteriza por tener estas ondas producidas de forma aleatoria cuando se está decorando el material. Tiene también los cortes del papel pintados de rojo. Esto se usaba desde los libros más antiguos, como una forma de evitar el ataque de insectos, pues se usaban pigmentos que tenían una función repelente.
Los motivos decorativos de la cubierta, nombre que se da a la piel, tela o papel que reviste el libro, son aplicados con instrumentos, llamados generalmente hierros, que se calentaban en una hornilla (ver la imagen del mural) para luego ser presionados sobre una fina capa de dorado, 3 si era un dorador esmerado, derritiéndolo y dejando así la imagen estampada.
Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Foto:cortesía Biblioteca Nacional de Colombia

Fondo Cuervo 1286

Es una encuadernación de estilo retrospectivo de encaje. Las tapas de cartón están recubiertas de pergamino sobre las que se estampó en dorado con una serie de hierros que llevaban fundidos líneas dentadas y motivos vegetales que semejan encajes. De allí su nombre. Y es retrospectivo porque se retoman estilos de siglos anteriores muy llamativos y vistosos para rememorarlos, por el resultado obtenido con el uso del dorado y de las técnicas manuales con alta precisión y destreza. Esta encuadernación es del Siglo XIX elaborada por un encuadernador español muy reconocido por sus calidades artesanales en la elaboración de encuadernaciones y como impresor - Miguel Ginesta de Haro (1820-1878) quien la firmó en el pie (parte inferior) del contracanto de la guarda fija al abrir el libro.
Las guardas son de papel marmolado tipo peines, que se reconocen por las marcas que deja un peine hecho de pines de metal que arrastra y transforma las gotas de tinte dejadas en la tina donde se coloca el papel para decorarlo.
Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Foto:cortesía Biblioteca Nacional de Colombia

Fondo Caro 191

Esta es una encuadernación del movimiento romántico y forma parte del estilo denominado a la catedral, debido a que la imagen grabada central presenta dicha escena arquitectónica, donde se puede apreciar además el trabajo de perspectiva y profundidad que ha realizado el grabador de la plancha de metal fundido, dejando en el centro un espacio en forma de tres círculos superpuestos parcialmente, con el centro vacío, posiblemente para agregar allí algún elemento de un coleccionista.
Las tapas son de cartón están recubierta de piel color verde sobre la que se estampó una plancha gofrada o estampada en seco (con calor dejando su impronta pero sin oro); el lomo está decorado con motivos decorativos sueltos o florones de tipo romántico y las guardas (primeras hojas al abrir el libro) fueron decoradas de un papel en técnica de marmolado, o de baño en tina, al modelo Shell o concha que se caracteriza porque se le ha añadido una gota de aceite de oliva en el último color, creando un halo alrededor de cada gota.
Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Foto:cortesía Biblioteca Nacional de Colombia

Fondo Suárez 270

Esta es una encuadernación típica industrial. Contiene un texto impreso en Bogotá, entre 1889-1893, y para el cual se diseñó una imagen alegórica a su contenido, razón por la que se le conoce como encuadernación parlante. Estas encuadernaciones se realizaban con una plancha de metal fundido para estampar industrialmente sobre tela industrial, el dorado, plateado, negro y blanco que resalta la escena, el título de la obra y del autor en la cabeza (parte superior) del libro.
En la encuadernación destaca que se muestran datos de los creadores de la misma y del diseño - del encuadernador Eduard Doménech (1854-1938), el autor de la plancha grabada Francesc Jorba (1850-?),y del autor del diseño de la cubierta fue Lluis Doménech (1850-1923)

Fondo Cuervo 566

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Detalle de antiguas encuadernaciones de libros de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Foto:cortesía Biblioteca Nacional de Colombia

Esta encuadernación del siglo XIX que contiene un Corán y está dentro del grupo de las denominadas encuadernaciones islámicas. Las tapas de cartón están recubiertas de piel lisa junto a una solapa (merjá) dorada con mosaicos de papel en las esquinas y en la almendra central; siendo esta una característica de estas encuadernaciones desde sus inicios siglos atrás. El uso de hojas pegadas a modo de tapas de cartón fue la gran innovación de los creadores de estas encuadernaciones convirtiéndose en una solución práctica y económica que se usaría incluso hoy día.
La composición decorativa consta de hilos dorados junto a figuras geométricas decoradas con los agregados de papel. Este diseño es interesante pues mantiene el de las encuadernaciones que se realizaban siglos atrás, aunque inicialmente fueran de piel recubriendo tapas de madera o con  marfil o con la propia madera pero tallada, actuando como una cápsula de tiempo.

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CARLOS RESTREPO
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