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Música y Libros

La cruda ley de la selva en la pluma de Antonio Ungar

Antonio Ungar heredó de sus abuelos, los libreros Hans y Lilly, el amor por los libros.

Antonio Ungar heredó de sus abuelos, los libreros Hans y Lilly, el amor por los libros.

Foto:MTSlanzi/ Ed. Anagrama

En su novela Eva y las fieras, el escritor bogotano ubica a sus lectores en Puerto Inírida.

JUAN CAMILO RINCÓN*
En la selva se ama con más fuerza porque la vida es corta y vale muy poco. A finales de los años noventa, en Puerto Inírida, a uno lo podía matar la malaria o acaso una bala perdida, pero nunca la felicidad. Como lo cuenta el escritor Antonio Ungar en su novela Eva y las fieras. Esta es una historia de amor con tintes de tragedia griega entre Eva, una enfermera del pueblo, y Ochoa, que se clava un cuchillo en la pierna para hacerse digno de la atención de esa mujer lejana.
El autor nos muestra cómo en Colombia el infortunio va creciendo a medida que nos alejamos de las grandes ciudades y nos adentramos en los espacios selváticos y las cordilleras oscuras, lejos de Dios y de la ley, donde rige la desdicha y las buenas almas deben sobrevivir bajo el espectro de la desgracia. Pasando por las masacres paramilitares, el reclutamiento forzado por cuenta de la guerrilla, la destrucción causada por la minería ilegal, y el control del narcotráfico, donde la autoridad política es símbolo de corrupción y desidia, se entrelazan varias historias: una prostituta que cura la tristeza, “un gobernador magnánimo, un niño con ambiciones de mafioso, una proxeneta parecida a una abuela bondadosa”.
Guainía, la hermosa “tierra de muchas aguas” también es el fiero suelo de muchas pugnas. El agua torrentosa de sus ríos es el escenario de una serie de conflictos que aparecen tras la bonanza, esa que termina siendo desgracia porque todos se disputan la fortuna que aparece, casi prodigiosa, para ser tomada por unos pocos. En el camino se van quedando, entre sangre y dolor, los protagonistas de esta historia.
La novela, escrita con el poder de la vivencia propia, es una suma de cataclismos que intentan destrozar a esos personajes siempre anónimos que se ha tragado la selva o que se han llevado el río y el olvido. Lejos del paraíso, Eva batalla por que no la devoren las fieras, esas que se han hecho dueñas de la vida.
¿Por qué escogió Guainía como escenario para la novela, siendo un espacio tan poco explorado en la literatura colombiana?
Los puertos selváticos son un microcosmos de nuestras guerras internas. La selva es en donde sucede buena parte de la violencia en Colombia y es al mismo tiempo el espacio en el que viven las comunidades indígenas más aisladas. Conozco bien algunas de sus historias. Trabajé en el departamento del Guainía, entre 1998 y 1999, como arquitecto. Construí algunos proyectos sociales en Puerto Inírida y fui investigador en el río Guainía. La novela narra una historia sucedida en estos años y está basada en hechos reales.
¿Qué apareció primero en su cabeza, el escenario selvático y violento o los personajes que lo habitan?
Es imposible separar unos de otros. Hoy en día, parte de la fauna de la selva son los hombres venidos de las ciudades o de otras regiones para beneficiarse de negocios ilegales. Narcotraficantes, madereros, mineros ilegales de oro, traficantes de armas, paramilitares, todos están presentes en la selva y la afectan de muchas maneras. Todos ellos, sin embargo, están de paso. Los que se quedan son los indígenas, quienes conocen profundamente la selva.
'Eva y las fieras' es de Editorial Anagrama.

'Eva y las fieras' es de Editorial Anagrama.

Foto:Archivo particular

En la novela usted hace énfasis en las muchas violencias que se ejercen sobre las mujeres. ¿Cómo construyó esas historias en particular?
La novela cuenta la historia de Eva, una mujer muy joven de ciudad, de clase media-alta, conocedora de la noche bogotana, de las drogas y la rumba, pero ignorante de todo lo relacionado con la selva y la manigua.
Buscando un nuevo horizonte, distinto al de la fiesta perpetua, decide traicionar a los de su clase y estudiar enfermería para irse a trabajar a la selva. Cuando llega, entiende que la selva es mucho más grande y poderosa de lo que la imaginaba, y se enfrenta por primera vez a la violencia que ejercen los hombres en la guerra.
No tiene las herramientas para defenderse, así que debe apelar a su astucia y a su inteligencia para intentar sobrevivir.
Como sucede en 'Crónica de una muerte anunciada', usted nos augura el futuro sombrío de los protagonistas. ¿Por qué escribir una novela con rasgos de tragedia griega?
Creo que en las tragedias griegas están contenidas casi todas las historias que después hemos desarrollado a lo largo de los siglos. El corazón de casi cualquier narración occidental posterior es griego y antiguo. El futuro de algunos protagonistas de mi historia es sombrío, sí, pero hay otros que tienen un destino feliz. La novela hace parte de una trilogía, y en los otros dos libros conoceremos cómo son esos destinos.
A propósito, ¿de dónde nace la idea de crear una trilogía, y hacia dónde apuntarán las dos novelas que la completan?
Este primer libro narra historias que suceden entre las filas de los distintos grupos criminales que operan en la selva y en el país. La segunda novela se encargará de los grupos ‘legales’ y de cómo esos grupos, que aparentemente respetan las leyes, han alimentado la guerra (me refiero a negocios como la palma de aceite, el petróleo, el carbón, la madera, la ganadería, etcétera): en un país como Colombia es inevitable que las economías legales y las ilegales se encuentren, y es así como todos los anteriores, por ejemplo, financiaron grupos paramilitares. El tercer libro se encargará de los políticos, corruptos y no corruptos, y su papel en crear las situaciones de injusticia, desigualdad e impunidad que son caldo de cultivo para la guerra en Colombia.
El peso de la selva es tan fuerte que se convierte en un personaje en sí mismo, como ocurre en algunas obras de Mutis sobre Maqroll el Gaviero, 'La vorágine', 'Mi alma se la dejo al diablo'. ¿De qué textos o autores se alimentó para escribir esta novela?
De los que mencionas, pero también de libros de Conrad, en particular de la adaptación que de El corazón de las tinieblas hace Francis Ford Coppola en la película Apocalypse Now. Tal vez esas sean las únicas influencias que puedo identificar ahora que me lo preguntas. Hay una frase de Mick Jagger que me gusta: “Abro los ojos y estoy influido”. Todo lo que vivimos, y todo lo que leemos, afecta lo que escribimos, de forma consciente o inconsciente.
Usted se mueve en los terrenos de la ficción y la no ficción; ¿cómo decide cuál es el género que mejor le permite contar una historia?
Me parece que la forma de acercarse a la selva y a sus violencias desde la no ficción ha sido en general mediante el periodismo diario o desde la academia. Las noticias acerca de la guerra son tan abundantes que el lector acaba anestesiado, sin darse cuenta de que esas cifras de kilómetros, muertos, kilos, heridos representan vidas reales, historias de carne y hueso. La academia, por otra parte, parece cada vez más interesada en hablar consigo misma. La ficción, en cambio (o por lo menos algunas historias de la ficción) consigue conectar al lector con las vidas de los personajes, y en esa medida hace que este entienda mejor la situación de una región o de una época. Yo aprendí más acerca del Caribe colombiano con los libros de García Márquez que con los libros de historia o de geografía.
De su propia experiencia y la que conoció de otras personas, ¿qué hace que algunas, como es el caso de Eva, decidan dejar la ciudad para instalarse en otros territorios tan diferentes y complejos?
Los pueblos de la selva ofrecen la posibilidad de empezar de nuevo, desde cero. Son comunidades en las que no importa demasiado el origen geográfico o social, porque al estar rodeados de la manigua son como islas en las que todos deben sobrevivir juntos. Esto hace que algunas de las personas que por cualquier motivo se sienten incómodas o inútiles en las ciudades acaben yéndose a la selva para crearse una vida nueva.
Hay una especie de ética del amor entre Eva y Ochoa, esas dos personas dañadas que buscan una reivindicación en la otra. ¿Cómo creó esos dos personajes?
Es verdad, hay una ética básica que los une. Eva es la síntesis de muchos personajes que conocí en los años 80 y 90. Eran jóvenes que probaban todos los excesos, el trago y las drogas, y algunos de ellos nunca salieron de la fiesta, siguen dedicados a ella hasta hoy. Eva es de alguna manera una de esas jovencitas bogotanas que han extendido la fiesta más de lo debido, y es cada vez más infeliz en esa vida. Ochoa en cambio es muy parecido a muchos personajes de la guerra en Colombia: tipos que no son ‘malos’ por naturaleza, que no han diseñado un plan para hacerles daño a los demás, pero que acaban metidos en la violencia como único método de supervivencia.
¿Por qué cree que en Colombia ha habido siempre una tendencia a distorsionar el concepto de la guerra?
Creo que el país tiene miedo de mirarse al espejo, de decirse las verdades sinceramente. Somos un país inequitativo, injusto, violento. Creo que cuando aceptemos que tenemos problemas estructurales muy grandes (y sobre todo cuando los poderosos se den cuenta de que es práctico solucionarlos), el país empezará poco a poco a cambiar. Mientras tanto distorsionaremos las verdades de la guerra y seguiremos diciéndonos mentiras acerca del pasado y el futuro.

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JUAN CAMILO RINCÓN*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
@JuanCamiloRinc2
* Periodista, escritor e investigador cultural
JUAN CAMILO RINCÓN*
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