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Música y Libros

Julio Reyes Copello está haciendo música para la atmósfera marciana

Julio Reyes Copello en su estudio musical Art House (en Miami), donde se gestan álbumes como el esperado disco en español de Jennifer López.

Julio Reyes Copello en su estudio musical Art House (en Miami), donde se gestan álbumes como el esperado disco en español de Jennifer López.

Foto:Archivo particular

El productor colombiano, nominado a tres Grammy, trabaja en un proyecto con la Nasa.

Redacción El Tiempo
No pasaron muchos días entre la ceremonia del Grammy Latino, a la que Julio Reyes Copello acudió como uno de los máximos nominados (aspiraba a cuatro premios) y el anuncio de sus tres nuevas postulaciones al Grammy (anglo) que se entregará en febrero.
Los discos que produjo para Fonseca, Diego Torres y Laura Pausini aspiran a la estatuilla. De ganar, compartirá el galardón con los también productores Ricardo López Lalinde y Carlos López, miembros de su equipo, con los que ya obtuvieron un Grammy por la más reciente producción de Ricky Martin.
El grupo de productores realiza sus jornadas creativas en Art House, una tranquila casa de Miami adecuada para grabar y producir música en cualquiera de sus espacios (incluidos los que parecen salas de descanso). Allí tiene su colección de gramófonos de uno y otro Grammy, sus diplomas y medallas.
Es el espacio que el colombiano, que se estableció en Miami hace 19 años, diseñó para que los artistas de los que es productor se sintieran cómodos, libres.
Casi todos son grandes figuras. Marc Anthony es un caso aparte, quizás porque a su lado Reyes Copello empezó a hacerse visible, uno de sus Grammys lo consiguieron juntos. Y ahora trabajan en la producción del que será el álbum en español de Jennifer López. El dueto que J-Lo y Marc Anthony estrenaron en noviembre en el Grammy Latino se forjó en Art House.
Pero Reyes Copello parece un chiquillo feliz cuando habla de ‘Viaje a Marte’, el proyecto de realidad virtual que la Nasa y Fusion VR lanzarán en marzo. “Te pones las gafas y vas a Marte” es la forma más simple de explicarlo.
Una vez con las gafas de realidad virtual, el usuario se ‘convierte’ en uno de los primeros seres humanos en llegar a Marte, se espera que en el 2030. Este pionero atraviesa en su nave la atmósfera, y en la superficie puede recorrer, a pie o en un carro espacial, hasta 20 kilómetros del planeta rojo. El entorno es fiel a las imágenes tomadas por el robot Curiosity en años de exploración marciana.
Reyes Copello lleva meses trabajando en la música, mejor dicho, en la banda sonora. Esto le permitió dirigir –y grabar– a la Sinfónica de Londres. “Es uno de los privilegios más grandes que he tenido –dice– es la orquesta más preciosa del planeta, grabó Star Wars”.
Antes, Reyes Copello –formado en música clásica– trabajó con músicos de la orquesta. Esta vez grabó con sus 82 integrantes en pleno. “Fue alucinante, los grabé juntos y por secciones (cuerdas, cobre, maderas y percusión). Esto, porque en la etapa de la mezcla uno debe tener la posibilidad de poner a las familias en distintos lugares”.
Reyes Copello se declara en shock con las posibilidades creativas de la realidad virtual. Así lo manifiesta al describir el proyecto:
¿Qué tan diferente es de hacer una banda sonora?
Es una experiencia interactiva. Puedes sincronizar la música con lo que se vive. Te pones las gafas y experimentas la entrada a la atmósfera. La música se compone de varias capas, texturas. Cada una, con un código emocional. En una está capturada la acción. Otra refleja el miedo. Otra tiene motivos de coraje. Otra es descriptiva de la turbulencia. Puedes sincronizar un movimiento inadvertido de la persona como detonante para disparar alguna capa, por ejemplo el miedo. En eso se parece a la música para videojuegos.
Son muchas variaciones...
Es un sudoku, una combinación de disciplinas. No había hecho videojuegos, pero sí cine y televisión. Hice un salto hacia el futuro. Porque este es el futuro.
¿Cuánta gente hace esto?
Muy poquita. Estoy convirtiéndome en un abanderado. El álbum de un artista puede salir en este formato. Por ejemplo, Alejandro Sanz, que es un pintor increíble, podría crear su propio universo. Su álbum sería no solo para escuchar, sino para vivirlo. Te pones las gafas y entras a su planeta, juegas con él, te lleva o se inventa un paisaje surreal acompañando su canción. Tendrías la inmersión absoluta. En la música clásica, sería una manera de revivir el género, porque esto pronto será más asequible.
¿Cómo?
Las salas de conciertos podrían permitir que te sientes con un set de estas gafas y tengas una experiencia virtual mientras escuchas la orquesta. Había un género, el poema sinfónico: era música programática de los compositores francesas. Te entregaban el programa de un concierto con una descripción como: “Las nubes se condensan y se vuelve gris el cielo”. Era para que imaginaras la película mientras oías sus composiciones. Esa necesidad de combinar historia y música podría explotarse de forma más cool. Ir a un concierto podría ser casi como entrar a un videojuego.
Ha reflexionado mucho sobre el tema de la música y la realidad virtual...
Mi punto es: la gran misión que tiene la música es educar espíritus en un lenguaje que no necesita ser entendido por la razón. No disfrutas la música con tu cerebro. La música es un lenguaje espiritual y la realidad virtual sensibiliza mucho más. Los seres humanos tenemos que aprender a vivir más en el espíritu. Pero tenemos la necesidad absurda de explicarnos todo con la razón cuando hay cosas que se entienden sin racionalizar. Los que estamos en este lado de la creación vivimos en un estado de gracia, porque estamos en un lenguaje del espíritu que es emocional. Ahí es donde volvemos sensible a la gente, sin que lo note. No hablo de manipulación, sino de llegar directamente al espíritu, sin juicios de la razón.
¿Por qué triunfan entonces músicas tan raritas?
Porque apelan a los instintos básicos. ¿Por qué sobrevive el reguetón? Porque es básicamente sexo. Pero uno debería permitirse expandir el paladar musical a nuevas experiencias y a entender muchos milagros de la existencia sin necesidad de racionalizarlos. Ahí se empieza a disfrutar el presente, que es cuando uno hace un acto de contemplación libre de la razón y del juicio, cuando se dedica a asentir y a experimentar, no a juzgar.
¿Cómo se hizo consciente de esa misión en la música?
Intuitivamente, siempre estuvo ahí. En mi edad adulta, la he podido verbalizar y entender. Gracias a experiencias casi sobrenaturales que he vivido con la música: escribir canciones que le cambian la vida a la gente. Hoy asumo con mayor responsabilidad lo que está entre mis manos. La música es un vehículo. Lleva lo que le pongas, incluso agresividad y violencia. Pero es bonito llenarla de amor.
¿Hay música que no haga por principio?
La que no me nace. Elijo lo que está relacionado con las emociones y el mensaje no necesariamente literal, sino emocional. Si oyes las letras de Alejandro (Sanz), muchas son difíciles de entender racionalmente. Son como una colección de imágenes que producen una sensación, como los sueños. Puedes soñar incoherencias, pero queda una sensación. Ahí vivo yo: en la creación de sensaciones. En la medida en que pueda capturarlas, hago mi trabajo.
¿Qué otras ventajas ve en la realidad virtual aplicada a la música?
La realidad virtual a veces asusta, por el aislamiento que puede producir. Ahora buscan volcarla hacia experiencias más colectivas, que puedas encontrar a tus amigos en ese mundo paralelo. Desde lo práctico, este formato no se puede piratear. Es una manera de recobrar la dignidad de un trabajo que se ha golpeado mucho. La gente no tiene idea de las horas y cantidad de trabajo que se invierten en una producción y cómo pierden su valor solo porque se puede robar.
¿Qué cosas sorprendieron en la industria antes?
El video y las plataformas de música por suscripción cambiaron el juego. Spotify me gusta porque es transparente, ves cuántas veces oyen la canción. Pero uno extraña la posibilidad de sentirse dueño de algo, el disco de acetato o el CD. Las plataformas como el celular hacen que te liberes de cada vez más cosas, pero para el que tiene alma de coleccionista es duro.
¿Espera más proyectos como ‘Viaje a Marte’?
Lo que busco es mostrarles esto a los artistas para que desarrollemos proyectos con este lenguaje. ¿Te imaginas tener una experiencia con un artista que te encante? Queremos convertirlo en algo importante. Ya hay gente sacando productos. No sé si U2, creo que Coldplay. Está empezando, y quiero ser líder en el mundo hispano y generar este tipo de contenidos.
Pasando al trabajo como productor: está nominado con artistas consagrados, pero su disquera busca formar talentos nuevos...
Mi oficio es vestir las canciones de un lenguaje correcto para que lleguen a muchos. En los casos de artistas como Fonseca y Diego Torres, ellos me buscaron para que fuera su productor. En Art House, como disquera, decidí abrir un espacio para hacer la música que yo consumiría. En este momento, en la disquera están Juan Pablo Vega, Mariana Vega, Paula Arenas y Brika. Quiero ser como un kindergarten para ellos. No los quiero de por vida. Quiero proteger su intuición y después graduarlos. Que una disquera grande me diga: ‘Te lo compro’. Con eso habré hecho el trabajo.
¿Por qué desarrollar artistas y soltarlos?
Sé hasta dónde quiero llegar: estar en el comienzo, ser dueño de ese primer álbum; y si el artista se vuelve famoso, su catálogo se venderá de por vida. Ahorita descubrí un talentazo en Colombia, una chica de 15 años. No busco que le hagan firmar contrato, sino hacer el proceso de encontrar su voz, su identidad, que no se parezca a nadie. Al final, me quedo con la satisfacción de haber sembrado los pilares de la carrera de un artista, para entregárselo a una disquera que lo lleve a otro nivel.
¿Qué mensaje quiere dejarles a estos artistas nacientes?
Quiero enseñarles a no perderse, dejarles un cable a tierra para que tengan carreras longevas y se libren de la tentación del ego y de la megalomanía, tan fácil de desarrollar cuando te vuelves ídolo.
Cuando adquieres un estilo de vida costoso, notas que pierdes libertad. Si tienes un yate de 2 millones frente a tu casa y pagas 500.000 de impuestos, no puedes sentarte a componer por componer: o la canción pega o toca devolver el yate. Es lo peor que le puede pasar a un artista, porque pierde espontaneidad y su misión. Lo más curioso es que ganas libertad de viajar y comer lo que quieras, pero pierdes libertad emocional, adquieres un estilo de vida que tienes que mantener a toda costa, y eso te hace infeliz.
Su equipo también crece con usted, ahora comparten premios Grammy...
Con Ricardo López Lalinde y Carlos Fernando López compartimos varias nominaciones. Entre los tres tenemos una dinámica de trabajo chévere. Nos dividimos el trabajo, porque el peor enemigo aquí es la pérdida de objetividad. Uno está repitiendo, y con la repetición uno se acostumbra a los errores. Pero si uno está en una parte del proceso, descansa, se lo pasa a otra persona, él avanza y al volver a escuchar, uno hace cambios. Es una dinámica productiva. Somos un grupo pequeño. No quiero hacer salchichas, quiero ser un productor boutique.

Detalles de ‘Viaje a Marte’

Aunque propondrá misiones a los usuarios (se espera que sean sobre todo los niños), el ‘Viaje a Marte’ no se considera un videojuego, sino una experiencia de descarga gratuita con imágenes en animación 3D basadas en la exploración real.
La experiencia tiene varias etapas. Incluso, hay una parte imaginativa en la que se ilustra cómo pudo ser Marte cuando hubo vida, esto en pequeños ‘flashbacks’. “El mensaje es que protejamos el planeta”, explica Reyes Copello.
Sobre la grabación con la Sinfónica de Londres, cuenta que tardó cuatro meses y medio en escribir la partitura para cada uno de los músicos. “Es una artesanía”, dice.
Se grabaron, en total, de 16 a 20 minutos de música que complementan la experiencia, que además cuenta con sonido ambiente. “La música entra a generar emociones con respecto a lo que experimentas”, resume.
LILIANA MARTÍNEZ POLO*
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
* Por invitación de Art House
Redacción El Tiempo
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