Sus manos parecen dos remolinos. En un par de segundos puede armar un cubo Rubik, deslizarse sobre las teclas del piano o doblar pequeñas hojas sin cesar hasta crear una figura de origami. Todo sin quitar sus ojos cafés sobre sus ágiles dedos. Esa es la concentración de un niño de diez años, de no más de un metro y medio de estatura.
No importa el lugar donde esté, mantiene la misma entrega cuando lo están observando, algunos tal vez esperando el más mínimo error, pero Juan Miguel Saboya sabe cómo impresionarlos, ya sea interpretando el estudio Op. 740, número 17 de Carl Czerny para el concurso internacional Paderewski in memoriam en Polonia -en donde obtuvo el tercer puesto-, o retándose con los jóvenes y adultos más astutos de Colombia en el Rubik.
Así es el talento de este pequeño de 10 años, quien desde ya se alza como una promesa en la música o la matemática. “Quiero ser campeón mundial, pianista, y tener el fútbol ahí guardado”, sostiene con total convencimiento.
La cuna musical
No dijimos vamos a tener un hijo, no fue planeado, pero sí queríamos armar una familia
La pasión por la música la heredó de sus padres: Natalia Soto y Diego Saboya, ambos artistas. Natalia se crió en Antioquia con un papá compositor. “Desde que estaba en la barriguita de mamá, nos componía y nos recitaba. Así que crecí en ese ambiente musical de tertulias”, recuerda.
Ella se sumergió en la música andina junto con su hermana Marisol. Con una guitarra y dos voces bien afinadas, cautivaron en distintos concursos; de hecho, llegaron en 2006 hasta la etapa final del programa ‘Factor X’ que se transmitió por televisión nacional.
Del Festival Nacional de Duetos, Concurso Maestro Luis Uribe Bueno, Festival Hatoviejo, entre muchos otros, guarda los reconocimientos que ganó. Allí se encontraba con talento de distintas regiones del país. Fue en uno de tantos eventos musicales en donde quedó flechada: conoció a Diego, otro músico desde la cuna. Él, un tunjano, formó en su niñez junto con sus hermanos el trío Palos y Cuerdas, en el que toca la bandola.
“Resultamos conociéndonos con Nata en un festival en Floridablanca, Santander. Estuvimos de novios y nos casamos en 2011. No dijimos vamos a tener un hijo, no fue planeado, pero sí queríamos armar una familia”, asegura Diego.
(Puede leer: Se burlaron de los zapatos que vendía y ahora comercializa 5.000 pares al mes).
Lo que no tenían en mente era que su bebé con dos años empezara a recorrer el mismo camino artístico. “Llevaba a mis amigos a la casa y les decía ‘afinen, afinen’, y a él le parecía extraño”, señala Natalia. Gracias a un triple regalado por un tío, dio los primeros toques al ritmo de “estrellita dónde estás, me pregunto qué serás, en el cielo y en el mar, un diamante de verdad”.
Lo que lo ‘engoma’
El camino se desvió un poco. Juan Miguel se enfrascó en dos campos distintos a la música, quiso trasladar todos los impulsos a los pies que movía rápidamente detrás de un balón. “El niño va a ser futbolista”, pensó su familia al verlo con tanta dedicación.
No solo sorprendió en la cancha. Se ‘engomó’ con el origami. Podía pasar desde las 6 a. m. hasta las 10 p. m.; jornadas enteras siguiendo el paso a paso para hacer figuras que ni él imaginaba. “El abuelito le enseñó a armar un barquito. Él llegó a tener 500 barcos, un bulto. Luego dijo que quería hacer cosas más complicadas. Veía libros y tutoriales en Internet y cada vez hacía formas más difíciles”, cuenta su mamá.

Juan Miguel, con las medallas que ha ganado por su talento.
Sebastián García. EL TIEMPO
Incluso, se aventuraba por muchas horas a doblar y doblar hojas de un metro de largo. El resultado: una pirámide que, todavía, no lograba satisfacerlo. Había llegado a un nivel tan avanzado en origami que no sabía qué más hacer.
En esos intentos por superarse con el origami encontró otra ‘goma’, pero con esta ya tiene una meta clara. Quiere ser el campeón: “Vi un video de un señor que armaba un cubo Rubik en 11 segundos. Tomé un cubo que había en casa, armé una cara y, entonces, me apasioné”.
(Además: El abogado de apenas 30 años que creó de cero una empresa y maneja 1.600 casos).
“Yo me inventé hasta un método para armarlo”, expresa JuanMi, como le dicen sus familiares, con orgullo. Quien quiera aprender sus algoritmos (los pasos para saber cómo resolver el cubo) puede seguirlo en su canal de YouTube ‘Cubepianist’, en el cual comparte videos con cubos de 2x2, 3x3 y 4x4.
Ya ha participado en ocho competencias de la World Cube Association que se han realizado en Colombia, de las cuales ha obtenido seis reconocimientos: una medalla de bronce, cuatro de plata y una de oro. Esta última la ganó por armar el cubo 2x2 -el más pequeño- en 1,40 segundos; precisamente, en esa categoría ya ostenta el puesto séptimo a nivel nacional, solo superado por adultos y adolescentes.
Dedos y teclas
Se pone menos nervioso al estar armando los cubos frente al juez y los curiosos, según dice, pues es poco tiempo de adrenalina en el que acelera sus dedos, conecta la mente y está al tanto de los segundos que marca el tablero.
En cambio, deleitar al ritmo de la música le trae más emociones. “Tocar el piano ante mucha gente me da nervios”, reconoce. Aun así, ya se ha parado en un escenario de 4.000 espectadores con su pequeño esmoquin, como fue el Festival Nacional de Música Mangostino de Oro 2022 en Mariquita, Tolima, donde fue invitado especial a la gala final.
Al igual que el cubo Rubik, Juan Miguel conoció el piano por pura curiosidad. Vio a unos niños apasionados mientras estudiaban en la academia de música que fundó su mamá, por lo que no quiso quedarse atrás y le pidió a su tía, también artista, que le enseñara lo básico.
Lo avanzado lo aprendió de la mano de Simón Vlásov, reconocido pianista ruso. El graduado en la maestría y doctorado en piano del Conservatorio de Los Urales casualmente se casó con una amiga de Natalia y Diego, estuvo de paso por Colombia y aprovechó para formar otro pupilo.

Juan Miguel en el Festival Nacional de Música Mangostino de Oro 2022 en Mariquita.
Archivo familia Saboya Soto
(Le recomendamos: Vendiendo arrechón, joven pudo ir a la universidad y ahora es exitosa empresaria).
Un niño me dijo: ‘Lo importante no es ganar, sino participar’. Y yo no pensaba eso, lo importante es ganar. Ese niño no pasó
“Fue algo muy extraño porque vivía en Ekaterimburgo, que es una de las ciudades más escondidas de Rusia. Pero coincidimos, yo hablé con él y les mencioné que JuanMi estaba interesado. Estuvieron trabajando por lo menos dos años”, comenta Diego.
Con el conocimiento de las partituras, las técnicas y los sonidos, su familia lo inscribió al Carmel Klavier International, una competencia para nuevos talentos del piano en la que se miden cientos de niños de todo el mundo.
“Cuando estuve en el primer filtro, un niño me dijo: ‘Lo importante no es ganar, sino participar’. Y yo no pensaba eso, lo importante es ganar. Ese niño no pasó, pero yo sí”, menciona entre risas de sus papás. Tras las distintas pruebas, ganó una de las ramas en la versión latinoamericana y obtuvo una mención honorífica en la versión internacional.
Vlásov retornó a Rusia; desde entonces la maestra Inés Leyva le da clases los fines de semana. Cada domingo Juan Miguel viaja de Tunja a Bogotá con sus padres para asistir a estas.
A la lista de cosechas se suma la participación en el Paderewski in Memoriam, en Polonia, donde obtuvo el tercer premio en una de las categorías.
¿Un niño prodigio?
Juan Miguel mantiene un equilibrio entre el colegio y su pasión. Es un estudiante destacado con inclinación hacia el arte y la actividad deportiva, incluso su asignatura favorita es Educación Física porque puede poner a prueba sus pies con el balón. Una vez termina sus clases, dedica parte de las tardes a repasar una y otra vez las partituras del piano y los algoritmos para armar el cubo Rubik en contados segundos.
Pese a que por sus capacidades algunos lo catalogan como un niño prodigio, su familia no lo considera como tal. No le han practicado exámenes para conocer el coeficiente intelectual. Prefieren asegurar que es muy apasionado y disciplinado, porque, comparado con otros casos, él no tiene a su alcance tantos recursos.
(No deje de leer: De vendedor de empanadas en las calles a propietario de una exitosa franquicia).

Juan Miguel quiere ser un gran músico.
Archivo familia Saboya Soto
“Un prodigio de China tiene todo el respaldo. Allá no lo desaprovechan. Si tiene el potencial, lo agarran, lo patrocinan y lo ponen en los mejores espacios con los mejores maestros en el mundo. Aquí no es tan fácil el asunto”, reflexiona Diego, quien junto a su esposa han hecho grandes esfuerzos a nivel económico para que su hijo crezca.
Eso sí, ambos dicen que seguirán brindándole lo mejor hasta donde alcancen, solo esperan que tenga una buena niñez y adolescencia. “Hemos tratado de darle herramientas para que más adelante decida qué quiere, si quiere ser músico o si quiere dedicarse a otra cosa”, añade Natalia.
Dichas herramientas “no son videojuegos”, bromea Juan Miguel mientras escucha a sus padres. De hecho, él mismo prefiere estar alejado de las pantallas, pues si está aburrido, se sienta frente a su instrumento para explorar sonidos.
Así transcurren los días como niño de diez años que se gana los aplausos de conocidos, amigos y profesores: una mente, una hoja de origami, un cubo Rubik y un piano.
SEBASTIÁN GARCÍA C.
Tendencias EL TIEMPO
También puede leer:
- Los Escachaítos: campesinos que llevaron sus cultivos y animales a internet.
- Vendía tamales y hoy tiene pizzerías que venden 10 mil millones.
- La joven que trabajaba de barman y hoy factura $ 40 millones en el mundo fit.
- El niño genio de 12 años que ya presentó el Icfes y quiere trabajar en la NASA.
Comentar