El cine necesitó de la palabra para darle sentido a la imagen. Primero fue el bisabuelo, el coronel Antonio Díaz Benzo, designado por el mismísimo rey de España a la isla de Cuba. Luego vinieron el aventurero abuelo Domingo, el tío abuelo Felipe Díaz Sandino, aviador republicano que huyó del fascismo español, y Fausto, el padre poeta y dramaturgo exiliado en Colombia. Con esas figuras casi épicas tomó forma el clan de los Cabrera, unidos en su aversión a Francisco Franco, batalladores con las armas y con la palabra, siempre a la luz de ideas libertarias y liberadoras.
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Aunque en un primer momento Volver la vista atrás se nos aparece como una semblanza de Sergio Cabrera, el cineasta antioqueño que le ha revelado al país el más sencillo de sus rostros, Juan Gabriel Vásquez entrega algo mucho más complejo. El lector se encuentra con una biografía novelada sobre una saga familiar, la edificación de una historia que se teje con las proezas de hombres que tuvieron que huir y pelear para luego crear y hacer sus propias revoluciones.
Vásquez confiesa que cada página es producto de un juicioso proceso de investigación en el que se cuela la ficción.
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Lejos del acartonamiento académico, se destila en una prosa sinuosa y fértil, ansiosa por relatar con una mirada poderosa, cargada de afecto y casi fílmica, como las obras mismas de Cabrera, la vida de unos personajes que llegamos a sentir como nuestros. Entre las líneas vamos comprendiendo que la tragedia es el género que más se parece a la vida y es, además, la victoria del arte, especialmente cuando se la acoge como parte de la historia propia y de la historia del mundo.
Volver la vista atrás nos permite conocer los orígenes del trabajo creativo de Sergio Cabrera y comprender dónde nacen sus creaciones cinematográficas, con todos los temas que insisten y persisten para recordarnos quiénes somos y por qué. Su obra, sin lugar a dudas, se nutre de la vida de Fausto, su padre, de quien Vásquez nos cuenta que fue discípulo ilegítimo de Lorca y buscador insaciable de mitos; nos recuerda, como legado que debemos agradecer, su influencia en tantos territorios políticos y artísticos de Colombia, la implementación del método Stanislavski, su peculiar forma de leer poesía y el momento en que decidió ser actor después de ser mordido por unas crueles hormigas caribeñas. Fausto atravesó el océano con el arte y la militancia que le eran urgentes y necesarios, para construir un universo político y creativo que tendría frutos extraordinarios.
El libro se enriquece con fotografías y fragmentos de cartas que nos permiten asomarnos a la vida y, de paso, a un mundo tan trágicamente hermoso como una película del director de La estrategia del caracol.
¿Cómo conoció a Sergio Cabrera?
Nos conocimos a comienzos de siglo, tal vez en 2004, por intermedio de Santiago Gamboa. Yo había visto las películas de Sergio con admiración, pero no me imaginé que detrás de ese tipo tranquilo hubiera semejante vida. Me tomó muchos años de amistad ir descubriéndola, y luego ya me pareció que esa vida había que contarla.
¿Cómo evidencia usted la influencia de la vida y el trabajo creativo de Fausto Cabrera en la obra cinematográfica de su hijo Sergio?
Fausto está prácticamente en cada fotograma que hizo Sergio. Desde su primer cortometraje, una recreación del viaje de Alexander von Humboldt por Colombia, hasta un breve papel en Perder es cuestión de método. Está ahí siempre, como personaje, como inspiración, como fantasma. Claro, el oficio de Sergio viene también de haber crecido en el ambiente de Fausto: en el mundo del teatro y los primeros años de la televisión. La estrategia del caracol, por ejemplo, es un homenaje a Fausto. Su influencia es enorme.
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Sabemos que este libro es producto de una extensa investigación. ¿Cómo fue la recopilación de información?
Es un libro construido casi totalmente a partir de conversaciones. Son más de treinta horas de conversaciones grabadas y muchas más sobre las que tengo cuadernos de notas. A partir de ahí me dediqué a una labor de periodista, confirmando datos, profundizando en la realidad de otros momentos históricos o políticos, y luego tuve acceso a los documentos que guarda la familia: las cartas, las fotos (algunas terminaron incluidas en el libro), los diarios de juventud. Fue una labor apasionante.

La novela de Vásquez es del sello Alfaguara.
Archivo particular
Entre tantos personajes tan valiosos en el mundo de la cultura colombiana, ¿por qué escribir un libro sobre Sergio Cabrera?
Bueno, porque nadie tiene la vida que tuvo él. Haber nacido en los comienzos de la Violencia colombiana como hijo de un exiliado del franquismo, haber vivido la adolescencia en la China de Mao y haber sido testigo de la Revolución Cultural, haberse empapado de las ideas maoístas tanto como para querer llevarlas a la realidad en su país, y finalmente haber pasado por el desencanto y la decepción... Todo eso es una experiencia única que nos permite entender mucho mejor un momento definitivo del siglo XX. La vida de Sergio y la de su familia sirven para entender la historia. Eso no se puede decir de todo el mundo.
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Usted afirma que en Volver la vista atrás “no hay mucha invención”. ¿En qué apartes está la ficción construida por Juan Gabriel Vásquez?
Todo lo que hay en la novela (recordemos que es una novela) sale de un episodio real que contaron quienes lo vivieron. A partir de ahí, mi labor de novelista fue organizar los episodios para sacarles su significado humano. También reconstruí las escenas, por supuesto, como lo hace un dramaturgo. Y también hice lo que siempre hace un novelista: interpretar a sus personajes. Meterse en la piel de ellos para interpretar lo que piensan o sienten. En esos momentos hay un acto de imaginación, pero modelado siempre con el material de hechos reales.
¿Cómo logra llevar la brújula de la realidad de la familia Cabrera y navegar en la ficción?
Primero, tratando de conservar un imperativo ético: si voy a escribir una novela sobre personas que están vivas, hay que hacerlo desde el rigor más estricto y algo que solo puedo llamar respeto. Sergio y su hermana Marianella recordaron para mí momentos incómodos o francamente dolorosos, y en muchos casos me hablaron de cosas que preferirían olvidar. Es una de las cosas que me provocan más admiración por un ser humano: hacer memoria de lo que duele. Yo traté de responder a esa valentía escribiendo con honestidad y sin trampas. Después Sergio, que es mi personaje principal, leyó el manuscrito y aprobó cada página, sugiriendo cambios, haciendo precisiones.
Sabemos de la simbiosis entre la literatura y el cine, y con Sergio Cabrera esta se hace aún más evidente: Wendy Guerra, Santiago Gamboa, los poemas que declamaba su padre. ¿Cuál es el sello de la literatura en el trabajo del director y que usted relata en su libro?
A esos nombres hay que sumarles el de Álvaro Mutis, claro. Sí, ese sello es inmenso. Sergio es un gran lector, y yo disfruté mucho escribiendo esas escenas en que está viviendo solo con su hermana en un hotel de Pekín y se pasa las noches leyendo. A los 17 años ya se ha devorado las obras completas de William Shakespeare, las novelas de Máximo Gorki y de Nikolái Ostrovski y una cantidad de cosas más... Es quizás el director colombiano que tiene una relación más cercana con la literatura.
Cuando entró de lleno en la escritura de Volver la vista atrás, ¿qué es lo que más le impresionó sobre Sergio Cabrera?
Muchas cosas. Su memoria, capaz de recordar detalles de hace cincuenta años con una precisión increíble. Su clarividencia, la capacidad de verse a sí mismo con claridad, de saber cuándo acertó y cuándo se equivocó en su vida. Eso es algo que poquísima gente puede hacer.
¿Cuál fue el mayor reto de embarcarse en la vida de un personaje como este y trazarla desde la historia de su padre?
Si esta novela tiene un tema central, es el mismo que otros libros míos: la forma en que las fuerzas de la historia moldean y hasta pueden descarrilar las vidas privadas de los seres humanos. La familia de Sergio se vio arrastrada por esas fuerzas, y todo eso comenzó mucho antes de que él naciera: en 1936, cuando Franco se subleva contra el gobierno de la república española y a ciertas familias les cambia la vida. Es impresionante, ¿verdad? En ese momento, en España empezó a rodar una serie de consecuencias que acabaría con Sergio y su hermana pasando por los momentos difíciles de su vida en 1972. Yo quería contar todo el proceso, porque eso es lo iluminador.
JUAN CAMILO RINCÓN*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
* Periodista, escritor e investigador cultural