Colombia es un país de incertidumbres. La esperanza de una paz duradera, después de los acuerdos del Gobierno con la guerrilla de las Farc, se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo debido a que nuevos actores han llegado a los territorios que antes eran ocupados por ese grupo subversivo. Regiones donde la guerrilla mantenía una aparente estabilidad se han visto agitadas por la llegada de narcotraficantes, paramilitares, delincuentes comunes o disidencias. Esto ha originado nuevas masacres, reclutamientos de menores de edad y persecuciones.
El tema central de esta nueva novela de Irene Vasco, El último vuelo de Hortensia, es el desplazamiento que está ocurriendo en el país como consecuencia de un vacío que no fue llenado por el Estado, una vez que se logró la desmovilización de la guerrilla. Un Estado indolente que dejó a su suerte a miles de campesinos, los cuales tuvieron que plegarse a la voluntad de nuevos actores que los fueron envolviendo en una nueva escalada de violencia.
Este libro nos cuenta la historia de Hortensia, una joven de quince años que se ve obligada a salir con su familia de una finca en Pueblo Blanco, Nariño, por culpa de las acciones violentas de unos hombres armados que han llegado a la zona a ocupar el lugar de los guerrilleros. Más que el drama en sí del desplazamiento forzado, lo que Irene explora magistralmente en esta novela son las heridas y cicatrices que marcan a una niña que ha sido víctima del desarraigo y el despojo; una niña cuya vida cambia radicalmente cuando tiene que irse de repente a una gran ciudad y debe enfrentar a los fantasmas de carne y hueso que están allí esperándola, ávidos de aprovecharse de su precaria situación.
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La Hortensia que nos describe Irene no solo está a merced del viento y de las circunstancias, sino que se encuentra en un grado extremo de vulnerabilidad. Ha sido arrancada de su lugar de origen, donde creció en medio de una cultura, unas costumbres, unas caras conocidas y un paisaje campesino. Hortensia bien puede representar a cada una de las ocho millones de personas que, según el Registro Único de Víctimas (RUV), han sido víctimas de desplazamiento interno en Colombia desde 1985 hasta febrero del año 2021. Esta cifra representa una población mayor que la de países como Paraguay, Libia, Dinamarca o Nicaragua y convierte a Colombia en el segundo país con más desplazados en el mundo, después de Siria. Una realidad que duele y que avergüenza.

El libro es de Panamericana Editorial
Archivo particular
Hortensia es obligada a construir una nueva identidad, que la hace aún más anónima, en una ciudad que le es hostil desde que pone un pie en ella. Su familia no solo llega a engrosar los cinturones de miseria de la gran urbe, sino que cae en la redes de la burocracia –esos funcionarios que para dar una ayuda obligan al campesino a ir de oficina en oficina–, y ella misma cae en manos de un personaje siniestro, que se aprovecha de su inocencia e ingenuidad.
La única opción que le queda a Hortensia para sobrevivir es aferrarse a su pasado, a los recuerdos de la vida que perdió: su madrina, Cordilia, que le dio tan buenos consejos para enfrentar los azares de la vida, está con ella a todo momento, susurrándole al oído desde la distancia, dándole un poco de esperanza. Hortensia atesora recuerdos y llega, incluso, a torturarse con los traumas de la infancia como una manera de buscar alivio a las heridas del presente.
Todos tenemos un lugar al cual pertenecemos y donde echamos raíces, ya sea que viajemos por el mundo o vivamos en otros lugares que nos acogen. Pero, como lo dice el libro Una nación desplazada, publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica: “Para el que se desplaza forzadamente, es decir, el que se ve obligado a abandonar su mundo conocido, no existe un mejor lugar a dónde ir. Tampoco le es permitido hacer su viaje en buenas condiciones: ahorrar para sus gastos, vender o heredar a sus familiares o amigos sus propiedades o pertenencias. El movimiento del desplazado es, en ese sentido, un deambular repentino que alguien se ve obligado a hacer, sin recursos ni lugar de destino: el movimiento no es entonces el principio de una libertad, sino el de un destino funesto (Ridon, Jean-Xavier, 1997)”.
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Es por eso que a Hortensia solo la mantiene viva la ilusión del regreso: “¡Ay, madrina! Lo que yo quiero es volver al rancho con mi mamá y mis hermanos”, dice en uno de los tantos momentos de angustia que le toca vivir en la gran ciudad.
El gran mérito de este libro es que nos acerca a la desconexión del tejido social de la protagonista y de sus seres queridos, y nos hace vivir en carne propia una realidad por la que han pasado, así sea difícil asimilarlo, ¡ocho millones de personas en nuestro país! Es una verdad que incomoda porque a los desplazados les han arrebatado todo, hasta su dignidad, y terminan siendo forasteros sin lugar de origen. De esta manera les es muy difícil crear lazos afectivos y vínculos sociales en su nuevo lugar de residencia.
El desplazado solo puede soñar con esos lugares y personas que le fueron arrebatados, y ni siquiera tiene la certeza de que algún día pueda regresar, ya ese solo pensamiento choca contra la realidad de los hechos violentos que han originado el desplazamiento.
Irene Vasco ha escrito una historia muy bien estructurada –con el amplio conocimiento que le da el haber viajado por todos los rincones del país–, en la que nos conduce, con mucha sensibilidad, por el largo y doloroso camino que Hortensia ha tenido que tomar después de ser despojada de su historia, pero también nos lleva a un último vuelo donde solo queda esperar que Hortensia salga de la pesadilla, así sea gracias a la acción de una pócima, como las que preparaba su madrina, que le permita recuperar siquiera una pequeña parte de todo lo que le han arrebatado.
ALBEIRO ECHAVARRÍA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
* Escritor colombiano
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