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Música y Libros

'Las malas', de Camila Sosa Villada, el poder de la literatura travesti

Camila Sosa, escritora y actriz argentina.

Camila Sosa, escritora y actriz argentina.

Foto:Catalina Bartolomé

Giuseppe Caputo presenta a la escritora argentina en la Feria del Libro de Bogotá.

Giuseppe Caputo
En una de las prosas que hacen parte de La novia de Sandro, libro que reúne los textos de su anterior blog, la escritora argentina Camila Sosa Villada recuerda el amor, un amor, y lo que sus padres le decían en ese tiempo: “Al fin ha llegado alguien que te cuida, alguien que te toma de la mano en la calle, alguien que te quiere por encima de tu misterio. El misterio de ser travesti”. Esas palabras misterio travesti , resuenan una y otra vez a lo largo de su novela Las malas, que puede leerse como una gran transfiguración del rosario católico con sus respectivos misterios.
Primero está escrito un misterio gozoso: de noche, en un parque, La Tía Encarna, una travesti de 178 años (es decir, eterna como Dios no: eterna como una diosa) escucha un llanto entre orgasmos y gemidos de placer. Es el llanto de un bebé que ha aparecido en la zanja donde tantas veces han tirado los cuerpos de travestis asesinadas. La vida llega al lugar de la muerte; travesti y niño se encuentran un par milagroso por ser ambos supuestamente ajenos e irrelacionables, y es como si ella, La Tía Encarna, le dijera al niño: “He aquí a tu madre”, y como si el niño le dijera a ella, la travesti eterna: “He aquí a tu hijo”.
Siguen los misterios gozosos: la conformación de otra Sagrada Familia una Sagrada Familia Travesti en un nuevo pesebre, ya no en el portal de Belén, sino en una casa humilde de Córdoba, en Argentina. Acompañada de su pareja, descrito en Las malas como un hombre sin cabeza, La Tía Encarna presenta a su hijo a todas las putas del parque, reinas magas que llegan con ofrendas incienso, mirra, oro y hasta marihuana para honrar y celebrar la nueva vida. Y ahí cerca, entre todas, está otra compañera, María la Muda, a punto de transformarse en pájaro, revoloteando en el pesebre como un nuevo Espíritu Santo.
Sosa es autora de la novela 'Las malas'.

Sosa es autora de la novela 'Las malas'.

Foto:Archivo particular

Luego están los misterios luminosos: el bautizo del niño, llamado por todas las travestis El Brillo de los Ojos; la total transfiguración de María la Muda, ya enteramente pájaro; y una multiplicación de los panes, que es también una Última Cena, en una Navidad. Sosa escribe sobre la abundancia de esa comida: “Cualquiera que nos hubiera visto jamás se habría imaginado la humildad en que vivíamos, porque estábamos vestidas como reinas”.
Una amplia parte de la novela la ocupan los misterios dolorosos, es amplia esa parte porque son muchas las vejaciones, larga la humillación y la violencia que signa las vidas de las travestis: las crueldades de los clientes, que Sosa narra con un dolor aún sorprendido, pero también, siempre, con humor e ironía; los robos, los insultos, las torturas, los crímenes que terminan en la muerte de sus hermanas huérfanas. Sosa es consciente de la acumulación y repetición ella las llama “el pecado literario” y se pregunta por la escritura de la violencia: “¿Cuántas veces se ha escrito aquí esta palabra?”. Y agrega: “Eso somos como país también, el daño sin tregua al cuerpo de las travestis. La huella dejada en determinados cuerpos, de manera injusta, azarosa y evitable, esa huella de odio”. Argentina es ese país, pero también Colombia.
Los misterios dolorosos, sabrán quienes han leído la novela, terminan con dos muertes que la policía cataloga como suicidio y asesinato así también, en simultáneo, podemos pensar la muerte de Jesús. Y entonces, misterio a misterio, Sosa va creando un rosario travesti. En un pasaje de Las malas, leemos este recuerdo de infancia de la narradora: “Me han enseñado a rezar y yo tengo fe, porque soy pequeño todavía. Me han dado un dios que cabe en un rosario”. Sin embargo, y a pesar de los muchos diálogos que entabla el libro con el rosario católico, ningún personaje cabe enteramente en su versión travesti: en cada una están todos los misterios; todas ellas rebasan el rosario. Cada personaje es una María Magdalena en permanente transfiguración (¿o debería decir travestismo?): cuando van a tirarles piedras, ellas piden, como Jesús, que no las tiren; y si se las lanzan, ellas se defienden y las tiran de vuelta. Hacen magia, milagros que incluso ellas mismas pasan por alto.
Quiero terminar con los misterios gloriosos y travestis, aunque ambas palabras juntas parezcan redundantes: destaca, durante un baile, una ascensión al cielo de las travestis. “Debe ser hermoso”, escribe Sosa, “como los paisajes deslumbrantes del recuerdo… En aquel mundo paralelo reciben toda la bondad que se les mezquinó en este mundo”. Las malas recrea el mundo horrible, pero es, sobre todo, ese mundo paralelo, ese cielo travesti: es la restitución de la belleza y de la justicia, la reparación psíquica y social, y el lugar donde vuelven a aparecer la esperanza y la poesía.

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