Dicen los que saben que el maestro Germán Darío Pérez Salazar es al bambuco lo que Astor Piazzolla es al tango, un auténtico revolucionario de ese género musical al que, desde muy niño, supo iba a entregarse con cuerpo y alma por el resto de su vida.
A sus 4 años empezaba su relación con el piano, en casa de su abuela. Cada visita era un chance para jugar con las teclas, comenzando a desarrollar habilidades que tiempo después lo convertirían en uno de los más grandes referentes de la música andina colombiana.
Formado en el conservatorio de la Universidad Nacional, con particular gusto por el jazz, la música clásica, y especial admiración y adoración por Johann Sebastian Bach, Pérez Salazar empezó en su adolescencia a transformar ritmos como el bambuco, la guabina o el pasillo. Con escasos 17 años se atrevió a imprimirle innovadoras armonías a la música andina que comenzaban a valerle premios nacionales a pesar de su corta edad.
Hoy, a sus 48 años, este compositor e intérprete bogotano no tiene claras las cuentas de los galardones que ha recibido por su trabajo. Lo cierto es que son 23 primeros puestos en varios concursos como el Mono Núñez, el Hato Viejo-Cotrafa o el Festival Nacional del Bambuco en Neiva.
“Creo que van como 7 premios de obra inédita en el Festival Mono Núñez, un premio a mejor trío instrumental en el año 92 y en varias ocasiones finalista en ese y otros concursos”, dice sin pretensiones, apoyado en el piano que se come la mitad de la sala de su apartamento en Bogotá.
Está acompañado por los maestros Mauricio Acosta Avellaneda, en el contrabajo, y el tiplista Ricardo Pedraza Medina o ‘Pedracita’. Acababan de ensayar Divertidanza, una de las composiciones de su nuevo álbum ‘Mi Camino’, con el que rinden tributo a los 30 primeros años que cumple el Trío Nueva Colombia y que será presentado este sábado 22 de abril en el auditorio Gerardo Arango de la Universidad Javeriana, a las 7:00 de la noche.
Allí, en un escenario para 240 personas, el trío ofrecerá en concierto un trabajo que entremezcla el pasillo, el bambuco y la danza. En palabras del propio compositor, se trata de un trabajo “reposado, introspectivo. Van a encontrar un trío maduro. Después de 30 años no queremos demostrar que nos sabemos todos los acordes y que podemos tocar todas las escalas a la mayor velocidad. Queremos hacer buena música por el placer de hacerla, sin querer demostrar otra cosa”.
Tanto el maestro Germán Darío como su tiplista y bajista entienden que el alcance de la música que hacen no es el mismo de otros ritmos, y que la dificultad de cautivar jóvenes es amplia.
“Esta música es para ser escuchada con los cinco sentidos, en un asiento y en salas de conciertos, no en grandes espacios abiertos, lo que limita un poco el asunto.
Además es música que no tiene el privilegio del acceso a medios de comunicación. Pero a la vez hay un reconocimiento muy grande en un núcleo muy pequeño de gente, que son los músicos que van a los festivales. Es un gran reconocimiento, aunque es limitado en número”, dice Pérez.
Eso sí, sabe que la conexión entre la tradición y la innovación es la base de su exitosa carrera artística. “Tenemos profundo conocimiento de la tradición. No se puede pretender innovar si no conoces las raíces de las cuales provienes”, sentencia Pérez.
Además de sus ensayos y conciertos dedica buena parte del tiempo a la docencia como profesor en la Universidad Pedagógica. “Me convencí que no podía limitarme a tocar bambucos y sentí la necesidad de transmitir el conocimiento”.
Aunque con sus hijos es a otro precio: “Mi hija Sofía tiene 16 años y Santiago 11, los dos estudian música, pero no con el papá, resultó muy cascarrabias, y me dije, esto no es así. Los superviso y les ayudo, pero la formación musical se las dan en otro lugar.
Están felices, tocan bonito y sé que es un proceso muy largo que toma tiempo para mostrar resultados. El que se quiera meter a la música se tiene que armar de paciencia”.
Al igual que a sus hijos y a él, a su esposa Gisele Manrique le corre la música por las venas. De hecho, confiesa ella misma, que fue “musiquiando” que se conoció con el maestro Germán Darío, y pese a su arduo trabajo como secretaria privada del Alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, saca tiempo para la música.
“Aunque es abogada toca el cuatro muy bonito, y canta. Sus ocho hermanos son muy musicales, y entre ellos tienen un grupo de música llanera, en el que participa ella. Su hermano Guillermo tiene gran talento, toca arpa a un nivel superior, el cuatro, las maracas, el tiple, es un gran músico de corazón”, cuenta el maestro.
Producto de la constancia y la entrega, el maestro Germán Darío Pérez ha logrado que la música andina del país trascienda fronteras. Y pese a que son innumerables los conciertos que ha hecho con sus dos contemporáneos escuderos en más de 15 países de Europa y América, hay dos que recuerda en particular. Uno de ellos, como espectador de su propia obra.
“Me llamó alguna vez Richard Steinbach, un gran pianista estadounidense que me pidió incluir en su disco Fussion mi composición Suite Colombia. Lo autoricé y me llevé mi sorpresa cuando me dijo que la obra iba a ser tocada en el Carnegie Hall en Nueva York. Ni corto ni perezoso me pegué el viaje para escuchar mi composición en un auditorio de esa categoría. Me presentó en inglés ante unas mil personas y la interpretación que hizo fue impecable. Después vino el aplauso de la gente que me conmovió muchísimo”, recuerda Pérez.
Y el segundo que narra con entusiasmo tuvo lugar en Metz, Francia. Fue para la primera gira a Europa con la agrupación. “Estábamos tocando cuando vemos que Mauricio el contrabajista estaba detrás del piano, casi escondido. Apenas levantó la mirada estaba llorando, fue muy emocionante, tanto para nosotros como para el público. Mauricio ofreció disculpas y solo dijo ‘no me creo que esté acá tocando’. Tremendo recuerdo”.
Por sus dos compañeros, el maestro Germán Darío Pérez confiesa dos sentimientos: hermandad y admiración. “Ricardo es único en su tiple, no dicho solo por mí, sino por grandes tiplistas. Y Mauricio ni hablar, tiene toda la tarima que se puedan imaginar. Ha tocado todos los géneros: tango, salsa, merengue, y trabajado con mucha gente. Tiene gran versatilidad”, dice Germán Darío, quien al pie del piano y sin esconder su sonrisa concluye: “somos muy buenos amigos, mamamos gallo y de vez en cuando ensayamos”.
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