Hay días en los que la incertidumbre amenaza con ganar la partida. Días en los que no aparecen las respuestas, y las reservas de entusiasmo y de optimismo no alcanzan para calmar la inquietud de un alma en vilo: ¡de mi alma en vilo!
Reviso un par de estantes de la biblioteca, abro la nevera para dejarme tentar, miro de reojo las botellas del bar, consulto las sugerencias de Netflix… paso el índice sobre los lomos de algunos clásicos pero sigo de largo, cierro la nevera con las manos vacías, dejo las botellas en su sitio, apago el televisor. Salgo al balcón y dejo pasar el tiempo mientras reconozco en el viento que baja de los cerros a un viejo amigo. Pero no es al viento a quien busco. Es uno de esos días en los que quisiera llamar a mi madre –necesitaría llamar a mi madre– para que me diga que todo va a estar bien. Eso es… nada más. Volver al útero por un buen rato sería el único remedio posible. *Cortesía del autor