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Música y Libros

No predije el futuro, simplemente observé el presente: Fernanda Trías

Trías (Uruguay, 1976) se radicó desde hace años en Bogotá y es docente de la Universidad de los Andes.

Trías (Uruguay, 1976) se radicó desde hace años en Bogotá y es docente de la Universidad de los Andes.

Foto:Fernanda Montoro

La escritora uruguaya presenta su nueva novela, Mugre rosa, aplaudida por The New York Times.

“Los días de niebla el puerto se convertía en un pantano. Una sombra cruzaba la plaza, vadeando entre los árboles, y al tocar cualquier cosa iba dejando las marcas alargadas de sus dedos. Bajo la superficie intacta, un moho silencioso hendía la madera; la herrumbre perforaba los metales. Todo se pudría, también nosotros”.
Ser adulto duele. Y a eso se enfrenta la protagonista de Mugre rosa al encontrarse que sus certezas afectivas, su madre y su exesposo Max son falsas y se desvanecen, al igual que los pájaros en el cielo por el viento rojo, en una ciudad periférica de Montevideo apocalíptica y distópica afectada por el fenómeno de El Príncipe, que cubre la atmósfera con una niebla eterna, donde respirar y el contacto con otros cuerpos representan la muerte.
Escrita entre el 2018 y 2019, Fernanda Trías de forma inconsciente, con un lenguaje poético y premonitorio, anticipó en su narrativa la realidad que vive hoy el mundo ante la pandemia: mascarillas, hospitales colapsados, teorías conspiratorias y el aislamiento. Sin embargo, no todo es oscuridad, la esperanza está representa a través de Mauro, un niño con síndrome de Prader-Willi que cuida la protagonista: “quizás la salvación del ser humano es a través de la ternura y no del pensamiento”.
Fernanda Trías es profesora residente de la Universidad de los Andes. Ha escrito las novelas Cuaderno para un solo ojo, La azotea y La ciudad invencible, además el libro de cuentos No soñarás flores. Sus tres últimos títulos han sido publicados en el país por Laguna Libros.
Un punto que caracteriza la obra literaria de Trías es el miedo que genera hoy el mundo, aunque queramos evadirlo con maratones de series en las plataformas digitales o en las redes sociales. Sencillamente un lector que quiera adentrarse al universo literario de Trías no saldrá ileso.
Editado por Literatura Random House

Editado por Literatura Random House

Foto:Archivo particular

Después de desarrollar la figura del padre en su obra literaria, ahora se atrevió con la figura materna.
Era un tema que estaba evitando, me resultaba muy complejo; de hecho aún no tengo respuestas. Por otro lado, literariamente sentía más urgencia de trabajar al padre, hasta que lo agoté y pude resolverlo. Ahora bien, para mí el tema de la madre era importante pensarlo no solo como hija, también desde las distintas miradas y maneras de maternar. En Mugre rosa es el hijo, Mauro, quien elige a su madre, que está representado por esta mujer que lo cuida y no por su madre biológica, y ese vínculo materno-filial, que es elegido, es mucho más poderoso.
'Mugre rosa' presenta a una protagonista en una edad adulta que en teoría debería tener cierta madurez emocional; sin embargo, sus relaciones afectivas no le han permitido crecer.
El tema del cuidado y sus vínculos fueron tópicos importantes a la hora de pensar en la protagonista. Ella cuida de los otros y crea una codependencia emocional con su exmarido enfermo y con su madre narcisista y egoísta. En toda la novela la protagonista lucha por su falta de voluntad a la hora de cortar esos lazos tóxicos y quizás asumir la responsabilidad de hacerse cargo de sí misma, asumir su propia vida como un ser independiente y de construirse bajo los escombros de esas pérdidas y vínculos ya rotos. Cuando aparece Mauro en su vida y va descubriendo ese amor inocente, que no es destructivo, recuerda su relación con Delfa, la señora que la cuidó en su infancia y con quien desarrolló una interacción más íntima que con su propia madre biológica. Me gustó cómo Piedad Bonnett supo condensar la atmósfera emocional de la novela: “un mundo afectivo en crisis”; por eso la protagonista trata de reconstruir y reinventar todos esos lazos convencionales y tradicionales desde la ternura y el amor, pero esta vez a través de los extraños.
Claro, y este mundo afectivo en crisis está atravesado por una ciudad distópica. Ese ambiente de miedo estimula aún más la codependencia emocional de la protagonista. ¿Se podría decir que en su obra el mundo siempre da miedo?
Es una obsesión y también realismo puro y duro. En la escritura y en la vida yo soy una extraña mezcla de mucha fortaleza y mucha vulnerabilidad y eso se refleja en mis personajes femeninos. Esa disyuntiva de sobrevivir en este mundo como mujer, escritora, latinoamericana, migrante, el pertenecer a tantas categorías es una lucha y un agotamiento tan grande que siempre está la tentación de entregarte completamente a eso que es el destino de vivir en situaciones precarias o extremas; y sin embargo, siempre hay una reserva que viene de las entrañas que te lleva a seguir adelante. En el caso de Mugre rosa, la protagonista tiene una fuerza interior que por lo menos la mantiene a flote mientras decide si quiere salvarse o no. Y esas preguntas fueron importantes a lo largo de la escritura de la novela: ¿por qué esta mujer sigue en esa ciudad con la posibilidad de irse?, ¿quiere salvarse o no? Uno siempre tiene el derecho también a la posibilidad de no salvarse.
Ahora bien, en relación con esta sensación o preocupación apocalíptica, ya lo estábamos viviendo antes de la pandemia con todo lo que ha sucedido con la crisis ambiental. La angustia y el miedo ya estaban en el aire. ¿Quizá su mirada atenta de escritora le permite narrar desde la premonición?
No predije el futuro, simplemente observé el presente. Los escritores y los artistas miramos en vez de estar absorbidos por el sistema, tenemos una distancia para observarnos a nosotros mismos y observar lo que está pasando. A mí me han sorprendido las coincidencias tan específicas de la novela con la pandemia. Sencillamente, la realidad alcanzó a la imaginación. Yo no soy optimista sobre el futuro mientras siga este individualismo atroz, un monstruo que nosotros creamos y que ahora nos devora de forma incontrolable.
A lo largo de los capítulos de la novela se intercalan breves reflexiones, preguntas y paradojas. La escritura le permitió resolverlas.
La escritura nunca responde a mis preguntas, me permite explorarlas y compartir mis preocupaciones con los lectores. De alguna manera no estoy sola en esa búsqueda.
Como escritora y profesora de escritura creativa, ¿qué opina sobre este 'boom' editorial de publicar mujeres?
El sistema capitalista toma cualquier movimiento social y lo transforma en un producto de mercado. Es inevitable. El fenómeno fue posible gracias a los movimientos feministas que surgieron en el año 2015. Esto nos permitió tener una mayor visibilidad, yo noté mucho la diferencia de ser escritora antes y después de este movimiento político. Sin embargo, tenemos que estar alertas porque todo está pasando muy rápido y no podemos quedarnos solo en la celebración. Hace poco, Diamela Eltit habló sobre esto, fue muy crítica y dijo que no dejaba de ser un gueto. Debemos analizar si en verdad el público está leyendo a las escritoras o son solo las propias mujeres y dos o tres hombres deconstruidos. Debemos seguir mirando a quién se premia, quiénes son los escritores oficiales que invitan a las ferias de libros, quiénes son los que tienen las columnas en los medios masivos de comunicación. Sencillamente preguntarnos: ¿estamos hablando solas o alguien en verdad nos está escuchando?
Y, finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Fernanda Trías?
Lo más valioso de la literatura es que cada ventana es muy personal e irrepetible. Esa búsqueda me alienta, afina mi manera de mirar y de estar en el mundo. El arte revolucionario de la literatura es decir no.
DULCE MARÍA RAMOS*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
En Twitter: @dulcemramosr
* Periodista literaria hispano-venezolana

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