Un sabor agridulce deja este año para la música: brillante por la explosión de los sonidos colombianos en el exterior, emocional en torno a los conciertos que se vivieron, tenso en el circuito de los festivales y, sin duda alguna, triste por las partidas de figuras que definieron muchos géneros.
Los roqueros cumplieron dos grandes sueños: la venida de los Rolling Stones a Bogotá, el 10 de mayo –difícil hacer un parangón con otra banda de tal dimensión histórica que haya venido antes–, y el regreso de Guns N’ Roses, esta vez a Medellín, el 23 de noviembre. Los dos eventos dejaron, además, un grueso aporte tributario para escenarios por cuenta de la Ley de Espectáculos Públicos.
En cuanto a festivales de música, si bien el Estéreo Picnic se ratificó como la apuesta privada de los sonidos alternativos en la capital, también surgieron otros nuevos como el Almax, que pese a su gran cartel, no atrajo suficientes asistentes. En cuanto a los festivales públicos, el proyecto de unificar Jazz al Parque, Colombia al Parque y Salsa al Parque generó rechazo y finalmente fue descartado.
El gran descalabro vino con una marca muy reconocida: Lollapalooza, que intentó tener su capítulo colombiano pero, primero, la artista principal del cartel descartó su participación un día antes de ser anunciado y, luego, este no cautivó a un público que esperaba más rock. En consecuencia, el festival tuvo que ser cancelado apenas un mes antes de su realización.
Sin embargo, 2016 fue un año de gloria para la música colombiana, que protagonizó los últimos Grammy Latino, dejando como ganadores a Shakira y Carlos Vives con canción y grabación del año; a Manuel Medrano, como mejor nuevo artista; J Balvin, barriendo en la música urbana; Palo Cruza’O, en mejor álbum folclórico. A esto se suma la representación brillante de grupos en Womex –con un premio especial a Henry Arteaga, de Crew Peligrosos–, el estallido comercial de Bomba Estéreo en EE. UU. y el incremento de giras de grupos por Europa, Asia y Norteamérica.
La industria musical tuvo también sus ires y venires. Por primera vez, según el informe anual de la RIAA, el consumo de música en streaming superó las ventas digitales, generando ganancias por 2.400 millones de dólares, que corresponden al 34,3 por ciento de lo facturado por la música. Dicho esto, todo lo digital superó por primera vez a las ventas en formatos físicos. Una cifra que confirma el giro que dio el negocio.
Un año negroDefinitivamente fue un año marcado por el luto. El mundo del rock aún intentaba reponerse de la partida de Lemmy Kilmister (de Mötorhead), a finales de diciembre de 2015, cuando recibió como una bofetada muy sorpresiva la muerte de David Bowie, el 10 de enero. A partir de ahí, y como en una bola de nieve, fueron cayendo: Pierre Boulez, Long John Hunter, Otis Clay, Glenn Frey (The Eagles), Maurice White (Earth Wind and Fire), George Martin (productor de los Beatles), Naná Vasconcelos, Gato Barbieri, Bill Henderson, Merle Haggard, Mariano Mores... Apenas iba abril y al mundo le costaba digerir que el siguiente era Prince.
En la escena nacional, las pérdidas también fueron legendarias: mientras Gustavo ‘el loko’ Quintero y Nelson Pinedo definieron vetas de la música popular, Jesús Pinzón Urrea fue muy influyente en la escena clásica y académica.
Otros que se fueron: Papa Wemba, Guy Clark, Nick Menza (Megadeth), Horacio Salgán y Toots Thielemans. Agosto cerró con el fallecimiento de Juan Gabriel.
Una dolorosa coincidencia: las partidas de Keith Emerson (10 de marzo) y Greg Lake (8 de diciembre), ambos del trío progresivo Emerson Lake and Palmer.
Aunque fueron muchos más nombres, entre las muertes más lamentadas en el último trimestre estuvieron las de Leonard Cohen, Leon Russell, Sharon Jones, Quique Lucca y, el pasado fin de semana, George Michael.
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
Comentar