Las estadísticas tienen sus enigmas. Hace unos años, una encuesta del Dane descubrió que Cali era la ciudad donde se leían más libros esotéricos; Medellín, de autosuperación; y Cartagena, religiosos. Desde entonces no se ha escuchado ninguna explicación plausible de esas diferencias.
A fin de año, el Dane publicó los resultados de la Encuesta de Consumo Cultural de 2017. En sus datos, la cultura, como otras dimensiones de la vida del país, aparece influenciada por la alta presencia de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Prácticamente en todas las actividades culturales –desde visitar museos y leer hasta escuchar música en soporte digital y asistir a bibliotecas– predominan los más jóvenes.
Sin embargo, dentro de unas décadas Colombia será un país con un alto porcentaje de viejos y una importante disminución de la población joven, según las predicciones del censo de 2018. El declive de la tasa de natalidad, la transformación de la composición de los hogares, el aumento de los hogares unipersonales y el envejecimiento de la población son inexorables. Y la única práctica cultural en la que sobresalen los mayores de 60 años es en la lectura de periódicos.
Pese a eso, de unos años para acá los colombianos de más edad han asumido prácticas culturales que antes eran casi exclusivas de los jóvenes: leen más en internet, son consumidores habituales de los teléfonos celulares y utilizan más el computador. Es cada vez más frecuente ver una persona de edad chateando, escribiendo correos electrónicos o navegando por Facebook.
Mientras el 92,5 % de los jóvenes entre los 12 y 25 años usa internet, el 59,8 % de los adultos lo hace. Los más jóvenes son los que ven menos televisión junto con los más viejos. La proyección de envejecimiento tendrá un impacto en la definición de las políticas culturales del futuro y significará un giro en las comprensiones culturales de los colombianos.
Otro cambio en el contexto cultural del consumo es el proceso de urbanización que ha vivido el país. Por primera vez una encuesta de lectura –la del 2017– tuvo en cuenta al campo.
Lo que se observa es muy interesante: los habitantes de zonas rurales dispersas van a las bibliotecas públicas, leen, aunque en porcentajes menores que los residentes en ciudades, y están conectados a internet a través de sus celulares, que se convirtieron en un instrumento tan frecuente como el azadón del pasado.
Aún no se ha estudiado el impacto del crecimiento de la clase media en el consumo cultural: posiblemente el impulso del uso de los computadores, el aumento de la conexión a internet, la alta descarga de música y películas, la persistencia de las audiencias de televisión y el incremento de la lectura de libros y revistas se sostiene en los hombros de la clase media.
El 65,2 % de los colombianos buscan, descargan y escuchan música en internet y el 64,9 % ve películas o videos. El 48, 7 % prefiere visitar bibliotecas públicas; el 77,1, % leer en celular; el 40,1% lee en computador fijo y el 40 % disfruta más ir a cine. La revolución tecnológica ha tenido una influencia decisiva. En muy poco tiempo se ha modificado el entorno del consumo cultural.
Los televisores del pasado les dieron paso a los artefactos smart, que facilitan el acceso a través de un mismo dispositivo a opciones como Netflix, Spotify, YouTube o Facebook live. Al mismo tiempo los equipos de sonido han sido reemplazados por dispositivos digitales en los que se puede escuchar música de proveedores virtuales con enorme capacidad y diversidad.
Además, los computadores fortalecieron su papel como soporte educativo en los hogares. El 15 % de colombianos, por ejemplo, leyó libros en algún dispositivo electrónico. Pero, con la convergencia digital, también se posicionaron nuevas fuentes de lectura. El 58,7 % de las personas leyó blogs o páginas web; 65,9 %, correos electrónicos; y 93,8 %, redes sociales. Internet se posicionó en el 47,7 % de los ciudadanos, que afirmaron usarlo frecuentemente, desde para ver televisión ( 20,3 %) hasta para descargar video-juegos (23 % ).
Las mujeres se convirtieron en 2017 en las grandes dinamizadoras del consumo cultural. Participaron mayoritariamente en los espectáculos públicos, fueron más lectoras que los hombres, estuvieron más veces en cine (52,3 % frente a 47,7 % de los hombres).
Los géneros preferidos a la hora de ver una película fueron la acción (65 %), el humor (49,1 %), la ciencia ficción (42,7 %) y el terror (31,6 %). Y, pese a que el cine colombiano crece en producción el consumo del mismo no refleja mayores aumentos; el 39,7 % de la población dice haberlo visto y de estos, el 84,2 % no fue a una sala de cine para verlo sino que lo hizo desde su casa, en televisión.
La reina del consumo cultural en Colombia es la música. Los eventos a los que los colombianos prefirieron ir durante ese año fueron los conciertos, recitales y presentaciones de música en espacios abiertos o cerrados y en vivo. Esta preferencia continúa en los usos personales de internet.
En efecto, buscar, descargar y escuchar música es el principal uso de internet a tal punto que el 67,5 % prefirió escucharla de manera gratuita en la web que pagar por un servicio de sreaming. La música es también una de las áreas artísticas más seleccionadas a la hora de elegir talleres o cursos de formación y una de las razones más poderosas para escuchar radio. Los géneros preferidos son el vallenato (60,9 %), la música tropical –salsa y merengue– (57,6 %), la balada (45,65 %), el reguetón (44,9 %) y la ranchera (36,2 %). Sin embargo, entre los más jóvenes el reguetón se lleva la delantera (69,0 %) y el vallenato, el segundo lugar (53,3 %); y la música tropical, el tercero (53,1 %).
Ver televisión continúa siendo la principal forma de entretenimiento, aunque ya se empiezan a notar signos de declive generados por cuenta de los niños y los jóvenes, que han escapado hacia las descargas digitales que ya empiezan a posicionarse.
La edad es una de las variables más importantes del consumo cultural. Leer e ir a cine son dos prácticas que van disminuyendo a medida que aumenta la edad. Lo mismo sucede con la asistencia a espectáculos públicos de música, danza, teatro y ópera.
Sin embargo, otros hábitos más pasivos se van afianzando. Según las estadísticas de la encuesta del Dane, la lectura diaria de libros es el hobby preferido entre los más mayores. Un 30 % de los colombianos entre los 41 y los 64 años, así como el 38 % de las personas mayores de 65 años leen todos los días.
La literatura (52,1 %), los textos escolares (34 %) y los libros de religión o espiritualidad (28,5 %) son los géneros que más interesan a los lectores.
El Caribe, que es sin duda una de las regiones con mayor diversidad y oferta cultural, tiene porcentajes muy bajos de consumo de esos espacios, en comparación con las otras regiones del país.
Aunque es aquella en que se dice leer más en cualquier soporte (95,8 %), es a la vez la región colombiana en la que se leen menos libros (3,7 en promedio al año), en la que se ve menos cine colombiano y la que tiene los índices más bajos de asistencia a bibliotecas, casas de la cultura, a museos y galerías de arte.
A diario nos sobresaltan las estadísticas. Hablan de la inflación, el costo de la vida, el desempleo o las inversiones. De cuando en cuando aparecen cifras que provienen de otro mundo hecho de conciertos, músicas, museos, libros, bibliotecas o películas. El primer mundo le habla al bolsillo de los ciudadanos; el segundo, al centro de las emociones, los sentimientos y las identidades.
En La riqueza de las naciones, Adam Smith menciona como trabajos improductivos frívolos, los de “los actores, bufones, músicos, cantantes de ópera, bailarines, etc”. Desde entonces las cosas se han trastocado. Hoy, corporaciones tan potentes económicamente como Google, Facebook, Amazon o Apple están detrás de las estadísticas del consumo cultural y nunca se había producido una relación tan dinámica entre las tecnologías y la apropiación de los bienes culturales.
Es verdad que no toda la cultura está en esta exploración del consumo, que no toda puede reducirse a datos y que incluso la noción de consumo es limitada. Pero lo que están mostrando las estadísticas del Dane son cambios en la sensibilidad, en los modos de comprensión y en las maneras de ser de los habitantes de este país. Es, por supuesto, mucho más que un asunto frívolo.
GERMÁN REY
ESPECIAL PARA EL TIEMPO