En alguna de sus clases de escritura creativa, la literata y profesora vallecaucana Andrea Salgado (1977) invitó a sus estudiantes a explorar la intimidad, a través de pequeños ensayos. Un ejercicio que ella aprovechó también para indagar su mirada sobre la intimidad en la literatura.
Así nació el texto ‘La tarea’, que Salgado archivó, y que años más tarde fue la génesis de su primera novela: ‘La lesbiana, el oso y el ponqué’, que acaba de publicar.
Se trata de una obra experimental de ciencia ficción que pone sobre la mesa la reflexión sobre la igualdad de géneros, desde un universo que tiene a la movida de los videojuegos como telón de fondo.
Su protagonista, Lucas –que resulta ser el seudónimo de Alba Lucía–, es una reconocida proveedora de un famoso juego llamado ‘La calle’, que les permite a muchas personas jugar en línea. A través de este, Lucas conoce al oso –un hombre calvo, gordo y peludo–, que la llevará a hacer varios cambios en su vida.
Cuando Salgado desempolvó ese primer borrador de ‘La tarea’ se dio cuenta de que este tenía mucha relación con otros textos que había escrito años antes, mientras realizaba su maestría en Escrituras Creativas en la Universidad de El Paso (Texas, EE. UU.).
“En aquel momento, esta historia exploraba la intimidad, pero luego me di cuenta de que estaba conectada con esas otras historias de El Paso. Entonces, lo que hice fue hilar y empezar a encontrar conexiones para esta novela”, explica.La trama parte de la premisa de gente que vive la vida de otros, como si fueran una especie de avatar o una proyección, como en la cinta ‘The Matrix’.
Salgado, profesora de universidades como la Nacional y la Central, explica que esa idea de los que viven la vida de otros surge de una de las primeras imágenes que tuvo cuando llegó a El Paso: al abrir la ventana de su habitación, tomó conciencia de que vivía en un reducido barrio de un país desarrollado.
Ella, que es oriunda de otra población pequeña –Sevilla, Valle–, comenta que tuvo “una sensación de vivir en el primer mundo, pero a la vez saberse tan tercermundista. De estar en un lugar en donde todo está en perfecto orden, que es tan diferente del caos de nuestros países, que también es creador”.
Esta vivencia llevó a Salgado a sentirse viviendo en una especie de videojuego, en el que había una avenida y sobre ella unos habitantes de la calle, una especie de “muñequitos bidimensionales”, configurados para hacer unas tareas muy precisas.
Este contexto también le permite a la autora reflexionar sobre la manera como esos mundos desarrollados consumen a los subdesarrollados a través de sus productos.
En este punto, Salgado resalta la influencia que han tenido en su narrativa fenómenos televisivos como ‘Black Mirror’, videojuegos ochenteros como ‘Paperboy’ o distopías literarias como ‘Neuromante’, de William Gibson; ‘Fahrenheit 451’, de Ray Bradbury, o ‘1984’, de George Orwell.
“Y empecé a tener más sólida esa idea de crear una distopía en tiempos digitales, en la que hay unas personas que no quieren vivir y que simplemente quieren estar conectados a otros”, explica Salgado.
La gente vive hoy conectada a una cantidad de dispositivos y a través de ellos viven otras vidas o fragmentos de vida, y pasan más tiempo ahí que en la vida real
Agrega que, de hecho, esta idea no tiene mucho de ciencia ficción, sino que es algo muy realista en estos tiempos. “La gente vive hoy conectada a una cantidad de dispositivos y a través de ellos viven otras vidas o fragmentos de vida, y pasan más tiempo ahí que en la vida real”, comenta la autora.
Salgado aprovecha para meditar sobre esa idea de la ciencia ficción en el cine y la literatura, que siempre ha estado más relacionada con los superhéroes o con naves espaciales.
“Estamos en un momento en que, por alguna razón en nuestro mercado, cuando hablamos de ciencia ficción estamos pensando en sagas juveniles. Y muchas de ellas trabajan por lo general conflictos de un hombre que se enfrenta a un monstruo o cosas externas. Mientras que en esta novela, aunque es de ciencia ficción, en realidad se vive un conflicto íntimo”, comenta.
De allí que el tiempo real del relato sean dos o tres días en los que afuera no ocurre nada, salvo la preparación y exposición de una ponencia por parte de la protagonista, o salir a hacer ejercicio. Porque toda la tensión ocurre dentro de los personajes.
CARLOS RESTREPO
EL TIEMPO
En Twitter: @restrebooks
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