Era un título premonitorio, pero pocos se dieron cuenta de ello en su momento. Violeta Parra acababa de regresar a Chile desde París, en 1966, y parecía convencida de que esas canciones en las que trabajó junto con sus dos hijos, Ángel e Isabel, eran sus últimas creaciones musicales.
Por eso nombró su nuevo trabajo ‘Las últimas composiciones de Violeta Parra’, un disco considerado como el más importante de la música chilena, que incluía temas como ‘Gracias a la vida’, un clásico de la canción latinoamericana.
Cuatro meses después del lanzamiento del álbum, y mientras vivía en una carpa persiguiendo el sueño de fundar una universidad dedicada al folclor en la comuna La Reina, en Santiago de Chile, Parra se suicidó de un disparo en la cabeza.
Desde aquel momento, su vida y su obra –no solo su música, sino sus poesías y sus creaciones plásticas– se convirtieron en leyenda; pero su último álbum terminó en uno de los embrollos legales más famosos de la cultura chilena. ‘Las últimas composiciones de Violeta Parra’ se produjo con el sello RCA Víctor, que durante el gobierno de Salvador Allende se rebautizó como IRT. En 1996, un ingeniero eléctrico compró todo el repertorio discográfico de la extinta compañía, en el que se incluía la copia maestra de aquel disco de Parra, asegurándose así todos los derechos de comercialización.
Desde aquel momento, la familia Parra empezó una batalla para recuperar el original, y justo este año, en el que se celebra el centenario del nacimiento de la legendaria artista, su nieto Ángel Parra publicó una versión “rescatada y revivida” de ‘Las últimas composiciones de Violeta Parra’.
“Es tirar nuevamente la semilla de las canciones de Violeta para que los jóvenes no le teman y se atrevan a reinterpretarla. En Chile, la Violeta es muy querida, en el mundo entero es muy amada, pero todavía consideramos que falta seguir difundiendo sus obras y sus canciones”, dice Ángel, con quien EL TIEMPO habló en San José de Costa Rica.
Junto con su hermana, Javiera, el músico estaba lanzando esta producción en el Festival Internacional de las Artes del país centroamericano, la cual revive aquellas composiciones llenas de reflexión social y poesía cotidiana de Violeta, pero con algunos pincelazos de músicas modernas.
La Violeta también permite a los jóvenes entender la composición desde un ángulo de profundidad en los textos
“Nosotros venimos del rock, de influencias de la música progresiva, y cuando vimos en el camino que se acercaba un centenario había cosas que coincidían con este repertorio y que nos hacían interesante el proyecto de revisitar el disco… La Violeta también permite a los jóvenes entender la composición desde un ángulo de profundidad en los textos, entonces entregamos una versión joven que no tiene aspiraciones ni ambiciones del tipo estilístico de cambiar cosas”, cuenta Ángel, un reconocido intérprete de la guitarra eléctrica que ha trabajado en grupos como Los Tres, una destacada banda de la escena chilena.
Son trece canciones como ‘Run Run se fue pa’l norte’, ‘Volver a los 17’ y ‘Rin del angelito’, en las que se puede escuchar la voz de Javiera, quien viene de una carrera dedicada al pop con grupos como Javiera y los Imposibles, y también la de Ángel, el padre de los dos hermanos, quien falleció en marzo pasado. También colaboran músicos como Álvaro López, quien fue la voz de Los Bunkers, uno de los símbolos del rock alternativo chileno, y el cantautor Álex Anwandter.
“Lo más increíble es que hay mucha gente que piensa que este es un disco de grandes éxitos, y resulta que no, la Violeta compuso todas estas canciones para su último disco y eso es casi inverosímil”, dice Javiera, quien parece apropiarse de la voz reflexiva y tranquila de su abuela en ‘Gracias a la vida’, ese himno que ya había popularizado antes la argentina Mercedes Sosa.

Ángel Parra, junto con su hermana, logró publicar una versión de ‘Las últimas composiciones de Violeta Parra’.
Cortesía Evolución Producciones
El concierto de los hermanos Parra también recuerda el trabajo plástico de Violeta, con proyecciones de imágenes de sus arpilleras, unas piezas textiles de tal belleza que llegaron a ser expuestos en el Museo del Louvre en París. Incluso se proyecta una fotografía histórica de la artista tocando un charango mientras acaricia a un pequeño bebé en una cuna, su nieto Ángel.
“Yo tengo seis meses en esa foto y es muy bonito porque ella está haciendo el acorde de ‘Gracias a la vida’… Y está el charango, al que yo me acerqué también”, dice Ángel, quien recuerda que a sus 16 años empezó a tocar este instrumento fundamental de la música andina.
Al igual que en el disco original, el charango es la columna vertebral de esta nueva versión. Ángel también respetó los acordes de otros instrumentos esenciales como el cuatro y el bombo.
“Es muy bonito estar al servicio de una canción y dejar de lado el ego de ‘rock star’ y toda esa etapa –añade el músico–. La Violeta nos obliga a limpiar nuestra carrera por medio de la interpretación correcta de sus canciones, requiere concentración y que las neuronas estén puestas donde tienen que estar y eso te mantiene alerta”.
Javiera destaca que para acercarse a las canciones de su abuela hay que hacer una especie de acto de humildad. Es por eso que la presentación, en la que al principio se puede ver el tráiler del documental que Ángel Parra (padre) realizó sobre su madre, se convierte en un acto no solo simbólico, sino también íntimo.
“Estamos viviendo el duelo de la muerte de nuestro padre, muy reciente, estamos celebrando al mismo tiempo los cien años del nacimiento de la Violeta –cuenta Javiera–. Entonces lo que se ve en el escenario es lo que estamos experimentando, no es un artificio ni una puesta en escena, por eso también ponemos un poco en antecedente a la gente con este mini ‘teaser’ del documental, para que entiendan el estado de ánimo en el que nos acercamos a este material”.
Este centenario del nacimiento de Violeta Parra está plagado de diversas celebraciones en Chile y en otros países de Latinoamérica. Por ejemplo, en el Teatro Colón de Buenos Aires, hace un par de semanas se reunieron músicos como Sandra Mihanovich, Soledad Pastorutti, Kevin Johansen, Beto Cuevas y la propia Javiera para cantar los clásicos de la artista en un concierto sinfónico que dirigió Ángel Parra.
Es una muestra del impacto que ha tenido la obra de Violeta en un continente que durante muchos años habló el idioma común de la resistencia social como respuesta a las dictaduras militares.
“Nos unen los dolores y nos unen las alegrías –asegura Javiera–, pero sobre todo es un momento superimportante para nosotros porque lo que estamos tratando de hacer es lanzar una oleada para que la obra de la Violeta siga viviendo mil años, porque es patrimonio de la humanidad, es un tesoro que hay que cuidar y difundir”.
La celebración del centenario también es de alguna manera un reconocimiento a lo que significa la dinastía Parra, un linaje de artistas que se complementó con la poesía de Nicanor, creador de la corriente de la llamada antipoesía; la trova de Hilda, compañera por muchos años de Violeta en sus presentaciones musicales; la dramaturgia musical de Roberto, creador de ‘La negra Ester’, un clásico del teatro chileno…
“La gente tiene un cariño atávico, entrañable, no solamente a la Violeta, sino a la familia Parra en general”, sentencia Javiera.
Sin embargo, Ángel complementa que no ha sido un camino fácil y, de hecho, aún falta mucho por recorrer pese a logros como el Museo de Violeta Parra, impulsado por sus hijos, Ángel e Isabel. Para este centro cultural, ambos lograron reunir las obras de la artista que estaban diseminadas por el mundo, ya que ella solía regalárselas a sus amigos y conocidos.
Por eso, la multiplicidad de homenajes genera en los hermanos una doble sensación de alegría y justicia. “También ha sido superdifícil que Violeta esté en el lugar donde esté, lograr ese museo que hay en Santiago costó 20 años de esfuerzo –comenta Ángel–. Ella dice tantas verdades en sus canciones que les molesta a muchas partes del poder, era muy de izquierda, reclamaba mucho por las cosas que pasaban con los indígenas, siempre movía las conciencias…”.
“Sus letras siguen siendo igual de ácidas y la Violeta sigue siendo una piedra en el zapato para quienes lo eran en los años 50 hasta el día de hoy y eso te habla de un nivel de inteligencia y de genio”, complementa Javiera.
Luego de la presentación en Argentina, Ángel y Javiera, acompañados de otros cinco músicos, presentarán ‘Las últimas composiciones de Violeta Parra’ en poblaciones chilenas y también llegarán al Théâtre de la Ville en París y a Le Rocher de Palmer de Bordeaux.
Seguirán transmitiendo ese testamento que les dejó su abuela, que no solo se compone de esas letras ácidas que menciona Javiera, sino también de dramas más personales, como la canción ‘Run Run se fue pa’l norte’, que Violeta supuestamente compuso después de que su pareja, el antropólogo suizo Gilbert Favre, la hubiera abandonado para irse a Bolivia. Incluso están presentes los juegos de improvisación de la ‘Mazúrquica modérnica’ y las alegres letras de ‘La cueca de los poetas’.
“Es como un acto de amor finalmente y la gente lo toma así, es una comunión muy grande y el show termina con unas cuecas en las que la gente también alcanza a sentir el espíritu festivo. No somos un pueblo triste, somos un pueblo con mucho ‘power’ ”, finaliza Javiera.
YHONATAN LOAIZA GRISALES*
Cultura y Entretenimiento
San José de Costa Rica
* Invitado por el Festival Internacional de las Artes de Costa Rica.
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