Maribel Verdú (Madrid, 2 de octubre de 1970) tenía hasta este jueves un secreto: con rigor lleva una libretica en donde premia con un asterisco los títulos de aquellos libros que no solo merecen ser guardados gratamente en su memoria, sino para comprar y regalar a la gente que se quiere.
Allí tiene anotados El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, y El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez. “Y claro, toda la obra de Gabriel García Márquez”, le reveló a Roberto Pombo, director de EL TIEMPO, en la conversación inaugural del XV Hay Festival, patrocinada por este diario y Hyundai.
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La charla se inició con propósitos distintos. El entrevistador quería hablar de cine y de esta portentosa figura que a punta de talento ha sido nominada a once Premios Goya, se ha ganado dos; el Premio Nacional de Cinematografía en España, ha trabajado, entre otros directores, con Vicente Aranda, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Francis Ford Coppola y tiene una participación en casi un centenar de producciones.
Una de las filmografías más prolíficas, heterogéneas y envidiables para cualquier actriz.
Ella, en cambio, quería hablar de libros y de su pasión por la lectura. Un hábito que inició siendo muy niña en la casa de sus abuelos y con una familia donde había una veneración por la palabra escrita. Así que le pasaban los libros para que después hiciera un resumen. “Empecé en el mundo de la literatura por obligación, ahora lo hago por placer”, sentenció.
Desde esa infancia feliz no ha parado. Ni en hacer cine, ni en leer. Fue el punto de acuerdo de la charla que siguió en un tono distendido y divertido. Con la literatura, dijo, siempre ha encontrado un gozo enorme. “En cambio, yo me he pasado la vida sufriendo en el cine”, ironizó por la suerte de algunos de sus personajes.
Lo que sí dijo en serio es la dificultad que encierran los rodajes y que el público no dimensiona. Las horas de espera, los días de aislamiento, el esfuerzo físico para que las escenas salgan a plenitud. Aunque eso sí, recordó que en la confección de algunas películas ha sido tan tremendamente feliz que era difícil podérselo contar al auditorio que copó todas las sillas de esta joya arquitectónica de la Heroica.
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Por ejemplo, cuando en el año 1992 hizo Belle Époque bajo las órdenes de Fernando Trueba y junto con Ariadna Gil y Penélope Cruz. Relató que hace poco las tres se encontraron nuevamente y la nostalgia por esos días vividos las conmovió por igual.
El director de EL TIEMPO le dijo que, así como ella tenía una medida para abandonar un libro que no le guste, 50 páginas, tiene otra para los libretos. “13 páginas”, dijo sin dudar. Pero contó que el secreto, más que en el número de páginas del libreto, está en los diálogos. Si estos son creíbles, fluidos, es posible que resulte en una buena película.
Y reveló que esa es una de las claves del éxito de Y tu mamá también de Alfonso Cuarón. Estrenada en el año 2001, la cinta fue un punto de inflexión en la carrera de ella, del director y del cine latinoamericano. Ya nada volvería a ser igual.
Contó que se hizo con una disciplina de hierro, una rigurosidad en los detalles. “Cada cosa estaba medida, para que al final tuviera un tono improvisado”. Ese viaje de cuatro meses por esos escenarios mexicanos en donde dos adolescentes (Gael García Bernal y Diego Luna) descubren la sexualidad, con el trasfondo de la violencia y la tensión social, estuvo estudiado de principio a fin. Cada expresión, cada toma, el color, todo.

Hay Festival se inaugura con el desparpajo de Maribel Verdú.
Juan M. Vargas. EL TIEMPO
La escena, por ejemplo, en la que hacen un trío, contó la actriz este jueves, tampoco fue dejada al azar. Al contrario, la estuvieron ensayando durante dos días, en medio de mucho trago, lo que provocó no solo que se desinhibieran, sino que cuando fueron a filmar parecían unos amantes que se conocían toda la piel.
A partir de esta cinta, el cine hablado en español amplió sus escenarios y se hizo global.
A la pregunta de si creía que en Hollywood se había secado el manantial de la creación y por eso abrían otras puertas, Verdú dijo que no. Que se trata de una generación de directores y actores tan brillantes que era inevitable que se ganaran a pulso ese derecho.
Y que hoy, como lo ha hecho ella, los hacedores del cine nacidos en España o en Latinoamérica se sientan en la misma mesa con figuras como Francis Ford Coppola.
Con el ganador de cinco Óscar y director de El Padrino y Apocalypse Now compartió varios días como un amigo entrañable con el que se cocina y se juega. Pero no todo fueron revelaciones porque no quiso decirle al público por quién se decantaría el director estadounidense en caso de que tuviera que elegir: ¿Al Pacino o Robert de Niro?
Y así, la que, para Roberto Pombo, “es la mejor actriz española”, como lo dijo en la presentación, habló de cine en todos los formatos hasta ese salto tecnológico que permitió llevar el cine a las plataformas digitales facilitando aún más la difusión, incluso tuvo tiempo para lanzar un anzuelo: “Hasta ahora no he trabajado con ningún director colombiano”.
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Entre buenos apuntes, recuerdos de estos últimos 30 años de exitosa carrera, la conversación ya no giraba en torno a los libros ni al cine, sino que derivó al teatro.
Entonces, esta actriz que proyecta una imagen irreverente se puso seria. Allí, iluminada en el escenario, con un público que la escuchaba a oscuras, se vio a una Maribel Verdú elegante, sobria, con ese traje negro, los tacones de trabilla y el pelo recogido, que habló de esa vitalidad que para ella significa actuar en las tablas.
Lucía espléndida y con el corazón en la mano. Al terminar hubo una ovación inmensa, y ella emocionada decía ‘gracias, gracias’. La función terminó.
ARMANDO NEIRA
EDITOR DE EL TIEMPO
ENVIADO ESPECIAL A CARTAGENA
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