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Música y Libros

Entrevista con el escritor Carlos Orlando Pardo

En 1972, Carlos Orlando Pardo creó Pijao Editores, que hoy sobrepasa los 600 títulos y es considerada la editorial de provincia más importante del país.

En 1972, Carlos Orlando Pardo creó Pijao Editores, que hoy sobrepasa los 600 títulos y es considerada la editorial de provincia más importante del país.

Foto:Archivo particular

El escritor recibió el premio Vida y Obra de la alcaldía de Ibagué. Estrena dos libros.

Redacción El Tiempo
Su memoria comienza a desgajar recuerdos, primero como un pequeño chorro que baja de la cordillera.
Nacimos en un pueblo que fue el principal centro de operaciones de alias Desquite, Tarzán, Sangrenegra, Pedrobrincos. Un pueblo que tenía el común denominador de la violencia y de la muerte, porque era el epicentro de una pelea liberal-conservadora que fue muy fuerte. El Gobierno perseguía a los liberales y quería exterminarlos, porque eran una ‘plaga’, al punto de que había un teniente que lo llamaban el ‘Capador’, porque castraba a los liberales para que no se reprodujeran. Como mi papá era un liberal radical, como lo era buena parte de las gentes del pueblo, a nosotros –papá, mamá y una familia de diez hermanos– nos tocó desplazarnos tres veces a Bogotá, donde las tías, a estar en una habitación, en una situación dramática, después de vivir en una casa con patio grande y frutales.
Carlos Orlando Pardo, tolimense corpulento, de acento paisa, es la cabeza de Pijao Editores, empresa familiar que edita libros de autores tolimenses y colombianos con una acogida inusitada en el ambiente de la edición regional, donde los libros aparecen unas veces gracias al bolsillo de los propios escritores y otras gracias a entidades del departamento. Ninguno de estos últimos con posibilidades de hacerse conocidos, por el cuello de botella de la distribución. Pardo, que ha sido maestro de literatura toda una vida, sí tiene un espacio: sus colegas los profesores hacen que los alumnos lean lo que se publica. La historia de su familia es la historia de tantos en el país.
La última vez nos desplazamos ya no por razones de la violencia. Mi papá siempre quería regresar al Líbano a causa de las limitaciones económicas, y nos vinimos al Tolima de nuevo, a buscar un trabajo para nosotros, que lo conseguimos como maestros de escuela mi hermano y yo.
¿Cuántos años tenía cuando se desplazaron?
Seis años. Pero mantenía mucho el miedo de que mataran a papá y miedo del ruido de las cadenas de la volqueta del municipio que pasaba y todo el que se subía ahí vivo nunca volvía, porque los mataban y los echaban a la quebrada. Mi papá tuvo que huir con un machete recortado y un revólver heredado del abuelo. Estamos hablando de 1950-52, en pleno gobierno de Laureano Gómez y los gobiernos conservadores. Eso nos formó mucho el carácter pero nos levantó en medio del temor.
Y llegaron a un cuarto en Bogotá, desplazados...
Llegamos a donde las tías. Una hermana de mamá era la tía Sofía de Moreno, actriz que encarnaba a Socorrito en Yo y tú, junto a su esposo, Ángel Alberto Moreno, Don Eloy. Ella nos relacionó con poetas, músicos, actores. Llegaban todas las grandes estrellas de la televisión del momento: Pacheco, Álvaro Ruiz, Carlitos Muñoz, Érika Krum. Además el abuelo materno, Carlos Arturo Rodríguez, que era ebanista, fue uno de los fundadores del Partido Comunista.
Los Pardo son 10, una familia tradicional.
Soy el mayor, sigue Jorge Eliécer, luego Gloria, que acaba de morir en un accidente. Nací en el 47. Estoy al borde de mis primeros 70. El último, que era Rubén, murió a los 18 años en un accidente cuando vivía conmigo en Barcelona. Algo muy traumático.
¿Siempre han sido de izquierda?
De izquierda pero no militantes de partidos. Incluso tenemos una posición crítica a esa izquierda ortodoxa. Fuimos liberales casi siempre, pero hoy por hoy no creemos en ningún partido.
¿Por qué fue a dar a Barcelona?
Fui en el 83, a hacer un doctorado que felizmente no terminé por hacer una novela. Allá tuve el apoyo esencialmente de Héctor Sánchez. Había una colonia de escritores colombianos: Óscar Collazos, Sonia Truque, Rafael H. Moreno Durán, acababa de irse Luis Fayad, estaba Ricardo Cano.
Yo me había distraído unos pocos años porque estuve en la burocracia y fui jefe de primaria, jefe técnico y finalmente secretario de Educación del Tolima. En ese cargo logré hitos como la campaña de alfabetización para declarar al Tolima territorio libre de analfabetismo, que fue ejemplo nacional y se convirtió en la Simón Bolívar en el gobierno de Turbay, y en la campaña Camina, de Belisario. Fui el primer licenciado en educación que llegó a ocupar el cargo, porque eso era de los políticos y abogados y de gente que no tenía que ver con el asunto. Por esa época hicimos el Congreso Nacional por la Literatura, que reunió a 300 escritores colombianos en Ibagué, en 1980. Lo presidieron Pedro Gómez Valderrama, Luis Vidales, Germán Arciniegas, y de ahí salió la Unión Nacional de Escritores.
¿Y en qué momento nace Pijao Editores?
En este trayecto de medio siglo, en el que fundamos con mi hermano Jorge Eliécer Pijao Editores hace 45 años, que se cumplen en febrero del 2017, nosotros sabíamos que no podíamos editar en ninguna editorial grande porque éramos unos desconocidos. Pero teníamos cuentos ganadores y finalistas de concursos de la Universidad Externado, del Ónix Sello Negro de Boyacá, de la Universidad del Tolima...
Nos iniciamos como todos los escritores de la generación posterior a García Márquez, a través de los concursos, de las apariciones en los suplementos literarios.
Jorge Eliécer y yo –yo iba a cumplir 25 años– publicamos nuestro primer libro conjunto, con cuatro cuentos premiados de cada uno, en 1972. Se llamaba Las primeras palabras. Queríamos publicar autores jóvenes y le pusimos ese nombre porque daba una identidad regional, tenía un sentido de rebeldía. Hoy hacemos ediciones de lujo y ya llegamos a casi dos millones de ejemplares. Sobrepasamos los 600 títulos. Eso nos convirtió en la editorial de provincia más importante del país, reconocida por la Cámara Colombiana del Libro y el Congreso de la República.
¿Cómo los distribuyen?
Como hemos sido maestros, esencialmente nuestro público es de estudiantes de colegios, con la complicidad de los profesores que son seguidores nuestros, que leen los libros, los estudian, los divulgan. Hemos hecho la colección de 50 novelas colombianas y una pintada, que fue sacar 51 mil libros de un solo tiraje, con carátulas del pintor Darío Ortiz, que se convirtió una especie de canon de la novela colombiana posterior a García Márquez. Eso nos ha permitido ganarnos la fe de los autores.
Ahora preparamos, para los 45 años, la publicación de 50 libros de cuentos y una antología. Vamos a arrancar con libro digital a precios de nada, acompañado por la Enciclopedia digital del cuento colombiano de libre circulación, para que la gente mire a los autores, que estarán clasificados por géneros. Hay entusiasmo, porque el cuento nos caracteriza a los colombianos: somos buenos cuentistas y vivimos del cuento. Vamos a hacer una antología de jóvenes escritores colombianos que han ganado premios.
Ustedes comienzan como una editorial tolimense, ¿en qué momento dan el salto a autores de otras regiones?
El primer libro importante que publicamos fue una antología que hizo Germán Vargas, quien era nuestro protector, con Eduardo Pachón Padilla, titulada La violencia diez veces contada, en la que estaban Eduardo Santa, Policarpo Varón, Héctor Sánchez, entre otros. La misión de Pijao ha sido estimular autores importantes, que no tienen que estarle haciendo fila a nadie. Nosotros los publicamos con mucho entusiasmo y amor.
¿Quién financia Pijao?
A ningún autor le hemos cobrado un peso por editarle un libro. Les hemos pagado los derechos de autor y como no tenemos plata les pagamos en ejemplares. Si editamos mil les damos cien. Todo el trabajo de edición lo hago yo con mi hermano Jorge Eliécer y con mi hijo Carlos que es periodista y escritor. Tenemos un equipo en el que ayudan mucho Benhur Sánchez y Héctor Sánchez, y unos jóvenes periodistas que nos apoyan. Y los imprimimos con mi hermano Pablo, que es editor y tiene Caza de Libros, que es una editorial hija de Pijao Editores, y que ya lleva casi 500 títulos, entre autores colombianos y latinoamericanos.
¿Cuántos de su familia están en el tema literario?
Solo Jorge (Eliécer) y yo, y mi hijo que ha publicado su primera novela, Bohemian Rhapsody, y Pablo que es editor. Pero tenemos la complicidad de toda la familia. Mi mamá presta una plata, mis hermanas, nosotros hacemos préstamos.
¿Se vive de los libros?
Yo vivo de una pensión, por mi tiempo como educador y como burócrata. Pero prácticamente uno vive es en función de editar, sacrificando comodidades personales tras el sueño, pero eso nos da muchas satisfacciones. La plata se recupera lentamente pero se recupera. Aunque una vez perdí mi casa porque editamos a autores jóvenes desconocidos que no se vendieron. Como el ánimo nuestro no es el negocio, sino que se lea, ese desprendimiento nos hace hacer cosas importantes, no tener angustias. Aquí se trata es del placer de editar y difundir. Jorge Eliécer diseña las portadas de los libros. Muchas son del pintor Darío Ortiz hijo, tolimense que está radicado en México.
Volviendo a Líbano, ¿por qué hay ese acento político y cultural tan fuerte allí?
Allá la gente sabía que la única manera de salir adelante era estudiando. Nos leen bastante, porque nuestro fuerte con Pijao Editores han sido los profesores.
Una vez fui a dar una conferencia y alguien me preguntó: “¿Usted es Carlos Orlando Pardo el escritor o el hijo?”. “Soy yo”, le dije. “No puede ser –contestó el tipo– porque yo estoy estudiándolo desde niño”.
De allá son Eduardo Santa, Germán Santamaría, Jorge Eliécer mi hermano, Gonzalo Sánchez, Luis Flórez, Magil, es el pueblo que produce más escritores por kilómetro cuadrado en el mundo.
Éramos tan pobres en el Líbano que cuando queríamos ver una película los muchachos de la barra reuníamos lo de la boleta y la rifábamos. Uno entraba a verla, los demás esperábamos afuera en el parque a que nos la contara. Una vez al que ganó le preguntamos de qué trataba y contestó: “Un asalto a un banco y los matan a todos”. Y se fue a dormir. Cuando a mí me tocó contar la película duré tres horas. Yo decía: “El hombre levantó las cejas. Fue acercando su mano a la pistola. Detrás de una cerca hay un niño mirando... Una mujer se esconde detrás de la puerta”. De ahí en adelante siempre me daban todos los días para entrar a cine.
Pero yo cuando estaba muchacho quería ser poeta.
Y se volvió narrador
Un día, mamando gallo, mandé al concurso nacional de minicuento del diario EL TIEMPO, que organizaba Daniel Samper, y entre 1.300 y pico de participantes me gané el primer premio, que era una dedicatoria de Gabriel García Márquez. Dice así: “Para Carlos Orlando, campeón de las doce líneas, con la admiración de Gabriel”. Es la condecoración máxima que tengo.
FRANCISCO CELIS ALBÁN
Editor EL TIEMPO
Redacción El Tiempo
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