Entre las personas que manejan las riendas de las editoriales en Colombia, Ana María Díaz podría ser la más joven.
Con apenas 23 años, esta egresada del programa de literatura de la Universidad de los Andes ya ha publicado tres libros con su propio sello, El Salmón Editores, dos escritos por ella y uno del escritor ruso Antón Chéjov (1860-1904).
La idea empresarial surgió hace un año y medio, después de un seminario universitario. Según Díaz, su objetivo “no es producir un montón de libros para seguir saturando el mercado colombiano, sino publicar obras que vayan de la mano con un aporte a la educación”.
Con esa premisa, la editorial desarrolla en varios colegios de Bogotá el proyecto Siete Líneas (en referencia al bagre rayado que se encuentra en varios ríos del país), mediante el cual los niños pueden acercarse a los autores y convertirse en escritores.
¿Por qué es tan importante que los niños lean?
Si uno lee, entiende mejor su contexto y lo que a uno le pasa todos los días, es una persona más crítica con la vida y no se encierra en una sola cosa. Yo creo que la educación surge de la lectura, porque esta enseña a pensar. Por eso es importante que los niños y los adultos lean, que ejerciten su capacidad de cuestionarse.
¿Qué deben hacer los padres para fomentar la lectura en sus hijos?
Deben ser disciplinados y pacientes, porque la lectura es un hábito adquirido. Los padres deben acompañar al niño al mundo de la lectura, enseñarle que es algo chévere y bueno.
¿Cómo promueven la lectura con el proyecto Siete Líneas?
Son unas sesiones de acompañamiento de lectura, junto con talleres de creación literaria e ilustración. También donamos libros a instituciones educativas y fundaciones, y después realizamos talleres con profesores y estudiantes. Si el propósito es promover la lectura, el simple hecho de regalar libros es un acto incompleto.
¿Por qué poner a los niños a leer a Antón Chéjov?
Nos sorprendió que, a pesar de que hablan sobre Rusia en el siglo XIX y se ven muy lejanas a Colombia, las historias de Chéjov las podemos aplicar a nuestro día a día en Bogotá. Chéjov retrata la vida cotidiana y lo hace desde un punto de vista crudo y sarcástico. Por ejemplo, en la selección que hicimos hay un cuento que se llama ‘Las ostras’, y es de un niño y un padre que están pidiendo limosna por primera vez. El niño está hambriento, tiene 8 años y no entiende qué es pedir limosna y que no haya nada que comer. Entonces lee un letrero que dice ‘ostras’ y empieza a imaginarse qué son. Este tipo de literatura les resulta muy llamativo a los niños y, además, los pone a reflexionar sobre la cotidianidad.
¿Por qué crear una editorial? ¿De dónde salió la idea?
Fue un proyecto que nació en la universidad. Siempre tuve la idea de que después de graduarme y tener experiencia laboral iba a montar mi propia editorial, era un plan a largo plazo. Sin embargo, tomé un seminario de edición y ese fue uno de los proyectos finales de la clase. Ahí se definieron varias cosas, como qué tipo de libros queríamos publicar, hacia qué público queríamos apuntar y de qué forma queríamos construir la imagen de la editorial. Cuando me gradué, se dio la oportunidad de empezar de una vez y nos llenamos de valentía para hacerlo. Hemos crecido a buen ritmo y nuestros libros han tenido una buena acogida dentro del gremio de los independientes.
¿Cómo es tener una editorial a los 23 años?
Es muy difícil, por muchas cosas. Primero, porque la industria editorial independiente de Colombia es un gremio muy cerrado; y segundo, porque me veo especialmente joven, incluso menor de 23 años, y eso es un problema porque no me creen. Yo llego y digo: “estoy segura de lo que estoy haciendo, tengo una buena propuesta, una buena idea”, pero a veces me hacen sentir como “te ves chiquita, ¿qué haces acá?”. Es la lucha para ganar esa credibilidad. Nos gusta que los libros hablen por nosotros. Es de mucho trabajo, de no desfallecer y de continuar siempre, a pesar de los obstáculos.
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