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En las entrañas de Womex, el mercado musical más grande del mundo
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Puerto Candelaria se lució con su presentación en Womex. Interactuó con el público y logró promover un llamado a la paz, que tuvo eco en el recinto ferial.

Foto:

Cortesía: Yannis Psathas

En las entrañas de Womex, el mercado musical más grande del mundo

Este importante evento se realizó en Santiago de Compostela con representantes de 100 países.

La publicidad se disputa cada espacio en blanco del complejo arquitectónico Cidade da Cultura de Santiago de Compostela, el corazón de la región de Galicia, en España.

Las columnas y las mesas están llenas de avisos de grupos de jazz contemporáneo de Corea, folk de Portugal, una filarmónica gitana de Hungría y cantantes tradicionales de Transoxiana (región histórica del Turkestán, Asia Central).
Hay imágenes de grupos de rock de Malta e incluso un afiche en el que los músicos de un grupo colombobelga, La Chiva Gantiva, están enfundados en trajes de astronautas para promocionar su nuevo disco.

En esta especie de gran complejo de Babel se pueden ver destellos de las culturas de diferentes países, desde los atuendos tradicionales de los músicos noruegos hasta un vino chileno o un whisky irlandés, pero sobre todo se promocionan en cada esquina los aires de las músicas típicas y las propuestas de fusiones de cerca de 100 países.

El Womex (World Music Expo) es el mercado musical más grande del mundo, que reúne cada año a programadores, artistas, representantes de disqueras y directores de festivales que buscan sonidos novedosos para sus audiencias.

El pasado domingo finalizó la edición 22 del Womex, y la francesa Christine Semba, quien trabaja como consultora y directora de proyectos especiales de Piranha Arts, la empresa fundadora del Womex, cuenta que en su primer año (1994) asistieron cerca de 200 personas, quienes, ante el ánimo de conocer músicas de otros continentes, vieron una forma de contactar a esos artistas e intercambiar información.

Es una experiencia apabullante para sus noveles visitantes y donde se empiezan a maquinar los carteles de los festivales que se enfocan en la llamada ‘música del mundo’.

Pero no es preciso definir las músicas del mundo como un género, comenta Semba.

“Es un concepto que no me gusta –cuenta–. Empezó en los años 80 cuando productores discográficos ingleses tenían el problema de que sacaron discos de artistas de África y América Latina sin una etiqueta para clasificarlos; entonces, inventaron esta terminología. No es un género musical, puedes decir que son circuitos de distribución”.

Ahora el mercado se convirtió en este evento de cinco días, al que asistieron más de 2.500 personas en busca de esas músicas de raíz y también de su fusión con ritmos modernos.

Y es que, como asegura Semba, al igual que sus participantes (ahora está trabajando una nueva generación de artistas y programadores), también han venido evolucionando las propuestas musicales.

“Hemos establecido un DJ Summit porque hay mucha música electrónica utilizando algunas raíces. Por ejemplo, las fiestas de cumbia digital en Berlín son muy fuertes y algunos descubrieron la cumbia tradicional después de oír la digital. Es interesante que por esas mezclas, por esas producciones digitales, algunos públicos van a acoger las tradiciones de donde vienen”, asegura Semba.

La piedra angular de la programación del Womex son sus showcases, presentaciones de 45 minutos de diferentes grupos en espacios de la ciudad sede.

Ese cartel es seleccionado por un panel especial, al que denominan los ‘siete samuráis’, que cambia todos los años y está formado por agentes de diversos territorios, enfocados en diferentes formatos y géneros, desde festivales grandes y programación de salas pequeñas hasta periodistas, representantes de sellos y agentes de programación.

“Ellos deben hacer una preselección; después vamos a Berlín y nos encerramos en una habitación tres o cuatro días para hacer la programación”, comenta Semba.

Y agrega: “Es muy difícil, porque con la calidad de las propuestas que recibimos podemos hacer tres o cuatro programas, pero hay que dejar uno”.

Colombia ha estado presente en estos showcases con artistas como Rancho Aparte, Bomba Estéreo, Petrona Martínez, Aterciopelados, Aníbal Velásquez, ChocQuibTown, La 33, Totó la Momposina y La Chiva Gantiva, entre otros exponentes.

Este año, el abanderado fue Puerto Candelaria, que se presentó en la noche del jueves con un espectáculo de un ritmo frenético que le contagió al exigente público del Womex su propuesta de cumbia rebelde.

Juancho Valencia, director de esta banda paisa, cuenta que llevaban 10 años participando en la convocatoria para clasificar. Este logro significó la posibilidad de abrirse camino en el circuito de Europa, Asia e incluso África.

“La música grabada o los videos no son un porcentaje tan importante como lo que se vive en el momento de la presentación, por el contacto que se genera con la gente. Puerto Candelaria es una experiencia más que un concierto; entonces, el showcase es definitivo”, enfatiza Valencia.

La conexión que logró el grupo se reflejó en detalles como la despedida, en la que Valencia hizo un llamado por la paz en Colombia, y los asistentes lo acompañaron levantando carteles que llevaban consignada esta anhelada palabra. Además se presentó el arpista colombiano Édmar Castañeda, quien estuvo el pasado sábado en el cierre de los showcases.

Este músico bogotano, radicado en Nueva York, dio tal vez el ejemplo más elocuente del ADN de la música del mundo con su propuesta de mezclar en el arpa aires tradicionales como el joropo y el flamenco con jazz.

Fue un recital de gran destreza, en el que las manos de Castañeda parecían multiplicarse y danzar por las cuerdas del arpa, de la que salían sonidos impensados y cautivadores.

“Lo importante es que pueda mostrar el arpa colombiana a otro público –comenta–. La música que hago, creo que llama la atención, es una nueva manera de tocar el instrumento”.

A esas presentaciones se suma el premio que se le entregó a Henry Arteaga, el JKE del grupo Crew Peligrosos, por su trabajo artístico y social con la 4 Elementos Eskuela, que está en la comuna Aranjuez de Medellín.

Estrategia colombiana


Una de las esquinas más coloridas y visitadas de la Cidade da Cultura fue ese conjunto de tres estands de la delegación colombiana, en el que se veían imágenes de Bomba Estéreo y Los Gaiteros de San Jacinto, entre muchos otros.

Este fue el quinto año en el que el país contó con representación oficial, gracias a una estrategia de internacionalización de la música, impulsada por Redlat, el Ministerio de Cultura y Procolombia, a la que este 2016 se sumó Bogotá con varias entidades (Idartes y Cámara de Comercio, entre otras).

“El país viene mucho más consolidado en términos de saber cómo es la dinámica del mercado y cómo hay que convocar a toda esta comunidad de Womex”, dijo Carolina Rojas, directora de mercadeo de Redlat y coordinadora de la estrategia de internacionalización.

Semba, que viene trabajando desde hace más de 10 años con organizaciones de la música colombiana, destaca no solo la diversidad y calidad de los ritmos de nuestro país, sino la manera como se están promoviendo y la dinámica entre la delegación, que en este 2016 contó con 16 agentes representando a más de 40 grupos.

“Hay mucha solidaridad, una buena dinámica entre la gente; muchos son gestores jóvenes con bastantes ganas de hacer cosas y que se están apoyando. Si uno tiene un showcase, los otros van a apoyarlo. Eso no pasa en muchas de las delegaciones”, añade.

Hay artistas que ven en este mercado una oportunidad de conquistar a otros públicos. Es el caso de Franklyn Forero, del grupo Velo de Oza y quien busca llevar su propuesta de carranga rock a países como Francia, posiblemente Italia (ya tienen definida una gira por Alemania) e incluso mercados de América.

“Velo es una propuesta que suena un poco extraña, es difícil encontrar un espacio de promoción para nosotros; entonces, toca empezar a crear ese público. La gente también está hambrienta de nuevos sonidos”, dice Forero, quien añade que otro de sus objetivos es permearse de los estilos de otros artistas que se presentan en el evento.

Además del estand oficial, en esta edición del Womex también participó la empresa colombiana OM Producciones, que representa a artistas como el Sexteto Tabalá, Las Alegres Ambulancias, Beto Jamaica, Aníbal Velásquez y Los Gaiteros de San Jacinto.

“Es un negocio de confianza. A medida que la gente te va conociendo y va viendo tu continuidad, se van abriendo las puertas; además de tener un buen producto, es necesario estar organizados y proyectar esa confianza”, cuenta Javier Mutis García, fundador de OM. Destaca como uno de los principales logros la presentación del Sexteto Tabalá en los showcases del 2010.

Aunque Rojas asegura que es difícil hacerle seguimiento a este tipo de negocios porque las industrias culturales tienen otro ritmo, hay mediciones concretas, como la presencia de los grupos en eventos europeos.

Este año, bandas colombianas participaron en más de 20 festivales de verano en Europa y muchas de ellas han estado en el Womex.

“Nosotros con Procolombia hacemos una medición casi siempre tres meses después de la feria, y el año pasado habíamos registrado negocios de casi un millón de dólares con el formato de solo seis empresas”, explica Rojas.

Los participantes coinciden en que la clave para lograr el éxito en el mercado es la continuidad. Valencia, por ejemplo, define el Womex como “las olimpiadas de la música”, un lugar en el que, según él, no se habla de gente famosa sino de personas que trabajan por la cultura de cada uno de sus países.

También es un espacio en el cual se ha ratificado el momento que está viviendo la música de nuestro país. “Hay fenómenos de modas: hemos tenido la ola cubana, de Mali, de varios países. En Colombia existen muchos ritmos y hace algunos años que están muy presentes en el mapa global, pero no veo que se esté agotando; por el contrario, está creciendo con más géneros y más actores que vienen”, finaliza Semba.

YHONATAN LOAIZA GRISALES
Por invitación de Redlat.
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
En Twitter: @YHOLOAIZA

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