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Música y Libros

¿Es bueno el documental de J Balvin?

J Balvin en una escena del documental

J Balvin en una escena del documental

Foto:Amazon Prime Video

La producción de Amazon Prime Viodeo ha dado mucho que hablar desde su estreno.

Andrés Hoyos Vargas
No iba a ser una tarea tan sencilla contar la historia de una estrella ya universal como J Balvin. Por eso El niño de Medellín (The Boy from Medellín) era un gran reto para el realizador Matthew Heineman, pues tenía que contar una historia de una estrella con todos sus contrastes y había la posibilidad de que cayera en la comodidad de seguir a la estrella, registrar su conexión con los fanáticos y sumar algunas testimonios halagadores. Heineman no lo hizo así.
En realidad, el documental de Balvin es una apuesta de una gran factura emocional y de una cinematografía envidiable. Dos elementos que se mueven alrededor de una narrativa muy específica y fácil de seguir, principalmente para los seguidores del artista paisa, que dentro del arco argumental de este proyecto está listo para un reencuentro con su tierra, pero las circunstancias lo llevan a afrontar un conflicto social y a la vez un cuestionamiento de su papel como artista.
J Balvin en una escena del documental

J Balvin en una escena del documental

Foto:Amazon Prime Video

Colombia revelaba una tensión social impresionante en el 2019 y Balvin había llegado para tocar en Medellín y reencontrarse no solo con con su gente, sino con su tierra, sus recuerdos y el lugar donde afrontó la batalla de abrirse paso entre la música y despegar como un cohete a gran velocidad a la estratosfera de la megaestrellas del mundo.
Asimismo, el documental consigue retratar muy bien el paro del 2019, usando imágenes de archivo, noticieros y escenas reales como elemento que se compagina con las batallas de su protagonista principal.
¿Cómo es la vida de un artista que sobrepasó todos sus sueños de niño, que toca en todo el mundo y del que se espera muchas veces más que rimas y ritmo? Esas son algunas de las preguntas que se plantea esta producción documental en la que Heineman acierta a conseguir el equilibrio entre la profundidad que requiere dar esa respuesta y el retrato de Balvin como artista.
J Balvin en una escena del documental

J Balvin en una escena del documental

Foto:Amazon Prime Video

Sumado a una cinematografía muy impactante que consigue revelar la humanidad del reguetonero y de una capital paisa retratada de manera espectacular, las tomas aéreas de la ciudad recuerdan los mejores retratos nocturnos de Los Angeles, y las comunas tienen el poder visual de las favelas de Río de Janeiro en los videos de Michael Jackson, un elemento que suma a la experiencia emocional que busca El niño de Medellín. Pero hay que insistir: no solo de estética vive Heineman.
Esta es una película en la que navegan la ansiedad, la depresión y el flow. Una mirada humana que no se siente impostada y una expectativa que se acrecienta ante un panorama político y social que parece afectar no solo el concierto más importante y personal de Balvin, llevándolo a cuestionarse frente al papel que debe asumir. Ser estrella, como algunos lo aman, y otros que esperan demasiado de él.
El paro de 2019 acrecienta ese conflicto, mientras el espectador sigue la historia de un chico que quiso ser famoso y al que su madre siempre le inculcó que el día que se dejará llevar solo por la intensidad de ser una estrella, dejaría de brillar para ella.
J Balvin en una escena del documental

J Balvin en una escena del documental

Foto:Amazon Prime Video

Ese es un tema que se expone y otra vez en el documental, generando una reflexión interesante para el espectador y, por qué no, otras capas de empatía para José Álvaro Osorio Balvín, la persona que convive con su alter ego. No es difícil entender el conflicto y lo que parece fácil desde afuera. Balvin se deja llevar por la narrativa sin olvidar que es un artista.
“La gente conoce la gloria, pero no la historia”, dice en una entrevista en Medellín, afectado por la situación, pero luego recibe una frase impactante de su mánager internacional, que le recuerda que su estatus de artista internacional, “lo debe llevar a hablar por otros”.
El niño de Medellín es una experiencia visual y emotiva, que funciona porque se siente sincera en su exposición de la vulnerabilidad y la fama, así como el poder y la pesadilla de ser famoso.
Andrés Hoyos Vargas
@AndresHoy1
Andrés Hoyos Vargas
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