Ara Malikian prefiere no recordar los sucesos tristes de su infancia, una época trágica que estuvo marcada por el inicio de la guerra civil en el Líbano, su país de origen.
Esos años que pasó escondiéndose en distintos sótanos para evitar ser alcanzado por las bombas y los disparos, han quedado atrás. Ahora, únicamente quiere pensar en los momentos alegres que vivió junto a los otros niños refugiados que, al igual que él, buscaban la manera de divertirse y de ser felices a pesar de la situación en la que tuvieron que crecer.
Y fue así, en esta búsqueda afortunada para el mundo de la música, que Malikian descubrió en el violín su juguete favorito.
“Mucha gente en Colombia me entenderá, porque saben que cuando uno vive episodios violentos, inexplicablemente se borra la memoria. Así que solo puedo recordar las buenas experiencias”, dice el músico, quien dará cinco conciertos en Bogotá, del 29 de septiembre al 2 de octubre.
“Tocaba violín no por estudiar sino porque era algo divertido, y de esa forma pasaba el tiempo. Mientras tanto, otros bailaban o tocaban guitarra. Solo intentábamos continuar nuestras vidas, más allá de esta terrible situación”, añade.
Logró escapar de la guerra a los 15 años. Se fue solo, sin su familia, a estudiar música a una universidad en Alemania, a la que llegó gracias a la ayuda del director de orquesta Hans Herbert-Jöris, quien descubrió su talento.
Sobre esta experiencia, el violinista sostiene que “fue muy difícil llegar a un país donde no conocía a nadie y no sabía cómo comportarme, pero también fue un golpe de suerte, ya que la música me salvó de caer en abismos oscuros”.
Sin embargo, luego de haber pasado por distintas academias musicales, Malikian sintió un profundo desencanto por el método riguroso bajo el cual lo habían obligado a aprender.
Entonces decidió romper los esquemas rígidos de la música clásica y hacer las cosas a su manera, con un estilo muy ‘roquero’.
“Me di cuenta de que ese mundo no era el mío, nunca estuve de acuerdo con la arrogancia y el protocolo que hay en la música clásica. Los intérpretes son muy estirados y yo también intentaba encajar ahí, pero no me salía bien. Ni me sentía a gusto estando en ese mundo, ni tampoco era bien aceptado”, cuenta el artista.
Su cabello alborotado y sus tatuajes siempre estuvieron por fuera de los parámetros estéticos de lo clásico, pero aún más su particular forma de tocar el violín, instrumento que interpreta enérgicamente, como si fuera una guitarra eléctrica en las manos de Slash o Jimi Hendrix.
“Cuando me salí de lo clásico, encontré mi propia personalidad. Ya no tenía que imitar a otros artistas ni estaba obligado a tocar de una sola forma. A partir de ese momento empecé a gozarme mucho más mi carrera”, dice Malikian, quien fue nominado a un premio Grammy Latino.
Siendo siempre extravagante, este violinista libanés alterna su repertorio entre melodías clásicas y populares: puede pasar de Bach a Radiohead, de Mozart a Led Zeppelin y de Vivaldi a uno de los temas de la película Pulp Fiction. Su único objetivo en cada presentación es generar “una conexión emocional con el público”.
“Hace 20 años estaba obsesionado con la técnica. Si fallaba algún pasaje, duraba semanas sin dormir bien, pero ahora, cuando subo al escenario, me olvido de la perfección y solo me importa transmitir emociones. El público no paga un boleto para ‘pillar’ mis defectos, sino para emocionarse y volver a casa con la sensación de que ha tenido una noche maravillosa. Ese es el deseo que trato de cumplir”, asegura.
Malikian estuvo en Colombia en marzo de este año, en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro. En aquel evento, presentó su concierto titulado 15, y demostró ser un gran conocedor de la música colombiana.
“Me encanta la música de tu país y la conozco desde hace bastante tiempo. Tengo varios amigos músicos que son de allí, y también tuve una pareja colombiana durante muchos años, entonces aprendí”, afirma el libanés, quien en ese mismo concierto fue ovacionado y despedido con un gigantesco aplauso.
“Esa noche fue increíble, todavía la recuerdo. Yo ya sabía que el público colombiano era muy apasionado por la música, aunque no imaginaba que llegara a tanto. Tienen un gusto muy bien cultivado, así que estamos con muchas ganas de volver y de mostrarles los nuevos cambios que hemos hecho al repertorio”, concluye.
¿Dónde y cuándo?Cinco recitales, del 29 de septiembre al 2 de octubre.
T. Jorge Eliécer Gaitán (Cra. 7 n.° 22-47, Bogotá). Boletas: 63.500 a 168.500 pesos.
DANIEL TORRES
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
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