En vísperas del pasado 7 de agosto, aniversario de la batalla de Boyacá, EL TIEMPO publica un escrito de Carlos Bastidas, titulado ‘Sobre las dudas si Bolívar participó en la batalla de Boyacá’.
Según dicho autor, el papel del Libertador Simón Bolívar en la batalla que lo consagra por dar la independencia a la Nueva Granada es dudoso. En tal sentido avanza con desfachatez desde el título hasta en el desarrollo del tema en la finalidad de confundir al lector y amañar la historia. Sostiene que el gran hombre para “unos estuvo en el campo, dirigiendo el choque decisivo, otros dicen que Bolívar no comando en persona la acción militar”.
Se intenta a cada renglón sembrar la duda. Puesto que afirma con cierta astucia que acoge “una vieja polémica que se recuerda aquí: no para insistir en ella, sino para hacerla conocer, ahora que conmemoramos otro aniversario de la batalla de Boyacá”.
¡Qué manera tan extraña de apelar al desdoro para conmemorar las hazañas de nuestros próceres!
Resulta que no existe tal polémica, los oficiales y las tropas independentistas y realistas que se enfrentaron en dicha batalla reconocen en el momento e in situ el papel que juega el comandante en jefe en ese encuentro bélico.
Intentar opacar la gloria de su caudillaje en dicho momento histórico no es solamente un error, sino una falacia que repugna al instante. A la luz de los hechos, testimonios y documentos, es absurdo falsificar con consejas y datos inverosímiles mezclados con otros conocidos y ciertos nuestra historia.
Existe una escuela que pretende exaltar a las nubes a Santander, con la finalidad de intentar convertirlo en héroe nacional al minimizar las hazañas de otros personajes, por lo que le atribuyen, en ocasiones, méritos que ni él mismo reconoce.
Cuando su indiscutible y verídica contribución al triunfo de las armas bajo las órdenes del Libertador es inmenso, así en lo administrativo. Puesto que antes, en famoso episodio de la denominada Patria Boba, cuando Santander desafía bajo el mando del general Baraya a Nariño y ponen sitio a la capital, terminan derrotados y prisioneros.
En cierta forma, de lo que se trata es de llevar al lector desprevenido a colegir mediante el sofisma que si Simón Bolívar no es el héroe de Boyacá, ni el general Soublette, quien por orden del primero estaba a cargo de las operaciones, como universalmente se reconoce y que Santander sigue sus instrucciones al cruzar el puente con Ibarra y atacar a los realistas, oficial al que omiten mencionar, se cae en el absurdo del acertijo sobre quien capitanea la independencia de la Nueva Granada.
Los hechos son tozudosEn efecto, el relato de Bastidas tiende a menoscabar la imagen del Libertador, sin dar cuenta de que la batalla de Boyacá es la culminación de la extraordinaria campaña que Bolívar emprende desde los llanos de Venezuela, para liberar su tierra, y la Nueva Granada, cuando decide, después de una crucial junta de guerra que preside, en la que participan sus vocales Anzoátegui, Pedro León Torres, el jefe de Estado Mayor Soublette, Rangel, Iribarne, Pedro Briceño Méndez, Ambrosio Plaza y Manrique, abandonar de momento el objetivo de liberar Caracas y atacar Barinas. Páez y otros generales librarán una guerra de guerrillas contra los realistas en Venezuela, sin que este cruce la frontera por Cúcuta para sumarse a la campaña de la Nueva Granada.
El Libertador da media vuelta y cruza en pleno invierno el llano inhóspito y la cordillera, se trata de encontrarse con Santander, al que había desplazado meses antes a Casanare y este había conseguido allí imponer orden y organizar lo que sería la vanguardia del ejército que debía comandar el Libertador, sorprender a los realistas y destrozar sus tropas hasta la toma de Santa Fe de Bogotá y la liberación del país, después de liberar Venezuela y el resto América.
Se disfraza de aparente curiosidad e imparcialidad la inusitada pretensión de convalidar la memoria escrita en 1893 por el hijo de un oficial que estuvo en Boyacá, el cual de oídas y en su vejez, al rememorar el pasado de su padre, se le ocurre que el gran hombre estuvo ausente de esa gesta. Nadie sabe si esa persona estaba en sus cabales o padecía una reacción senil por pérdida o suplantación de la memoria, al elaborar semejante dislate.
La versión no pasaría de un chisme más de esos que surgen por cuenta de gentes que repiten la historia de oídas de sus progenitores en el calor del hogar, dándoles credibilidad o tergiversándolas con el paso de los años.
El mismo Bastidas, en su proditorio afán de menoscabar el papel de Bolívar, da a entender que la acción militar se ganó a pesar de que el gran hombre dizque no estuvo en el campo de batalla, así se desdiga al final del escrito, con miras a aparentar imparcialidad, después de intentar empañar la gloria del Libertador, sostiene que hasta el mismo Santander expresa que el parte de batalla, “el boletín del 8 de agosto ha referido ya la batalla de Boyacá corresponde a la verdad y yo no añadiré otra cosa sino que el general Bolívar, presente en todos los puntos d la acción, dio las órdenes precisas para hacer brillar el valor de las tropas, el esfuerzo de los jefes y oficiales, y terminar de una vez la obra que había tomado a su cargo”.
Son conocidos por sus contemporáneos y las generaciones sucesivas los verdaderos méritos y la ambición de Santander y sus deseos de pasar a la historia, si no hubiese Bolívar dirigido la batalla de Boyacá, habría puesto el grito en el cielo para que lo reconocieran a él como el Libertador, mejor que como el hombre de las leyes que le puso Bolívar.
No fue así, los hechos son tozudos y se imponen por sí solos.
Impacto de la sorpresa
Lo cierto es que el Libertador pone en práctica con los bravos llaneros de tierras cálidas el paso por los páramos y formidables obstáculos para sorprender a las tropas del general Morillo, que no lo esperaban y dar la batalla del Pantano de Vargas.
Él emprende operaciones militares que se adelantan y coinciden con las teorías de la “estrategia de la aproximación indirecta”, que un siglo después plantea el capitán Liddell Hart, oficial británico de la Primera Guerra Mundial y asesor de Churchill en la segunda, reconocido como brillante escritor y estudioso de la historia militar.
Hart sostiene: “Aunque la guerra es contraria a la razón, pues es un medio de llegar a una solución por la fuerza cuando el debate no consigue producir una solución acordada, el desarrollo de la guerra debe ser controlado por la razón si se quieren alcanzar sus objetivos, ya que: Aunque luchar es un acto físico, su dirección es un proceso mental. Cuanto mejor sea la estrategia, más fácil y menos costoso será conseguir el objetivo”.
En ese sentido, bajo el impacto de la sorpresa y la inspiración visionaria de la aproximación indirecta, por el efecto de la terrible victoria del Pantano de Vargas, lo que en otras circunstancias habría sido una escaramuza que sorprende a los fieles guerreros de Fernando VII a mediodía mientras consumen sus refrigerios y descansan, la toma del puente de Boyacá desata un efecto trágico y demoledor que divide y mina la moral de las tropas que comanda el bizarro brigadier José María Barreiro, cuyo objetivo era unirse con Sámano y defender la capital.
Santander, inexplicableLa noticia del triunfo de Bolívar en Boyacá vuela como pólvora y se trasluce en pánico en Santa Fe de Bogotá, provoca la súbita estampida del gobierno, el desplome del sistema del imperio español en la Nueva Granada y la creación de Colombia la grande y el nuevo orden bolivariano.
Lo que resulta inexplicable, y es un capítulo sanguinario y estremecedor de nuestra historia, es el fusilamiento que en ausencia del Libertador dispuso Santander de Barreiro, quien muere gritando vivas a España, ni el de sus compañeros de armas que estaban a la espera del canje humanitario que negociaban agentes del Libertador por prisioneros del otro bando.
ALBERTO ABELLO MORENO*
Especial para EL TIEMPO