Con una calidad de sonido impecable en sus tres escenarios, la segunda edición del Sónar Bogotá cumplió las expectativas del público que se reunió en Corferias el pasado 7 de diciembre para experimentar una atmósfera cargada de oscuridad y frenesí, al mejor estilo de los ‘raves’ europeos.
El evento comenzó alrededor de las 5 p.m con un set del DJ colombiano Bleepolar, seguido por Lunate y más tarde por John Montoya, inaugurando la tarima Sónar Hall.
Luego vinieron Gladkazuka, el productor canadiense Jacques Greene y de forma simultánea la agrupación chilena Matanza, que combinó magistralmente el sintetizador y la consola con instrumentos ancestrales de la región andina.
Mientras unos ‘alienígenas’ verdes bailaban y repartían volantes entre la multitud, el dúo Mitú llevó a los asistentes a través de un viaje psicodélico, tropical y selvático, marcado por un fuerte contraste sonoro entre la tradición palenquera y la modernidad electrónica.
A las 10 de la noche, tras las presentaciones de Steven Guberek, Koreless y de los peruanos enmascarados Dengue Dengue Dengue, hizo su aparición uno de los grupos más esperados de la noche: New Order, quien regresó a Bogotá tres años después de aquel concierto memorable en el Festival Estéreo Picnic del 2013.
El nostálgico recital de la banda inglesa comenzó con ‘Singularity’—de su disco más reciente— y continuó con otros temas insignia del 'new wave', como ‘Bizarre Love Triangle’, ‘True Faith’, ‘Temptation’ y ‘Blue Monday’. En este último, Bernard Sumner le ayudó en los teclados a Gillian Gilbert, quien tenía enyesado su brazo izquierdo debido a un accidente que sufrió el día anterior.
Finalmente, New Order se despidió de Colombia con un sentido homenaje a Joy Division. Los músicos de Manchester interpretaron ‘Love Will Tear Us Apart’, mientras las pantallas mostraban una y otra vez la cara de Ian Curtis, haciendo de este un momento muy emotivo, especialmente para los amantes de la ola postpunk.
Al término de esta presentación concluyó también la de El Leopardo, en el escenario Sónar Village, y enseguida la del DJ norteamericano Claude VonStroke. Lo que vino después fue una potente descarga de sonido, primero con la artista alemana Ellen Allien, y luego con The Martinez Brothers. Los hermanos del Bronx llevabaron los decibeles a su punto más alto y despertaron una gran ovación.
A la 1:20 de la madrugada las luces del Sónar Hall se apagaron. Hubo un momento de oscuridad y se escucharon algunos gritos desenfrenados. Fue entonces cuando Moderat entró en escena para deleitar a todos con un espectáculo sumamente artístico, guiado por la voz profunda e introspectiva de Sasha Ring, y por unos bajos poderosos que hacían retumbar el piso y los cuerpos de los presentes.
Pero más allá de un concierto, Moderat brindó una experiencia sensitiva que estuvo muy bien acompañada desde lo visual, por las imágenes que se proyectaban en las pantallas. En ‘Reminder’, por ejemplo, se vio un eclipse solar; mientras que a lo largo de otras dos canciones la tarima se convirtió en el vidrio panorámico de una nave espacial, tanto así que alguien del público dijo: “me sentí dando el primer paso de la humanidad en Marte”.
Al final, los más resistentes se quedaron a ver a Rødhåd, el DJ alemán, referente del techno a nivel mundial, que no contó con mucho público porque tuvo la mala suerte de coincidir con Moderat en el mismo horario.
Así, por segunda vez en Colombia, el Sónar demostró por qué es un festival internacional de alto nivel, en el que se unen la tecnología, la sofisticación sonora y la magia que trae una noche de música electrónica.
DANIEL TORRES
Cultura y Entretenimiento
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