Antonio Caro no solo fue el gran maestro del arte conceptual en Colombia; fue una locomotora, el gran rebelde y el gran ejemplo para toda su generación y de dos o tres generaciones más. Su Colombia, escrito con las letras de Coca-Cola, es un clásico del arte latinoamericano. Es una referencia tan grande y tan poderosa como las obras de Botero y ha sido varias de veces portada de revistas especializadas y expuesta en lugares como el Georges Pompidou.
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Caro estudió en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional y entró con uno de los mejores puntajes de admisión de todos los tiempos, pero para compensar ese exabruto histórico –según él mismo– se encargó de ser uno de sus peores estudiantes y terminó como desertor universitario. “Nunca me debieron admitir”, decía, “soy ciego y no tengo nada de motricidad fina”.
Sus obras eran conceptuales. Su cómplice, en sus primeros años, fue otro gran rebelde del arte colombiano: Bernardo Salcedo. “Él completó mi educación”, decía Caro. En 1976 su ‘Colombia’ fue un escándalo en el Salón Nacional. Recibió mención de honor y su nombre empezó a sonar por todas partes; era un niño genial que causaba ruido solo con su presencia. Y con sus cachetadas.
Unos años después de su ‘Colombia’, no fue admitido en un Salón Nacional y, para hacer un desagravio, la galería Belarca lo invitó a exponer. La galería quedaba enfrente del Museo Nacional. Caro llenó las paredes de la Galería con un elocuente ‘Defienda su talento’. En algún momento se despidió de sus invitados en plena inauguración, fue al Museo, donde también se inauguraba el Salón Nacional y le pidió a los fotografos que lo siguieran por que iba a hacer una acción plástica, y cerró la defensa su indiscutible talento con una sonora cachetada al crítico de arte Germán Rubiano por no haberlo admitido en el Salón.

Antonio Caro con su famosa obra 'Colombia', en letras de la marca 'Coca Cola'.
Archivo EL TIEMPO
Pero más allá de las historias de Caro –que darían para una novela de aventuras–, su obra tiene un toque genial inolvidable. Su 'Todo está muy caro' estará presente y vigente por varias generaciones, ¿o creen que alguna vez algo estará muy barato? Porque Caro siempre estará presente. Su última obra fue un performance precioso en la Galería Casas Riegner.
Hizo una serigrafía con el azul del jabón de lavar ropa con la leyenda ‘Jabón bendito jabón’. Lo escribió en una vitrina de la galería y, afuera, con jabón y una manguera invitó a todos a que le dieran la mano. Yo se la di.

Antonio Caro cuando preparó una de sus últimos 'performances' en la galería Casas Riegner de Bogotá.
Cortesía del artista
Todavía no se saben las causas de su muerte, pero la última vez que nos vimos fue hace pocas semanas por una invitación suya para hacer una charla para Youtube que se grabó en Casas Riegner. Mantenía su buen humor, su acidez de costumbre, pero se veía lento y usaba unas pantuflas porque tenía los pies hinchados. Antonio era inabordable y su vida privada tenía siempre un halo de misterio. Y preguntarle por su salud habría algo así como una ofensa irreparable.
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Su muerte es un golpe terrible para el arte colombiano. ¡Viva, Caro!
FERNANDO GÓMEZ ECHEVERRI
EDITOR DE CULTURA DE EL TIEMPO