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Cultura

La entrevista de BOCAS con la familia campesina youtuber

Nubia y sus hijos en su casa de Chipaque, Cundinamarca.

Nubia y sus hijos en su casa de Chipaque, Cundinamarca.

Foto:Sebastián Jaramillo

Nubia y sus hijos hablaron con Revista BOCAS en Chipaque, Cundinamarca.

El 29 de abril de 2020, un video de 2 minutos y 26 segundos sacudió la red social YouTube. Una cámara temblorosa, una madre y sus dos hijos saludando con la mano desde el patio de una vivienda humilde, y un niño de camiseta roja que dice: “Hoy les vamos a contar cómo una familia campesina decidió volverse youtuber”.
El pequeño se llama Alejandro Riveros Gaona, tiene 10 años y ese día lloró varias veces porque se asustó delante de la cámara. Nubia Rocío Gaona Cárdenas, su mamá, estaba tan nerviosa que casi no le salían las palabras. Igual que a David Gaona Gaona, que tiene 15 años y que un día se le ocurrió que tal vez era buena idea crear un canal virtual donde se hablara del campo colombiano. Y hacerlo desde su casa, en la vereda Potrero Grande del municipio de Chipaque, al sur-oriente de Bogotá. Enseñar a la gente a hacer huertas. A sembrar frutas y hortalizas. Mostrar ese campo olvidado donde se repiten los pesares desde hace décadas. ¿Por qué no?
El video se publicó a las 10 de la mañana y a la 1 de la tarde ya había estallado en el ciberespacio. Más de 100.000 seguidores en pocas horas. Un bombazo. Revuelo. Caos. Ninguno se imaginaba que algo así podía pasar. Nubia había salido temprano a trabajar al pueblo. En el año de la pandemia, había conseguido un puesto como limpiadora en el colegio departamental. Cuando volvía a casa, algunas personas se acercaron para felicitarla. No entendía por qué. “Mami, montaron el video y somos virales”, le dijo David. “¿Virales? ¿Papito, eso qué es?”, le preguntó Nubia. “Que nos están viendo en todo el mundo”, le contestó él.
Ese miércoles de abril del 2020 la vida le dio un vuelco a Nubia Gaona. Otro más. De la noche a la mañana, una familia campesina youtuber viral. El primer video que subieron acumulaba el pasado 28 de enero la friolera de 1,5 millones de visitas. 731.000 seguidores en YouTube. 347.000 en Instagram. 71.000 en Twitter. No hace mucho, YouTube les entregó una placa por el éxito que han tenido.
La casa se les ha vuelto un sitio de peregrinación. Por aquí han venido buenos samaritanos, como el tipo que les regaló una nevera, una lavadora y un televisor; cantantes populares, modelos, enviados de la banca que buscan sacar provecho, estudiantes, periodistas de todas las orillas, familias campesinas en busca de ayuda para vender sus productos y hasta alemanes extraviados que quieren aprender a ordeñar vacas.
“Hace cinco años nos asociamos con Nubia y Wilson, su marido, para hacer un cultivo de papa criolla. Perdimos casi 25 millones de pesos”, cuenta Juliana Zapata, 29 años, madre de dos niñas, una de trece y una de año y medio. Ella y su esposo, Sigifredo Moreno Urrego, son la otra parte de esta historia. La tía de Sigifredo fue la partera de la mamá de Nubia. La recibió en sus brazos, ahí mismo donde vive ahora Nubia. Cuando Sigifredo y Juliana compraron el lote de al lado, que había sido de la familia de él, se volvieron a estrechar los lazos de amistad.
Leonardo Villar es la portada de la Revista BOCAS, que circula en febrero de 2021.

Leonardo Villar es la portada de la Revista BOCAS, que circula en febrero de 2021.

Foto:Revista BOCAS

Los Moreno Zapata, él, ingeniero civil y ella, administradora de empresas, pudieron asumir sin demasiadas dificultades el fiasco del cultivo de papa. Nubia y Wilson (q. e. p. d.), en cambio, se vieron atrapados en un infierno de deudas. Sigifredo y Juliana empezaron un nuevo emprendimiento, Huertos de la Sabana, un intento por romper la absurda cadena de intermediarios que termina asfixiando al campesino.
Para ello, buscaron aliados, clientes estables para llevarles el producto de las familias de la zona. Cuando los precios estaban altos, esos clientes acudían a los servicios de la empresa, pero cuando bajaban, volvían al mercado y ellos se quedaban con la cosecha en las manos.
Un día, David le contó a Juliana, a “la señorita Juliana”, como ellos la llaman, que quería ser youtuber. Fue una conversación corta. David propuso hacer un canal y Juliana le preguntó qué quería contar. “Quiero enseñar a la gente a cultivar”, le dijo él. Y no pasó nada más. Hasta que un nuevo fiasco en un cultivo de papa en plena pandemia hizo que Juliana se acordara de la propuesta de David y que llegara a un acuerdo con Nubia y los chicos para montar el canal y vender kits para hacer huertos en casa.
“Yo no tenía ni idea de grabar un video”, relata Juliana. “Incluso lo edité a punta de tutorial. Cuando se hizo viral, recibimos 5.000 peticiones por WhatsApp y colapsamos. Mi marido y yo pasamos como tres días casi sin dormir, respondiendo mensajes. En ese momento, la página de Huertos de la Sabana no estaba habilitada para vender, buscamos ayuda y fue imposible, porque nos la tumbaron todo el tiempo. No pudimos recuperarla. Los hackers no nos dejaron. Por eso decidimos montar otra con la marca Nubia e hijos”.
En la página nubiaehijos.com se venden kits de siembra biodegradable a 26.000 pesos, arándano orgánico, aceite Sacha Inchi, juguetes artesanales, miel pura y hasta tejidos en macramé. Todo, elaborado por unas 25 familias campesinas de la región que se han visto brutalmente afectadas por la pandemia. Si antes era difícil hacer circular los productos, ahora es casi una quimera.
Nubia y sus hijos suben un video cada ocho días: de cómo sembrar cebolla, de cómo reutilizar la cáscara de huevo, de cómo hacer un huerto en la casa o de cómo hacer arequipe de leche fresca. Sin embargo, lo que hay detrás de su canal es, en realidad, un llamado urgente a mirar hacia el campo. Ella y sus hijos se han convertido en la voz de un segmento de la sociedad a menudo excluido e injustamente tratado. Nubia y sus hijos tuvieron suerte. Pero basta con echar un vistazo a las estadísticas para entender la dimensión de la tragedia de los campesinos colombianos.
La encuesta de calidad de vida de la población campesina (ECV) que presentó el Dane el año pasado arroja datos como estos: el 29,3 % de los hogares campesinos vive bajo la llamada pobreza multidimensional. Solo 34 de cada 100 tiene acceso a servicios de gas, solo el 29,8 % tiene Internet, solo el 69,3 % puede acceder a agua potable. El 70 % de los hogares tiene bajo logro educativo, el 86,7 % está compuesto por trabajadores informales y el 32,2 % tiene jefatura femenina. Sin mencionar la violencia que los ha azotado. Pero ese es otro capítulo. La gran paradoja es que, según el Ministerio de Agricultura, la agricultura campesina, familiar y comunitaria produce más del 70 % de los alimentos que consumen los hogares del país.
Bien sabe Nubia lo que es ser mujer, campesina y cabeza de familia. Es la mayor de tres hermanas, tiene 37 años y es estudiante de último año de bachillerato. Tiene unas trenzas larguísimas, un cuerpo menudo y unas manos callosas. Sonrisa franca, mirada limpia. Hablamos un día de enero bajo un sol abrasador, lejos del aire cargado de la ciudad, mientras los muchachos revolotean por el patio y de fondo se escucha el canto desafiante de los gallos. A este lugar le llaman ‘cielo roto’, dice Nubia, porque en cualquier momento empieza a llover.
David interviene de vez en cuando. Se sienta un rato, se levanta, habla con el fotógrafo, amplía los detalles de la historia que relata su mamá y se muestra muy lúcido cuando le preguntan por esta iniciativa: “Quisimos aventurarnos en esto de las redes porque nos tenían bien olvidados. Quisimos poner bien en alto al campesino y al campo. Por lo menos hemos creado la conciencia de que los campesinos son los que están llevando la comida a nuestras casas. La idea es llegar con esto hasta donde podamos para seguir apoyando a la gente”.
La madre asiente con la mirada. “Cuando se le salta el mal genio, David se pone muy serio. Está en octavo y quiere ser arquitecto. El año pasado trabajó duro para pagar Internet”, me contará Nubia después. También me dirá que Alejandro, el pequeño, es travieso y risueño, que le encantan las matemáticas y que casi no les presta atención a las otras materias. Y me mostrará su huerta: un pedacito de tierra donde hay cebolla, manzanilla, menta y algo de maleza.

¿Cómo es la vida en el campo?

Hermosa. Vea, usted se puede poner a llorar aquí, se sienta y escucha. Y así se alivia. Solo con escuchar, se alivia.

¿Cuál cree que es el principal problema que tiene el campo?

Que al campesino lo tienen muy olvidado. Es el que lleva la peor parte. Hoy en día, un bulto de papa que se vendía en 70.000 pesos está en 10.000. La gente ya no quiere comprar, pero por tanto intermediario. Y el presidente dice que para los campesinos hay un subsidio, pero si se pone a preguntarles a los campesinos, ellos dicen que no les ha llegado. No sé a dónde se queda ese recurso. Es triste. Yo llevo ya cuatro años sin sembrar.
Youtubers campesinos.

Youtubers campesinos.

Foto:Sebastián Jaramillo

El presidente dice que para los campesinos hay un subsidio, pero si se pone a preguntarles a los campesinos, ellos dicen que no les ha llegado. No sé a dónde se queda ese recurso

¿Qué pasó?

Lo primero es buscar un lote y yo aquí no tengo tierra para sembrar. Dios mediante, este año lo vamos a comprar. Pero, ¿por qué no siembro? Porque toca conseguir los obreros, el abono, el producto. Además, cada ocho días hay que fumigar y los productos de fumigación están muy caros. Y todo se va en la tractorada. Vale más la sacada que el producto. En la última siembra perdimos todo. Perdimos los ahorros y nos quedamos con deudas con los bancos.
(¿Le gustaría otra entrevista BOCAS?: Luz Marina Bernal, una madre de Soacha)

¿Cómo ha lidiado con las deudas?

Hicimos dos préstamos. Uno en Bogotá y otro en el municipio de Une. Cuando mi marido estaba, él trabajaba y me daba para pagar, pero después tocó de todo para salirme de las deudas. Aunque hubo gente que me ayudó harto. También hice rifas: una vajilla, una loción. Mi mamita entonces me dijo ‘venga y prestamos lo que le hace falta’. Y fue al Banco de la Mujer y pidió un préstamo. Eso me ayudó harto. Hoy en día, todavía estoy pagando esa cuota, pero ya es menos…

¿Qué le ocurrió a su esposo?

A Wilson le detectaron un hematoma en la cabeza. Estaba en unas ferias de Chipaque, tuvo un disgusto con unas personas y yo creo que del mal genio y de la impotencia le empezó un dolor de cabeza. Como no se le quitaba con los días, yo le dije que fuera al médico, pero no tenía carné. La hermana le ayudó y le sacamos las citas. Lo llevamos al centro de salud de Une. Le formularon exámenes de laboratorio, todo le salía bien, pero él seguía con dolor de cabeza. No se lo aguantaba. Del mismo dolor se estresaba y se caía.

¿Lograron saber que tenía?

Le conseguimos cita con el internista en Bogotá y le formularon una resonancia de la cabeza. A veces lo encontrábamos llorando del dolor. Nos dieron la cita para las diez de la noche en Bogotá y mire dónde vivimos. De todas formas, llegamos temprano y nos pudieron atender a las seis de la tarde. De ahí salió con un CD y dijeron que volviera a los ocho días.

¿Qué les dijo el médico?

Que le quedaban poquitos meses de vida. Que se podía operar, pero que no nos aseguraban nada. Mi esposo se quiso operar. A mí me partía mucho el corazón porque no sabía qué hacer ni cómo ayudarlo. La cirugía salió bien, pero a los pocos días falleció porque le entró una bacteria. Murió el 27 de mayo del 2018 a la 1 de la tarde. Tenía 35 años. No teníamos ni para enterrarlo.

¿Cómo asumió su vida sin él?

Yo nunca imaginé que tenía que pasar por algo así. Fue muy duro. Hasta me tocó pedir limosna para recoger para el entierro. En la casa no había para el mercado y entonces tuve que empezar a trabajar nuevamente. Pero hay mucho machismo y poco trabajo para las mujeres. Igual agradezco a las personas que me brindaron una oportunidad. Hice de todo: fumigar, sembrar, reabonar, coger tomate, pepino, uchuva. Lavar papa. Siempre les agradeceré porque al menos me dejaban trabajar uno o dos días.

¿Cuántos años convivió con Wilson?

Diez años.
Youtubers campesinos.

Youtubers campesinos.

Foto:Sebastián Jaramillo

Mi esposo murió el 27 de mayo del 2018 a la 1 de la tarde. Tenía 35 años. No teníamos ni para enterrarlo

¿Cómo lo recuerda?

Como un gran padre. Quería mucho a nuestro hijo, a Alejandro. Y también a los que no eran de él. A Heidi y a David, mis otros hijos. Siempre se acordaba de las fechas especiales. Compartíamos mucho. Y lo más importante es que nunca me hacía sentir sola.

Fue una madre muy joven.

En ese momento uno no sabe qué es ser mamá. Me fui a vivir con el papá de Heidi a los 17 años. A los 18 nació la niña. Y ya soy abuela, mi nieta va a cumplir dos años. Por circunstancias no pude convivir con el papá de David y Heidi. Y la niña creció con los abuelos.

¿Por qué?

El papá prácticamente me la quitó. Supuestamente, y entre comillas, por maltrato familiar. Dizque yo le pegaba a la niña. Lo que pasó fue que ella se cayó en la escuela, se hizo un moretón y le aplicamos sábila. Esa semana le tocaba con el papá. Cuando los abuelos la vieron dijeron que yo la maltrataba. Y le prometieron que si se quedaba con ellos, el papá le iba a regalar un portátil y un celular. Y se fue. Apenas tenía siete años. Al principio no me dejaban verla, pero yo siempre la llamaba y estaba pendiente. Hoy en día me dice que está arrepentida de no haber seguido al lado mío. Pero eso ya pasó, ahora lo que hacemos es aprovechar y compartir todo lo que no pudimos cuando estaba pequeña.

Es usted muy fuerte.

Si algo he aprendido de los golpes que he recibido es que el dolor lo llevo en el corazón, pero mi corazón no es duro, es sencillo. Siempre demuestro felicidad y me río a cada momento. Me enseñé a llevar mi dolor en mi corazón. Aunque sé que me hago daño.

Supongo que le cuesta abrirse.

Mucho. Ni siquiera hablo de la muerte de mi esposo, es la primera vez. Prefiero guardarme las cosas, porque así no estoy molestando a las personas.

La vida le cambió radicalmente, pero usted no se quedó quieta y siguió adelante…

A veces no me salía nada y si teníamos para el desayuno no teníamos para el almuerzo. Recuerdo que una vez me encontré con un primo y le tuve que pedir que me regalara una panela porque no tenía qué darles de comer a mis hijos. Me sentía tan apretada. Un día hablé con el señor Jairo Hurtado y él me pidió una hoja de vida. Salí con trabajo en Chipaque haciendo el aseo en la escuela departamental. Eso fue en febrero del 2020. Luego llegó la pandemia, nos mandaron para la casa, pero después volvimos a limpiar y desinfectar. Y en abril fue lo del canal y de ahí a acá empezó a cambiar todo.

¿Cómo era su relación con la tecnología? ¿Sabía algo de las redes sociales?

No sabía nada de eso. Solo sabía manejar el WhatsApp y el Messenger, pero mi hijo me empezó a enseñar. Ya sé algo, pero no mucho.

¿Y qué le parece ese mundo ahora que lo ha conocido?

Un ‘trisitico’ complicado. Toma tiempo aprender a navegar. Pero ahí vamos poquito a poquito.

Puedo imaginarme el revuelo cuando el video se hizo viral.

Fue increíble. La señorita Juliana y don Sigifredo nos llamaron, llegaron acá ese día, al otro madrugaron porque teníamos la primera entrevista por televisión y yo temblaba de los nervios. Lloré en esa entrevista. Pero ahorita ya no se me hace tan duro. Y siempre le agradezco a Dios por habernos ayudado en esto.

¿Qué era lo que más les interesaba mostrar?

No es que estuviéramos en contra del gobierno, pero es que la gente campesina también ha tenido cuarentena. Y queríamos mostrar que el campo vive, que los campesinos vivimos. Por eso estamos ayudando a otras familias a vender sus productos.

No es que estuviéramos en contra del gobierno, pero es que la gente campesina también ha tenido cuarentena. Y queríamos mostrar que el campo vive, que los campesinos vivimos

¿Cómo es ser youtuber?

Pues… nos dicen que somos famosos, que estamos hasta en la India, pero nosotros no nos la creemos. Somos los mismos y la idea es seguir siendo así.

¿No les asusta la fama y estar tan expuestos?

A veces me asusta que vengan personas que no conocemos y que uno no sepa qué es lo que quieren. Ya me ha pasado. Cuando estaban los vecinos ahí arriba me sentía más protegida, pero ahora estamos solos en este hueco y las otras casas están muy alejadas. Hay noches que uno se asusta. El otro día nos robaron el computador.

¿Qué pasó?

Fue un portátil que compramos con la venta de los kits. Salimos de la casa y cuando volvimos no estaba. Pensamos que pudo ser gente de aquí mismo. De repente es que creen que nos volvimos millonarios.

¿Le preocupa que los niños pasen mucho tiempo delante de las pantallas?

Aquí se les deja poco tiempo porque yo sé que eso es dañoso para las personas y uno se puede volver adicto.

Después del primer video, ¿cuál ha sido el más visto?

El video más visto fue la enfermedad de Luna, la perra. Le dio parvovirosis, estuvo en una clínica, salió, estaba mejorcita, pero después falleció. Yo creo que la envenenaron para vernos sufrir. No lo aseguro, no lo afirmo, pero lo creo, porque cuando pasó lo de Luna ocurrió igual con varios perritos.

En Colombia es inevitable asociar campo y conflicto. ¿Los tocó la violencia?

De pequeña sí me acuerdo que hubo enfrentamientos del Ejército y la Policía con la guerrilla. Inclusive nosotros llegábamos de la escuela y empezaba el enfrentamiento. Las balas pasaban al pie de uno, pero nunca nos agarraron. Gracias a Dios no nos pasó nada, pero sí vimos personas afectadas por aquí.

¿Qué otro recuerdo tiene de su niñez?

Nos levantábamos a las cuatro de la mañana a calentar agua para bañarnos. Con mi hermana nos turnábamos. Un día, ella hacía el tinto y el desayuno, y yo, otro día. Cuando volvíamos del colegio nos tocaba amarrar, o sea, apartar los terneros de las vacas. En esa época mi papito tenía hierbabuena, entonces nos íbamos a buscarlo. Los fines de semana él se iba a fumigar o a bañar el ganado y le hacíamos el almuerzo, se lo llevábamos y nos sentábamos por allá y esa era como nuestra comida campestre.
Youtubers campesions

Youtubers campesions

Foto:Sebastián Jaramillo

¿Cómo es su día a día?

Normalmente, me levanto a las 5:30 a. m., hago mi aromática y a las 6 de la mañana salgo a ordeñar la vaca y el niño entrega la leche. Esa vaca se la regalamos a David cuando cumplió 15. Se llama Lola. La otra la tuve que vender para poder llevar a mi esposo al médico. Cuando uno se da cuenta ya es mediodía y después se llegaron las seis de la tarde. A veces vamos donde mi hija, donde mi mamá. Por las tardes me pongo a molestar con ellos, a mirar la televisión o a jugar parqués. Nos acostamos a las siete de la noche. Máximo. Cuando no había luz, a las seis.

¿No tenían luz?

Ni luz, ni plata para pagarla. Cuando era pequeña siempre vivimos con luz, pero en este lote, que es de mi hermana, no hay. A mí me dijeron que me conectara a un poste, pero nunca lo hice porque no es correcto. Y bueno, si tenía para la luz no tenía para el sustento de mis hijos.

¿Cómo se hace para vivir sin luz?

Uno se enseña. Así hemos estado doce años. Eso es con la velita y ya. Y para cargar celulares, donde mi mamá, porque ella sí tiene luz. Pero al día siguiente de una entrevista nos pusieron la electricidad. Ahora hasta tenemos luz solar, que nos regalaron unos ingenieros.

¿Qué cosas pasan en el campo que no pasan en la ciudad? ¿Qué deberíamos saber?

Que el campo no tiene Internet. Y que esos campesinos que ven sucios, embarrados, y de los que se ríen por estar así, están trabajando la tierra.

¿Qué es lo más sabroso que se produce aquí?

Lo más sabroso es la ahuyama. Es muy rica.

¿Lo más duro de trabajar la tierra qué es?

La resequedad. La tierra se seca mucho.

¿Cómo se imagina en el futuro? ¿Volvería a vivir con una pareja?

Desde que falleció Wilson, algunos me han escrito para decirme que quieren estar conmigo, que quieren darme su apoyo. En realidad, Wilson sí me dijo que yo estaba muy joven y que podía tener otra persona en mi vida. Pero no me nace. Ahora no. Prefiero estarme con mis hijos y no que otra persona venga y me les vaya a pegar.
Apertura de la entrevista de Nubia y sus hijos en la edición impresa de Revista BOCAS, febrero de 2021.

Apertura de la entrevista de Nubia y sus hijos en la edición impresa de Revista BOCAS, febrero de 2021.

Foto:Revista BOCAS

* * * 

Gracias por leernos.
Le invitamos a descubrir otra entrevista BOCAS: Pilar Quintana, la indomable)
POR: TATIANA ESCÁRRAGA
FOTOS: SEBASTIÁN JARAMILLO
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 103. ENERO - FEBRERO 2021
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