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Cultura

Katherine Miranda: 'Toda mi familia es policía. Soy la oveja negra'

Katherine Miranda en BOCAS

Katherine Miranda en BOCAS

Foto:Pablo Salgado

Habla en BOCAS uno de los personajes más sonados para la Alcaldía de Bogotá: Katherine Miranda.

Katherine Miranda ha visto la muerte desde niña. Nació en una familia de policías y la violencia ha sido una sombra en su vida. A los 7 años, perdió a su padre, el oficial de Policía Gustavo Miranda. Dice que fue una víctima del odio y “de la falta de respeto por la vida humana”. Y no fue el único de su entorno: su tío también tuvo el mismo destino fatal.
Katherine Miranda en BOCAS

Katherine Miranda en BOCAS

Foto:Revista BOCAS

Con esta ausencia tuvo que presenciar también la crudeza de las secuelas de la fuerza pública en otras familias cuando debía acompañar a su madre, Luz Dary Peña, también oficial mayor de la Policía, quien lidiaba sola con la educación de sus tres niñas. Pero no era solo eso, pues en las Navidades y Año Nuevo, cuando sus primos dejaban sus armas para sentarse a comer, Katherine recuerda la enfermiza escena de cinco, seis y hasta siete armas apuntándole sobre la mesa.
Hoy, a sus 36 años, su lucha consiste en dejar un país en el que su abuela Carmen pueda morir en paz y en el que los niños no pierdan a sus padres por causa de la violencia. Cuando se le pregunta por la muerte de su padre invita a ver el documental que coprotagonizó junto a Antanas Mockus sobre la campaña del 2010 (disponible en youtube): ‘La vida es sagrada’, una frase que se ha convertido en su leitmotiv, que incluso tiene tatuada en el brazo izquierdo y que fue el eslogan del movimiento que cambió para siempre su camino político: la Ola Verde.

Yo decía ‘yo voy a ser congresista’, y me decían ‘no existe la mínima posibilidad de que tú seas congresista porque no tienes el apellido, no tienes la plata, no tienes las palancas’

A Katherine Miranda la han llamado en toda su vida con distintos apelativos que cada vez le sobran más para ser reconocida con su voz propia. “La de Mockus”, “La guerrillera”, la de la valla en Bogotá que hizo tanto escándalo en las pasadas elecciones por su mensaje ‘Que no nos abudineen el país’. Ahora es la representante a la Cámara de Bogotá con la mayor votación en la historia de esa entidad, con 120.000 votos en las recientes elecciones, y ahora, como presidenta de la Comisión Tercera de la Cámara, fue elegida como la mejor representante electa por la Encuesta Cifras y Conceptos.
Luvi Katherine Miranda Peña nació el 14 de diciembre de 1986 en Ciudad Bolívar, en la casa que sus padres compraron en el barrio La Estancia. Ahí vive aún gran parte de su familia. Poco después se mudó a la localidad de Kennedy, en el barrio Castilla, donde creció junto a sus dos hermanas gemelas. Estudió en el Colegio de la Policía, pero tras la muerte de su padre, su madre decidió cambiarla al Colegio Nuestra Señora del Rosario en Bogotá.
En su elección universitaria no había duda: era Ciencia Política o Derecho. Pero cuando llegó a la Universidad del Rosario se vio envuelta en un ambiente de bullying, intolerancia y presión social que –junto a la timidez y el pánico escénico que tenía– por poco la persuaden de cambiar su rumbo político por un camino social. De esa época, en el auge del uribismo, recuerda cuando sus compañeros la llamaban “La guerrillera” y de su pasantía en Visionarios, el Centro de Pensamiento del exalcalde de Bogotá y excandidato presidencial Antanas Mockus, que le abriría la puerta a la política en el 2007.
Katherine Miranda en BOCAS

Katherine Miranda en BOCAS

Foto:Pablo Salgado

A Mockus lo conoce desde niña por su mamá, quien era el enlace entre la Policía y su alcaldía para educar a un sector de la institución pública en cultura ciudadana. Después de su pasantía se convirtió en la líder de juventudes de su campaña presidencial en el 2010. De su campaña en la Ola Verde pasó a trabajar con el senador John Sudarsky, entre 2010 y 2015, como jefe de Gabinete, pero en el 2016 se retiró para hacer activismo alrededor de los diálogos de paz en La Habana.
Cuando el ‘No’ triunfó en el plebiscito, Miranda lloró por semanas acostada en su cama y dejó de bañarse por dos días: “Porque yo sé qué es poner los muertos”, explica. Ante esta derrota, lideró el ‘Campamento por la paz’ en la Plaza de Bolívar, donde permaneció más de 45 días y presionó junto a la ciudadanía la firma definitiva de los Acuerdos. Por ello, fue nombrada como una de las líderes de Colombia por La Silla Vacía y RCN en aquella época.
En el 2015, a punto de culminar sus estudios de Posgrado en Cultura de Paz, Cohesión Social y Diálogo Intercultural de la Universidad de Barcelona, tuvo una hija, Elena, junto al concejal verde Jorge Torres, un noviazgo que terminó en el 2019. Cuando retomó su vida académica habían cerrado el programa y no hubo quien le diera su título.
Desde el 2018 ha sido miembro de la Cámara de Representantes y en los últimos tiempos ha estado en la mira política por cuenta de sus batallas: la mayor fue el año pasado cuando estableció una moción de censura contra la exministra TIC Karen Abudinen por el desfalco en el contrato con la UTL Centros Poblados, polémica que le costó el puesto a la funcionaria.
La más reciente fue su propuesta para gravar las actividades económicas de las megaiglesias en la reforma tributaria, un artículo que no prosperó en la plenaria del Senado. “Me denuncian por decir que algunas iglesias son mercaderes de la fe y empresas electorales”, explica.
En el 2022, Gustavo Petro la eligió jefa de debate de su campaña y tras su triunfo, fue electa como presidenta de la Comisión Tercera de la Cámara, primera mujer en la historia que logra ese puesto. Su nombre resuena entre los posibles candidatos a la Alcaldía de Bogotá en el 2023.
Katherine Miranda en BOCAS

Katherine Miranda en BOCAS

Foto:Pablo Salgado

Katherine Miranda siempre mira a los ojos. De los años universitarios en los que la timidez la obligaba a esconderse tras las cortinas no parece quedar ni un resquicio. Sus amigos dicen que incluso su actual franqueza le ha valido algunos problemas, pero al final les suma a sus victorias. Siempre lleva aretes largos. Es aficionada a coleccionar ajedreces y constituciones políticas de los países. Arma legos, rompecabezas y justo ahora está en la tarea de armar más de 5.000 piezas del Expreso de Hogwarts junto a su hija, pues ambas son fanáticas de Harry Potter. Dice que es de Gryffindor, aunque Elena la acusa de pertenecer a Slytherin por lo “regañona”.
No fuma ni toma y dice que no sabe bailar. No va a las fiestas del Congreso porque “ya quemó esa época en la universidad” y ya sabe “cómo funcionan esas fiestas”. Pero la música siempre ha sido parte de ella: dice que la voz no le da para cantar, pero de niña hacía parte de la tuna y aún toca guitarra, marimba, y en su casa tiene un piano.
Su abuela, de 93 años, es la persona más importante de su vida y todo lo que dice es ley para ella. Por eso, cuando Katherine no estaba segura de apoyar a Gustavo Petro, este visitó a su abuela en su casa y le envió un video en su cumpleaños: “Hola, Carmen, un feliz cumpleaños. Besos a tu nieta para cambiar a Colombia por la vida”, le dijo. Ahora es petrista a morir.

Yo le dije hace unos días al presidente Petro: ‘qué pena la pregunta, ¿nosotros a quién le ganamos?, porque ahora todos están en el mismo barco’

¿Su abuela habla a menudo con Gustavo Petro?

Cuando Petro fue al 20 de Julio para el día de las elecciones, fue porque mi abuela le dijo que tenía que ir porque eso le gustaba a Dios y a la gente. Gustavo me dijo que lo organizara yo. Me tocó ir donde los padres salesianos del 20 de Julio a decirles que me ayudaran a echarle la bendición a Petro.

¿Ya tenía un interés político?

No, mi abuela no es de izquierda ni de derecha, sino que dice que hay que ayudar a los pobres. Y siempre me defiende. Que día empezaron a hablar sobre los impuestos a las iglesias. La llamó mi tía, o sea la hermana de ella, que también está viejita, y le contó que el padre dijo que yo quería acabar con la religión, que yo era una satánica, el demonio, y entonces ella dijo “les dije que no fueran brutos. Si hay unos que se roban la plata y que crean iglesias, esas sí son del demonio”. Así me defiende.

Siguiendo con su familia, usted creció entre la policía, ¿no?

Desde que yo tengo uso de razón, toda mi familia hace parte de ella. De hecho, mi abuelo ni siquiera hablaba de guerrilla, sino que cuando contaba sus historias, hablaba de la chusma. Yo crecí en el uniforme verde. Toda mi familia es policía, o sea, yo soy la oveja negra de la familia. Con ellos prácticamente es intocable la fuerza pública, entonces siempre que yo la cuestionaba cuando había excesos en términos de derechos, me decían “a usted no se le olvide que usted está comiendo y estudió gracias a la Policía”.

¿En qué momentos ha sido más difícil la discusión?

Durante el proceso de paz con el presidente Santos. Yo siempre estuve apoyándolo en la campaña del plebiscito del Sí. Como he estado tan cerca a la fuerza pública, he visto la muerte. Lastimosamente desde que yo era muy chiquita he visto muertos por violencia. Para mí era tan importante la firma del proceso de paz porque he visto cómo acá los que se mueren son los pobres, el que no tiene para pagar la libreta militar o el campesino, que la única opción que tiene es ser guerrillero, ser paraco o entrar al Ejército.
Katherine Miranda en BOCAS

Katherine Miranda en BOCAS

Foto:Pablo Salgado

¿Qué hizo cuando lideró el Campamento por la Paz cuando triunfó el ‘No’?

Ahí mi familia me llamó, me dijo que no hiciera eso, que estaban completamente en contra del Proceso de paz. Y les dije “es mi convicción. Para algo estudié ciencia política y es para tratar de desescalar el conflicto y que no nos matemos tanto en este país”. Yo no quiero que ningún otro niño sufra lo que yo sufrí cuando era niña. Las víctimas en un conflicto armado siempre somos los familiares.

¿Tiene algún recuerdo que haya marcado su infancia?

Cuando yo tenía como 10 años, mi mamá era oficial de la Policía en la Dirección Nacional y naturalmente le tocaba ir a rendir respetos cuando se moría un policía, sobre todo los que eran de bajo rango. Mataron a 6 patrulleros. Ese día yo estaba con ella porque tenía cita odontológica. Entonces le tocó ir al centro religioso de la Policía a presentar respetos y a dar el pésame a los familiares. Me fui de sala en sala de velación. No eran jóvenes de más de 22 años, todos de estratos muy bajos. En un momento entró la esposa o novia de uno de ellos, que estaba embarazada, tiró el casco en una esquina del piso, abrió el ataúd y levantó al muerto. Cuando levanta al muerto, tenía parte de la mitad de la cara tapada con una gasa, con un pedazo de tela blanca, y cuando se le cae la parte, era la carne viva, era prácticamente como ver a Freddy Krueger… Entonces pensaba que quienes están poniendo los muertos no son los oficiales, no son los hijos de los congresistas, es gente sin oportunidades que no tuvo para pagar una libreta militar.

¿Qué pensó de esa situación?

El único tatuaje que yo tengo en mi vida es este, que dice ‘La vida es sagrada’, porque yo de verdad creo que cuando se empieza a respetar la vida, se empiezan a respetar los otros derechos en Colombia. Que entendamos que la vida de una persona es irrepetible, irremplazable y que ninguna plata logra revivir un muerto.

A los 7 años perdió a su papá.

Fue superduro. Él sabía que lo iban a matar. Entonces le había dicho a mi mamá como 8 días antes, “me quieren matar”. Mi mamá y mi papá ya se habían separado y mi papá le dijo, “me tiene que llevar mariachis, y me tiene que cantar ‘Nadie es eterno’”. Mi mamá le dijo, “Gustavo, eso es de quinta, yo no voy a hacer eso…”, y a los 8 días lo mataron. Le tocó a mi mamá cumplirle. Otra de las peticiones que hizo fue decir: “‘el muerto al hoyo y el vivo al pollo’. Entonces cuando yo me muera, que todo el mundo coma pollo”. Entonces, lo asesinaron y a mi mamá le tocaba cumplir, así que llevó a todo el mundo a la casa a comer pollo.

¿Y usted qué recuerda de ese momento?

Recuerdo que mi mamá me dijo: “yo no quiero ni que tú seas policía ni que te cases con un policía, porque no quiero que repitamos historias”. Entonces por eso a mí me mandaron a estudiar al colegio de las monjas, que es el del Rosario.

¿Desde ese momento en el colegio ya quería estar en la política o lo contemplaba como algo lejano?

Desde que tengo uso de razón he creído que todo se tiene que solucionar hablando. Toda la vida he querido estar en la política.

Se dice que su familia viene de Ciudad Bolívar, que tienen una condición muy humilde, ¿es cierto?

No, no es tan cierto. Yo soy clase media corriente. No tuve crédito en el Icetex porque mi mamá ahorró toda su vida. Todos mis compañeros de la universidad vivían al norte, pero se endeudaron pagando Icetex, como la mayoría de la gente. Yo me mantenía viviendo en el sur, en Kennedy, pero mi mamá me dejó la educación completamente limpia. Podíamos no comer salmón, podíamos no comer un pedazo de carne y tener huevo y salchichón, pero la plata de la educación era absolutamente sagrada.
Katherine Miranda en BOCAS

Katherine Miranda en BOCAS

Foto:Pablo Salgado

Hablemos de la época universitaria. Dicen que era muy tímida y que la matoneaban por su forma de hablar.

El problema es que yo no hablaba. ¡Cómo putas me metí a estudiar ciencias políticas si a mí me daba pavor hablar en público! Siempre teníamos el mismo combo para hacer las exposiciones y ese día algo me daba para que yo no tuviera que exponer. Cuando no, había unas cortinas y yo me quedaba detrás. Yo temblaba, me sudaban las manos.

¿No se sentía bien en la Universidad del Rosario?

Era muy incómodo. Dar mi punto de vista era ponerme en contra del 99,99 por ciento del salón. Mi combo era reducido, porque todos eran juventudes uribistas, y yo no es que fuera zurda, izquierdosa, mamerta o guerrillera, pero yo decía “no, a mí me parece que los que más plata tienen deben pagar más impuestos”, “yo sí creo que acá ha habido falsos positivos”, y me respondían, “no, usted es una guerrillera, está en contra del establecimiento”.

Luego empezaron a llamarla ‘La guerrillera’.

Sí, pues lo que pasa es que yo viví la universidad en el periodo de Álvaro Uribe, cuando era el dios en este país. Éramos muy pocos los que estábamos en contra. Sobre todo de su segundo gobierno. Entonces yo siempre me opuse y cuestioné.

¿Alguna vez la discriminaron en la universidad?

Yo era la que vivía más al sur, pero ellos pagaban Icetex y yo no. A ellos les mandaban un montón de plata para las onces y a mí a duras penas lo del Transmilenio. Estudiaba con muchos hijos de parapolíticos –en ese momento honorables congresistas y magistrados– que llegaban a la universidad con escoltas. Yo decía “yo voy a ser congresista”, y me decían “no existe la mínima posibilidad de que tú seas congresista porque no tienes el apellido, no tienes la plata, no tienes las palancas”.

Hay un episodio en la universidad en el que usted defendió a una mujer indígena de la Sierra Nevada. ¿Cómo fue?

La universidad ha cambiado mucho, pero en su momento era muy pesado el bullying. Los negros o indígenas que entraban tenían que ser de unos estratos sociales altos dentro de su etnia, los que entraban eran los hijos de los gobernadores y las indígenas tenían que ser de muy alta casta. A Alicia, todo el mundo le decía que no sabía hablar, que era una bruta, que le estaban regalando la universidad. Yo defendí a Alicia a capa y espada tanto en salones como fuera porque nadie se sentaba con ella, nadie le hablaba. Había también otra compañera con la que yo ingresé a la universidad, y el bullying que le hicieron fue terrible por venir de estratos muy bajos. Ella se tuvo que ir porque hasta los mismos profesores la matoneaban.
Katherine Miranda, de Alianza Verde y Miguel Uribe, del Centro Democrático

Katherine Miranda, de Alianza Verde y Miguel Uribe, del Centro Democrático

Foto:Archivo particular

Dicen que a usted también la incluyeron en ese matoneo.

No, no; el bullying que me hacían a mí era porque yo pensaba diferente a ellos, pero nunca en términos económicos porque hasta ellos pagaban Icetex, pero yo no.

El primer día el decano les preguntó qué querían hacer con la carrera y usted dijo: “quiero ser presidenta de Colombia”. ¿Todavía quiere?

Para ser presidente no basta con la voluntad propia, sino se necesita del querer ciudadano, y yo siento que la política es bastante ingrata y desagradecida. Yo te soy sincera, a esta profesión le he entregado mi vida entera, desde antes de ser congresista, y siento que a veces la ciudadanía es muy injusta. Entiendo el disgusto generalizado por el Congreso y eso, pero yo me mato por esta profesión, yo trabajo de lunes a domingo de 7 a 11 de la noche, tengo reuniones, escucho, trato de sacar proyectos adelante que beneficien a la ciudadanía, de verdad me quemo por tratar de hacer este país un poco mejor. Entonces no sé si vaya a ser presidenta de la República; el tiempo lo dirá, todavía falta mucho pelo pa’ moña.

¿Qué tal alcaldesa de Bogotá?

Es una discusión que se está teniendo ahorita sobre la mesa. En el partido lo quieren, pero creo que hay que esperar a ver qué pasa con la reforma política, y también creo que hay que escuchar a la ciudadanía. A mí me eligieron para ser congresista, tuve 120.000 votos en Bogotá, tengo la mejor votación de la Cámara de Representantes, entonces yo creo que si la ciudadanía lo quiere, lo lanzamos. Me parece que, por ejemplo, lo que le pasó a Antanas, renunció a la alcaldía para lanzarse a la Presidencia, se lo cobraron muy duro. Yo lo que menos quiero es defraudar a la gente que votó por uno.

Antanas Mockus fue su mentor. ¿Cómo llegó a trabajar con él?

Yo estaba presentándome para irme al Chocó a hacer función social, pero finalmente me salió una en Visionarios, que es el centro de pensamiento del profesor Antanas Mockus. Me pareció interesante para meterme en temas de cultura ciudadana. Después de cuatro meses haciendo la pasantía, Antanas me decía “Verónica”, o sea, no se sabía mi nombre y a mí me daba mucha rabia. Yo decía “este hijuemadre…”, así que le empecé a decir Pedro. “Hola, Verónica, ¿cómo estás?”, me saludó. “¿Qué tal, Pedro?, ¿cómo te va?”. “Yo no me llamo Pedro”. “Pues yo tampoco me llamo Verónica” [risas].

¿Por qué se quedó en la campaña?

Cuando Antanas entró a lo de la Ola Verde, me dijo: “¿usted por qué no lidera las juventudes?”, pero yo no quería porque no sabía hablar con la gente, no sabía hacer política, no tenía idea de nada. Pero poco a poco la vida te va soltando. A mí me gustó mucho la forma de hacer política de Antanas porque los jóvenes no éramos vistos como ‘cargaladrillos’, sino de verdad hacíamos mesas, escuchaban nuestras propuestas, era diferente. A mí esa campaña me enamoró muchísimo porque dije “la política sí puede ser limpia”.

¿Habló con Mockus cuando se vinculó a la campaña de Gustavo Petro?

Antanas siempre había dicho: “hay que apoyarlo”. Al interior del partido, cuando apoyé a Petro, el equipo de Claudia y Angélica me acabaron. Para saber que luego terminaron diciendo que había que votar por él. En Visionarios habíamos pensado que había que apoyar al alternativo que llegara a segunda vuelta, pero yo me distancié de los ‘mockusianos’ porque yo apoyé en primera. Porque ¿quién más iba a quedar? Era obvio.

¿Fajardo era una opción?

Yo apoyé a Fajardo hace cuatro años a muerte. Fajardo lo sabe, yo lo quiero mucho, y lo hablé con él. Le dije que la situación que estaba rodeando todo el tema de la Coalición de la Esperanza y las fricciones nunca fueron un ambiente propicio para consolidar un liderazgo fuerte.
Katherine Miranda y Andrea Padilla.

Katherine Miranda y Andrea Padilla.

Foto:EL TIEMPO

¿Cuál ha sido su relación con Gustavo Petro?

Sobre todo desde su alcaldía de Bogotá, yo he sido bastante crítica. Cuando me vinculé a la campaña, yo le dije a él, “mire, la diferencia entre los congresistas que usted va a elegir en el Pacto Histórico y yo es que usted los elige a ellos y les coloca los votos, pero 5, 10, 1.000, 2.000 votos son míos. Son de una ciudadanía que me está apoyando a mí, entonces de mí no espere un cheque en blanco. Yo voy a ser crítica”.

¿Qué opina de su gestión hasta ahora?

Yo estaba muy callada últimamente porque estoy viendo las situaciones. Al principio me molesté muchísimo. Para quienes históricamente nos habían señalado, atacado, como los conservadores, La U, Cambio Radical, somos ahora sus mejores amigos. Yo le dije hace unos días al presidente Petro: “qué pena la pregunta, ¿nosotros a quién le ganamos?, porque ahora todos están en el mismo barco”.

¿Y ahora qué piensa?

Entendí que para hacer las transformaciones necesitamos de los votos de ellos en el Congreso. Hay que pensar cómo mostrarles realmente un modo diferente de gobernar. Estoy aprendiendo a trabajar con ellos, sobre todo en esta reforma tributaria. No es que gane la izquierda o la derecha, sino cómo escuchamos a los que piensan diferente a nosotros para llegar a consensos. Ser gobierno es un aprendizaje bárbaro.

¿Por qué se cayó el artículo para gravar las iglesias?

Estaba en la conciliación de la tributaria, pero se cedió frente a un chantaje que hicieron algunos senadores. Hicieron una carta –leída por Mauricio Gómez– en la plenaria del Senado firmada por varios donde decían que si se mantenía el artículo, se caía la reforma tributaria. La lucha que no pudieron dar en democracia con argumentos, lo hicieron a través de un chantaje, y el gobierno cedió. Me quedé completamente sola en esta lucha, pero igual yo voy a presentar un proyecto de ley para hacer justicia tributaria en el país. Es que estamos hablando de alrededor del 15 por ciento que tienen 116 actividades económicas ajenas a lo que es culto, beneficencia y educación.

La moción de censura por el escándalo de Centros Poblados le dio mucho reconocimiento, pero también problemas…

Me abrieron unos procesos en la Corte Suprema, pero yo creo que fue el deber ser. Ante una evidencia clara que entregó La W frente a un desfalco, hay una responsabilidad en términos administrativos porque su deber es cuidar la plata. Yo no estoy diciendo que ella se la robó, pero ella sí tenía que cuidar esa plata y no la cuidó, eso es lo que es evidente. Yo fui la primera persona que habló de Emilio Tapia, y me lo negaban. Un día había como un trending topic de #LaPalabraDelAñoEs, y yo coloqué “abudinear”. No, pues, esta señora [Karen Abudinen] me demandó por la palabra, por daños y perjuicios. Yo dije, “bueno, ya que me metió todo eso, pues de una vez lo uso en la campaña”. Ya me había denunciado, ya qué. Entonces, por eso la utilizamos.

Esta señora [Karen Abudinen] me demandó por la palabra, por daños y perjuicios. Yo dije, ‘bueno, ya que me metió todo eso, pues de una vez lo uso en la campaña’”.

¿Quién es Antanas Mockus?

Para mí, Antanas siempre es como el deber ser en política. Es un educador y para mí es un ejemplo completo de cómo se debería hacer la política en este país.

¿Quién es Gustavo Petro?

Petro hoy es como esa esperanza que todo el mundo tiene de que realmente la política y el país cambien. Tiene una responsabilidad enorme. Es la primera vez que la izquierda está en el poder. Entonces las cosas se tienen que hacer muy bien, impecables. Sé que hay que gobernar con la política tradicional, hay que tragarse ese sapo, pero no se puede gobernar bajo las mismas prácticas que se han tenido históricamente.

Usted es muy amiga de Mauricio Toro, exrepresentante por el Partido Verde, primer congresista abiertamente gay y actual presidente del Icetex.

Lo amo. Él es muy lindo. Dábamos muchas luchas juntos. No pudimos decirlo nunca, pero nos quedó la satisfacción de que logramos, por primera vez, que en un Plan de Desarrollo todas las políticas a nivel nacional tuvieran un enfoque diferencial, el tema LGBT. Hicimos acuerdos hasta con el demonio. Lo logramos, aunque nunca pudimos sacar pecho de eso porque el acuerdo fue “lo vamos a meter, pero vamos a estar callados”. La verdad es que acá hay un montón de gais enclosetados; esa es la verdad. De todos los partidos.

¿Recuerda alguna anécdota con él?

La Comisión Séptima donde Mauricio estaba tenía una vaina tenaz, tanto que lo llamaban “el eje del mal”. Ahí había unos congresistas que son los más hampones. Le hacían bullying por todo. Nosotros éramos uña y mugre. Yo me fui donde el congresista de Cambio Radical que lo matoneaba y le dije: “Mire, gran hijueputa, usted con Mauricio Toro no se meta; yo a usted lo acabó en los medios de comunicación y en las redes sociales, yo me le sé los pecados a usted”. Y me dijo, “no es verdad. Mauricio, ¿cierto que ya estamos de amigos?”. Esto es un colegio.

¿Cómo se lleva con otras mujeres de otras orillas como Cabal, que la ha criticado también?

María Fernanda Cabal es una mujer que se ha hecho a pulso. Nos guste o no, es una de las grandes líderes que tiene la derecha colombiana. No quisiera que ninguna persona se asemejara a la forma de hacer política que hace ella, pero la respeto profundamente. Para mí, marcan precedentes esas altas votaciones que hemos tenido nosotros en la Cámara, Cabal en el Senado y la vicepresidenta, Francia. Hoy en día las mujeres de diferentes sectores políticos tenemos un peso, y no es por los líderes que tenemos al lado. Cabal en su momento tuvo la bendición de Álvaro Uribe Vélez, pero ahora ella es una voz muy importante.

¿Se ha sentido discriminada por ser mujer en la política?

Un montón. Yo soy separada y tengo una niña de siete años. Todo el mundo es como “¡ay!, pobrecita la niña sin la mamá”. A un hombre no le dicen eso. Cuando salgo a hacer campaña me han dicho “le falta marido”, “es que usted está mal cogida”. El rol de una mujer es muy complicado en una sociedad como la colombiana, pero más cuando tú haces política, porque es una vaina absolutamente machista; siempre se cree que tú estás ahí por alguien más. A mí me decían que era la de Mockus, que para mí era un honor, pero ya acá al interior de la política es como “es que a usted la puso Mockus”. Ahorita en la reelección yo hice campaña sola para demostrarme a mí misma, pero también para demostrarle a la gente, que podemos solas. Y así sacamos la mejor votación.
Portada Revista BOCAS #123

Portada Revista BOCAS #123

Foto:Revista BOCAS

Esta entrevista fue realizada por Gabriela Herrera Gómez (@gabrielahergo).
Fotos hechas por Pablo Salgado
Edición #123 Noviembre - Diciembre 2022
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